Margarita Moreno

El debate abierto en nuestra asociación, a partir de las divergencias surgidas en relación con la manera de aplicar en España un acuerdo realizado hace años (el del cobro de una cuota anual a las personas que participan de las enseñanzas que proponemos), ha dado lugar a la constitución de dos grupos de trabajo en los que hemos tratado las cuestiones institucionales que nos interrogan.

Lo que comenzó siendo una demanda institucional que podríamos enunciar: “si hay una norma, hay que cumplirla”, se topó con la contestación de una serie de miembros que no cuestionaban tanto el acuerdo en sí, sino la manera de implementarlo en España y la precipitación de los tiempos institucionales exigidos para hacerlo.

Poner en marcha el pago de la cuota, además de conectarnos con los problemas de financiación de AF,  ha hecho que retornen ciertas preguntas sobre  el modo en que establecemos relaciones de trabajo con analistas que no son miembros, sobre nuestra circulación social como Asociación y sobre las dificultades que nos encontramos para ofrecer espacios de trabajo a las personas que quieren iniciar una formación como analistas (el psicoanálisis en extensión).

Pero también, nos hemos interrogado por el modo en que nos organizamos para que la transferencia de trabajo entre los miembros de AF, articulada al deseo de analista,  como dice Roque Hernández, “sea causa de  un trabajo de transferencia por venir y no la respuesta a una demanda institucional”

Desde el comienzo de este debate me surgió la pregunta de ¿cómo hacer para que lo instituido en nuestra Asociación no anule lo  instituyente que promueve el deseo?, ¿cómo  hacer para no anular la división del sujeto entre saber y verdad que sostiene la  “ética del desenlace”?  Esta ética, tal como se desarrolla en el texto “En la Escuela del Sujeto”,  implicaría no  enviar toda la verdad a un saber adquirido y capitalizado, en el que la significación “racionalmente” constituida, por enunciada, pueda dar consistencia al síntoma institucional que nos ocupa.

En dicho texto se plantea una formulación paradójica  “No a la ausencia de normas- no a la definición de normas”; propuesta que, a mi juicio, configura un lugar para la ley que ha de sostener los lazos de trabajo en el seno de la Asociación.

Hay principios que deben preservar lo instituido pero ¿cómo hacer para que las normas no sean enunciados ya constituidos sino contingentes? Es decir, que surjan del intento de dar respuestas colectivas a las contradicciones y paradojas que plantea una transmisión del psicoanálisis que acoge lo real puesto en juego para cada uno.

Por otro lado, este desplazamiento enunciativo, también nos ha de permitir llegar a acuerdos que hagan límite a los particularismos y refuercen nuestros lazos de trabajo.

Para concluir esta exposición  y continuar con el debate planteo dos cuestiones: ¿contamos en AF con los  dispositivos para ello?; y si así fuese, ¿nos ocupamos suficientemente de que estos dispositivos funcionen para hacer posible la creación  de discursos con los que articular lo simbólico y lo real, a través de la construcción de ficciones que sostengan el deseo de analista como causa de la transferencia de trabajo,  tal como sostiene la ética de nuestra asociación?

SHARE IT:

Leave a Reply