Tema del año

¿SEGUIMOS ACASO SUFRIENDO DE NUESTRAS REMINISCENCIAS?

 

Ya en los Estudios sobre la histeria, Freud afirmaba que « las histéricas sufren de reminiscencias » y que sus síntomas son símbolo de acontecimientos traumáticos. Freud va a desarrollar su teoría del inconsciente, de la represión, del fantasma, de la identificación y de la transferencia a partir de la histeria.

 

¿Por qué merece entonces la pena re-plantear (« re-posar » en francés) a día de hoy la pregunta? La histeria que tantos quebraderos de cabeza le ha supuesto al pensamiento médico ha sido barrida de las nosologías psiquiátricas actuales. El campo freudiano, el del inconsciente, se ve atacado por todos sus flancos.

Las resistencias al psicoanálisis se manifiestan en el discurso contemporáneo a través del discurso de los mercados que reduce a cada cual a una univocidad del consumidor, tentándolo con todas las promesas de armonía y felicidad obtenidas con los objetos intercambiables. Se oye por todos lados que el psicoanálisis está obsoleto. Incluso algunos políticos tratan de penalizarlo, por ahora en vano afortunadamente.

Así pues se invocan todas las modalidades de terapia breve, todo recuerdo se trata como un mal recuerdo por reconstruir, erradicar o reprogramar. ¿Acaso se trata sencillamente de lo que se conocía antaño como hacer tabula rasa?

Seamos claros: se trata de evacuar la mismísima noción de sujeto. El inconsciente no existe y lo equívoco se ve entonces reducido al error. Ya no se trata de oír una palabra y su contenido de efectos de sujeto, sino de rectificar los errores que haya podido cometer una persona en su trayectoria o, aún mejor, que se hayan cometido hacia dicha persona. A partir de ahí, la sugestión y el coaching permitirían entrenarse de cara a una nueva vida. Pero en esta perspectiva el sujeto desaparece, se niega su división; ya solo se trata de seres de emociones, fuera del lenguaje. Ya no se trata de tener un cuerpo, sino de convertirse en uno, un cuerpo del que se podría obtener que deje por fin de sufrir.

El hombre crecido llama a nuestra puerta.

Sin embargo, las reminiscencias de las que seguimos sufriendo, por mucho que tratemos de impedirlo, siguen siendo aquellas que se construyeron a partir de los acontecimientos traumáticos cuyos significantes fueron reprimidos, pero que vuelven incansablemente a la carga en el síntoma. El sujeto está hecho de esa dimensión, incluso si puede desaparecer en el goce de su síntoma o, a través de una formación de compromiso, mantener una parte de su deseo. Es este, sin duda alguna, uno de los desafíos de una cura que, gracias al manejo de la transferencia fuera de la sugestión, permite que se pueda oír algo de este imposible de decir y de escribir, condición necesaria para que emerja sujeto.