Chile 2011 – Id. y síntoma infantil: "Vivo como un toro" R. Gattas

CUARTA JORNADA INTERNACIONAL DE PSICOANALISIS

Analyse Freudienne

Valparaiso 2011

IDENTIFICACION Y TRANSFERENCIA

Identificación y síntoma infantil: “Vivo, como un toro”

Roberto Gattás Martínez

En el capítulo “La identificación” de la obra “Psicología de las masas y análisis del Yo”, Freud se refiere a la identificación como “la más temprana exteriorización de una ligazón afectiva con otra persona”. Asimismo, es en esta obra en donde describe tres formas de identificación posibles.

 

En relación a estas, Juan David Nasio, refiriéndose en Freud, propone categorizarlas según: una identificación total e identificaciones parciales. Dentro de la primera, aparece lo que Freud denomina como identificación primaria. Al respecto Nasio, J.D. (1988) refiere que: “La primera identificación total del yo con el objeto total, designada en la obra de Freud con el nombre de identificación primaria, es esencialmente mítica: hablando con propiedad, dicha identificación no existe y no remite a hecho clínico alguno”.

La segunda forma de identificación es a un rasgo distintivo del objeto y la tercera finalmente, es la denominada identificación histérica. Estas dos últimas cobran el carácter de identificaciones parciales.

Entonces, mientras que para Freud la identificación denomina la relación entre el Yo y el objeto, instancias relativamente bien constituidas, para Lacan la identificación es “el nombre que sirve para designar el nacimiento de una nueva instancia psíquica, la producción de un nuevo sujeto”. Es decir, “dar un nombre al proceso de causación del sujeto del inconsciente”. Ahora bien, dentro del proceso de constitución del sujeto y sus identificaciones, Lacan reconoce tres momentos estructurales: el primero, en lo Real con la incorporación del S1 de la madre e identificación al padre como tótem y que finaliza con el Estadio del Espejo; un segundo momento, en el cual se anuda lo imaginario con lo simbólico permitiendo la identificación al rasgo unario, el cual opera como una marca que inscribe la diferencia con el otro, y cuya función particular recae sobre significante del Nombre-del-padre. Y finalmente, la identificación fantasmática como el tercer momento, la cual permite la construcción del fantasma y la identificación del sujeto con el objeto.

Quisiera detenerme en la identificación al rasgo unario, debido a su carácter simbólico, en la cual el sujeto toma su identificación en función de encontrar su castración.

La relevancia de esta modalidad, es la que orienta la formulación de mi pregunta. Si en el síntoma infantil, el niño está expuesto al goce materno, a la alienación imaginaria, por ende, a la angustia, es por medio de esta identificación, donde surge la posibilidad de la constitución de un sujeto deseante. La identificación simbólica es esencialmente la castración, y es esta castración la que debemos ayudar a asumir, para conducir a los niños a la realización de la metáfora paterna.

Quiero recordar por medio de una cita, a Robert Lévy (2008) quien refiere a que “en la práctica con los niños, enfrentamos síntomas que no han sido aún reprimidos y que justamente demandan serlo”. Desde ahí, una vez más, se enfatiza la importancia en los procesos de identificación en la constitución del sujeto, y principalmente en la formación de síntomas.

En base a este breve recorrido, surge la pregunta que orientará mi reflexión, y es: ¿Cómo operan los procesos identificatorios en la formación del síntoma infantil?

Trataré desarrollar a esta pregunta, mediante la exposición de un caso clínico de un niño de once años, cuyo síntoma hiperactivo se manifiesta desde sus inicios de su infancia.

Dentro de las múltiples dudas que me han surgido, destaco una en particular: Juan David Nasio en relación a la identificación primaria; menciona que “dicha identificación no existe y no remite a hecho clínico alguno”… ¿cómo se explica esta afirmación, considerando que esta primera identificación guarda relación con las posteriores?, ¿será que efectivamente, como plantea Nasio, la identificación primaria no es más que una proposición mítica, sin implicancias clínicas reales?

Pues bien, son preguntas que dejo abiertas para nuestra reflexión…

Motivo de Consulta

Damian se presenta a sesión, junto su madre diciéndome que tiene 11 años y con la siguiente carta de presentación: “yo soy hiperactivo”. Cursa séptimo año básico y no sin dificultades de adaptación al sistema escolar, lo cual se traduce en reiterados cambios de establecimiento, a raíz de su conducta, definida por su madre, como “problemática”; no escribe en clases, pelea constantemente con sus compañeros y ha descendido sus calificaciones al punto de poner en juego la repitencia de curso. Me explica que “hay momentos en que tiene mucha energía y no la puede agotar”, que sus “crisis”, como él las llama, le ocurren entre los lunes y los jueves y que “es el cuerpo el que reacciona, no él”, lo que le provoca “rabia y frustración” (y no solo a él, sino también a su madre). Damián a sus 5 años, fue diagnosticado por un neurólogo, como un “Trastorno por déficit atencional con hiperactividad”. Como tratamiento, comenzó tomando anfetaminas hasta los 7, con dosis que fueron aumentando progresivamente conforme se presentaban los síntomas, llegando a ingerir 2 comprimidos y medio diariamente. Luego de los 7 años y tras un periodo de constantes cambios de fármaco, con la finalidad de encontrar el más eficaz, se receta Aradix 20 mg. el que consume actualmente, a diario. Sin embargo, su madre, refiere que éste, ya no surge efecto en él.

Respecto a su psicomotricidad, destaca una disgrafia ya diagnosticada y, según lo referido por la madre, ha estado presente desde el inicio de la escritura. En apariencia, este no es un asunto relevante para ella, ni para Damian, pues consignan este síntoma con tono normalizador, casi con displicencia.

Damián me cuenta que en el colegio tiene “como 40 amigos”, con los cuales juega en todos sus recreos. Ellos lo apodan “Toro”, significante que lo identifica frente a sus pares y que porta con orgullo, debido a su apariencia física robusta y de inagotable energía, pues él “arrasa con todo”. Sin embargo, me confiesa algo en tono muy serio y pausado (como un adulto), muy distinto a su ritmo verborreico con el que usualmente se me dirige, con la expresión de que lo que me va a decir, es algo que merece ser escuchado con atención (lo sentí casi como una amenaza): “tolero todo, menos que me saquen la madre”. (pienso, ¿Será acaso “que le quiten a su madre”?) Cuando esto sucede, es el cuerpo nuevamente el que reacciona, como él dice, lo que en realidad es la expresión de su angustia, mediante la pulsión, la que se pone en acto, frente a la posible separación imaginaria con su madre.

Hace aproximadamente 6 años, su madre lo llevó a una psicóloga tras la recomendación de una profesora, quien le manifestó la preocupación por el comportamiento “hiperactivo” de Damián, incluso llegándole a decir que podría derivar en una esquizofrenia, si no era tratado a tiempo. El proceso terapéutico anterior fue calificado por la madre como “un fracaso”, pues a pesar de las constantes tareas otorgadas, no logró mejora alguna. Con esta experiencia, dice no tener mucha confianza en los psicólogos y Damián se refiere de la siguiente forma: “yo ya perdí la fe”.

Damian no presenta problemas de aprendizaje y su inteligencia según la escala de Weschler, es normal-superior (A pesar de su actual rendimiento escolar). A su vez, en el test de la figura humana, es posible identificar una Gestalt completa, lo que permite verificar el logro del pasaje por el Estadio del Espejo y la identificación a su imagen corporal total y unificada, aspecto que no se aprecia en las estructuras psicóticas. Esto me permitió descartar un posible diagnóstico de esquizofrenia. Sin embar
go, se evidencia en su grafismo, la fuerte descarga pulsional plasmada, en diversos indicadores: fuerte presión del lápiz, trazos en puntas, una gran sonrisa con los dientes marcados y ojos grandes y pintados.

La madre

La madre es la quinta en nacer de ocho hermanos, me dice como chiste “vine a desordenar el sistema” haciendo referencia al orden con que habían nacido los hijos en esa familia (hombre-mujer). La relación con sus padres, siempre fue distante, carente de afecto y solo se demostraba cariño con uno de sus hermanos. El nombre de este hermano, lo lleva Damián como su segundo nombre.

Ella tuvo un solo pololo que describe como “el amor de su vida” y de quien a los 19 años quedó embarazada, luego de que su médico le diagnosticara quistes en el útero. Con este panorama, me comenta la madre, era casi imposible quedar embarazada…salvo por el “casi”. Negó su embarazo hasta el 4to mes, cuando comenzó a evidenciar sus primeros cambios en el cuerpo y empezó a “sentir” al hijo que portaba en su vientre.

Vivió su embarazo con mucha soledad, pues el padre al recibir la noticia “arrancó de un día para otro sin dar explicación alguna…desapareció del mapa”. Esto significó un verdadero “trauma” como me comenta y en reiteradas ocasiones, me insiste que a pesar de las recomendaciones de sus amigas, decidió “no abortar”. La insistencia y la forma angustiosa de decirme que “no quería abortar” despertaron mi inquietud, ya que pensé en ese instante, que algo de sí, quería hacerlo.

Me comenta como anécdota, que nombró Damián a su hijo, por un libro que nunca leyó… solo le gustó ese nombre y que “todo el mundo le dice que es como satánico”, cosa que ella no entiende por qué… Es la inscripción del deseo materno, en el cuerpo Real del niño, que lo marca e identifica en lo social.

Durante su embarazo me comenta que “Damián siempre fue inquieto, que siempre fue bien vivito, muy despierto de siempre”, tanto así que a veces en las noches no podía dormir. Demian nació con vómito explosivo, no resistía el líquido en su estómago y me dice que “vomitaba como el exorcista”, en ese momento, yo asocio el nombre Damián, con el de la película “la profecía”, pues en esta película Damián es el hijo del demonio. “De todos los fonemas, de todas las palabras oídas por el niño, hay una que ostentará una importancia primordial, asegurando cohesión narcisística del sujeto: su nombre. Su nombre es el primero y el último fonema en relación con su vida para él y con otro, y que el que la sostiene, porque fue asimismo, desde su nacimiento, el significante de su relación con su madre.” (F. Dolto) Una madre cuyo deseo es transmitido a su hijo, incluso desde la concepción.

Respecto a la relación de pareja con el padre de Damián, me confiesa que siempre ha sido “light”, nunca ha existido un compromiso sentimental por parte de ambos, a pesar de que es el “amor de su vida”, y que en estos años ha “aguantado de todo” por el amor que siente por él. La inestabilidad entre ambos, la madre lo atribuye a la “falta de madurez” de su pareja, porque es muy infantil e impulsivo. Junto con esto, la madre destaca los abandonos que ha tenido por parte de él, sin explicación alguna… incluso ella no encuentra explicación a esta situación.

Desde que tuvo a Damián, trabajó en una institución para niños discapacitados y actualmente trabaja prestando atención y cuidados a un niño con discapacidad mental. Vive con sus padres junto con Damián y su hijo menor Cristian.

El padre

Del padre se sabe muy poco, mayoritariamente los datos proporcionados por la madre. Trabaja en el mar, luego de su desaparición ante la noticia de que iba a ser padre, inmediatamente viajó a otra ciudad y se casó con otra mujer. Volvió a los 2 años nacido Damián, con la intención de armar un proyecto de familia. Sin embargo, un nuevo abandono sobrevino después del nacimiento Christian. La relación entre él y Damián, la madre la describe como “tirante”, ya que él sentía celos de su hijo por la constante atención y sobreprotección que ella le brindaba a su hijo…me comenta, “siempre protegí a Damián de su padre”…

Damian muy pocas veces me habla de él, solamente para referirse a sus promesas incumplidas, a su ausencia y el desinterés por verlo… siempre con un tono que interpreto como la sensación de enojo y frustración… discurso a su vez, similar al de su madre. Sin embargo, en otras ocasiones, me habla de él con entusiasmo y con la ilusión de encontrarse nuevamente con él… me dice que quiere pedirle cosas, salir a jugar… pero se encarga de recordarme, que es su hermano quien lo necesita, no él.

Los abuelos

Tanto la abuela como el abuelo materno, han estado siempre presentes en la crianza de Damián. Es así como su abuelo, ha sido un referente paterno reconocido por Damián… incluso me dice que “no necesita a su padre, porque tiene a su abuelo”. Si el abuelo de Damián es su padre, Damián sería, según el sistema de parentescos, el hermano de su madre. Esto incluso ha llevado a Damián a ocupar el lugar del “amor de su vida” que a su madre le falta… “yo nunca le he puesto límites, le cuento todo lo que quiere saber… Damián me escucha, escucha mis problemas porque no tengo a nadie a quien contárselos…entre Damián y yo, no hay secretos… dormimos juntos porque tiene miedo de dormir solo porque él escucha y ve cosas”. Esta es, una relación amorosa que no conoce límites, en donde madre e hijo son uno solo…es el retorno a un estado arcaico, con manifestaciones fóbicas y de angustia, que vienen a operar como suplente del nombre-del-padre…es decir, ha fallado la función paterna. Damián viene a ocupar el lugar de una falta, se ha identificado al falo imaginario de su madre… pues no existe espacio para la diferencia para ser un “uno” distinto…

Los dibujos de Damian

En el trabajo psicoterapéutico con niños, es de gran importancia contar con ambos padres, o de no ser posible, con al menos uno de ellos. Los momentos que han marcado la vida de los padres, tiene lugar también en la vida de los hijos. En este caso, en el espacio terapéutico, la madre pudo hablar por primera vez respecto a la historia con su pareja, las problemáticas y las presunciones del abandono fortuito del padre de Damián. Es que tampoco ha sido fácil el perder “al amor de su vida”. Me ha confesado que cree que se fue porque “tiene a otra”, que es algo que no lo había dicho antes y que de repente, le “cayó el tejazo”. Está decidida, incluso, a emprender acciones legales para responsabilizar al padre de Damián; pues como me ha dicho, “debe responder como papá”, aunque sea, por medio de un tercero simbólico como lo es la ley. La madre de Damian ha comenzado un proceso propio de simbolización, de aquello que la angustiaba y ha definido como algo “traumático” en su vida. Reflexiona sobre lo difícil que ha sido también para Damian… probablemente comienza a ver que ya no es solo ese “pequeño demonio”, que arrasa con todo y no tiene control…

En las sesiones, Damian dibuja… le gusta mucho contarme sus historias, sueños y más aún dibujarlos… esto me lo ha confesado en uno de los encuentros que tuvimos. Recuerdo especialmente a Françoise Dolto, cuando en uno de sus textos, escribe que “los niños no dibujan, sino que se dibujan”. Y es así como desde un comienzo me ha mostrado Damian, que en cada pequeña obra de arte, con múltiples formas y personajes, figura él: como un toro, como letras, como un guerrero de embarcaciones romanas, como un sol, como un poseedor de armas y cañones, como un perro que defeca… como un tranquilo pescador, como un niño…si, como un niño… ese hijo del papá que ha dejado en él una marca… una huella que busca en los mares, ya sea con su caña de pescar, como en la silueta de los barcos que se reflejan en el agua. Como les comenté anteriormente, Damian me ha dicho que no necesita un padre, porque tiene un abuelo; pues bien, su abuelo ha sido un referente paterno con
quien puede “hacer cosas de hombres”, protegido de los tanques y balas con las que amenaza su madre. Una amenaza imaginaria por cierto, a ocupar el lugar del esposo que no está y del “hijo-amor de su vida”, hijo con quien duerme y no le guarda secreto alguno… Damian se resiste con “campos de energía”, con helicópteros, monstruos marinos y barcos… probablemente barcos en los que viaja su padre… ese padre que ha debido ahorcar y matar, para poder tomar algo de él. Damian ha encontrado significantes y naves que le pueden permitir ser ese uno distinto, ese Yo (je), no sin su padre, que sin saberlo, ha estado presente en cada trazo, en cada fantasía y en cada sueño.

 

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