Eric Moreau: «¿MÁS ALLÁ DE LA CURACIÓN… QUÉ CURA?

Lacanoamericana, 2017

El psicoanálisis de Lacan tiene la especificidad de plantear la hipótesis del sujeto como función necesaria a la lectura del inconsciente. El aporte de la noción de sujeto redefine la dirección de la cura en el sentido radicalmente opuesto a la psicología del yo.

Según Lacan, lo cito: “La cura progresa en el sentido de la estructuración simbólica del sujeto que se ubica más allá del yo. La cuestión es saber de qué Bejahung, de qué sí, se trata en el progreso analítico” (Lacan, Séminaire I p. 75). Por lo que la dirección de la cura está claramente señalada: “nuestro deber es mejorar la posición del sujeto” (S.X L´angoisse. p.70). ¿Qué significa esto? Para contestar, empezaré por exponer la estructura del lenguaje. Planteo dos preguntas: ¿Qué es el inconsciente lacaniano? Y ¿Qué es el sujeto?

El inconsciente lacaniano

En lo que concierne al inconsciente lacaniano, voy a partir de la teoría del aparato psíquico tal que Freud lo desarrolla en la carta 52 a Fliess. Para Freud, el inconsciente es una memoria localizada entre percepción y conciencia donde la percepción se transcribe en tres registros. El primer registro se llama signos de percepción, el segundo el inconsciente y el tercero el preconsciente. Cada registro puede explicarse de la siguiente manera:

Signos de percepción

1. El primer registro corresponde a los signos de percepción. Éste constituye la primera grabación de las percepciones; es incapaz de volverse consciente. En este registro los signos de percepción se asocian por simultaneidad. Este registro puede ser asociado al Ello de la segunda tópica como depósito de las pulsiones. Los signos de percepción son, entonces, los primeros soportes significantes de las pulsiones.

En términos lacanianos, los signos de percepción son inscripciones de huellas mnémicas significantes de la percepción de un objeto pulsional deseado y perdido. La premisa es que el objeto está perdido desde el comienzo. Queda solo su huella. Es la huella del deseo del gran Otro fundamentalmente desconocido y enigmático. Así es el primer tiempo de la estructura, tiempo cuando el niño, todavía infans, es hablado por su madre antes de hablar en su nombre propio. El juego de las demandas maternas conduce al niño a identificarse pasivamente con significantes primordiales que se inscriben en lo Real. Luego con el grito que se convierte en palabra en los juegos de la repetición de la demanda, las pulsiones se inscriben en signos de percepción. Estos últimos son los primeros significantes en tanto huellas reales del goce del Otro. Este primer registro del inconsciente lacaniano es lo Real. Lo Real es impregnado del goce de las pulsiones. Allí, no hay sujeto porque este último está coagulado con su huella que está fuera del sentido, incomprensible, ilegible y por consecuencia traumática. El estado de una subjetividad no todavía nacida es precisamente el traumatismo. El traumatismo hace agujero en lo Real. De ahí el neologismo de Lacan: trou-matisme. Como lo señala Lacan en el discurso de Roma de 1953, hay agujeros en la historia del sujeto, donde se produjo lo que ha sido – Verworfen – es decir lo que ha sido rechazado desde el origen como represión originaria. Es por esta razón que “el inconsciente es una falta en el discurso”. “El inconsciente es este capítulo de mi historia que está marcado por un blanco u ocupado por una mentira: es el capítulo censurado.” (Lacan, Discurso de Roma, 1953)

Vemos entonces que lo Real es perforado por la pérdida del objeto pero es una memoria de las pulsiones que fueron rechazadas en el sentido de una forclusión estructural primaria. Lo Real es el inconsciente forcluído, significado verdadero de la represión originaria freudiana. Lo Real es la memoria del objeto perdido. No obstante, el traumatismo tiende a la repetición.

Rasgo unario

Porque la repetición de los signos de percepción, permite una primera operación significante, una primera identificación del sujeto al significante que simboliza el objeto perdido. Se trata de la identificación al rasgo unario.

El rasgo es el primer significante que representa al sujeto como Uno. Hay de lo Uno, que se repite para que el sujeto cuente y se cuente como Uno. Luego se reste como menos Uno. Así el rasgo borra la huella del objeto instituyendo la represión. El rasgo repite una marca de goce del sujeto identificado a un rasgo. De este modo, las pulsiones no todavía simbolizadas por la cadena significante se hacen representar por el rasgo unario que por su función de símbolo las borra y a su vez las marca. Con esta primera operación identificatoria, realizada en el lugar del agujero dejado por el objeto perdido, el rasgo unario se inscribe borrando el vacío que la huella pulsional dejó pero conservando la marca del sujeto como primer esbozo de la subjetividad. Es la primera marca del sujeto que señala que el sujeto es un primer significante negativo, un menos Uno. Esta primera identificación al significante menos Uno, en sí mismo intraducible, inconsciente, ilegible, no es todavía subjetivada. La consecuencia es una primera pérdida pulsional, primer goce. El trazo unario es ilustrado en el caso Dora. Dora está afectada de tos provocada por una irritación de la garganta. La tos es el trazo unario extraído del padre, enfermo de los pulmones, que viene en el lugar de la huella borrada de la satisfacción de chupar el seno, objeto oral del goce del Otro materno. En efecto, Dora fue chica una chupadora. En el sitio del objeto a donde el goce fue perdido, la tos tomo el lugar del objeto oral. En términos freudianos, “la identificación se sustituyó a la elección del objeto”. El rasgo es lo que queda y que se repite del objeto cuando este ha sido borrado, reprimido, incluso rechazado. Lo Real es el lugar de la verdad, que, entendemos que no podrá decirse toda, salvo por decirse a media. La verdad es lo que fuimos como sujeto identificado y coagulado al discurso del Otro. Por esto, la verdad es el goce del Otro. La verdad es el goce de la castración del Otro. La verdad es lo real.

Pero la verdad puede ser encontrada; más a menudo está ya escrita en otro lugar” dice Lacan, a saber en los síntomas, en los recuerdos de la infancia, en los sueños y otras formaciones del inconsciente donde en el análisis pueden ser descifrados. Entonces, antes del análisis, el síntoma es real, durante el análisis será simbolizado, por la operación metaforicometonímica, operaciones significantes cuyos procesos primarios tienen la función y que harán reaparecer el rasgo unario y la falta en el discurso.

Un segundo registro es requerido, aquel que permitirá la operación de los procesos primarios para simbolizar el rasgo unario con la metáfora.

La segunda operación consiste entonces en permitir la conversión de lo real a lo simbólico, es decir traducir las pulsiones en significantes articulados en cadena. Lo Real es imposible porque la lectura de los signos de percepción no puede advenir al significante sin una segunda memoria susceptible de producir una escritura. De ahí, la orientación lacaniana del proceso analítico: “El analizante progresa en el orden simbólico donde encuentra los automatismos de repetición para darles un valor simbólico” (Lacan Séminaire I, p.311-312). Nos parece que el primer valor simbólico es el rasgo unario.

El inconsciente

2. Este segundo registro es el del inconsciente tal que Freud lo aísla en el esquema del aparato psíquico. Él precisa que es la segunda grabación de la transcripción de las percepciones organizadas por otras asociaciones que se rigen por relaciones de causalidad. Es en el capítulo 7 de la interpretación de los sueños que Freud explica cabalmente la nueva causalidad: las representaciones del inconsciente son sometidas a asociaciones de los procesos primarios que se desplazan y se condensan formando cadenas de significantes. El inconsciente es entonces estructurado como un lenguaje simbólico, ordenado por series de significantes asociados en cadenas.

Se desprende una ley de sucesión y de exclusión que permite posibilidades e imposibilidades de asociación según las operaciones de la metáfora y de la metonimia.

La ley del significante es la diferencia. Es a este nivel que Lacan conecta el sujeto al inconsciente. En efecto, el sujeto se deduce del significante según el aforismo: el significante representa a un sujeto para otro significante que lo significa. De este modo el sujeto está dividido entre S1, el primer significante o significante amo y S2, el segundo o saber inconsciente.

Entre la asociación de los significantes, el sujeto es un intervalo vacío. S1 puede ser nombrado por el significante del Nombre del Padre, en este caso la castración simbólica funcionará en el complejo de Edipo lo que caracteriza al sujeto neurótico. En el caso de la forclusión del significante del Nombre del Padre, el sujeto tendrá una posición subjetiva en la psicosis.

La metáfora del Nombre del Padre tiene valor de corte en tanto operación instituyente del sujeto del inconsciente. En este segundo registro de la estructura, el inconsciente es un discurso. Es el discurso del gran Otro. Este registro es el de lo Simbólico. Es el lugar de las represiones segundarias. Pero un significante falta en lo Simbólico.

Este último es el significante de la falta en el Otro o significante del goce S(A) que simboliza el vaciamiento del goce producido por la articulación significante.

S(A) hace agujero en lo Simbólico. Al significante del goce se articula un segundo significante : el falo simbólico, ϕ

Fantasma

El fantasma como ventana sobre lo real se instalará entonces para traducir el goce en deseo. Un progreso en el proceso de la simbolización se realizará. El fantasma podrá articularse con el padre simbólico, agente de la castración. Son fantasmas de la castración por el padre. El padre salva del goce de la madre y orienta el deseo. En lo Simbólico, el goce del Otro se convierte en goce fálico que es goce de los significantes no sin un resto, el objeto a que es causa del deseo.

Pero el inconsciente lo conocemos solamente en sus formaciones y en particular en el sueño. El sueño es una escritura del inconsciente que permite el desciframiento mediante la función del sujeto del inconsciente. Entonces, el sujeto se revela ser una función de lectura de una escritura producida por el proceso primario que descifra el goce para convertirlo en discurso.

La letra

Después de la puesta en función del sistema significante, la letra se escribe en el lugar marcado por el rasgo unario. En esto ella es el soporte material del significante, ella detendrá el equívoco de los significantes en los enunciados. Ella hace borde como litoral entre goce y saber, es decir entre lo Real y lo Simbólico. En este sentido, la letra es el pivote de la simbolización. Es ella que permite el paso de lo Real a lo Simbólico.

El preconsciente

3. El tercer registro es el del preconsciente. Es la tercera transcripción ligada a las representaciones de palabra y corresponde a nuestra yo oficial.

Por el paso a la verbalización, las formaciones del inconsciente generan una lectura posible de la escritura del inconsciente. Es el tiempo de la interpretación. El registro de lo Imaginario tiene aquí toda su importancia porque las asociaciones de significantes en la palabra están ligados a los significados que determinan el efecto de significación.

El Imaginario es la condición de la palabra. Este es la posibilidad de verbalizar los sueños y de interpretarlos.

Más allá de Freud, Lacan construye una topología de la estructura juntando las dos extremidades de la banda bilatera del esquema de la Carta 52 produciendo además una torsión. En este último caso obtenemos la estructura topológica de la banda de Moebius, banda unilatera que el sujeto recorre de manera continua. Más adelante, Lacan mostrará que la estructura es un nudo borromeo R.S.I.

¿Entonces qué es el inconsciente lacaniano? Es real y simbólico. El inconsciente es constituido por dos memorias. La memoria real de la pulsión y la memoria simbólica de la cadena significante. Lo Real donde se inscriben las huellas del goce del Otro y lo Simbólico que borra estas huellas simbolizándolas mediante la cadena significante que podrá interpretar los equívocos de la palabra. El inconsciente simbólico tiene función de un aparato que traduce el goce en discurso. En cuanto al sujeto, el es la función que permite leer los significantes inconscientes gracias a la palabra.

Posiciones subjetivas

Las posiciones subjetivas son explicadas por Freud en este mismo artículo. Las neurosis se explican por el hecho que la traducción de ciertos materiales no se realizó. Este defecto de traducción es lo que clínicamente se llama represión. Es una defensa contra el displacer producido por el aumento del goce. Pero la condición de la represión es su naturaleza sexual. Este corte entre Real y Simbólico está ligado a fin de cuenta a la realidad sexual que impide la traducción congruente del goce del Otro llamado goce femenino en goce fálico llamado goce masculino. La sexuación es el nuevo nombre de la castración.

La cura

La concepción de la cura se deduce de la concepción de la estructura. El análisis es un dispositivo de lectura de la estructura que permite simbolizar lo real. Concebida de esta manera, la cura es un proceso que pone en movimiento el rasgo unario que se repite bajo la forma del síntoma, lo articula con la cadena significante como S1 representando al sujeto para S2. Si el síntoma es una identificación del sujeto al rasgo, entonces entendemos que nuca podrá ser eliminado sino solamente traducido en discurso.

Mediante las verbalizaciones el sujeto de la palabra podrá separase de sus primeras

Identificaciones que lo había determinado. La movilidad discursiva es facilitada por las asociaciones libres y el deseo de analista. La movilización de los significantes es la transferencia.

Deseo del analista

Del lado del analista, el deseo de analista lo ubicará en posición de ser abierto a la sorpresa que brota a partir de que lo que estaba esperado falla. Entonces la curación no es intencional para el analista porque, cito a Lacan. :” El deseo del psicoanalista es un no deseo de curar”. Esto sería la condición necesaria para que el sujeto se cure “de las ilusiones que lo retienen sobre la vía de su deseo…tenemos que orientarlo sobre su enunciación, es decir hacia la relación del sujeto con su palabra significante. (Lacan, Seminario VII).

La falta es la condición de la escucha del analista puesto que está en el corazón del deseo de analista. Podríamos espera que el deseo de analista pudiese ser escuchado por el analizante en el silencio del analista con el fin que sostenga su deseo más allá del goce. “El deseo del analista se posiciona en el lugar del objeto a, lugar de la causa del deseo, lugar vaciado de todo deseo de curar, de toda intencionalidad, de toda demanda”. de tal modo que: “la meta del análisis es la búsqueda del agalma en el campo del Otro. (Lacan, Seminario X). Que el sujeto advenga a reconocer su deseo, ésta es la acción eficaz del análisis. Deducimos que la cura es un dispositivo de lectura de la estructura que moviliza los significantes del inconsciente que quedaban fijados en lo real y que permite separar el objeto a del gran Otro.

07-10-2017

 

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