Sofía Ortega – La consen(x)uación de los goces ¿o las fórmulas del anti-amor?
JORNADAS DE CLÍNICA, BARCELONA NOV 2018
Sabemos que la cuestión de las nuevas formas de sexualidad y del amor no podrían quedar desligadas del deseo y de las formas de goce reorientadas singularmente en el trabajo de la cura. Una cura siempre atravesada por las cuestiones del sexo y del amor. En este sentido, podemos pensar, por ejemplo, en la pretendida ontologización del sexo en la pregunta ¿qué es ser mujer? propia de la histeria.
Pero más allá, la cura estará atravesada por la diferencia sexual, la no proporción y la relación sexual que no existe, reflejadas en el trabajo analítico en sus diversas modalidades como son la diferencia entre Ideal y a, separación del Otro, caída del Sujeto Supuesto Saber y como operador común de estos movimientos: el deseo de analista. Deseo de analista próximo a las formulaciones de lo femenino.
Kristeva en 1981, «Woman Can Never Be Defined» plantea lo siguiente
“La mujer no puede ser: es algo que no pertenece al orden del ser. Por tanto la práctica feminista solo puede ser negativa en pugna con lo que ya existe para siempre decir no es eso, tampoco es eso.”
Esta diferencia sexual y la forma en la que se inscriba o no subjetivamente y en los discursos de cada época, serán pues cuestiones que interpelan al psicoanálisis y abren posibles líneas a partir de las que trabajar la cuestión del sexo y del amor.
Podemos pues plantearnos ¿Cómo abordar entonces la realidad de las prácticas y de nuevas identidades sexuales, de la cuestión del género o las formas de amor, todo ello bajo el prisma de la no proporción, la no relación sexual y de la idea de que los encuentros- no son sin síntoma mediante?
LA DIFERENCIA SEXUAL EN LAS PRODUCCIONES DE SABER SOBRE EL SEXO
Las palabras antes referidas de Kristeva formarían parte de las corrientes llamadas de la diferencia. Línea de pensamiento, dentro de los sectores feministas, también representada por Luce Irigaray y vinculada al surgimiento de un grupo de intelectuales llamado Psicoanálisis y política. Dicho pensamiento abrirá la reflexión feminista al concepto de diferencia, concepto por aquel entonces vivamente alentado por las corrientes postmodernas.
Con la cuestión de la diferencia se pretendía hacer eco de que la cuestión del sexo se opondría radicalmente a cualquier política identitaria, a cualquier intento de captura ontológica precisamente porque el sexo (en su etimología sectum cortar-) se instala en el efecto significantes y real que per se hace imposible alcanzar la completud de la idea de ser. El sexo queda articulado a la hiancia misma en el ser del goce por el hecho del significante. Esta será su imposibilidad de significación o representación imaginaria: impide que precisamente el discurso pueda llegar a significarlo.
Queda pues articulado a la función fálica y ésto a través de las dos faltas que ella misma inscribe: de un lado la falta en ser y del otro, la falta en gozar, ambas deudoras de la acción del lenguaje que prohíbe ese goce del ser a la vez que abre hacia nuevas formas de goce: fálico y goce Otro. Así pues, la función opera obstaculizando la proporción y la relación sexual – si esto fuese posible- e inscribe la no complementariedad de los goces que funda.
Lacan formularía estos goces en los dos lados de la tabla de la sexuación, del lado izquierdo, el goce fálico, el del significante, del lenguaje; del derecho, un goce no todo, imposible de escribir en el inconsciente. Ambos no-complementarios y al modo de la fábula de la liebre y la tortuga solo podrían encontrarse en el infinito: más cifrado del lado del goce fálico (en el intento de recuperación a través del significante) menos cifrado del no todo goce fálico.
Precisamente las producciones sobre el saber del sexo a través de categorías de análisis como el género, el constructo género-sexo o la performatividad se habrían orientado a alcanzar algo de este real de la imposibilidad de los complementarios. Dichas propuestas teóricas habrían discurrido por el lado fálico presumiendo un Otro que preste significaciones a las cuestiones que planteaban en su reflexión negando que el sexo es en tanto fracaso de cualquier discurso.
En esta línea el tratamiento del género o sexo – género como constructo explicativo durante los sesenta- setenta, redujo esta diferencia sexual de la que venimos hablando a una diferencia simbólica. Dicha tendencia a la elisión del sexo propia del panorama intelectual en calificado por Joan Copjec como un acto de “quitar el sexo del sexo”, en El compacto sexual plantea:
“A partir de esta fecha (mediados de los 80) la categoría de la diferencia sexual se consideró dudosa y fue en gran parte abandonadas a favor de la esterilizada categoria de genero. Si, esterilizada. Insisto en esto porque fue específicamente el sexo de la diferencia sexual lo que se descartó con su reemplazo por el término género. La teoría de género ejecutó una proeza aún mayor: le quitó el sexo al sexo, ya que los teóricos del género continuaban hablando de la prácticas sexuales, dejando de preguntarse que son el sexo y la sexualidad (…)”
Más tarde, en la década de los noventa, el binomio históricamente establecido entre determinismo biológico- constructo social, que hasta entonces serviría como fundamento en la comprensión del sexo, quedaba integrado en una nueva referencia conceptual: la performatividad.
Este término acuñado por Judith Butler que, siguiendo las propuesta foucaultiana del ideal regulatorio, adscribe el carácter natural a los efectos de un mismo mecanismo de moldeamiento también implicado en la formación de cualquier constructo social. Naturalidad y cultural pasan a ser efectos del moldeamiento al que los cuerpos son sometido a través de los actos repetitivos llamados de performatividad:
“En este sentido pues, el sexo no solo funciona como norma, sino que además es parte de una práctica reguladora que produce los cuerpos que gobierna, es decir, cuya fuerza reguladora se manifiesta como una suerte de poder de producir – demarcar, circunscribir, diferenciar – los cuerpo s que controla. (…)
La diferencia sexual nunca es sencillamente una función de diferencias materiales que no estén de algún modo marcadas y formadas por las prácticas discursivas.”
Las propuestas de materialización de los cuerpos por el discurso, se desmarcaba de las ideas del género entendido como constructo social introduciendo la idea de una consustancialización de éste al mismo tiempo que propone una desnaturalización del sexo. La perspectiva butleriana podría sugerirnos cierta idea de complementariedad, de una producción discursiva total, sin resto. Algo que se distanciaría de lo que podemos entender de la articulación significante y real en una siempre problemática relación que posibilita, no obstante, la organización de o de los goces.
LA NO INSCRIPCIÓN DE LA DIFERENCIA SEXUAL- DISCURSO CAPITALISTA
Las corrientes de saber sobre el sexo intentarían todo- decir sobre lo inaprensible por el lado de todo, del lado fálico. Ahora bien, ¿podemos marcar la diferencia con respecto a otros discursos que se amparan en la forclusión de la diferencia sexual? Hablamos del discurso capitalista y su anclaje estructural en el rechazo de la castración.
En De un Otro a un otro 13 enero del 72 Lacan refiere como sigue:
“ (…) el discurso capitalista se distingue de la Verwerfung por el rechazo, la expulsión al exterior de todo el campo de lo simbólico (…) ¿el rechazo de qué? de la castración. Todo discurso que se emparenta con el capitalismo deja de lado eso que sencillamente llamamos las cosas del amor. Y eso, mis amigos, no es poca cosa (…) la castración hizo finalmente se entrada bajo la forma del discurso analítico”
Rechazo también de la función fálica que vendría a balizar las cuestiones del sexo y que implica la negación del objeto a, jugado aquí como tercero causa de deseo, que deviene si la castración hace lugar en el sujeto y en el Otro.
A esto le corresponde la ilusión de la consensualización- consexualización de los goces, el sexo entendido a partir de un consenso o de una coalescencia de goces. ¿Aparecen las nuevas formas, prácticas e identidades sexuales por el lado de la identificación en las formas de gozar o en la manera de gozar?
En esta línea lo ya avanzado por Lacan en La proposición del 9 de Octubre: la tendencia a la segregación que se iría perfilando como efecto de la acción del mercados:
“Abreviamos diciendo que lo que vimos emerger para nuestro horror, representa la reacción de precursores en relación a lo que se irá desarrollando como consecuencia del reordenamiento de las agrupaciones sociales por la ciencia, de la universalización que produce en ellas. Nuestro porvenir de los mercados comunes será balanceado por la extensión más dura de los procesos de segregación…”
Porque ¿hacia qué goce se dirige el imperativo de goce que le es propio al discurso capitalista? Y en cuanto al amor ¿qué amor cuando se trata de una falta que no existe?, recordamos aquello de que el amor es dar lo que no se tiene…tal y como lo propone Lacan.
Pero ¿cuáles son los efectos de la falta en goce sin una inscripción de la función fálica? En el engranaje del discurso capitalista la falta de goce que impulsa el mandato “goza” que aparece bajo la rúbrica – satisfacción total y posible- dirigido al objeto- partenaire, al objeto-consumo y que podemos pensar que se encontraría en la base de las nuevas formas de amor y de sexualidad.
Nuevas formas que adquieren la modalidad de funcionamiento del discurso capitalista: en cuanto a tiempo – el de la inmediatez-, en cuanto modalidad de satisfacción- la identificación en las formas de goce vs la singularidad – ¿fundamento de la segregación?,- el de la fugacidad y continuo desplazamiento metonímico – ¿partenaire que deviene objeto de consumo?- y sobre todo, una perdida y consiguiente imperativo en cuyo horizonte se encontraría satisfaction!
Queda forcluido también ese resto del lado del no todo- de lo femenino- que dice de la diferencia, podemos plantear entonces que ese resto no pretende ser dicho, como es el caso de las producciones de saber, sino que desde la estructura discursiva del capitalismo- es simple y llanamente negado.
Podríamos pensar también que algo de lo que se juega en los nuevos panoramas en lo que se refiere a cuestiones de sexualidad y del amor responden a una forma particular en el modo en el que entra en juego el goce en el encuentro con el partenaire-objeto y que se opondría a los encuentros en los que el síntoma hace su función como respuesta a la no relación sexual.
Estaríamos pues en la negación del sujeto del inconsciente y con ello la negación del síntoma como formación de éste. ¿Si el síntoma es la forma de hacer frente a la no relación sexual, qué síntomas ante la ilusión de complementariedad y que sexualidad de y en los llamados nuevos síntomas?
Para ir concluyendo me gustaría traer la cuestión del cuerpo, por encontrarse impelido de forma particular en la nueva formación de síntomas que parece ser propia de la modernidad.
Recalcati en La región del cuerpo: cuerpo e inconsciente formula lo siguiente en relación al cuerpo:
“Hoy estamos ante los cuerpos sin palabras, el cuerpo mudo, pienso sobre todo en las nuevas generaciones (…) el cuerpo moderno: toxicómano, bulímico, obeso, cocainómano, son cuerpos que refutan la palabra, son los que se resisten a la palabra, la palabra no vale nada. ¿qué vale?, vale la experiencia del goce y ésta es la manifestación radical de la crisis de la dimensión de la palabra en nuestra generación”.
A partir de aquí y ante la pregunta que hoy nos convoca: ¿a nuevos síntomas otros sexos?,¿cómo la sexualidad cuando en el encuentro que no sería sin síntoma, el síntoma ha dejado de decir sobre las formas de goce particular?.
Sofía Ortega