Radjou Soundaramourty- No hay relación sexual… ¿ ni siquiera con niños?

Texto presentado en la media jornada del 25 de marzo de 2023

No hay relación sexual… ¿ ni siquiera con niños?

Hace cinco años intervine en una jornada en un CMPP donde trabajaba. El título de esta jornada era «Acuerdo, desacuerdo, cuando aparece el niño«. (quizás en referencia al programa de Françoise Dolto en France Inter en los años 70). Este título me pareció un poco ingenuo, consensual y psicologizante. Así que propuse como título de mi charla: «No hay relación sexual… ¡ni siquiera con niños!”. El director me pidió que cambiara el título porque no era posible utilizar un título así en un folleto destinado a los profesionales invitados a esta jornada organizada por el CMPP. Entonces le propuse «Realmente no hay armonía posible«. Era un título suave, consensuado y sin demasiada ambigüedad, que no provocaba ninguna turbación insoportable o inquietante. Era un título para no asustar a los parroquianos.

Como en un palimpsesto, había borrado el primer título y puesto otro encima. El primero estaba presente a pesar de todo, como El origen del mundo, de Gustave Courbet bajo el marco de doble fondo sobre el que André Masson había pintado otra obra a petición de Lacan, como un reprimido más presente aún.

Muchas personas me han pedido que aclare este aforismo que huele a azufre: «No hay relación sexual». Así que dejé claro desde el principio que, por supuesto, se folla, se hace el amor o se tienen relaciones sexuales; todo el mundo lo sabía tan bien como yo. Por otra parte, en lo que respecta a los niños, mi intención tampoco era incitar al libertinaje de menores. La policía de la moral podía estar tranquila. El posible aspecto subversivo de este título no tenía nada que ver con eso. Al menos, eso es lo que yo ingenuamente pensaba.

Más precisamente, la fórmula de Lacan era que «no hay relación sexual inscribible». Es decir, que lo real de una relación sexual no se puede escribir, en el sentido de una escritura matemática de la relación de los goces entre dos personas. Por ejemplo: x/y=1 o y/x=1 no cesan de no poder escribirse. En cambio, pueden leerse con motivo de los signos de un imaginario del amor, como por ejemplo: C+R=AE. Es decir, para descifrar este álgebra lacaniana: Catherine+Radjou=Amor Eterno. Esto no puede inscribirse más que en un banco de amantes, porque uno nunca completa realmente al otro. Siendo Catherine mi comentadora, esto hizo reír, ya que, además, tuvimos varios desacuerdos. La relación amorosa sólo puede ser imaginaria, como en el amor según el mito del andrógino de Aristófanes, donde cada uno buscaría su mitad para reencontrar una unidad mítica. Este es también el caso del Banquete de Platón. Si Sócrates es amado por Alcibíades es porque Alcibíades ha alojado el objeto de su deseo en Sócrates y no porque Sócrates fuera deseable por sí mismo. Se trata, pues, en el amor de una relación imaginaria, por la que Sócrates no se deja engañar. Por otra parte, la relación sexual, como escritura de la relación real de los goces, no puede escribirse.

En la cura analítica, el amor de transferencia también funciona como un señuelo imaginario, donde el analista sabría/tendría1 esa cosa que le falta al analizante y que finalmente el analista le daría. Se supone que el analista, como Sócrates, no se deja engañar por esta demanda. No hay pues relación sexual en la cura en el sentido de que no hay lo que se espera en la demanda hecha al psicoanalista. No hay lo que nos llenaría, nos completaría, nos permitiría reencontrar un objeto mítico perdido, o que formaríamos uno con el otro. No hay escritura de una relación en el sentido matemático, donde se pueda escribir lo sexual de la diferencia o de lo mismo. El elemento importante de mi título, por tanto, trataba de este «no hay» y no tanto (pensaba yo) sobre lo que centra la atención, es decir lo sexual y más precisamente la relación sexual en el sentido trivial del término, ¡y además con niños! Es en el «no hay» donde reside el verdadero escándalo. Esto es lo que, pretenciosamente, yo quería hacer escuchar a mis colegas.

La palabra falla la Cosa, nunca nada nos completa ni nos colma del todo. Esto es lo que nos hace ser deseantes, e incluso lo que nos hace hablar, en este intento de acceder, a través de la palabra, a lo que fundamentalmente falta, a lo que no concuerda. Los objetos de consumo también pueden tener esta función de colmarnos, pero de hecho nunca nos satisfacen para siempre: se trata de obtener el último objeto de consumo que saldrá dentro de unos meses, luego el siguiente y así sucesivamente. Este sistema, que remite sin cesar de un objeto a otro en una fetichización de la mercancía, como señalaba Marx, intenta funcionar del mismo modo que el fetichista frente a su fetiche, quien tiene la certeza de poseer el objeto que le da acceso al goce. Los neuróticos, a diferencia de los fetichistas, se reducen a desear, sin la certeza de gozar para siempre.

Un niño también puede funcionar como lo que completa y responde a la falta de los padres. Un niño podría hacer relación imaginariamente completando al Otro parental. Este «poquito» es lo que podría reparar a una pareja, convertirse en lo que uno u otro de los padres nunca ha podido realizair, reparar el narcisismo parental, encarnar un ideal o, en el peor de los casos, un síntoma. El ideal funciona muy bien para rellenar o completar imaginariamente lo que falta. Lo mismo ocurre con la ideología o la religión.

Algunos analistas afirman que no existe ninguna mujer perversa, salvo posiblemente en un momento fetichista con su pequeño hijo, que idealmente las completaría. En cualquier caso, la mayoría de las veces hay un momento crucial que hace corte: el baby blues. No me refiero a la depresión post parto ni a la psicosis puerperal. El baby blues es un momento fundamental en el que la imagen del niño real no se corresponde con la del niño imaginario. No es tan guapo, grita cuando no debe, no toma el pecho, etc. Esto no va bien y da un gran golpe de blues, también al padre, por cierto. No hay lo que sería una relación armoniosa… ni siquiera con un niño, de ahí mi título. Ahora bien, esto es ciertamente una suerte para el niño, porque es una primera posibilidad para él de ex-sistir, es decir de salir de un lugar al que de otro modo estaría asignado, alienado a ser lo que falta (-) lo que habría que completar en el Otro.

Sin embargo, esto continúa a veces con estos niños que duermen en la cama de sus padres, que son lavados, tocados y mimados hasta muy tarde sin que sea posible operar un corte con esta forma de hacer las cosas. Ocurre, y esto es aún más problemático, que se realizan incestos o pasajes al acto sexuales con niños. Voy a decir algo escandaloso: el niño, en tanto eso que representa, puede suponer entonces un empuje al pasaje al acto sexual para el adulto, que intenta alcanzar esta relación de completud a través de la sexualidad. No se trata de un acto sexual en el sentido imaginario del término, ni de amor, ni de ternura, sino del cuerpo del niño tomado en su dimensión real, del que el adulto goza a falta de una dimensión simbólica fundamental que sea operativa en ese momento. Sin embargo, lo que nos hace seres humanos, es decir, seres de cultura, es precisamente que necesitamos reprimir nuestras pulsiones. Es incluso una de las fuentes esenciales del malestar en la civilización. Lo que hace precisamente que no seamos bestias (o no sólo) es lo que estructura simbólicamente nuestras sociedades y nuestras subjetividades: la prohibición del asesinato y del incesto. ¿Es necesario recordar los efectos desastrosos de esos actos para los niños y la sociedad?

Sin embargo, no hay que olvidar que los niños no son seres a-sexuales. A principios del siglo XX, el psicoanálisis provocó un escándalo al poner de relieve la sexualidad infantil reprimida de cada individuo. Los niños, en efecto, no son pequeños seres puros, sino verdaderos perversos polimorfos, como decía Freud en 1905. Sienten placer por todos los agujeros, o para decirlo más educadamente, por todos los orificios del cuerpo, por todos los bordes y superficies del cuerpo. El escándalo freudiano de los Tres ensayos sobre teoría sexual, que reveló la sexualidad de los niños, sigue siendo igual de actual, aunque adopte otras formas. Por ejemplo, el horror de la sexualidad infantil se expresa hoy a la inversa, por la monstruosidad del niño tomado como objeto de deseo sexual por los adultos. O también por el insoportable título, juzgado en principio equívoco y por tanto escandaloso: «¡ No hay relación sexual… ni siquiera con niños !», donde podría entenderse, a pesar del no hay, que por el contrario podría haber relación sexual con los niños, como si fuera una denegación. Este real de lo sexual infantil y lo que suscita, provoca todavía hoy gritos de indignación, al señalar como monstruoso todo lo que recuerda a su actualidad.

La insatisfacción, la queja, remite a lo que falta en el registro imaginario de la frustración, en el registro simbólico de la castración y en el registro real de la privación. Así que el Otro nunca nos satisface del todo, ¿el pequeño otro, el objeto a, consiguen colmar la falta, aunque sólo sea a través del deseo? ¿Cómo saber hacer con la castración, es decir, con lo que nos falta estructuralmente y que nos convierte en seres de palabra, hablaseres (parlêtres), sujetos barrados, incompletos y por lo tanto deseantes, y que el Otro tampoco está completamente provisto, que también es carente? ¿Cómo arreglárselas con este no hay, que parece el punto más importante de este aforismo: no hay relación sexual? ¿Pero estamos tan seguros?

La dialéctica de los acuerdos o de los desacuerdos reenvía estos términos en espejo a una oposición imaginaria infinita, buscando la resolución a través del amor armonioso o la exclusión, el odio mortífero o la ignorancia de lo que esta oposición binaria enmascara. Otra forma de abordar esta dialéctica sería sostener que no hay completud ni complementariedad absoluta, nada que se relacione realmente con un todo, con lo Uno. La ciencia positivista fracasa así en su pretensión de aprehender la realidad por completo, aunque sea reduciéndola a una fórmula unívoca, al igual que la sociedad de consumo y el discurso empresarial. En efecto, el sujeto está fundamentalmente dividido, no está hecho de un solo molde. El equívoco de la lengua utilizado por la palabra humana permite así expresar toda esta complejidad, que la oposición binaria de los acuerdos o de los desacuerdos reduce según una ética del bien supremo, como la describía Aristóteles, la de la moral civilizada: que todo sea claro y límpido, claramente separado, comprensible e inequívoco, según una lógica tranquilizadora, y todo irá bien en el mejor de los mundos.

Es el caso del lenguaje de las abejas o de los ánsares comunes, que utilizan signos y códigos, como en el lenguaje de la comunicación. El mensaje debe ser unívoco, para que las abejas que reciben un mensaje sepan, según el eje tomado en relación con el sol por la abeja emisora, dónde ir a libar de manera precisa. Un signo representa algo para alguien y nada más, de lo contrario es confuso. El lenguaje humano, por la palabra, está en cambio lleno de equívocos, de lapsus y asonancias significantes que manifiestan la división subjetiva que nos hace humanos y no máquinas informáticas.

En la lógica de un discurso positivista de tercero excluido, el objetivo es reducir lo real a un sistema de signos unívocos. La equivocidad es ahí insoportable. Hay que ser claro, porque «lo que se concibe bien se enuncia claramente», ¿no? Una chica está embarazada o no lo está, oí hace poco decir sobre un embarazo llamado «nervioso». Considerar que esta chica pueda estar embarazada de su deseo hasta el punto de manifestar todos los signos clínicos de un embarazo, sin estar embarazada desde el punto de vista ginecológico, es impensable. Es difícil mantener la tensión de la controversia. Es o lo uno o lo otro, uno o cero en un eje puramente imaginario; el amor a lo mismo o el odio al otro y para apaciguar todo esto, la moral civilizada o la ética del bien supremo de Aristóteles.

Una lógica distinta que permite otro tipo de discursividad es, sin embargo, con la que tenemos que lidiar regularmente cuando escuchamos los efectos del inconsciente. En efecto, el inconsciente ignora el tiempo, la muerte, la diferencia de sexos y el principio de no contradicción. La lógica del inconsciente tiene puntos de proximidad y es similar a la de la mecánica cuántica, a la de la geometría de Riemann donde las paralelas que se cruzan en un punto son posibles, a diferencia de la geometría euclidiana. En resumen, lo que es consensual y comprensible, porque es una cuestión de «sentido común», a veces está muy lejos de lo real o de la lógica del inconsciente con la que los neuróticos tienen que lidiar con síntomas aparentemente irracionales. Su escucha debe soportar enunciados ambiguos, discordantes, aparentemente ilógicos, incluso … títulos incomprensibles que dejan a uno perplejo … como por ejemplo: “No hay relación sexual … ¡ni siquiera con niños! » Este título suprimido había sido sustituido por «En realidad no hay armonía posible«. Ahora bien, la armonía imaginaria no es la relación sexual en el sentido de la realidad de los goces. Para percibir lo imposible de escribir esta relación, sería necesario poder concebir (!) realmente lo que sucede de sexual entre un niño y un adulto, lo que horroriza y de lo que es necesario protegerse a toda costa. Este imposible de decir retorna, sin embargo, vuelve al mismo lugar de manera insistente con esta palabra pronunciada al principio de la charla: «palimpsesto». 

Un palimpsesto es ciertamente un pergamino manuscrito cuya primera escritura ha sido borrada para poder escribir un nuevo texto. Palimpsesto, palimpsesto, palimpsesto … ¡no incesto!2 Yo no sabía lo que decía al principio de este texto, como siempre que hablamos de cosas importantes. Es la cuestión de lo real del incesto lo que inquietaba, por supuesto, en este primer título, cuya escritura borrada reaparecía, a pesar de su represión primordial, a través de su decir. Lo peor de querer hacer Uno no es la armonía imaginaria del amor, sino lo real del incesto.

¿Sería posible entonces la relación sexual? A este respecto, Jean-Luc Nancy, muy de moda actualmente, escribió en 2001 un libro: «L’il y a du rapport sexuel» (El hay relación sexual). Había publicado con Philippe Lacoue-Labarthe en 1973 «Le titre de la lettre» (El título de la letra) que trataba de «L’instance de la lettre dans l’ inconscient ou la raison depuis Freud» (La instancia de la letra en el inconsciente o la razón después de Freud) publicado en Écrits. Lacan, al principio de la sesión del 20 de febrero de 1973 (Encore), indicó que este libro era un modelo de buena lectura… ¡para los filósofos! 

En cualquier caso, Jean-Luc Nancy muestra en este libro de 2001 que hay relación sexual en la concepción del Ser de Hegel y Heidegger, y podríamos añadir que es lo que se puede encontrar en lo que venimos trabajando desde hace varios años y que Lacan llama las pasiones del Ser: el amor, el odio y la ignorancia. Termina su libro indicando que «se folla, y al follar -sea lo que sea este follar- repito con Celan, se imprime/ nos imprimimos una quemadura de sentido. El goce no es nada que se pueda alcanzar: es lo que se alcanza y se consume al alcanzarlo…» y concluye que «lo sexual es el ‘hay’ de la relación«. Entonces, ¿se encontraría pues, aunque fuera por un breve instante, el tiempo que tarda en consumirse? ¿Se trata de una lectura filosófica?

En otras palabras, mi primer título «No hay relación sexual… ¡ni siquiera con niños!” resurge para decir que esto tampoco funciona. Se enunció como una palabra de verdad: no hay relación sexual, así que no lo intentes, ni siquiera con niños (registro superyóico); en realidad es una afirmación lógica y no una cuestión sexual (registro de la ignorancia); la verdad de este enunciado os dice que eso nunca coincide y que lo sexual no es tan central (registro de la aceptación psicologizante). Y, sin embargo, este palimpsesto, que no había leído al escribirlo pero que escuché al decirlo, indica lo que cada uno había percibido sin formulárselo y que yo mismo me prohibía al eliminar su dimensión sexual de follar mediante un banal aislamiento obsesivo: ¡el verdadero escándalo es el incesto! No el incesto/palimpsesto siendo sólo una denegación de lo sexual. Sin embargo, el incesto está muy extendido en las familias. La reciente revelación de prácticas en las que occidentales acomodados pagan a familias pobres de Filipinas, por ejemplo, para que sus padres violen a sus propios hijos filmándose en live streaming indica, si fuera necesario, lo que produce el incesto al ser el acto por excelencia que permite que haya relación sexual! 

Radjou Soundaramourty

1NT en el original :(s’)aurait. Combinación de saurait (sabría) y aurait (tendría)

2NT. Juego homofónico : No incesto en francés es Pas inceste, que suena similar a Palimseste

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