Jean Marie Forget -Construcciones a leer entre lineas

Texto presentado en la media jornada de AF de 30 de enero de 2021

Las teorías sexuales infantiles, tal como las ha presentado S. Freud1, si él las introdujo fue subrayando el interés, la insistencia, la curiosidad del niño respecto a su origen, con respecto a la anterioridad, de la que no puede dar cuenta por medio de la palabra, por el hecho de franquear la palabra él está ya inscrito en una pérdida. Dichas teorías dan testimonio de la distancia que intenta introducir el niño en su relación con el otro del que depende, sobre todo de su madre; entonces las teorías dan testimonio de lo imposible que ha evocado ya Cristina Küpfer, y dan testimonio del vaciamiento de lo materno. La consistencia imaginaria de las teorías sexuales infantiles, nos interrogan sobre lo que sería la particularidad de una teoría, a diferencia de otros soportes imaginarios del niño, ligados más directamente a la representación imaginaria del yo. Puesto que S. Freud identificó que la identidad yoica del sujeto resulta de la apropiación de lo que era para él del orden del principio del placer. Él opone el Moi Ich al «resto del mundo», el «Ausserewelt» y lo distingue de él. No se trata entonces del placer/displacer, de yo/no yo, sino de yo/resto del mundo.

A este respecto, las teorías sexuales infantiles pueden concebirse como construcciones imaginarias del sujeto para da cuenta no del yo (moi), sino del ‘resto del mundo’, en lo que concierne a su origen. Es la insistencia de los efectos íntimos de la represión originaria, de lo que está excluido de su ser y que ha hecho de él un sujeto en devenir, es esta insistencia de la represión originaria lo que mantiene su curiosidad acerca de una anterioridad de su existencia; esa curiosidad suscita teorías aunque las representaciones imaginarias que él se hace del mundo que lo rodea hasta ahora con lo imaginario del yo, no llegan a dar cuenta de las diferencias, sobre todo de la diferencia hombre/mujer. Estas teorías llevan la marca de lo imaginario que ofrece un ropaje y rodea la pérdida del objeto por el hecho del acceso a la palabra; pero sus remodelaciones sucesivas e incesantes dan testimonio de la imposibilidad repetida de dar cuenta de lo real.

Un ejemplo ilustra bien la distancia que hay entre los saberes en juego para un sujeto. Una niña de 11 años, buena alumna, le dice la lección de su clase de biología sobre la reproducción humana a su madre perfectamente. Ella conoce todo: la anatomía, la fisiología, las secreciones hormonales, los feed-back hormonales, etc. Algún tiempo más tarde, le dice a su madre: «Mamá, cuando estoy estreñida ya es bastante doloroso; ¿cómo puede pasar por ahí la cabeza de un bebé?».

Es decir, que ella plantea la distancia (écart) que hay entre lo imaginario de su propio psiquismo y lo que se enseña en esas enseñanzas de las que hemos hablado antes.

Las preguntas que podríamos plantearnos respecto de estas teorías pueden recaer sobre dos puntos:

De entrada, podemos preguntarnos por la relación entre la elaboración de estas teorías y lo que se juega para el sujeto en los diferentes campos pulsionales. El recurso de estas teorías a guiones que pasan por los diferentes orificios del cuerpo pueden recordarnos que éstos representan para el sujeto los lugares de inscripción en el cuerpo de letras que resultan de los abrochamientos de los circuitos pulsionales.

Por otro lado, la apuesta para el sujeto de dar cuenta del origen a través de circuitos que tienen que ver con diferentes campos pulsionales, plantea la pregunta de la articulación de estos —siendo como son marcas parciales—, con el deseo sexual, ya que éste no atañe a un campo pulsional, no atañe a una pulsión, como veremos más tarde.

1 – Teorías sexuales y manejo del lenguaje por los circuitos pulsionales

Al preguntarse, el niño busca un apoyo en la estructura lenguajera del Otro; es lo que S. Freud ha puesto en evidencia magistralmente en su trabajo sobre las pulsiones, mostrando la manera en que un niño es sensible a los distintos modos del verbo: modos activo, pasivo y reflexivo2. Pero en esta búsqueda del niño para dar cuenta de lo real, de lo imposible, cosa que hace sin parar, en su recurso a la estructura lenguajera para dar cuenta de lo real inasible, el sujeto se confronta al vaciamiento de esa misma estructura lenguajera. Es decir que se confronta en ese momento a otro imposible, pero se agarra a la estructura del lenguaje. Inscribe a partir de entonces en él las marcas de ese vaciamiento del lenguaje por el hecho de las pérdidas que resultan en cada campo pulsional, de la serie de combinaciones diferentes y significantes que están articulados entre ellos en un campo pulsional dado para él. Algo que me parece importante es que a la vez él busca en el significante, en el lenguaje, un apoyo para el encuentro con lo real, pero en la estructura del lenguaje va a encontrar otro real, lo real de una pérdida, que él se apropia guardando las marcas en su propio cuerpo, lo que se llamará la inscripción del fantasma.

En cada campo pulsional, sea en la oralidad, en la invocación, en la motricidad, en la pulsión de dominio, en la mirada, el sujeto solicita a su semejante con una combinación de fonemas significantes que es específica de cada uno; experimenta entonces, siguiendo cada campo pulsional, el vaciamiento central de la instancia lenguajera a la que él se dirige, y que resulta de la simple sucesión de combinaciones a su disposición. La simple combinación de fonemas que estructura el impulso del sujeto hacia el otro, como esbozo consistente, implica que algunos elementos no pueden aparecer y, lógicamente, se revelan como perdidos.

Es lo que Lacan muestra en su trabajo sobre la Carta robada3. El niño inicia así combinaciones de fonemas cuya apuesta es, a través de estas pérdidas que se instauran en el discurso, en lo simbólico, dar cuenta de las pérdidas reales, de lo real de las pérdidas, como se ilustra en el ejemplo del fort/da que Freud ha mostrado4. Es la operación de la metáfora o, dicho de otro modo, la operación de la negación, que da cuenta en el discurso de un real que está excluido de él. En el fondo va a sustituir las pérdidas en este simbólico que le permiten dar cuenta de las pérdidas en lo real.

Entonces, la inscripción de estas pérdidas en el discurso, a partir de los diferentes campos pulsionales, se marcan en los lugares del cuerpo que toman valor de orificios, se inscriben letras en distintas partes del cuerpo que van a tomar valor de orificios y van a escribir el fracaso de la relación con el Otro del que depende. Las letras perdidas son distintas en esos distintos lugares, ya que corresponden a series diferentes de significantes y el vaciamiento que provocan las series lógicas de estos discursos, genera las construcciones imaginarias que son las teorías sexuales infantiles, construcciones imaginarias que intentan dar cuenta de la relación imposible con lo real, de la relación imposible con una anterioridad lógica de la existencia.

Esto nos enseña que la emergencia de la subjetividad del niño en la relación con el Otro como instancia lenguajera —como puso Freud en evidencia en sus trabajos sobre las pulsiones5—, se despliega según dos ejes articulados que dan cuenta, a su manera, del vaciamiento de la pérdida inscrita en la estructura lenguajera a su disposición:

  • El eje de los abrochamientos de los circuitos pulsionales y la inscripción en los orificios del cuerpo de letras que marcan de modo parcial la toma en cuenta de la pérdida lenguajera y, por tanto, el fracaso de la relación con el Otro.

  • Y el otro eje que es concomitante, el de las teorías sexuales infantiles que dan cuenta del vaciamiento del discurso y que construyen esbozos de saber que conciernen a esa anterioridad lógica a la emergencia de la subjetividad, y a las inscripciones que balizan los orificios del cuerpo. Estas teorías sexuales infantiles son guiones que conciernen a los orificios del cuerpo en tanto que han podido ser para el sujeto en devenir y que seguirán siéndolo, el lugar de inscripción de los avatares de su relación con el otro lenguajero.

La insistencia de la curiosidad del niño toma su fuente en la represión originaria a partir de sus interrogaciones sobre una anterioridad lógica y, en el fondo, esa curiosidad, esa insistencia se mantiene por las teorías infantiles que ejercen una lectura de lo que está inscrito en los orificios del cuerpo. Las teorías ejercen una lectura de lo que está escrito sobre el cuerpo simbólico del sujeto, una lectura de esas marcas que balizan y que limitan su cuerpo.

 Se puede entonces captar en la elaboración incesante de estas teorías, un trabajo de lectura en el que se esboza la subjetividad del niño, en un ejercicio parcial, según un campo pulsional u otro, y sobre un campo pulsional y después otro y luego se articulan juntos. Podemos ver en esto el equivalente de lo que se desarrolla más tarde en el sujeto, en el efecto que la lectura que su discurso inconsciente ejerce sobre la inscripción gramatical de su fantasma. Es siempre ese efecto de lectura y la subjetividad se juega en ese entre dos.

2 – El devenir de las teorías sexuales infantiles.

Se constata en el niño la incidencia de estas teorías en las pesadillas, en las que encontramos escenas de devoración, o de absorción en el vientre de un ser gigante; ya sea la concepción del niño por la oreja como preconizaba Gargantúa6; o como pude evocar a propósito de una niña pequeña, la referencia implícita, al lamer la oreja de su padre, de una concepción que podría decirse du «bouche à oreille» (en español decimos ‘de boca a boca’ refiriéndose a lo dicho).

El uso que hace el niño de este guión íntimo —y esto es importante en la clínica actual para ver cómo usaba la niña ese guión íntimo que la constituía—, depende del rigor de la inscripción en él de lo que resulta de los abrochamientos pulsionales, del rigor con el que se confronta a una estructura lenguajera. El ejemplo de esta niñita que lame la oreja de su padre, correspondía a la puesta en escena de un guión —incontestable para quienes fueron testigos de ello—, que ella no había podido apropiarse en su intimidad, es decir para sí misma, bajo la forma de una teoría sexual infantil, a causa de la inconsecuencia del discurso del padre, de la inconsistencia de la estructura lenguajera del Otro, ya que su padre era alguien sin ninguna restricción de goce; él descalificaba a su mujer, a sus hijos y a todo el que tenía cerca, tratándolos como desechos, sin ningún respeto, sin ninguna restricción de goce que se hubiera producido con la prohibición de una palabra consecuente. Eso impedía a su hija estructurarse, teniendo en cuenta un rigor lenguajero, haciendo una teoría.

Es algo muy actual. Son tipos de guión puestos en acto en los lugares donde transcurre la vida social de los niños, sobre todo en el patio de recreo, ante la condena de los adultos, escandalizados, ponen en juego cuestiones, pequeños guiones sexuales, testimonio, por lo que los niños libran a la mirada de los adultos, de que están privados de un rigor de discurso que les habría permitido el abrochamiento de ciertos circuitos pulsionales, buscando una autoridad que les permita dar cuenta de su búsqueda. En este caso concreto, el niño entrega a la mirada del otro sus teorías propias o sus preguntas que no puede apropiarse por sí mismo; será esa mirada la que tenga que hacer su lectura si está atenta y avisada.

Respecto de esto hay un extremo que puede aclararlo, aunque no lo desarrollaré, nos aporta una aclaración una peliculita sobre una niña en el que se trata de exhibición, de puesta en escena de un guión casi paranoico de un niño al que se le impide desarrollar sus teorías sexuales infantiles, puesto que su madre le reconoce como niña y entonces el niño se encuentra aprisionado ahí.

Podemos preguntarnos sobre el devenir de las teorías sexuales infantiles de los niños. Se van remodelando progresivamente en el inconsciente, en una sucesión de guiones que se refieren a orificios diferentes del cuerpo del otro, según las apuestas pulsionales en curso.

Pero podemos preguntarnos por las consecuencias de esos recorridos. Pues esos recorridos que apuntan a establecer de modo mítico el origen de la vida, como testimonio de la imposibilidad para el niño de dar cuenta de lo real, son soluciones teóricas imaginarias que intentan responder al vacío de la estructura lenguajera a la cual se confronta inexorablemente en los distintos campos pulsionales. El resultado de esos descubrimientos y la convergencia de esos descubrimientos cuando el niño hace el tour de la estructura lenguajera, es que su congruencia conduce al sujeto a la inscripción gramatical del fantasma lo que permite al sujeto apropiarse, en el vaciamiento de esta escritura, de la pérdida lenguajera. Este vaciamiento se reviste con un guión imaginario que es el del fantasma. La construcción gramatical del fantasma es el vaciamiento de esa inscripción que genera un pequeño guión. Hay esa pérdida inscrita en lo simbólico que está articulada con una construcción imaginaria y, en el fondo, el vaciamiento del lugar del objeto que está inscrito ahí, se lo rellena por la positivación de uno de los objetos parciales anteriores de la pulsión.

Se constata a menudo en el adulto la predominancia de un campo, de un circuito pulsional que da la tonalidad algunos de sus lazos con los demás, a la forma en que un sujeto dado se apropiará y pondrá en juego el guión de su fantasma. Puede ser una avidez oral cuando el sujeto se come la vida, un asunto motor cuando se entrega en cuerpo y alma a su trabajo, el de una búsqueda de destinatario cuando solicita con insistencia un oído atento; puede también hacerse comer por los ojos del otro, dándose en espectáculo a cada instante; o puede acumular los bienes sin límite. Se puede, claro está, referir esta predominancia a la estructura de la neurosis del sujeto, pero más precisamente, se puede constatar la predominancia de una pulsión en las consecuencias del recorrido del sujeto a través de los diferentes campos pulsionales.

Hay un ejemplo de esto en “L’ombre et le nom” de Michèle Montrélay, donde ilustra de manera muy descriptiva cómo el sujeto puede tener una tonalidad cargada de la dimensión pulsional predominante.

3 – La sexualización de las teorías infantiles.

¿Podemos hacer la hipótesis de que el guión del fantasma de un sujeto es la culminación de las elaboraciones sucesivas de sus teorías sexuales infantiles? Pues el guión del fantasma no es sino la vestidura del vaciamiento de la inscripción gramatical del fantasma del mismo modo, pero de otra manera a cómo la teoría sexual infantil venía a vestir la pérdida que experimentaba el sujeto en su relación con el otro como estructura lenguajera. Entonces podemos plantear:

Pérdida lenguajera (por el lado pulsional) —- teoría sexual infantil

Vaciamiento del fantasma — guión del fantasma

¿Podemos hacer la hipótesis de que sería el conjunto del recorrido del sujeto en la relación con el vaciamiento de la estructura lenguajera lo que conduciría a la necesidad de ese guión último que es el guión del fantasma? Los reajustes imaginarios de teorías infantiles ¿no serían acaso sino «tapones» sucesivos que se procura el sujeto, el niño, confrontado al mismo vacío lenguajero experimentado por abordajes sucesivos? Las teorías sexuales infantiles en sí mismas son poco fecundas, pero permiten al sujeto apropiarse de decir los límites que percibe inscritos a nivel de su cuerpo, de su cuerpo simbólico.

¿Podemos también hacer la hipótesis de que la consistencia de la sexualidad a la que se refieren estas teorías infantiles del sujeto concernientes a su origen es diferente de la que es introducida por la inscripción del fantasma?

El primer tiempo corresponde a los esbozos sucesivos del sujeto del inconsciente, de maneras parciales y efímeras —he insistido mucho en esto. Pues las distintas teorías sexuales del sujeto en devenir, correlacionadas con las experiencias de la estructura del lenguaje, son aproximaciones parciales y son asociadas a identificaciones parciales del sujeto. Cuando Freud habla en su teoría de las pulsiones del «nuevo sujeto»7, el «sujeto nuevamente advenido» de J. Lacan8, no son sino identificaciones transitivas parciales donde el sujeto se identifica con el vaciamiento de una de las vertientes de la estructura lenguajera a la que se confronta. Estas teorías infantiles sobre el origen, —diríamos esto para reservar lo sexual a lo que sería la culminación del fantasma—, dan cuenta de la pérdida lenguajera bajo la insistencia de la represión originaria y del discurso inconsciente del sujeto. La convergencia del vaciamiento de las pulsiones, lleva al sujeto a la representación de una falta que viene a obturar y que representa la inscripción del fantasma. La inscripción del fantasma es en ese momento la música que da cuerpo a la falta sexual, y ofrece así al deseo del sujeto el índice de su objeto; es este tiempo lógico el que introduce la cuestión de la subjetividad y del deseo del sujeto, como una culminación al término de la constitución del sujeto del inconsciente, como sujeto vaciado. Es decir que el primer tiempo lógico es para Lacan el de la constitución del sujeto del inconsciente — sujeto acéfalo, dirá Lacan— es donde se descubre la predominancia de una pulsión, de un objeto que dará al sujeto el indicio para designar su objeto de deseo en su guión fantasmático.

4 – La génesis asumida del origen como asiento de la identidad

Es la intrincación de los vaciamientos pulsionales, la congruencia de esas experiencias del vaciamiento de la estructura lenguajera vivida en las diferentes pulsiones, lo que permite al sujeto encontrar ahí el asiento de su identidad de hablaser vaciado. De ahí extrae él también la necesidad de una construcción íntima que es la inscripción de su fantasma que pueda servir de soporte a un guión imaginario que le permita retomar por su cuenta el acto creador del que él es el fruto.

Conocemos bien la articulación posible entre las diferentes pulsiones donde el sujeto puede jugar su pérdida de un dominio, de un campo pulsional al otro. Estas son fórmulas que nos son corrientes: “Veo –pulsión escópica– lo que quieres decir –pulsión invocante”. «Yo bebo —pulsión oral— sus palabras —pulsión invocante». Pasaje de una a otra pulsión.

Y al contrario, encontramos des-intrincaciones pulsionales que pueden recubrir dos tipos: o bien la que propuso Freud en “Inhibición, síntoma y angustia”9, en la que aludía a la posibilidad de que una pulsión se erotizara, cargara sexualmente un objeto parcial, un objeto anal en su ejemplo, positivando así el objeto de deseo que, en sí mismo es inaprehensible. Es equivalente al caso de una niña cuya feminidad recusada en la infancia se manifestó mediante una enuresis insistente; ‘mojarse’ era para ella sin saberlo el signo de una excitación femenina reprimida, cuya erotización no era evidente para los suyos y menos aun para ella misma, como un signo de llamada; la falta de rigor de la palabra de sus familiares, generaba un desplazamiento metonímico y fonético entre los líquidos a través de la letra ‘o’, entre los lloros por la pérdida y los lloros por las pérdidas de sus reglas, el líquido de la enuresis y la humedad de la sexualidad, sin que la sexualidad de su cuerpo fuera tomada en cuenta como tal por el filtro de su fantasma.

El otro aspecto de una des-intrincación de las pulsiones podría por ejemplo, identificarse en el caso de una niña podría identificarse en una niña que presentaba dificultades alimentarias que revelaban que ella había rebajado su búsqueda de la prohibición de una palabra sobre el objeto oral; ella lo formulaba así: «en presencia de mi familia no puedo hablar –pulsión invocante— de lo que me hace sufrir y me haría llorar, me trago mi saliva —pulsión oral». Se desliza de una pulsión a otra y se queda en una relación defensiva con los demás, por el temor de ser absorbida y devorada si hablara de verdad.

5 – ¿Un filtro como límite de lo sexual en la relación con el otro?

Un niño sufre de enuresis y tiene dificultades para contar con la inscripción gramatical de su fantasma para apoyarse en él en una posición de hombre. Forma parte de una pesadilla en la que se vive como un pájaro; es una urraca (pie). Un árbol en el que está posado se anima y se apresta a devorarle. La devoración corresponde para él a la cuestión de su propia concepción, siendo el fruto de una configuración familiar contemporánea compleja. Él alza el vuelo y se transforma en pájaro de papel (pa-pier) para escapar de su agresor. Este artificio no basta y se despierta de golpe. Puede leerse en este guión imaginario la erección del ‘pajarito’ con el que no sabe qué hacer, la resonancia entre la pi y el pipí, el femenino de la pie (urraca), y la astucia del soñante al utilizar la metáfora del papel (papier) para escapar de su agresor, pero esa astucia no basta y él se queda en la metonimia fonética del pas-pi-er (no urraca, no pipí), algo que no está en la relación con la metáfora en ese momento que no le alivia, no le basta para volar con sus propias alas, y se despierta.

Para este niño, el límite de lo que parece ser el lazo con el otro, correspondería a las letras que marcan los orificios de su cuerpo y que insisten en la reiteración de su síntoma de enuresis. Entonces el pajarito, aunque sea de papel, no le sirve al sujeto para hacer consistente la inscripción de un fantasma.

Es la inscripción gramatical del fantasma lo que sirve de filtro, de límite al cuerpo del sujeto en el lazo sexuado con el otro. Respecto a esto, si el cuerpo simbólico del sujeto está limitado por las letras que se inscriben en los orificios del cuerpo, el cuerpo sexuado del sujeto está limitado en su relación con el otro por la trama de la inscripción gramatical de su fantasma; ojo que cuando digo sexual no es en relación con la pulsión. Entonces el límite del cuerpo por el lado sexual no va a ser un orificio como el que resulta del campo pulsional. Es para decir la importancia que tiene para el sujeto contar con el rigor de la palabra y del lenguaje a su disposición para la toma en cuenta de la pérdida lenguajera, de la que dan cuenta todas las teorías míticas de su origen. Es para decir también que es la inscripción misma del fantasma lo que permite al sujeto llegar a un guión imaginario muy sucinto, que solo puede beneficiarse de la cualidad de teoría sexual, y podemos preguntarnos si finalmente es ese guión el que puede portar la insignia, la cualidad de teoría sexual, ya que no es sino en el triunfo del vaciamiento del sujeto del inconsciente, que el sujeto del deseo y del deseo sexuado puede advenir; es necesario primero ese pasaje por el sujeto del inconsciente para que surja la cuestión del deseo. Que permita la instalación del objeto del deseo; lo que introduce desde luego en las dificultades de no quedarse preso en su vida de la positivación del objeto que viene a deslizarse en el vaciamiento del fantasma. Pero eso es otro tiempo, otro recorrido que puede corresponder al del franqueamiento del fantasma.

6 – El saber inconsciente ¿es un saber de lectura?

Al término de estos señalamientos, hemos podido constatar la insistencia de las interrogaciones del sujeto que conciernen a su origen, que conciernen a la anterioridad y la pérdida inicial de la represión originaria. —y ahí a menudo estamos también en dificultades para dar cuenta de la anterioridad, para dar cuenta de cómo funciona nuestro imaginario, porque se cree siempre que ha habido un origen cuando, de hecho, me parece que lo que puede esperarse de parte de la utilización del nudo borromeo, de varias consistencias reales, imaginarias y simbólicas y entonces a partir del origen de una articulación y en un efecto del après-coup se introduce una anterioridad ahí—

El saber inconsciente ejerce un trabajo de lectura que concierne a las letras inscritas en los orificios del cuerpo para elaborar guiones sobre el origen del sujeto.

Estas inscripciones íntimas son objeto de un incesante trabajo de lectura que genera modificaciones sucesivas de las teorías sobre el origen del sujeto, siguiendo las inscripciones que él tiene en cuenta. El saber que el sujeto extrae de ello está trabajándose constantemente. No podría ser tomado literalmente, ni ofrecer una garantía ni mucho menos suscitar una seguridad apasionada.

La lectura que el discurso inconsciente opera sobre la inscripción gramatical del fantasma, durante toda la vida, revela que la subjetividad se asienta en esta separación entre lo escrito y su lectura, incesantemente puesta en juego, renovada y sorprendiendo a cada uno por el descubrimiento de la alteridad con respecto a sí mismo.

1 Freud S., « Les théories sexuelles infantiles », in La vie sexuelle, P.U.F., Paris.

2 Freud s., « Pulsions et destins des pulsions », in Métapsychologie, Paris.

3 Lacan J., « La lettre volée », in Ecrits, Le Seuil, Paris.

4 Freud S., « Au-delà du principe du plaisir », in Essais de psychanalyse, P.B.P., Paris.

5 Freud S., « Pulsions et destins des pulsions », in Métapsychologie, Paris.

6 Rabelais F., « Pantagruel », Le livre de poche, Paris.

7 Freud S., « Pulsions et destins des pulsions », déjà cité.

8 Lacan J., « Les quatre concepts fondamentaux de la psychanalyse », Le Seuil, Paris.

9 Freud S., Inhibition, symptôme et angoisse », P.U.F. Paris.

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