Aló…¡sí!….lo escucho. Alex Droppelmann
Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564) al finalizar la escultura de Moisés que le encargara el Papa Julio II para su sepulcro, proyecto mermado respecto de su magnitud inicial que contemplaba 47 esculturas y suponía que la escultura del Moisés iba a estar en un primer piso y de ese modo sería mirada hacia arriba, pasa a ser una escultura a ser mirada “cara a cara”. A ser mirada de frente.
Terminada esta obra, su contemplación, mirarla de frente y descubrir en ello algo tan real, paradojalmente no fue suficiente.
Insuficiencia que la mirada no alcanza a recoger en su totalidad, que lo real de un cuerpo tan profundamente humano esculpido en el mármol no puede dar cuenta.
No sabemos si el narcisismo de Miguel Ángel quería crear un hombre o si al admirar su obra fue consciente de su castración.
Lo cierto es que lo golpeó con un martillo y le gritó: ¡Habla!
Al parecer los dos registros no bastaban diríamos a partir del psicoanálisis.
No hay que olvidar que entre los múltiples talentos de Miguel Ángel también se encontraba la poesía.
Al parecer la cosa y la mirada no eluden la necesaria representación.
Con el David antes en 1504 también existen referencias a lo mismo que el artista una vez que contempla su obra terminada también le pide en dicho caso que le hable.
Reales o no, algunos sostienen que el golpe en el caso de Moisés fue en la rodilla y que aún se puede observar la marca del martillo.
Afán que su escultura, de todas ellas la que este consideró más real, le entregara por la vía del levare, es decir de la sustracción lo más esencial de ella, la representación de un hombre, de uno y alguien.
Aquello que diera cuenta que vivía. Que diera cuenta de su existencia más allá de su materialidad o de aquello que ofertaba a la mirada. Una palabra.
Interesante la relación al vacío inherente al lenguaje en esto de representar a la cosa.
Hay sin duda algo de la cosa que no estará nunca representada. Algo de una Ausencia constitutiva.
Es decir el lenguaje nunca alcanza en esto de la representación la totalidad de la cosa. Es en esencia falta, castración y ausencia de totalidad.
Miguel Ángel siempre estuvo contrariado por tal dificultad acerca de lo que se mira.
Insuficiencia que alcanza también a la cuestión de lo percibido distinto quizás de la mirada, siendo esta última más cercana al fenómeno de la insuficiencia.
En esto de la diferencia entre percibir y mirar, o ver y mirar se ha podido observar distintas posturas tanto teóricas como prácticas.
En lo particular y habiendo dedicado mucho tiempo al trabajo con pacientes anoréxicos y bulímicos la cuestión de la madre situada como un gran ojo que por falta de distancia, (ya sea por la del porre o del levare para seguir con Miguel Ángel y la alusión que hace Freud respecto de Leonardo da Vinci), lo que ocurre es que ve nada o ve demasiado. Lo que no ocurre es que no mira donde el velo de lo percibido siempre acercara la mirada a la cuestión de la falta que permita sostener una operación de castración posible.
También esto de la mirada y permítanme relatar otro ejemplo clínico.
Es el caso de un niño donde se evidenciaba una falta de lo que yo he llamado padre en operación o padre en funciones. No aparecía el padrea los ojos del niño.
A los ojos del padre tampoco como lo habré de relatar.
El padre al concurrir a la consulta me relata que es un padre “presente” que todos los domingos se levanta y lo lleva al chico a sus prácticas de futbol y lo espera en las graderías. El chico me dice que es cierto y lo agradece pero ocurre que cuando él hace una jugada o un gol, se gira para buscar la mirada del padre en la gradería y no la encuentra ya que este está enfrascado en la lectura del periódico dominical.
Le digo al padre que contrariamente a lo que me dice al parecer su hijo no son sus ojos. Le digo que el ve por su hijo y va por él pero no lo mira.
Sería muy largo seguir con estas anécdotas de la práctica que dan cuenta de la diferencia entre ver y mirar.
De sus consecuencias clínicas también podríamos hablar largamente.
Diferencia que es preciso sostener para de este modo rechazar la propuesta que hoy nuestra sociedad nos ofrece respecto del culto por la imagen y la percepción.
La percepción en su afán de recoger la totalidad, de que no falte nada se esmera en gozar fálicamente. Se esmera en dejar fuera la falta, el vacío y la muerte de la cosa. No permite otra forma de goce. Con ello al desterrar el vacío mata el erotismo de todos los ámbitos de la vida de los sujetos.
El streap-tease se murió la percepción a bulto la mató debería escribirse como un aforismo en los letreros de los antiguos locales de Valparaíso.
Esos locales extintos que erotizaban a los marineros venidos de todos los lugares del mundo.
Hoy se ofrece espectáculos de desnudo total, videos de pornografía expresa y otras formas totales de cubrir de una sola vez “Todo” lo que se tenga que ver.
Por ello he querido retroceder al inicio de este trabajo en el tiempo, a una época no obscurecida de la historia. Al renacimiento, a Miguel Ángel a una época iluminada.
A objeto de destacar como la luz dicotómicamente destaca la insuficiencia. Es precisamente donde nunca la escultura fue más real, nunca cautivó la mirada de su autor más claramente que con el Moisés, algo de ese goce o plenitud no alcanza. Hay algo de un velo de la mirada que al autor se le hace insuficiente.
Así se le atribuyen estas frases al escultor: “Dime, oh Dios, si mis ojos, realmente, la fiel verdad de la belleza miran; o si es que la belleza está en mi mente, y mis ojos la ven doquier que giran.” O esta otra: “En cada bloque de mármol veo una estatua tan clara como si se pusiera delante de mí, en forma y acabado de actitud y acción. Sólo tengo que labrar fuera de las paredes rugosas que aprisionan la aparición preciosa para revelar a los otros ojos como los veo con los míos.”
Cuestión de insuficiencia, de falta, de equívoco aún en lo real de la escultura que se da a ver al otro.
Es así como en ambas esculturas hay equívocos que subsisten hoy día a la interpretación.
En el caso del David aparentemente no está circuncidado a pesar de ser judío lo que contradice la ley judaica.
En el Moisés la contradicción tiene que ver precisamente con la simbolización.
La estatua es esculpida con cuernos en la cabeza al parecer por un error de traducción de San Jerónimo del capítulo del Éxodo 34:29-35. En dicho texto se refiere que Moisés tiene karan ohr panav (un rostro del que emanaban rayos de luz).
San Jerónimo en la Vulgata lo tradujo como esset facies sua (“su rostro era cornudo”).El error en la traducción es posible debido a que la raíz trilitera hebrea krn (en hebreo las vocales no se escriben) puede ser interpretada «keren», luminosidad, resplandor, o «karan», cuerno.
Cuando Miguel Ángel esculpió el Moisés el error de traducción había sido advertido, y los artistas de la época habían sustituido, en la representación de Moisés, los cuernos por dos rayos de luz.
No obstante Miguel Ángel prefirió mantener la iconografía anterior.
Equívocos que aluden y rozan los distintos registros, el de lo real de la ausencia en los hechos de la circuncisión del David, en lo simbólico en esto de lo que se representa en los rayos de la cabeza del Moisés y en la perturbación que le genera a Miguel Ángel el escultor la insuficiencia de lo que ve con sus ojos, resaltando la diferencia de lo percibido frente a la ausencia de la mirada.
Esculturas de miguel Ángel, disquisiciones acerca a de ellas que nos permite ir dilucidando a partir de los tres registros la cuestión esencial del inconsciente y su escucha.
Digo esto porque si bien nadie se cuestiona desde la teorí
a que lo esencial en la escucha del inconsciente lo constituye el análisis del discurso del paciente siempre hay cuestiones que atañen a lo real e imaginario durante el tratamiento.
Desde luego resistencias por parte de los pacientes a perder el referente imaginario y el temor a perder ese lazo de “contención” como llaman algunos colegas. Al respecto en el trabajo con una paciente cuando pasado algún tiempo le ofrezco el diván ella se tiende las primeras sesiones con bastante curiosidad y porque no decirlo entusiasmo. Pasadas unas sesiones me refiere que no puede, que se ahoga.
Yo interpreto que se ahoga en su propio discurso que se le hace más difícil de eludir en la verdad de su propio enunciado que ya no enunciación.
No obstante y hay que decirlo que la pertinencia de tal interpretación no era tan válida. La paciente demostró con el tiempo a propósito de algunas molestias física que padecía reflujo. La posición que el diván favorecía le agudizaba los síntomas y de allí que parte del ahogo provenía de lo Real.
Desde esa vertiente en lo Real asoman muchas veces intervenciones que van en esa dirección. Ese paciente que después de unos seis meses uno observa que el lunar que presentaba en la frente ha crecido desmedidamente lo hace a uno quizás hacerlo notar en el contexto que es algo no necesariamente a escuchar (aunque eso también pueda ser un asunto a hablar). Es algo que el paciente por prudencia tendría que dar a ver en otro lugar. En la consulta de un médico especialista.
Es decir al parecer la cuestión de la escucha del inconsciente también queda muchas veces en los consultorios entreverada con aspectos reales e imaginarios que habría que preguntarse si son sólo una resistencia del paciente o son dilaciones que también alcanzan al analista.
No será que hoy día transamos demasiado con esos aspectos.
Que las distinciones formales acerca de si es análisis o no lo es, que si el paciente está listo o preparado para pasar al diván o no, que si es conveniente o no en el caso de los psicóticos o pacientes con patologías de borde, que si hay que sostener la transferencia aún en el registro imaginario no son a veces excusas para eludir lo esencial a lo que nos convoca esto de la escucha del inconsciente.
No se habrá contaminado la práctica clínica del psicoanálisis con la desconfianza al significante. Son preguntas a hacerse acerca si la valencia paroxística que ha alcanzado la cuestión de la imagen y las condiciones de lo real (como las exigencias de tiempo que nos ponen en las clínicas, que determinan los pagos en las Isapres y las prepagas) nos han hecho perder de vista aquello que se enuncia en el Argumento de este coloquio respecto:
“Entender el psicoanálisis como una praxis clínica implica sostener el imperativo de una ética: la del inconsciente y por ende su escucha”.
No será que atribuir al empedrado de los tiempos, del capitalismo feroz, de la falta de empatía social, de la soledad de los sujetos y en fin a todos los males del mundo de hoy no elude la renovación, hoy más claramente que nunca, de nuestro compromiso esencial con nuestro oficio.
Escuchar el inconsciente hoy exige, en la práctica clínica no renunciar a la escucha significante. Implica no escuchar los cantos de sirena que nos lleva a abandonar nuestra posición de analistas en esto de insistir en la palabra.
Yo escucho y corroboro en las supervisiones el temor por escuchar y sólo escuchar. Escucho demasiado observaciones para-verbales, renuncias por temor a perder el paciente como fuente de ingresos, ceder demasiado a la demanda y sucumbir ante las denotaciones de la envidia nacional.
Coraje y creatividad son las banderas que habría que recobrar ante la hostilidad de lo externo.
Creatividad, quién sabe si el oficio del analista no lo es el del artista.
El del poeta al decir de Lacan.
El del artista al modo de dejar caer, de vaciar, al decir de Miguel Ángel :
“la belleza es la purgación de lo superfluo”.
No vacilar en priorizar la escucha más allá de los determinantes externos y no olvidar que los determinantes son del inconsciente del paciente que intentamos escuchar.
Hoy día nos convocan distintas formas de demanda acerca de escuchar el inconsciente que creo es importante compartir y el largo prolegómeno de este trabajo sólo ha querido resituar con claridad una posición desde la cual es necesario analizar y recoger tales demandas.
Lo primero es no olvidar que más allá de las formas y disquisiciones teóricas hay que recobrar lo que Humpty Dumpty en Alicia en el país de las maravillas nos recordaba y el mismo Antoni de Saint Exupery en el principito.
Lo importante es lo esencial.
Se podrá escuchar el inconsciente en tanto existan analistas a hacerlo.
Hacerlo desde lo que les es propio en el esquema L que teoriza Lacan y que muchos de Uds. conocen en el eje de Sujeto a sujeto del inconsciente y no en el eje especular o imaginario a’-a’.
De palabras se trata, de discurso, de significantes.
Irreductiblemente lo único que importa finalmente es el discurso del paciente y su deseo de analizar, esto es la escucha del analista.
Lo segundo es abrirse como lo señalaba el viejo Freud a las distintas modalidades, a explorar distintas formas que ello pueda ser posible en tanto no se pierda lo esencial. Mantener la regla de oro de la asociación libre y la tención flotante.
Cada vez que surgen amenazas a la escucha del inconsciente hay que volver a los fundamentos: a la esencia de lo que implica cuchar el ICC.
En los “Consejos al médico” 1912 y “ La iniciación del tratamiento” 1913, como aún antes en los textos “El método psicoanalítico” 1904 y “Sobre Psicoterapia” 1905, Freud da directrices claras como al mismo tiempo intenta responder preguntas que lo complejizan.
En el texto “La iniciación al tratamiento” relata la carta que le envía una paciente Rusa de cincuenta y tres años demandando un psicoanálisi ya que ella enferma de desde hace 23 Años y ante la insuficiencia de otros tratamientos recurre al psicoanálisis.
No es muy ajeno a lo que nos ocurre hoy con las derivaciones médicas, donde la medicina no encuentra explicación capaz que el psicoanálisis descubra otra cosa.
Me decía un gastroenterólogo quizás tu logres ver otra cosa aquí donde yo no he encontrado nada. Yo le decía no sé si ver pero intentaré escuchar lo que probablemente no ha sido escuchado.
El caso es que ella por problemas de medios económicos y de distancia no puede permanecer en Viena mucho tiempo.
Se disculpa Freud esgrimiendo dos argumentos, uno rechazando de plano que la paciente pudiese comunicarle por escrito sus padecimientos y el replicar por esa vía.
Por otro lado reconociendo que la distancia o lejanía podía ser un impedimento de anasibilidad.
Lo curioso es que lo que más le complicaba era la imposibilidad de poder escuchar el discurso de la paciente.
Es decir no podía leerla. Había que escucharla.
De este modo e intentando avanzar un poco más en la pregunta de este coloquio cruzando la mirada más socio cultural con la clínica me gustaría analizar y proponer a la reflexión la cada vez más frecuente demanda de tratamiento por internet.
Situación que habrá que analizar casuísticamente para no responder genéricamente.- Es decir caso a caso como en la clínica.
Los tiempos de hoy han traído producto de nuevas tecnologías modos diversos de comunicación.
Son ellos válidos al llevar adelante nuestra práctica psicoanalítica.
Es algo que de lo que he querido hablar, transparentar ya que son muchos los colegas en Argentina y otros países que se ven enfrentados a encarar este asunto.
Muchos lo hacen o lo han hecho. Es decir han tenido la experiencia.
Pero también es cierto que estas sesiones que hoy se verifican preferentemente por Skype, inicialmente siempre se
han planteado como medidas excepcionales.
¿Excepcionales a qué?
Bueno que pudiendo asistir a la consulta entonces no se plantee esta opción.
Es decir que en condiciones habituales no se favorezca la sesión por Skype.
Lo que importa es que, ¿ serán las resistencias de los analistas a esta forma, será que la forma es inviable, que la teoría no lo respalda, que los resultados clínicos no son los esperados, que la cuestión de la transferencia?
Lo cierto es que la mayoría de mis colegas y yo mismo en principio nos cuesta mucho aceptar un tratamiento en estas condiciones y tendemos a tener resistencias a ello.
Más aún he sorprendido a varios pero tienen pudor a comunicarlo como si estuviesen cometiendo un acto impropio o contrariando un dogma de fe.
Sin embargo hay que decirlo que cada vez es más frecuente.
Será que nos rendimos a los tiempos y la cantinela que los análisis nos son como antes va sentando el mal precedente que el Inconsciente varía en el tiempo.
¿Puede el ICC atemporal estar influido por las vicisitudes de las ,modas y los vaivenes de los tiempos?
¿Será falta de coraje y creatividad?
Mis primeros pacientes en esta modalidad fueron dos analizantes de mucho tiempo en mi consultorio que por diversos motivos se fueron a vivir al extranjero.
Una era diplomática y después de cinco años la trasladaron a otro país desde donde ella después de explorar varios nombres que le procure y me conseguí con otros colegas me pidió la atendiese por esta vía.
Trato de calmar mi angustia diciendo que intentaría viajar cada cuatro meses y tener varias sesiones seguidas además de las que pudiésemos establecer por Skype.
La verdad es que en un principio no me pareció.
He cambiado de opinión primero porque esto ha operado. Su análisis avanza de este modo.
Escucharla no ha sido muy distinto para mí que cuando la escuchaba en el diván.
No he perdido de vista lo esencial.
El otro fue un ejecutivo que se trasladó a una alta gerencia en otro país por seis años. Al inicio no nos comunicamos. Una vez ocurrido un evento familiar bastante importante y de mucho dolor me pidió tener sesiones telefónicas.
Con posterioridad me planteó tenerlas por Skype.
Esta vez no me preocupé demasiado de mis resistencias, pensé que si un paciente que uno ha tenido por años necesita ser escuchado, simplemente no es dable negarse a ello.
También opero, tuvo progreso, elaboró el duelo y paradojalmente me sentí cómodo en ello.
Pero esto ha seguido con una paciente de Puerto Montt que no puede viajar porque es fóbica a los aviones. Nos ha permitido hablar de su padre, de las fobias que se extienden a personas y objetos.
Tenía cierto temor a tener otro hijo cuestión que ha logrado, en fin.
He visto muchos avances de los cuales por supuesto no todos han de atribuirse al psicoanálisis. Muchas rectificaciones son incluso a pesar de nosotros.
Varios hispanohablantes de los E.E.U.U. ante los resultados observados en una chica que atendí muy angustiada porque no se sentía escuchada por psicólogos americanos que hablaban español me solicitó la atendiera.
Vivía en los Ángeles y como ir a su analista (que era analista) le mandaba una hora quince de ida, más la sesión y el retorno hacían la sesión por teléfono.
Nuevamente justificando mis resistencias en esto que entre teléfono y Skype no se perjudicaba en nada y atendiendo al beneficio del idioma nativo, la tomé.
Varios conocidos de ella me han solicitado sesiones el mismo modo.
El caso es que las solicitudes suman y siguen.
Algunas las tomo, algunas propongo unas largas sesiones de prueba como Freud. Algunas no se mantienen en el tiempo, pero en general no es muy distinto de lo que pasa en el consultorio.
He tenido que analizar caso a caso que si es con cámara o no lo es, lo de los horarios y muchas vicisitudes.
No me he perdido en lo esencial y por ello el largo prolegómeno ya que eso es lo que estimo ha podido vencer mis resistencias y me permite sostener mi lugar de analista más allá de las formas.
No obstante no lo valido de igual forma que en el consultorio. Será que yo en mi consultorio estoy muy tomado por el imaginario. La cuestión es que aún me persigue un sentimiento que hacer sesiones por Skype es un desafío al dogma, que me toma en mis inhibiciones, en mis resistencias, que quizás necesito yo tb, a pesar de lo esencial del análisis, un soporte imaginario.
No lo sé. Pero me ha parecido pertinente hablar de estos asuntos en este nicho, al parecer apropiado por constituir un espacio protegido y abierto al pensamiento. Más aún en Valparaíso donde este se verifica claramente como un espacio de formación. Por ello me ha parecido apropiado hoy y aquí transparentar estas cuestiones que hacen a la práctica hoy día.
Buscar opciones hoy, explorar creativamente nuevas modalidades o formas al decir de Freud en los textos a los que he hecho referencia en un mundo que como se podrá despender de otros trabajos cierra o desfavorece las opciones de escucha del Icc, creo que es válido y al mismo tiempo necesario.