Jean Jacques Valentin, Thomas Servet y Lola Monleón
Cártel del Protocolo 2012/2014
3 de Octubre 2014
Comenzamos con algunas lineas que aparecen en la página 104 del libro ‘En la escuela del sujeto’: « Del protocolo se espera que se pueda enunciar en que Analyse Freudienne podría atestiguar que uno de sus miembros sitúa su relación con la práctica y la investigación teórica en la ética que la asociación sostiene : la del análisis freudiano ». Así pues es Analyse Freudienne la que atestigua, y ello con relación a una ética de la Asociación que estaría depositada en sus estatutos, sostenida por textos, ética que ha sido el objeto de una nominación, como ética de la desconexión, y también de la división del sujeto. Se podría, sin duda, relacionar esta ética con lo que Claude Rabant llama el ‘ateísmo del inconsciente’: « Si hay alguna oportunidad de que el psicoanálisis nos ayude a construir una metáfora paterna un poco menos asfixiante que la del monoteísmo y sus avatares, con lo que llamaremos ateísmo del inconsciente en el horizonte, estamos aún balbuceando, muy por detrás de los poetas, como ya lo decía Freud, el nombre de la muerte ».
¿Qué designa este enigmático nombre de la muerte? Rabant no lo dice, pero se puede pensar que este nombre de la muerte tiene que ver con que aquello que lo simbólico introduce en lo real, es la posibilidad de la ausencia, en cuyo caso, en efecto, Mallarmé con su « ausente de cualquier ramo » o Celan con « la rosa de nadie », tendrían que ser reconocidos, con sus recursos propios claro está, como cercanos a la ética psicoanalítica.
Volviendo a las frases del principio, estas continúan con otras esta cita : «Digamos que esta definición excluye a priori que cualquiera en su nombre propio pueda imputar a cualquier pequeño otro la prueba de su ética o de su falta, ya que en ese caso revelaría una simple opinión, o peor, una moral personal que pretendería formar escuela, lo que hemos excluido a priori.»
Ahora bien, nos pareció que esta exclusión a priori no dejaba de plantear problemas, y que en cierto modo la cuestión que destacaba constituyo el motor de nuestra reflexión, de nuestros intercambios en el cártel. Para decirlo más claro, hemos podido pensar que esta forma de exclusión a priori apagaba un poco rápidamente la cuestión de la legitimidad para dar una lista de nombres respondiendo a la ética de la asociación.
A menos, claro, que no se encuentre aquí la coherencia de los estatutos, que quieren que mayoritariamente los miembros del cártel salgan por sorteo de la lista establecida previamente, valiendo entonces su presencia en la lista como testimonio de su capacidad para situarse en el horizonte o en la proximidad de este nombre de la muerte que Rabant evocaba.
Por otra parte, sucede que la historia de nuestro cártel ha dado, al menos al principio, cierta consistencia a esta cuestión de la legitimidad, ya que además de que el cártel se constituyo de forma un poco excéntrica por sorteo entre todos los miembros de AF, dos de los miembros previstos inicialmente nunca se manifestaron, y solo después de bastante tiempo dos de nosotros asociamos a un tercer miembro a nuestra marcha, pero no un cuarto, de modo que se plantea la cuestión de saber, ya que estamos en la desviación a la regla, si hemos formado un cártel, o simplemente un grupo de trabajo.
Así pues, una especie de cártel cojitranco, del que podríamos decir dos cosas. Primero que este cártel nos ha permitido poner estos incumplimientos al servicio de la resistencia contra una tarea que hemos sentido, por lo menos al principio como inquietante, la tarea de nombrar -uno de nosotros dirá que empezamos por hacer la lista de todos los motivos que teníamos para no hacer la lista ; tampoco es imposible que los ecos temidos de la expresión « dar nombres », incluso los de la palabra « lista » nos hayan retenido un tiempo.
Sea como sea, la segunda cosa, un cártel del que se puede decir que nos ha permitido mantener viva la cuestión de la legitimidad para nombrar.
Cuestión que por otra parte no hemos sido los únicos en plantearnos, ya que leyendo ‘Les assises des cartels constituants d’Analyse freudienne’ (Asamblea de los Cártel Constituyentes de Análisis Freudiano) de diciembre 1994 -y hecha la reserva, claro está, del particular contexto que suponía la nominación después del pase en esa época- uno se da cuenta que para algunos analistas, el ‘no hay lista’ (‘pas-de-liste’) que se reivindicaba en la época, hallaba su motivo en el hecho de que una vez desaparecido Lacan, nadie podía ya otorgarse el derecho de nombrar.
Era el caso, por ejemplo, de Alain-Didier Weil, quien invitaba a tener « la valentía de reconocer que todas las nominaciones dependían de la enunciación de Lacan, por lo tanto, dice él, que por el hecho de que asistimos a su seminario, le colocamos en un lugar enunciativo particular donde nosotros estamos en posición de reconocer una cierta relación de Lacan con esta ley que no era ni la ley del principio del placer, ni la ley institucional, sino la ley relacionada con lo que hay de trascendente en el lenguaje, una ley de la que el hombre no tiene el control, sino a disposición de la cual que se encuentra.».
Así pues, hemos caminado a partir de lo que sentimos al principio como falta de legitimidad, para llegar a constatar que no nombrar a nadie sería una opción, con su simétrico: nombrar a todo el mundo, lo que viene a ser lo mismo, con la salvedad que en este segundo caso la decisión podría apoyarse en una particularidad de la asociación: que ésta no comporta más que una sola categoría de miembros.
Por esto, en nuestro caminar, hemos podido llegar a preguntarnos que es lo que se espera de los Cártels de Admisión. Pero en la medida en que la Asociación tiene como objetivo la formación de los analistas, es difícil imaginar que solo analistas ya formados serían admitidos. Por consiguiente, y a partir del momento en el que el principio de la lista se incluye en los estatutos, y salvo imaginar un rechazo de tipo caracterial, las dos opciones, nombrar a todos o no nombrar a nadie, bien podrían tener como rasgo común la misma negación de la realidad, aquel de las diferencias de experiencia, de capacidad, atrevámonos a decir la palabra, en todo caso la misma negación del hecho que los miembros de la asociación no están en el mismo punto en su relación con la teoría y con la práctica analítica. Tampoco están en el mismo punto en cuanto a la cura, esta cura de la que se dice que es la institución analítica misma.
A partir de ahí, se nos ha plantea la cuestión de saber con relación a que podría producirse una lista de nombres, y nos pareció difícil, una vez hecha la pregunta, no encontrarnos con la problemática esta vez del fin de análisis. Es decir que quizás en el fondo no bastaría simplemente alegar el hecho de una disociación entre pase y nominación para que esta cuestión del fin de análisis sea desplazada a un segundo plano.
Y sobre todo si nos referimos a una observación bastante inquietante de Safouan, la cual vendría a coincidir con las observaciones de C. Dumézil cuando habla de las enseñanzas del Pase, y según la cual “ningún analista ha esperado jamas al fin de su análisis para comenzar el ejercicio de su profesión, siendo mínimo el número de aquellos que continúan o que retoman su análisis hasta su fin tras este pasaje.»
Pero entonces, lo que eso significa, o significaría, si nos referimos a lo que Lacan nos dice del fin de la cura, es que no ha habido, o por lo menos incompletamente, de-suposición del SSS, o también que no se habría producido ese decir desubjetivado del que habla Claude Conté, como si, nos dice él, el significante fuera más allá de lo que el analizante puede asumir él mismo, confrontado como estará a un real singul
ar imposible de sostener, con la dimensión de trauma que puede resultar. Menos un real del que convendría hacer el duelo, como lo sugiere Dumézil, que un real que vendría al significante en el momento en que el sujeto no podría sostenerlo.
Lo que, a la vez, podría seguramente acreditar la puesta en marcha de un dispositivo como la Marca del Caso, pero no debería prohibir preguntarse sobre lo que se juega en un dispositivo así del que se nos dice que organiza un desplazamiento de las posiciones enunciativas en espacios transferenciales sucesivos. Dicho de otro modo, como se trata ahí la Transferencia, sobre el fondo de estos desplazamientos sucesivos, de esta circulación significante, si se sabe por ejemplo que en la cura, la interpretación solo consiste en responder a la llamada incluida en la palabra del analizante, y que solo se trata de la relación del analizante con sus propios significantes.
En el fondo, estas cuestiones que llaman a otras, y que nos han hecho visitar de nuevo la Institución Analyse Freudienne : ¿que es un análisis llevado a su término?; si este término puede ser aprehendido, ¿es lo mismo retomar al nivel del inconsciente de otro la experiencia del propio análisis, según que el análisis haya sido llevado a término o no?; que es lo que justifica la puesta en marcha de un dispositivo instituyente que va más allá del control?
También nos preguntamos si convenía ver en estas preguntas la razón del principio de no-garantía que Lacan plantea en su Proposición de octubre 67 : « No garantizamos a nadie. Solo atestiguamos de que la práctica de tal analista refleja la formación de la Escuela. » Nos parece que no, ya que este principio remitiría más bien a la cuestión de la responsabilidad última que tendría que asumir el analista en su trabajo con su paciente.
Por el contrario, estas mismas preguntas quizás nos han remitido desde una posible falta de legitimidad en aquellos que nombran, a esto que en el acto mismo de nombrar, implicaría situarse « en la consecuencia de la pérdida », retomando la expresión de Lacan, con el horizonte de fondo, como se dijo al principio, « del nombre de la muerte» que evocaba Rabant, de manera que el proceso de nominación iría de un sujeto dividido, o posiblemente, potencialmente dividido, -si no es en el sentido del fin de análisis, al menos en el sentido de una forma de reconciliación con el inconsciente – de un sujeto dividido, pues, a otro sujeto dividido, éste al que remitiría un nombre u otro en la lista, ciertamente nombres en el uno por uno, pero que no harían rasgo del ideal.
Y partiendo de ahí, es decir también en la continuación de un movimiento que habrá separado Pase y nominación, nos pareció que el nombre dado en la lista podría remitir a varias cosas, que por otro lado no sería más que una sola, donde se actualiza la transmisión de un saber imposible, pero también ciertamente donde vendría a significarse algo del deseo de analista.
Esto podría ser, en la elección que hacemos en tanto miembros del cártel – es significativo por otro lado que durante la constitución de la lista, los nombres incluidos hayan sido sistemáticamente asociados a recuerdos muy contextualizados, al recuerdo de secuencias totalmente singulares- esto podría ser pues el nombre de un instante de emergencia del sujeto del inconsciente, el nombre dado a un momento particular de enunciación, a algo que en la tonalidad misma de un enunciado testimoniaría de la capacidad para mantener el sentido en suspenso, o también el nombre dado a la capacidad de arriesgarse a la palabra, « a abrirla », como dice Robert Levy, para testimoniar de su función- analista, o también podría ser el nombre dado esta vez al riesgo de enfrentarse a la teoría, rechazando ampliar a toda comprensión la sospecha lanzada a la comprensión que puede aparecer en la dirección de la cura, como movimiento obstinado consistente en reducir lo desconocido a lo conocido.
Una lista sería entonces posible, pero evidentemente perfectamente restrictiva, si debe referirse a la única actualidad de lo que es enunciado o escuchado, ver leído, es decir en el fondo a la única actualidad candente de la palabra, y en ese lugar estrechamente circunscrito: seminario, cártel, grupo de lectura, dispositivo, una lista perfectamente restrictiva también en el sentido en el que todo ello remitiría al posicionamiento propio de cada uno de los miembros del cártel en el seno de la Asociación: lo que hace ahí, lo que no hace, sus dificultades propias con el grupo, sus capacidades de escucha y los eventuales impedimentos que conocen, etc…. Lista restrictiva pues, cuyas modalidades de establecimiento dejarían quizás escuchar que no es evidente que Pase y nominación habrán estado separados.
Una lista, si, por restrictiva que ésta sea, pero que para terminar sería una cuestión interna del funcionamiento del cártel mismo. Desde el momento en que cada uno de los miembros del cartel propone nombres, nombres que no necesariamente remiten a miembros de la asociación conocidos de todos los participantes del cartel, sin duda convendría preguntarse como se habrá podido presentar, en su calidad distintiva, tal o cual persona propuesta, o tal secuencia de la que uno de nosotros habrá sido testigo. Lo que nos llevaría a la cuestión del decir en su calidad de enunciación, pero también a la cuestión aflorada antes de ‘la persona más una’, que cada uno habrá podido ser en cada ocasión para los otro dos.