2005 – La prensa de Analisis Freudiano N° 11 – Buenos Aires
2005 – Mesa Redonda Buenos AIres
LA PRENSA DE ANÁLISIS FREUDIANO N° 11
Mesa redonda BUENOS AIRES
LA PRENSA DE ANÁLISIS FREUDIANO N° 11 – 2005
LOS OBJETOS Y SUS PASIONES
Mesa redonda BUENOS AIRES
Coordinadora : Mercedes Moresco, psicoanalista, miembro de Analyse Freudienne (Madrid)
Participantes : Liliana Donzis, psicoanalista, miembro de la Escuela Freudiana de Buenos Aires.
Manuel Rubio, psicoanalista, miembro de Mayeutica Institución Psicoanalítica
Analía Stepak, psicoanalista, miembro de la Escuela Freudiana de Buenos Aires
Mercedes Moresco:
Me complace mucho tener reunidos a tres queridos amigos, que han aceptado la invitación de Analyse Freudienne para debatir sobre el tema propuesto para este año:,” Los objetos y sus pasiones.”
Cada participante me manifestó ante la propuesta, la curiosidad que le despertaba el titulo convocante, y ello ha estimulado los trabajos que debatiremos.
Creo que hay algo de la pasión que nos une y es la pasión por el psicoanálisis, fuerte pasión que nos ha hecho dedicarle gran parte de nuestra vida,
“Los objetos y sus pasiones”, nos abre a un recorrido que consideraremos a continuación:como no hay idea del “objeto a “,salvo en sus “ especies”, (es decir ,aludo a la diversidad de las funciones parciales a las cuales no se reduce,) Lacan nos recuerda que es un objeto y al mismo tiempo que no es un objeto. Entonces ,podríamos considerarlo desde distintas perspectivas sin que en ellas se agoten :como objeto perdido primero, como objeto vacío, como objeto causa, como objeto resto, como letra, en aquello que resta por decir de la practica analítica, y también como lugar adjudicado al analista al final del análisis.
Podemos situarlo como mixto entre la anulación y los residuos de goce y acaso vaciamiento de goce, porque ese es el efecto mayor del lenguaje, el resto de residuos de goce con los cuales el objeto es constituido.
Hoy nos ocuparemos de “Los objetos y sus pasiones”, recordando que :amor, odio e ignorancia, son destacadas de este modo ,como pasiones del ser, por Jacques Lacan en sus “Escritos”.
Escuchamos a nuestros amigos
Liliana Donzis
Agradezco la invitación de Mercedes y de Analyse Freudienne a participar esta noche Pense en referirme a la pasión por el cuerpo niño. Lacan plantea el pathema como efecto del lenguaje cuyo nódulo es la pasión por el cuerpo. Esta referencia se suma, aunque es de otro orden a las pasiones del ser, que en los primeros tiempos de su enseñanza situó en la tríada: amor, odio e ignorancia, como recién Mercedes nos recordaba. La pasión por el cuerpo surge a partir del enlace de las tres dimensiones RSI ; recordemos que Lacan denomina consistencia a la cuerda imaginaria ligada al orden del cuerpo, lo real ex -sistencia y lo simbólico agujero. El factor común, enlace de las tres cuerdas es ese lugar triple del nudo borromeo en el que escribe el objeto a. Si el inconsciente es discordante con el cuerpo lo es en tanto el objeto opera como cierre así como también obstáculo y frontera a la metonimia que el inconsciente produce en su decir. Dicho de otra manera, no hay cópula posible entre el Uno del significante y el objeto a. Ahora bien, del enlace borromeo surgen eficacias entre el Uno y el objeto.
Es por la vía de la pulsión que el objeto a contornea pedazos del cuerpo, ligándolo a sus orificios. Cuya manifestación en la cuerda imaginaria es el objeto de la demanda de amor, mientras que en su límite simbólico el objeto a se presta como cuerpo de letra, es por este camino que hace peripecias en y con el significante.
El número de oro con el que Lacan bucea la chance de una escritura de la relación imposible, no hay cópula entre el Uno y el a, le sirve para decirnos una vez más, que esta abstracción radical es notable mediante una escritura matemática: 1 menos a. Esta formulación basada en el número de oro no es ajena a la indicación que nos ofreció Lacan respecto de las operaciones de constitución del fantasma, la proporción áurea también le resulta viable en el intento de escribir el enganche del niño a lo imaginario de la madre.
Dejo para otra ocasión la necesaria discriminación entre el acto instituyente del enlace RSI y la constitución del fantasma ,solo deseo comentar que este último se constituye como efecto de la estructura nodal , es su ropaje y evidencia las singularidades de la condición de goce del sujeto.
En el fantasma materno el niño presta su cuerpo como soporte del objeto a de la madre, el sujeto por advenir se soporta en esta unión por la operación de alienación fundante. Requiere de una operación de corte para pasar de objeto del Otro a sujeto, será menester practicar una operación de sustracción que desprenda al niño del Otro, para la ocasión la madre, la escritura lógica que nos propone es también , Uno menos a .
La clínica psicoanalítica, en particular con los niños, nos evidencia que estas operaciones necesarias en el acto de borromeización de la estructura no siempre se producen o no alcanzan las eficacias necesarias cuando el goce se apodera del campo de la subjetividad y el cuerpo del niño es tomado como lo real del goce. Es así que se convierte en objeto de un goce que no es el goce fálico que libidiniza el cuerpo y sus orificios permitiendo anclar el tour pulsional mientras que articula propiciatoriamente amor, deseo y goce en el niño .Vía en la que cuerpo y letra anudan inconsciente y sexualidad.
Por el contrario el goce de un cuerpo como puro objeto se torna pasión de un goce que impide al mismo tiempo el surgimiento de respuestas subjetivas en el niño, ocasión en la que no se evidencia la sustracción lógica, Uno menos a, que reclama el significante para vivificar un cuerpo.
Anonadado en el Otro la hostilidad de la vida cotidiana lo deja a merced de las turbulencias del lenguaje, de las diferentes degradaciones del silencio, de la inhibición de la palabra y de lo real sin que pueda sustraerse la muerte. Caldo propicio a las vejaciones que la cultura impone al niño como objeto y las pasiones que su cuerpo despierta.
Intentaré transmitir algunos trazos inspirados en la práctica del psicoanálisis con niños que ponen a cielo abierto el pathema, la pasión por el cuerpo cuando este está tomado desde el odio como pasión del ser. Violencia, maltrato, grandes palizas. Abusos sexuales, prostitución infantil, niños dealers. Estos son algunos de los nombres del malestar en la infancia. Mundo infantil que los románticos catalogaron de angelical e inocente. Sin embargo desde los albores de la historia como asimismo en la actualidad la infancia fue sitio de hostilidad, odio y también cuerpo en el cual el erotismo encuentra lugar para su despliegue.
A guisa de ejemplo, durante el siglo XII en Francia era costumbre el infanticidio femenino después del cuarto nacimiento, ya que no se podían mantener bocas improductivas como así también fue una modalidad para limitar la futura natalidad. En la edad moderna, mientras se descubría y conquistaba América, en Europa se abandonaba y se vendían a los hijos como trabajadores o esclavos. La revolución industrial arroja a los niños como asalariados bajo una extrema dureza laboral en condiciones de explotación extrema.
Mercedes Moresco
¿Que consecuencias advienen de las maniobras amorosas, eróticas u hostiles de las que fueron objeto los ni
ños?
Liliana Donzis:
La cultura, cuya raíz etimológica remite a caldo, caldo de lenguaje, sitúa al Otro como lugar del lenguaje, de la demanda y fuente de transmisión de la lengua. El andamiaje en el que advendrá el sujeto queda marcado por fijaciones que provienen de los recorridos pulsionales, fixierüng las denominó Freud, que antes fueron quizás fijaciones del Otro en su encarnadura de padres.
No es sin consecuencias para el niño, sujeto al fin, las maniobras amorosas, eróticas u hostiles de las que fue objeto. Al niño lo atraviesan las marcas que el Otro le inflinge escribiendo consistentemente su cuerpo, demarcando zonas erógenas que sensibles al lenguaje dicen y dirán de las fijaciones pulsionales. En la niñez se dibuja y contornea el cuerpo que será el mapa en el que se desplegarán los itinerarios de la pulsión y sus derivas de goce.
Víctor Hugo relata en su libro El hombre que ríe una vieja usanza de la China. Relata que a los niños pequeños, de meses, los introducían en una vasija con la forma deseada que el cuerpo del niño adopte. La cubrían con una tapadera que sacaban para alimentarlo. Comprobaban que al cabo de aproximadamente dos años el niño tomaba la forma del jarrón, es decir obtenían el cuerpo que le habían deseado. El cuerpo del infans se presta como objeto de pasiones a la demanda del Otro, a las manipulaciones y maniobras sean estas amorosas u hostiles, de odio y también de ultraje. El cuerpo de los niños, los niños como cuerpo, cobran valor fálico y se convierten gracias a ese valor en reserva libidinal .El falo imaginario, es el modo en que escribe Lacan la castración imaginaria, es el
símbolo de reservas libidinales que al ser capturadas en su valor de imágenes son absorbidas en lo
fantasmático. Algunas posiciones perversas hacen pasar a lo real a través de diversas acciones lo que es del orden del fantasma, cristalizando en una voluntad de goce aquello que estructuralmente concierne a la condición de goce del neurótico .Voluntad que es extraña y diferente a la condición. Voluntad que preside la puesta en acto del perverso en este accionar con el cuerpo de otro degradándolo a una pura condición de objeto sin que quede denotado por la pérdida y la falta, niño o no es un cuerpo sometido a una voluntad de
goce sin subjetividad alguna. La pedofilia es el ejemplo paradigmático que el campo de las posiciones perversas nos ofrece para repensar el lugar emblemático que toma el cuerpo de los niños.
El cuerpo sin tiempo, siempre niño, es el objeto erótico del pedófilo. Este ama y goza del niño y del
cuerpo sin tiempo, ese en el que la castración no tiene efecto. La fugacidad del instante es el marcador a través del cual entre el antes y el después constatamos la eficacia del corte. Por el contrario, para el pedófilo no hay corte ni paso del tiempo. La renegación de la castración opera a la hora de gozar de un cuerpo pues estos, los cuerpos, deben mantener para el pedófilo una invariante, siempre la misma, un estado intemporal detenido en lo impúber. Eclipsando la chance del niño como sujeto deseante ya que en el acto del perverso no importa el nacimiento del deseo del partenaire. Maniobras perversas de una erótica que se infiltra también en la cultura, es así como el cuerpo de los niños es engullido en lo social y toma valor de mercancía. Otras degradaciones conoce nuestra cultura, el robo de bebes y el tráfico de niños nos ilustra esta barbarie de todos los tiempos a la que puede sumarse la apropiación de bebes nacidos en el cautiverio y desaparición forzada de sus madres quitándoles su legítimo derecho a la identidad y al conocimiento de su historia.
Desde otra arista el brillo fálico del cuerpo niño invita al despliegue de la mirada, los cuerpos niños se consumen públicamente en films publicitarios. Venden y se venden. Se transforman a causa de la impronta fálica que reciben del Otro en ese resto que es a su vez causa de diferentes apetitos sexuales y en consecuencia resultan ángeles y portadores de deseos, en esta vía el
mercado les pone precio a cuerpos victimizados en alguna forma de explotación.
Mercedes Moresco
También contamos con la indiferencia, el abandono, el silencio…
Liliana Donzis
Exactamente. Con Freud hemos aprendido que de las raíces de la infancia pende la posición del adulto. La condición de prematuración expone al infans a una dependencia estructural y estructurante al Otro, condición humana que nos hace sensibles a los ecos del decir de los padres, de quienes transmiten la lengua y que al mismo tiempo son soporte de diferentes identificaciones. La transmisión de la lengua fabrica los eslabones que hacen al pasaje generacional, la lengua que nos parasita lleva el gérmen de lo traumático, que es en si un hecho de lenguaje. El trauma puede o no entrar en discurso, Freud calificó estas alternativas como trauma positivo o negativo cuyos efectos también difieren. Es por fuerza de la repetición del trazo que el significante penetra en el molino de las palabras, cuya consecuencia es que algo ha pasado al discurso, cuestión que le evita al sujeto “enfrentarse simplemente con lo que es el natural del hombre a saber una bestia feroz” (8)
Los excesos amorosos como asimismo los hostiles inciden a la hora de los padecimientos, que en el mejor de los casos, se inscriben discursivamente. La clínica con niños nos testimonia de pasiones y hostilidades menos evidentes que las mencionadas en el apartado precedente pero que también son del orden de lo cotidiano. Entre padres e hijos observamos la instilación de odios, de productos no discursivos que muerden la estructura del infans. Ambos padres o alguno de ellos maltratan, de diversos modos y sin ejercer violencia directa sino que ésta es encubierta y silenciada .En ocasiones se ponen en escena odios ancestrales, es decir de generaciones anteriores que pasan sin solución de continuidad a la generación siguiente.
Mercedes Moresco
¿Podríamos enmarcarlo como odio real, simbólico o imaginario?
Liliana Donzis
El odio es de lo real, reniega de la diferencia y en ocasiones funciona como la injuria: ataca el cuerpo y lo esclaviza a un goce que hace falta que no. Uno de los nombres de este odio es la crueldad. Fernando Ulloa suele plantear que se trata de un odio primordial que no se amarra a lo simbólico y que no hace par con la ternura que humaniza .Acuerdo con su lectura, es más la niñez se amasa entre odios y ternuras que deben enhebrarse al discurso, de lo contrario producen inhibiciones y angustias.
Mercedes Moresco
¿En la clínica con niños se observa algo de este odio?
Liliana Donzis:
Quienes trabajamos con niños advertimos que muchas de las dificultades por las que los padres de un niño consultan a un analista se tejen con los hilos del odio y la hostilidad entre ellos y para con el niño. Odio pasión del ser, hostilidad como contracara del amor cubren silenciosamente las sintomatologías más variadas . Los padecimientos en la infancia están poblados de abandonos y desalojos ocurridos por efecto del desenlace del amor y del deseo, dejando al niño a merced de goces mortíferos En ciertas circunstancias, nos encontramos frente a emergencias, que se despliegan en las guardias pediátricas, que surgen como correlato de escenas de la vida conyugal o familiar que sin más trámite subjetivo que el pasaje al acto pasan al cuerpo del niño desatando una dramática qu
e ataca sin pasar al discurso. Asimismo hostilidades lacerantes despojan al niño del necesario y mínimo sentido que aporta el juego. Nada para dibujar ni decir de lo inconmensurable de ciertos goces que empujan al niño a pasajes al acto, intoxicaciones y accidentes. Urgencias cotidianas efecto del desalojo en el Otro.
No es nueva la pregunta que nos formulamos acerca de la posición del niño, no solo como objeto de un fantasma, sino como objeto bien real en la contienda de los objetos de la separación de bienes matrimoniales. En el “esto es mío, esto es tuyo” los niños padecen de ocupar el lugar
de los objetos de la pulsión .Son escupibles, mordibles, deshechables, excrementos con valor de cambio. De quién son los niños en estos casos?. Se ha escrito y debatido en abundancia sobre los hijos del divorcio, no me extenderé en ello ni es mi intención bregar por el bien, sino recordar que queda claramente expuesto en algunos casos que el odio muestra que el niño representa el producto de la cópula sexual de los padres y que la disputa concierne a mantener un dominio sobre el goce, que es en si imposible. Los niños en esas circunstancias, bien cotidianas, representan ese poco de sentido de un goce que no termina de caer. A veces los hijos son el lugar de una exhibición obscena del odio, se convierten en la afirmación yoica que manifiesta que no se ha podido destituir al otro de la pareja conyugal. Lo que era compartido, quien era un lugar común del lenguaje cotidiano se torna en espacio de un goce devastador.Hostilidades de la vida cotidiana nutren al niño con la derrota del lazo social.La derrota de la palabra, el pasaje a la brutalidad del odio sindica al niño como el objeto de una reinvindicación gobernada por la pasión que al mismo tiempo lo ignora como sujeto.
Mercedes Moresco
Además del odio esta el amor y también el amor loco o la “loca pasión”
Analia Stepak
Justamente, me interesa referirme a las “locas pasiones”, y tomo lo que dice Marguerite Yourcenar en “Fuegos”: Amar con los ojos cerrados es amar como un ciego. Amar con los ojos abiertos tal vez sea amar como un loco: es aceptarlo todo apasionadamente.Yo te amo como una loca”.
Quisiera servirme para comenzar de una pregunta freudiana: ¿Por qué es tan diversa la relación del amante con su objeto sexual?
En tanto no hay objeto que colme el deseo, la relación del sujeto con el mismo no sólo será diversa, sino también singular. Es más, el deseo podría no dirigirse a un objeto determinado, si bien alguno de ellos acudirá al lugar de la falta de objeto.
Alienación del deseo en un objeto que nos evoca indudablemente las afirmaciones de Freud en Psicología de las masas y análisis del yo cuando liga el enamoramiento con la hipnosis, lo que daría clara cuenta de que la Verliebtheit o fascinación imaginaria no es igual al amor.
Nos interesa, a partir de las llamadas “pasiones del ser”, abordar la arista del amor pasión, aquel en el cual el sujeto es capaz de deponer su subjetividad apresado ilusoriamente en un juego de espejos. Amor en el cual se pone de manifiesto en la mayoría de los casos, el rechazo de la falta. Allí donde lo buscado es la reciprocidad, y el sujeto, consumido y exaltado por dicha pasión, no repara en sacrificios.
Pasión amorosa que ya Platón en Fedro juzga como un delirio y que generalmente no registra la incidencia del paso del tiempo. Asimismo monta una escena que da cuenta de qué modo un sujeto determinado se confronta con la sexualidad y con la muerte. También pone en juego una y otra vez cómo el discurso se va desplazando metonímicamente y qué papel juega el fantasma en tanto organiza el mundo del sujeto.
Beatriz Sarlo afirma que “ante un objeto pasional gigantesco no hay exceso en las manifestaciones de la pasión”. Es más, a nosotros, argentinos, no tendrían por qué sorprendernos las palabras de Eva Perón cuando se refiere al líder diciendo: “A Perón no es posible quererlo demasiado; todo amor, toda fidelidad, todo sacrificio son poco”. En el amor pasión siempre se trata de un exceso.
Insistencia en un objeto que diferencia la pasión del deseo, en tanto el mismo y tal como lo afirma Baruch Spinoza, es volátil y se desplaza sin fijarse.
Pasión maniática que corroe y consume al sujeto. Pasión que llega a un cuerpo cuya peculiaridad consiste en habitar el lenguaje.
Para quien habla, por su entrada al lenguaje, el cuerpo es un objeto perdido. Lacan en RSI afirma que el efecto del lenguaje es Pathema (pasión del cuerpo) pero por el lenguaje es inscribible.
Desplegará aún más esta idea cuando propone: “El a minúscula es lo que causa el deseo, eso quiere decir que no es su objeto sino solamente esta causa”, y agregará: “El sujeto es causado por un objeto que no es notable más que por una escritura”. Escritura que nos permite leer las vicisitudes de la relación del sujeto con el Otro y, en esta oportunidad particular, al tratar de situar las pasiones, ubicar la relación del sujeto con el otro, su partenaire.
Quisiera servirme de una leyenda oriental relatada magistralmente por Marguerite Yourcenar, en tanto la misma me dio una vez más la oportunidad de preguntarme por la pasión que, en ciertos casos, puede despertar un determinado hombre, en una mujer.
La leyenda se llama “El último amor del príncipe Genghi”. Al cumplir cincuenta años, el príncipe Genghi el resplandeciente, quien fuera el mayor seductor que hubiese visto Asia, se da cuenta de que es necesario comenzar a morir: Su segunda mujer, a quien tanto amó, ya había muerto y él ni siquiera puede recordar su sonrisa. Su tercera esposa lo engaña con un pariente más joven. Antes de hacer el papel de viejo, Genghi prefiere el de fantasma. Entonces distribuye sus bienes y se dispone a terminar sus días en una ermita en la ladera de una montaña. En la soledad de la cabaña, pronto advierte que la vista se le debilita, que las tinieblas llegarán a él antes que la muerte.
Dos de sus concubinas le proponen compartir su aislamiento pero él las rechaza sin considerarlo. Una de ellas, la Dama del pueblo de las flores que caen, durante dieciocho años había servido fielmente a sus otras esposas, mientras lo amaba en silencio, sin esperanzas de obtener algo más que ocasionales visitas nocturnas.
Cuando se entera de que el príncipe está casi ciego, se disfraza de aldeana y, con habilidad femenina, lo engaña hasta volver a ser su amante. Sin embargo se equivoca al revelarle la verdad: no es una aldeana que se había extraviado sino que había venido a conocer el amor entre sus brazos. Al enterarse la verdad, el príncipe Genghi la echa y la maldice.
Sin darse por vencida, ella se hace pasar por la mujer de otro y vuelve a seducirlo. Bajo un nuevo disfraz, otra vez se convierte en su amante y permanece con él, cuidándolo y reconociéndolo como el más hermoso y deseado de los hombres.
Al poco tiempo Genghi presiente que va a morir y, ya con ternura, ya con nostalgia, evoca a cada una de sus mujeres. La primera, en cuyo amor no creyó hasta el día siguiente de su muerte; su madrastra, con la que engañó a su padre; su joven esposa, quien a su vez, lo convirtió en víctima de una infidelidad; su tercera mujer, también tercera en su corazón; sus encuentros fortuitos con otras mujeres; sus hazañas, su fama.
La Dama del pueblo de las flores que caen pregunta insistentemente: “¿Y no había en tu palacio otra mujer cuyo nombre no has pronunciado…?” Pero su intento por hacerlo recordar es en vano: para ese entonces las facciones del príncipe ya han adquirido la serenidad que le está reservada a los muertos.
La Dama del pueblo de las flores que caen se echa al suelo gritand
o, sus lágrimas arrasan sus mejillas, sus cabellos arrancados vuelan por el aire. El único nombre que Genghi había olvidado era precisamente el suyo.
En la leyenda escogida, está claro que Genghi prefiere el destierro a perder su impostura, tan luego el resplandeciente fue privado de un objeto privilegiado, especialmente para cualquier hombre cuya cualidad es evaluar: la mirada. Aun casi ciego, las seguirá tomando una por una confirmando que ninguna es toda y continúa equivocándose con ellas, ya sea porque se engañó o porque esa era la que le hacía falta y sólo pudo percatarse de ello a posteriori.
Si la mujer no existe y ella es un sueño del hombre, nuestro príncipe sólo abordará a algunas, como todo hombre de algunas no tendrá ganas, tal vez sea como Lacan afirmó, que éstas “no consuenan con su inconsciente”. En cuanto a ella atormentada por su pasión, se ausenta de su posición de sujeto. Verdadera dificultad para asir su posición deseante en tanto está sumida en una posición sacrificial.
Mercedes Moresco
¿Podríamos decir “pasión por el sacrificio?”, ya que se presentan muchas veces en la clínica , posiciones semejantes a la protagonista del cuento.
Analía Stepak
Claro, pasión que confronta en muchos casos con lo inevitable de la muerte, dejando al apasionado sumido en el desamparo cuando no en una posición melancólica. Tal vez la muerte pueda ser en este caso, para nuestra apasionada, aquello que pueda despertarla.
En tanto es el significante el que barra al sujeto introduciendo la muerte, habremos de internarnos en los vericuetos del goce que se juega en relación a las pasiones.
Como en otras oportunidades, si se trata de la relación de un hombre y una mujer, estaremos situando un desencuentro. Sin embargo dicho desencuentro es aun más profundo si se trata de las pasiones.
Finalmente llegamos a la pregunta que nos convoca e interroga fundamentalmente en nuestra clínica, cuestión que propone Lacan en Televisión, cuando afirma: “Es también porque eso que no son todas, es decir locas del todo, sino más bien acomodaticias, hasta el punto que no hay límites a las concesiones que cada una hace para un hombre, de su cuerpo, de su alma, de sus bienes…”.
Si tratamos de avanzar interrogándonos por aquello que la lleva a esa posición en la cual es capaz de cualquier concesión, habremos de preguntarnos por sus fantasías, de las cuales no es fácil dar cuenta. ¿Qué impedirá otro posicionamiento respecto de un hombre?
Proponemos: que en tanto el amor al padre siga vigente, a veces —y a pesar del análisis— intacto, la relación a un hombre podría ser la antes enunciada: concesiones sin límites o un amor incondicional dispuesto a cualquier sacrificio.
Acordamos con Lacan cuando afirma que del amor “no es el sentido lo que cuenta”, idea coincidente con el planteo acerca de que el amor es un sentido vacío.
Inferimos que, si dicho amor es vaciado de sentido, tal vez con un hombre se pueda inventar, más allá de la repetición; apuntar al amor sublimación, aquel que contabiliza la falta y permite al goce condescender al deseo. A diferencia de la pasión, que elude la falta en la cual una mujer podría sacrificarse en pos de un amor.
Si del amor no es el sentido lo que cuenta, será entonces importante relevar los efectos que se producen cuando dicho sentido cae. Efectos a leer en un análisis cuando, en el mejor de los casos, un sujeto se interroga respecto de sus padecimientos o se encuentra una y otra vez con sus tropiezos con cada nuevo compañero de ruta.
Para concluir me encontré con una pregunta de Roland Barthes que hago mía en esta oportunidad: “¿Qué es lo que en ese cuerpo amado, tiene vocación de fetiche para mí?”.
Mercedes Moresco
Es complicado en la clínica analítica, favorecer que este sentido caiga, cuando lo que busca el neurotico es llenarlo de sentido.¿pero, un amor sublimacion, como decis ,no dejaria de lado la pasion?
¿Qué te parece Manuel?
Manuel Rubio
Me hace pensar en referirme a las condiciones para el despliegue del objeto y sus pasiones.Al recibir la invitación, escuché el tema propuesto como: las pasiones y sus objetos. En función de tal, mis lecturas fueron sobre las pasiones del ser desde el Seminario 1 en adelante, como así también de la formulación posterior de las pasiones del alma. La tarea me resultó muy interesante porque incursioné por la etimología y distintos trabajos en los griegos, el medioevo, la modernidad. En pleno trabajo recibo el mail de promoción de la actividad donde leo que el terma era: los objetos y sus pasiones.
Se me planteó un problema: por definición, la pasión aparece como la “acción de padecer” aplicado a un cuerpo que siente. Es por lo que en la psicología general entra dentro de la clasificación de la vida emocional, luego estará el vector que tome, sea amor, odio, celos, abatimiento, resentimiento… Ya sea como perturbación, como preferencia, o como apetito, se lo remite al ánimo, a la persona, al sujeto. Pero, ¿pasiones del objeto?
Volviendo a las citas que había tomado en el rastreo de los seminarios de Lacan encontré una pista en la clase del 5 de enero del 66 del Seminario 13: “Nada cambió en el espacio cartesiano. Esta extensión fue, simplemente, impulsada por él hasta sus últimas consecuencias. Es, a saber, que le pertenece de derecha todo lo que es cuerpo y conocimiento del cuerpo, y es por lo que la física de las pasiones del alma está fallada en Descartes, porque ninguna pasión puede ser una afección de la extensión, un afecto de la extensión”. Si bien, en consonancia con el problema que se me presentaba, cuando hablamos de pasión hablamos de afecto, la pista está en que cuando hablamos de objeto no hablamos de extensión en los términos cartesianos. Algo que repetimos muchas veces en torno al objeto en psicoanálisis, que no es el de la relación gnoseológica sujeto-objeto, que no es un objeto pasivo de un sujeto activo sino que pensamos al objeto como activo al modo de “objeto causa”, el problema era que estaba considerando al objeto desde el sentido común y con los parámetros cartesianos.
Por lo tanto, si el tema propuesto no es sólo un retruécano: las pasiones y sus objetos – los objetos y sus pasiones, podemos pensarlo desde la interversión, ya que la lectura clínica del objeto la hacemos en el fantasma. Recurrí entonces a la ayuda de la topología. Considerado por E. Porge y retomado por R. Harari, la escritura de la cadena del fantasma nos permite trabajar esta cuestión.
Para despejarlo comencemos por un rodeo. Si tomamos dos nudos y los unimos pasando uno por el agujero del otro al modo la cadena de Hopf, tenemos dos consistencias que tienen una relación que podemos analogar a las sustancias cartesianas, donde su vínculo estaría en la epífisis supuesta pero que cada una se basta a sí misma. En ese caso, nominándolas, cada una conserva sus posibilidades por sí (cuerpo, alma; res extensa, res cogitans; objeto, sujeto), como dos universos independientes.
En cambio, si teniendo dos consistencias y a una de ellas la anudamos con una torsión al modo del ocho interior y pasamos por ambos falsos agujeros a la otra cuerda a la cual la cerramos en nudo, la cadena resultante va a tener propiedades distintas a la anterior. Una de las consistencias presenta un rizo que se cierra sobre sí, como Lacan hablaba del “doble rizo”, la cual le sirvió para la escritura de diferentes situaciones clínicas. Para lo que nos ocupa recordemos la “topología del retorno” del Seminario 14, donde es posible estudiar la repetición, y en este momento pe
nsamos en el sujeto. La otra cuerda, sí se parece a los anillos de la cadena de Hopf. Para nuestro caso, si nominamos sujeto al nudo en ocho interior, el otro anillo es el objeto.
Pero, ocurre que esta figura, a diferencia del anudamiento olímpico, posee la propiedad de interversión, porque el anillo-objeto con una torsión se transforma en el 8 interior moebiano y aquel nudo que llamamos sujeto, pasa por la misma operatoria a tomar la forma del anillo-objeto. Por lo tanto, quien ocupaba el lugar de sujeto ahora ocupa el de objeto y viceversa. Entonces, podemos pensar a los objetos y sus pasiones teniendo presente esta operación de interversión, sin que ello sea contradictorio.
Mercedes Moresco
¿Pero esta interversión no se refiere a que el sujeto es su objeto en el fantasma?
Manuel Rubio
Claro,y planteadas así las cosas, de toda la amplitud a la que abre el tema, elegí referirme solamente a las condiciones de posibilidad en un análisis
Mercedes Moresco
¿Cuáles serian esas condiciones para que esta operación con el objeto tenga lugar y de ese modo las pasiones del objeto puedan desplegarse?.
Manuel Rubio
Podría plantear cuatro cuestiones:
– Primera cuestión: Dada la cadena presentada y atendiendo a la constitución del sujeto, en función del deseo, destacamos de la clase del 21-11-62 del Seminario 10 la siguiente afirmación, enigmática para el sentido común: “es un objeto a el que desea”. El objeto desea, sería un imposible de pensar con el criterio de objeto en extensión, pues lo haríamos con un pensamiento animista. Sin embargo, en el momento mítico de ser tomado por el Otro primordial al inicio de la vida, el recién nacido no sólo es falicizado sino que éste hace de causa cuando es tomado desde el deseo del Otro. Ocupa por tanto el lugar de objeto a, que posibilita leerlo, al modo de Juranville, como el sujeto en su real. En tanto objeto del Otro, desde el deseo del Otro, tomará el objeto, o al decir de Harari, el pre-sujeto en su real, una modalidad que conservará y leemos en el fantasma. Ya en el Seminario 6 el objeto era planteado por Lacan como soporte del sujeto, en tanto desfalleciente (defailler) “en su certeza” o en su “designación de sujeto”. En su constitución no podemos pensar en uno sin el otro, lo que nos sirve para pensar las pasiones del objeto en análisis.
– Segunda cuestión: Pero, el enunciado propuesto para la actividad no es “el objeto”, sino “los objetos”. En principio, podemos diferenciar objetos en la clínica psicoanalítica; así recortamos el objeto del amor [i(a)], el objeto del deseo [metonímico, j], el objeto de la pulsión [a], el objeto causa del deseo… Pero, proponemos aprovechar la escritura de la cadena borromea. En su escritura, el objeto como punto de calce presenta caras para cada uno de los registros. En su modalidad clínica lo leemos en el fantasma, cuando toma las vestimentas que nos permiten nombrarlo (mirada, voz…) e incluso imaginarizarlo, aunque no tenga imagen especular por sí.
Queda mejor mostrado si nos servimos de otra cita del Seminario 10: “El funcionamiento del deseo, vale decir, del fantasma, de la vacilación que une estrechamente al sujeto con el a, aquello por lo cual el sujeto se encuentra esencialmente suspendido de a, identificado con ese a, resto siempre elidido, siempre escondido que nos es preciso descubrir, subyacente a toda relación del sujeto con un objeto cualquiera”. El sujeto es su objeto en el fantasma. El objeto a es un resto, modo de lo no dicho aún o incluso imposible de decir, es también una letra que escribe algo del goce, es plus de gozar, es causa de deseo, es también un vacío, al que nos referiremos luego en función de la demanda, es objeto de la angustia, de la melancolía, del duelo, de la pulsión. También nos permite hablar de la pasión.
– Tercera cuestión: En un análisis es posible el despliegue de los objetos y sus pasiones en “la puesta en acto de la realidad de lo inconsciente, que es sexual”, o sea, en la transferencia, según la canónica definición del Seminario 11. Pensando en las caras del objeto, en su escritura borronea, “puesta en acto” remite al predominio Real; de “la realidad” sabemos de su constitución fantasmática por ende con los tres registros en juego; “realidad de lo inconsciente” con el orden pulsional, ligado a la pasión, con la aclaración “que es sexual”. Reconocemos la raigambre freudiana de leer la pasión en la transferencia.
Si la realidad es tapón del fantasma, la pasión lo pone en evidencia, sabemos de su invasión en la clínica del acting-out, posibilitando mostrar transferencias no analizadas, en su relanzar al sujeto supuesto al saber. Por ende, sustentar la transferencia, saber hacer con la pasión transferencial, permite su despliegue y por lo tanto su trabajo al posibilitar poner el semblante sobre la escena. Es entonces esta escena la que hace de marco a las pasiones, escena que también protege del mundo. Como indica Harari al respecto, si “generamos” la transferencia en tanto analistas, podemos provocar estallidos “calculados” en la dirección de la cura, lo que nos pone ante la importante diferencia entre la abstinencia a conservar siempre y la neutralidad que ya Lacan ponía en cuestión en situaciones concretas. Sabemos del riesgo que implica esta operatoria, dado que si el analizante es
colocado como objeto parcial del analista las consecuencias pueden ser catastróficas. Pero, pensamos que el riesgo no nos debe hacer retroceder.
– Cuarta cuestión: Atendamos al discurso del analista, donde el lugar de agente es ocupado precisamente por el a, que en una de sus acepciones es el lugar del semblante. Es en relación a ese objeto que el analizante “se” analiza. Pensando en la posición del analista, Lacan lo fue postulando de distintas maneras; así lo hizo como Otro, como deseo del analista, como sujeto supuesto al saber, como semblante de a… A los fines del presente trabajo recurrimos al concepto de deseo del analista, entendiéndolo aquí en tanto modo de ofrecerse como ese objeto en la transferencia, para avanzar en las condiciones del despliegue de los objetos y sus pasiones, en relación al analista haciendo de semblante de a ubicado en tal lugar.
Tomo al respecto algunas notas, no exhaustivas, de los seminarios de Lacan. Acentuando el lugar de vacancia al que antes nos referimos, del Seminario 6 rescatemos al deseo del analista como el de “ser aquel que se ofrece como soporte para todas las demandas y que no responde a ninguna”. Es entonces con su presencia que sustenta un lugar para el deseo, a esta altura bajo la forma del “objeto fálico latente en toda relación de demanda”, donde el deseo se limita a ese vacío situando la operatoria del corte. Continuando en esta idea, según el Seminario 8, el deseo del analista es “el lugar que debe ofrecer vacante al deseo del paciente para que se realice como deseo del Otro”; e insistiendo en el Seminario 9, es Otro que “en este caso es alguien cuyo deseo más profundo es no desear”.
Al estar disponible para que el analizante cuelgue sus objetos, la escena transferencial se monta entonces con el analista como a, desde el cual lo es en forma de semblante de a. Desde el analizante aparece como un problema, ya que el deseo del analista será un deseo nunca definido, y por su característica de estar “advertido”, no deseando “lo imposible”, linda con ese lugar donde surge para el analizante la angustia.
Al instalarse la tra
nsferencia como sujeto supuesto al saber, si bien el analista es requerido como Sujeto, al mismo tiempo asegura el lugar del objeto. Debe realizar para ello un desasimiento, a través de la función del deseo del analista, para desanudar el nudo del goce, separándolo del semblante y acercando de nuevo la demanda a la pulsión desde su semblanteo del a, devolviéndoselo al analizante.
Estamos en la temática que despliega en el Seminario 11. A este deseo lo postula como “lugar de unión del campo de la demanda en el que se presentifican los síncopes de la demanda con la realidad sexual”, un “punto de disyunción y de conjunción, de unión y de frontera”. Decíamos que, en tanto atribución de saber, al analista se le supone el salir al encuentro del deseo inconsciente, posibilitando la articulación al deseo. Ocurre que como efecto de transferencia se tramita como amor, en su cara narcísica como querer ser amado; con la función de engaño que implica, muestra la cara resistencial de la transferencia, manifestando la alienación. Así es como el analizante, “en tanto que sometido al deseo del analista, desea engañarle en ese sometimiento haciéndose amar por él”. Es entonces función del analista operar en ese campo para posibilitar el despliegue que no sería posible si queda captado en esta cara resistencial. “Pues el resorte fundamental de la operación analítica es el mantenimiento de la distancia entre la I y la a”.
El sentido del deseo del analista entonces, opera en el sentido contrario de la idealización de la identificación ( I ), posibilitando el atravesamiento de dicho plano, estando no en el orden de la alienación, sino de la separación, donde pueda presentificarse la realidad de lo inconsciente, o sea la pulsión. Es por esto que Lacan afirma que así como “la transferencia es lo que de la pulsión aparta la demanda, el deseo del analista es lo que lo restablece”. Al aislar el a, posibilita que el analista desde tal función no opere en la I propuesta por el analizante, sino a distancia de esta. Entendemos entonces la postulación de tal como la de “un deseo de obtener la diferencia absoluta”. ¿Cómo es esto posible? Por el operar del analista en el acto psicoanalítico, teniendo en cuenta que ha atravesado la experiencia analítica en su propio análisis, de manera que pueda ofrecer “su garantía a la transferencia”. Su saber de lo que ocurre con el sujeto supuesto al saber, le permite artificiar el acto que reduzca este sujeto a la función de objeto a. Insistamos, en el momento en que deviene saber para el analizante, ya se reviste de la función que ocupa el objeto a.
Mercedes Moresco
¿Habría momentos de localización del a.?
Manuel Rubio
Puntuemos las cuestiones planteadas; la condición de la constitución del sujeto, como objeto causa del deseo del Otro que permite pensar en el pre-sujeto en su Real; el fantasma donde el sujeto es su objeto; la transferencia donde se despliegan los objetos, siendo la pasión quien evidencia el fantasma y el semblante sobre la escena le sirve de marco a tales pasiones; la función del deseo del analista, quien posibilita el despliegue al ocupar en el discurso del analista el lugar de semblante de a, no quedando en respuesta a la demanda planteada por el sujeto supuesto al saber.
Por tanto, en el trabajo analítico el a no se reduce a un desecho a evacuar, sino que es “generador de lazo social”, con la movilidad pasional que permite el mudar de las condiciones de goce.
Para finalizar, respondo tu pregunta con el planteo de Harari cuando destaca tres momentos de localización del a. El primero que es al momento de consulta, donde el a al taponar la falta es productor de angustia; uno segundo donde el a es localizado en el analista y es a lo que nos dedicamos en este trabajo; por último, el a retornando al analizante al fin de análisis, encontrando en sí su causa para perderla una y otra vez, operatoria posibilitada por la identificación interversiva. Propone para ello la siguiente escritura:
Angustia (a ß) Inicio del análisis
Amor (à a) Medio del análisis
Sínthoma (a à) Fin del análisis
Mercedes Moresco
Los momentos de “localización” del a, son aquellos típicos del movimiento del análisis y que nos cuestiona en la transferencia. El amor y el odio jugados en transferencia están siempre presentes, pero el odio en especial, es aquel que puede ocasionar como efecto el abandono del análisis, la interrupción abrupta, la reacción terapéutica negativa.
Trabajamos el año pasado respecto a las nuevas escrituras del fantasma, y me parece fundamental recordarlo para situar la pregunta ¿en que se convierte la pasión al fin del analisis? que también se une, a ¿en que se convierte la pulsión,? sobre todo en cuanto estamos apuntando a que Freud decía que la pasión permanece tal cual.
Nuestros invitados dejan planteadas ciertas cuestiones que hacen al pathema, a la pasión por el cuerpo niño, el cuerpo sin tiempo, siempre niño, como dijo Liliana Donzis, objeto erótico del pedófilo, o expuesto a la indiferencia, al silencio y al abandono (cuando no al odio), por otra parte las” locas pasiones”, pasiones del ser, amor pasión, amor sublimación, como expuso Analía Stepak, y los efectos producidos cuando el amor es vaciado de sentido, y en fin, las condiciones para el despliegue del objeto y sus pasiones que Manuel Rubio puntualizo en su desarrollo, atendiendo al discurso del analista, como semblante de “a” y su disponibilidad en función al deseo de analista.
Agradezco a nuestros invitados el haber compartido esta mesa con nosotros, con excelentes trabajos sobre el tema propuesto y les agradezco a los concurrentes, en nombre de Analyse Freudienne su presencia esta noche.
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