Galo Eidelstein – La ciencia de las estructuras como bastión.
Congreso de la Análisis Freudiano. Octubre 2016
Hay una pregunta que ha rondado al psicoanálisis desde su nacimiento, acerca de si es una ciencia o no lo es.
Hay muchos argumentos para mostrar que el psicoanálisis no es una ciencia. Nestor Braunstein da los suyos en su polémica con Allouchei. Nos dice que “La irreductibilidad del Sujeto y del Otro, su radical inconmensurabilidad, hacen imposible la integración del psicoanálisis y la ciencia”. Luego de otros argumentos igualmente convincentes, cita a Lacan (1977): “…que el psicoanálisis debe tomarse en serio, por más que no sea una ciencia”ii
Agreguemos, que la hipótesis fuerte de Lacan acerca de que “el sujeto sobre el que opera el psicoanálisis, no puede ser sino el sujeto de la ciencia”, no significa que el primero sea una ciencia, como el mismo Lacan lo aclara.
Sabemos además, que el psicoanálisis a diferencia de las ciencias, implica al cuerpo, al goce y al sufrimiento. Que introduce la dimensión de la muerte y de la verdad en el saber.
Por su parte, la ciencia no opera sobre el sujeto y forcluye la verdad de su saber. Opera con total independencia del fantasma de su creador y es por ello que puede olvidarlo.
Ambos campos, la ciencia y el psicoanálisis, operan sobre lo real por medio de lo simbólico, pero lo hacen de manera diferente. En el caso de la ciencia ese simbólico modela la praxis real sobre la naturaleza, en el psicoanálisis, se trata de operar en ese real que surge en los intersticios del discurso. En la distinción del objeto en uno y otro campo, es donde reside la radicalidad de su diferencia.
No obstante estos y otros argumentos, la pregunta por la ciencia y el psicoanálisis insiste, retorna.
Intentaré comprender algunos elementos de este impase, que pueden aportar algo acerca de la exclusión del sujeto del psicoanálisis.
“Que el psicoanálisis nació de la ciencia es cosa manifiesta. Que hubiese podido nacer desde otro campo es inconcebible”iii(Lacan). Hay aquí un acto fundacional y como todo acto fundacional, insistirá por siempre.
Rastreemos ese recorrido.
Lacan considera como condición del surgimiento del sujeto del que trata el psicoanálisis, la ciencia de la modernidad, en “…cierto momento del sujeto que considero como correlato esencial de la ciencia: un momento históricamente definido…, aquel que Descartes inaugura y que se llama el Cógito”iv
Las inauguraciones se realizan una vez que el edificio está construido, y aquí los constructores no son pocos, pero convengamos que quedan muy bien representados por la ciencia de Galileo, y que Descartes desarrolla en el saber filosófico.
El saber de la antigüedad no es uno, es muy variado, pero acordemos que queda muy bien representado por el saber de la antigüedad griega, expresado por Platón en el Timeo y que luego continuará el aristotelismo hasta el siglo 17.
En ese texto, Platón propone explicar el origen de la especie humana, remontándose primeramente al origen del universo y su conocimiento:
“Si no me engaño, es preciso comenzar por distinguir dos cosas; lo que existe siempre sin haber nacido, y lo que nace siempre sin existir nunca. Lo primero es comprendido por el pensamiento acompañado del razonamiento, porque (permanece siempre) lo mismo; lo segundo es conjeturado por la opinión acompañada de la sensación irracional, porque nace y perece sin existir jamás verdaderamente”v.
El saber sobre la primera, vale decir, de lo que es eterno y necesario, era la episteme. En el hombre, lo único capaz de acceder a ese conocimiento era su alma, cuya esencia se derivaba de su relación trascendental con la divinidad. Junto a esta, el instrumento privilegiado para ello era la matemática, sus figuras y números, ellos también cercanos a la eternidad y a la necesidad, pues nunca serían diferentes de lo que eran y porque nada del orden sensible llegaría a alterar su necesidad.vi
A diferencia del alma, el cuerpo del hombre representaba lo pasajero y contingente. Lo empírico del cuerpo es lo que incesantemente es diferente de lo que es, sin llegar a ser nunca. Esta característica de lo empírico, le impide albergar a la matemática, considerada siempre igual a sí misma en su eternidad.vii Por ello, para el mundo antiguo no podía haber ciencia verdadera de lo contingente.
Al ser la episteme el saber sobre lo perfecto y eterno, suponía la perfección de su objeto. Los astros en su movimiento y textura perfectamente circular y sin mácula, eran la manifestación de la divinidad, ella misma eterna y perfecta. Nada sensible llegaría a alterar tal necesidad.
Junto a este concepto de episteme surge otra forma del conocer: la techne.
Este concepto no puede asimilarse a nuestra moderna idea de técnica, pues aquella se relacionaba más con la contribución a una vida éticamente buena y políticamente justa, muy alejada por lo tanto al uso de medios y a la producción de objetos útiles.
¿Qué ocurrió para que el par episteme/techne pudiera ser reemplazado por el par ciencia/técnica del mundo moderno?viii
Habíamos planteado que en el mundo antiguo la subjetividad humana, su alma, eterna y necesaria, estaba constituida por la divinidad en una relación trascendental.
En la Iglesia Católica, esta relación trascendental heredada de la episteme griega y continuada por el aristotelismo medioeval, se rompe con la reforma luterana, y con Descartes, cristaliza en la idea de una subjetividad humana auto-constituyente, una subjetividad que ahora podrá también relacionarse con Dios, pero a partir de su autonomíaix.
Este giro no fue producto de Lutero o Descartes, quienes lo interpretan desde la teología y la filosofía, sino por el camino construido por Galileo. Con este, la matemática deja su sitial divino y es utilizada para descifrar lo empírico, lo que incesantemente es diferente de lo que es, sin atenerse a ningún tipo de jerarquía del ser. La matemática no será ya el lenguaje de los dioses ni el lenguaje para comprenderlos, los cuerpos celeste ya no serán ni eternos ni perfectos.
De esta manera en la modernidad, la ciencia se convierte en una teoría acerca de la técnica, que opera sobre lo siempre cambiante, despojando de su lugar a la episteme antigua.
Así mismo, la ciencia moderna de Galileo, en la medida que matematiza a su objeto lo despoja de sus cualidades sensibles. Por lo tanto una teoría del sujeto que responda a una física como esta, deberá también despojar a su sujeto de toda cualidad. Este es el sujeto de la ciencia y que para Lacan será el mismo del psicoanálisis. Este sujeto no tendrá marcas de la individualidad empírica, ya sea esta psíquica o somática, no tendrá las cualidades de un alma y por lo tanto no será mortal ni inmortal, ni puro ni impuro, ni justo ni injusto, no tendrá un sí mismo, ni reflexividad ni conciencia. Ese es el sujeto que emerge del cógito cartesiano, por lo menos en su primera parte en el: Yo pienso. x
De esta manera es que la desaparición de la episteme antigua está relacionada con el surgimiento del psicoanálisis.
De aquí en adelante la ciencia no se definirá ni por sus métodos ni por su objeto, sino por desacralizar a la naturaleza y despojarla de cualquier tipo de episteme, comprendida esta como cualquier tipo de relación de carácter trascendental en su ser.
Entendida de este modo la superación de la episteme, se puede afirmar que el psicoanálisis lleva este programa a su fin de manera más radical que la ciencia, pues no sólo desplaza a una posición derivada al Yo, en tanto es el mayor productor de episteme imaginaria, sino que además, la verdad que se revela en él, sólo puede provenir del discurso particular de cada analizante, evitando de raíz el traspaso de cualquier trascendencia en su saber.
¿Dónde se expresa entonces eso que hermana a la ciencia con el psicoanálisis? Lo explica Nestor Braunstein a partir de las ideas de Lakatos y su concepción de la ciencia moderna: “La epistemología lakatosiana es perfectamente compatible con el programa de investigación que es el psicoanálisis”. Al igual que cualquier ciencia, reconoce un núcleo duro de la doctrina, la existencia de hipótesis, la existencia de la crítica tanto interna como externa, el juzgamiento de sus resultados, redefinir el saber cada vez que esté en entredicho.xi A estas características podemos agregar otras también caras a la ciencia y a Lakatos, como por ejemplo, la creación de nuevos conceptos y su articulación en teorías, encontrar relaciones ocultas a la mirada superficial.
Es lo que hace Freud como parte de su primera nosología, cuando construye las concepciones de la neurosis y de la psicosis, a partir de su crítica a la nosología psiquiátrica de la época. Esta última si bien contemplaba la diferenciación entre la obsesión y la histeria, sin embargo lo hacía bajo criterios muy diferentes a los que utilizaría Freud.
La psiquiatría entendía por neurosis básicamente a los síntomas corporales y por psicosis, allí donde los síntomas eran fundamentalmente manifestaciones mentales, por ello es que consideraba a la histeria en el campo de las neurosis y a la obsesión en el campo de las psicosis. La gran originalidad de Freud consistió -al descubrir un mecanismo común tras esas dos manifestaciones-, en reunir en un mismo grupo noseológico a la obsesión y la histeria, lo que iba en contra de todas las ideas de la psiquiatría de su época.xii
En adelante, las obsesiones y las histerias ya no significarían lo que significaban hasta ese momento, ahora obedecían a un concepto y no a una mera manifestación externa.
Lo anterior corresponde a una primera nosología en Freud, la cual fue evolucionando con su creador. Lo importante a destacar en esto, es que Freud hace ciencia, descubre relaciones ocultas a la mirada directa, construye conceptos y los pone a prueba en la clínica, dando como resultado una base explicativa mucho más profunda y poderosa que la nosología anterior.
Si nos atenemos, por un lado a las razones dadas al comienzo de porqué el psicoanálisis no es una ciencia y luego a las razones de por qué podría serlo, veremos que corresponden a dos cosas diferentes.
En el primer caso hay que tener presente el planteamiento de Lacan en cuanto a que el psicoanálisis “Es una práctica de parloteo”xiii y una práctica de parloteo no es una práctica científica. Por otra parte, cuando Freud estudió y conceptualizó a la obsesión y a la histeria hizo ciencia, pues no la hace en una práctica de parloteo con el analizante.
Cuando Lacan escribe sus matemas hace ciencia, pero no porque escriba matemas, sino porque ese trabajo teórico no lo desarrolla en la transferencia con su analizante.
Esa es la razón de que no haya contradicción alguna entre la no cientificidad de la práctica analítica, que es en lo que consiste el psicoanálisis, con que el desarrollo de la teoría del psicoanálisis puede regirse por criterios científicos. Por la misma condición que hizo posible al sujeto -la ciencia moderna-, cualquier saber asociado a esa práctica, no puede ser sino científica, vale decir desvinculada de cualquier trascendencia (no es ni un saber mágico ni religioso).
No es fácil teorizar acerca de la práctica del psicoanálisis, toda vez que allí, “lo real de Lacan no es racional sino un saldo que escapa a la razón”xiv
No obstante, sobre ese real se puede teorizar. La matemática tampoco está excluida de ese problema, en los conceptos de número imaginario y de infinito. Estos sólo pueden ser articulados a la estructura (matemática), por medio de una definición, que como puntos de capitón detienen la metonimia imaginaria que convocan.
De modo similar, el saber sobre el psicoanálisis no se detiene ante lo inexpresable en el parloteo, y crea conceptos fantásticos como el de un significante que nos dice que el Otro no es completo, que falta allí un significante y que esa falta se inscribe mediante otro significante, S (Ⱥ), que es diferente a cualquier otro significante del Otro, pues el mismo no taponea la falta que inscribe y que es por ello “el significante por el cual todos los otros significantes representan al sujeto”xv
Esta ciencia, despojada de toda episteme, a diferencia del sujeto en transferencia, conserva lo que es caro al saber científico: la racionalidad, la matematización, la comunicabilidad, la acumulación del saber, respeto al principio de identidad y de no contradicción, entre otros.
Aquí es necesario aclarar que no toda elaboración que se haga sobre la práctica del psicoanálisis es ciencia. Muchas otras formas de expresión son necesarias para lograr aproximarse a la comprensión de su práctica. De allí que sea necesaria también la expresión poética, la creación de neologismos, el establecimiento de relaciones con otros campos como la literatura o el cine, etc.
Llegados a este punto entonces, podemos cambiar la pregunta de si el Psicoanálisis es una ciencia por esta otra: ¿Hay ciencia en el psicoanálisis?
Creo que eso es inevitable, el psicoanálisis (su praxis) no es una ciencia, pero hay ciencia en el psicoanálisis. Esta es justamente la teorización acerca de las estructuras.
Como bien afirma Robert Lévy, el deseo, el fantasma en la transferencia y el objeto, son los tres conceptos que nos permite seguir el recorrido del sujeto en una estructuraxvi
El construir teóricamente las estructuras, permite que los distintos conceptos que juegan en ella (fantasma, deseo, objeto, más sus articulaciones, según el caso, con los conceptos de obsesión, fobia, delirio, denegación, represión, forclusión, síntoma, goce, pulsión, etc.), se comprendan con un sentido específico atingente al discurso de cada analizante. No hay fantasma o deseo obsesivo per-se, todos los elementos son obsesivos en una estructura obsesivaxvii. El clasificar un síntoma per-se, es clasificar por su descripción, por lo imaginario que convoca, no ateniéndose a la estructura de la que hace parte. Pero tampoco hay estructura per-se, vale decir, estructura sin el sujeto que la recorra. La estructura se expresa por el sujeto que la circunda. De ahí que el plantear que el síntoma determina la estructura, significa desconocer al sujeto, excluirlo.
En la estructura así concebida, reside la ciencia que hay en el psicoanálisis.
Podría conjeturarse que “la explicación mata el chiste”, sí, pero como no hay lógica completa, siempre quedará un resto que hará retomar la deriva significante. Todo está en que el psicoanalista no se identifique con el saber, sino que orillándolo, pueda luego, y cada vez, reconstruir la estructura que dibuja el sujeto.
Basados en los criterios acerca de lo que es ciencia, fácilmente podemos concluir que la construcción de los DSM de la psiquiatría, está muy alejada de los criterios científicos. Sus propios redactores declaran que su objetivo es describir los síntomas con términos ateóricos, que no agreguen nada a lo estrictamente observablexviii. Este planteamiento no se concibe en la ciencia, la cual, por sobre todas las cosas, ha demostrado una especial aptitud para descubrir tras las apariencias, las leyes internas que determinan su objeto. El DSM no es un saber científico, por lo que no corresponde que el psicoanálisis, en su postura de diferenciarse de la ciencia, lo enfrente como si aquel lo fuera.
Esta ciencia sobre las estructuras, como cualquier otra, olvida a sus fundadores, allí lo que importa es la construcción lógica y su transmisibilidad. No obstante, a los fundadores el psicoanálisis no los olvida, no los olvida en su práctica. La transferencia en análisis no se remite a la persona del analista, sino que comprende lo que éste representa en relación al fantasma de sus creadores y es lo que impide que esta práctica sea científica.
Lacan a veces consideró al psicoanálisis una ciencia y otras veces impugnó esta idea. En relación a lo último planteó que el “…estatuto del campo científico es universitario”, y luego agrega que, “Y es por esto que el discurso universitario sólo podría articularse a partir del discurso del amo”.xix La primera frase la justifica aduciendo que la verdad de la ciencia no podría establecerse de otro modo que por el consentimiento de los científicos. Esta razón que da Lacan para incluir a la ciencia en el discurso universitario es cuestionable (no hay porqué darle la razón a Thomas Kuhn), toda vez que la verdad de la ciencia se dirime en el experimento, en la confrontación con lo real, no por el acuerdo de los científicos. El discurso universitario puede hacer suyo una teoría científica o no hacerla.
Una vez despejada la primera frase, la segunda toma otro sentido. Efectivamente, no han faltado las asociaciones psicoanalíticas que lo demuestren. Además, justamente, al estar atravesado el discurso universitario por el discurso del amo, muchas veces ha dejado fuera de sí a teorías científicas.
No obstante todo lo anterior, se puede cuestionar la separación de la práctica y la teoría en el psicoanálisis, y catalogarla de artificial. Afirmar que no es posible separar en dos campos tan distintos dos aspectos que están tan íntimamente relacionados. No obstante ante esa razonable objeción, preguntamos si lo que hace el psicoanalista en el diván, esa práctica, tiene algo que ver con lo que hace sentado en su escritorio teorizando sobre lo que arroja la experiencia del análisis. Esto no ocurre en la física, donde tanto en el experimentar, como en el teorizar, el sujeto de la ciencia está excluido por igual. Reconociendo todas las articulaciones que puede haber entre la práctica y la teorización del psicoanálisis, hay de todos modos allí una diferencia fundamental. En el diván, a diferencia del escritorio, hay un sujeto operante y operable allí. “La irreductibilidad del sujeto y el Otro” a que se hacía referencia al comienzo es efectiva, pero lo es en el diván, y por eso no puede ser científica la práctica del psicoanálisis. Pero en la teoría psicoanalítica, se puede hablar y escribir acerca de esa irreductibilidad, pues se lo hace desde esta escena, no desde la atención flotante.
Conclusión:
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El Psicoanálisis no es una ciencia, no es el saber sobre algo. No es una teoría, aunque la tiene, sino que es una práctica y esta es diferente a la de cualquier otra disciplina sea científica o no. La religión, la magia, la ciencia, al igual que el psicoanálisis, tienen su campo de acción en su práctica, ya sea en el rito, en el conjuro, en el experimento o en la cura, que establecen una diferencia radical entre ellas.
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Hay ciencia en el Psicoanálisis. Este es el saber sobre las estructuras. Este saber crea conceptos, muestra sus relaciones, plantea causas, efectos y clasifica.
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La exclusión del sujeto se deriva de no comprender la estructura en función del sujeto que la recorre, sino comprenderla como una entelequia simbólica en que lo real no tiene lugarxx.
NOTAS:
i Nestor Braunstein, “Freudiano y Lacaniano”, Ed. Manantial, 1994, pag. 50.
ii Ibid, Pag. 51.
iii Lacan, “Del Sujeto por fin Cuestionado, (1966), Escritos 1, siglo veintiuno editores, pag. 221.
iv Lacan, “La Ciencia y la Verdad”, Escritos 2, pag 835.
v Platón, “Timeo”, Obras Completas, ed. Patricio Azcárate, 1872, tomo 6, Madrid.
vi Milner, “La Obra Clara”, Ed. Manantial, 1995, pag. 50. En todas las referencias a Milner, este comenta a Koyré.
vii Milner, op. cit., pag. 51.
viii Milner, op. cit., pag. 49.
ix Andrés González Gomez, “Apuntes para ensayar una interpretación materialista de la Teoría de las Ideas de Platón”.
x Milner, obra citada, pag. 41.
xi Nestor Braunstein, op. cit., pag.56. Es necesario aclarar que Braunstein reconoce estas característica del programa de investigación que es el psicoanálisis, no para mostrar que el psicoanálisis es una ciencia, sino que su planteamiento general va absolutamente en el sentido contrario.
xii Roberto Mazzuca, “Neurosis Obsesiva”, Ed. Tekne, pag 22.
xiii Lacan, cita de Nestor Braunstein, op. cit., pag.51.
xiv Nestor Braunstein, op. cit., pag. 38.
xv Ibid, pag 799.
xvi Robert Lévy, “Seminario I, Neurosis, Psicosis, Perversión, ¿último bastión frente a la exclusión del sujeto del inconsciente o psicopatología en desuso?”, sept 2015, pag. 7.
xvii Alfredo Eidelsztein, “Las Estructuras Clínicas a partir de Lacan”, Vol 1, Ed. Letra Viva, 2001, pág. 57.
xviii Roberto Mazzuca, op. cit., pags. 22 y siguientes.
xix Lacan, citado por Nestor Braunstein, op. cit., pag. 49.
xx E. Van Morlegan, en Robert Lévy, op. cit., pag. 8.