María-Cruz Estada: El psicoanalista en la ciudad
Mañana Institucional del 3 de octubre de 2014
CÁRTEL EL PSICOANALISTA EN LA CIUDAD
«La humanidad, partiendo de cero y contando sólo con su esfuerzo, ha conseguido llegar a las más altas cotas de la miseria».
Groucho Marx
Les propongo una adivinanza que hace años me propusieron a mi, o que he leído en Lacan: ¿en qué se diferencia el cuchillo de un carnicero occidental del de un carnicero oriental? Intentaré responder con este trabajo.
De todo lo que se ha hablado en nuestro cártel durante este año, ha habido sobre todo dos cuestiones que me han hecho pensar:
La primera es por qué el psicoanálisis no tiene el lugar que nos gustaría en el terreno de la salud mental, en la cultura y tantos colegas lo llevan mal a la hora de poder vivir de su consulta.
La segunda tiene que ver con una frase del argumento que hemos trabajado este año: ¿Puede aportar alguna luz el psicoanálisis frente al aumento de los comunitarismos?
Desde el primer momento en que participé en la traducción del argumento, tuve problemas con esta frase sin saber bien por qué. Voy a intentar ligar las dos cuestiones.
Si intentamos responder a la pregunta de si el psicoanálisis puede aclarar algo frente al aumento de los comunitarismos y si la respuesta es que sí, que puede aclarar, no es difícil que nos coloquemos en rivalidad con los comunitarismos. No es que sea automático, pero es probable. Y si nos colocamos ahí es por la diferente manera en que abordan los imposibles, los enigmas, los comunitarismos y el psicoanálisis.
Pero ¿desde dónde hablamos para estar enfrente que es la posición de quien aclara algo al otro? Nosotros decimos que no tenemos una Weltanschauung que oponer a la de los demás, hablamos también de la imposibilidad de que saber y verdad se recubran. ¿De qué naturaleza sería entonces esa luz que podemos aportar? ¿Sería quizá comunicándoles estas cuatro ideas que diré ahora que son cuatro maneras de decir lo mismo?:
No hay relación sexual.
No hay el objeto sino como causa.
Distancia irreductible entre ideal y objeto.
Imposibilidad de un goce total.
Es muy difícil el papel del psicoanalista en la ciudad porque ¿es que vamos a hacer un universal de ese saber que hemos obtenido en nuestros análisis para oponerlo a los ideales ajenos o a sus pretendidas verdades?
¿Opondremos acaso un anti-ideal estoico frente a lo real? ¿Es ése el lugar que quiere el Psicoanálisis? Yo pienso —y lo dije el año pasado en otro cártel— que ése es el lugar desde el que el psicoanálisis comenzó a caer en picado.
Para ver si podía aclararme más y a riesgo de caer en lo universitario, intenté hacer una distinción entre Comunidad y Comunitarismo con supuestas afirmaciones distintas para cada uno:
Comunidad:
– Ya que el objeto no existe, ¿por qué pelear por él?
– Se es capaz de ceder para compartir con otros.
– No se insiste en ser UNO, se es uno más de los colegas o de la fratría.
– Reconocimiento de un imposible frente al cual se necesita de algunos otros.
Comunitarismo:
– Se produce una negación de lo imposible o un intento de obturarlo.
– Velamiento de la falta, de la castración.
Una analizante que tiene un padre muy acosador, tanto que ella vive fuera de su país, salió durante dos meses con un hombre sin compromiso, pero este verano se enamoró de otro con el que quiere vivir una relación… y desapareció de la vida del primero. Entonces él empieza a ponerle Whatsapp a la vuelta de las vacaciones para encontrarse con ella… quien no le responde; él insiste y entonces ella se encuentra en la repetición que yo ya conozco, quejándose del acoso de su amigo, como antes se quejaba del de su padre. Pero esta vez la cosa ha cambiado y en la siguiente sesión dijo que había decidido llamarlo para verse y explicarle lo que ha pasado.
Lo que me hizo pensar que había habido un cambio en su posición enunciativa no fue eso, sino lo que añadió a continuación: «voy a hacerlo porque no lo hago por buena educación, ni por moral, sino porque lo que viví con él tuvo un valor y no puedo dejarlo como si no hubiera sido nada. Es por eso por lo que tiene derecho a una explicación».
Es decir que puede reconocer un espacio entre ella y el otro como sujeto, espacio que abre a la alteridad, del que no hay por qué huir ni velarlo, lo que haría de su antiguo amigo un objeto propio que, por lo tanto, se puede hoy tomar y mañana dejar. En ese vacío, ella ha puesto los andamios del relato, del pensamiento.
Para sostenerse en estas posiciones hace falta relato. ¿Por qué? Porque las pérdidas son difíciles de soportar en seco…
Escucho a personas que hicieron un breve análisis y que ante una pérdida dicen: «Es lo que hay» (en francés es un poco más amable: «Il faut faire avec»). Bueno, no está mal, pero no se le puede decir a un niño que acaba de perder a su padre «Es lo que hay», ¿no? Sería como decirle «has perdido a alguien importante porque todos los objetos de amor se terminan perdiendo y no hay nada que hacer», así que pondríamos la conclusión por delante del trabajo de elaboración que puede durar toda una vida, el tiempo para comprender. En España decimos que es poner la carreta delante de los bueyes. La consecuencia de esta precipitación sería o bien ir a buscar otra persona a la que poner en el lugar de esa pérdida y soldarla bien para que no desaparezca, o bien melancolizarse.
Sería ir del lado de la verdad universalizable para arrojar luz sobre la vida de los demás. Por ello me pregunto por la crítica que hacemos a los comunitarismos, si esa es la posición que nos corresponde como analistas, lo que no nos obliga, evidentemente, a comulgar con ellos.
Hay dos posiciones muy distintas, capaces en principio de abrir un espacio en el Otro: una es la histérica que, frente al Otro, arroja una luz sobre su falta y le obliga a defenderse de ella… de la falta y de la histérica. Otra es la posición del no-todo que, simplemente por su manera de estar, ya muestra que el Otro es no-todo sin oponérsele.
Ahora ya se han dado cuenta del por qué el cuchillo del carnicero occidental y el del oriental son distintos (bueno, se trataría de un oriental que leyera o compusiera haikus o así, no cualquiera). Si el del occidental está todo mellado porque corta por cualquier lado, el del oriental tiene el filo perfecto porque aprovecha los huecos mínimos entre huesos, músculos, siguiendo las fascias para cortar por ahí sin entrar como un potro en una cacharrería; entre su filosofía oriental en torno a un vacío y sus actos hay una coherencia. Si los analistas entramos como Atila en Roma, no podemos quejarnos después de que por donde pasa nuestro caballo no vuelve a crecer la hierba.
La otra posibilidad es intentar transmitir la de cosas interesantes que se pueden fabricar en ese vacío. Y para transmitir esto nos es necesario el relato… y para que haya relato tiene que haber deseo, porque si sólo se ve el Ideal en su aspecto de pulsión de muerte, se convierte en insoportable. Quienes hayan visto el film «Fanny y Alexander», de Bergman, recordarán cómo se pueden ver estos dos modos de plantear el ideal.
Entonces no se trata de decir que tenemos la verdadera terapia del autismo frente a los conductistas, ni de enseñar que no hay nada que hacer con las pérdidas frente a nuestros analizantes. Y, sobre todo, tenemos que predicar con el ejemplo, no dejando que se instaure un divorcio entre nuestras palabras y nuestros actos.
Hace falta tiempo para poner en marcha un trabajo de cártel, para elaborar cada uno su posición. Estoy de acuerdo con que AF necesita gente que pueda dar ideas rápidamente sobre temas calientes de nuestras sociedades. ¿Dónde están? Serán bienvenidos al cártel. Yo no puedo dar ideas fácilmente sobre el matrimonio homos
exual o sobre la terapia del autismo porque son dos temas que no me son familiares. Primero necesito situarme en relación con el lugar del analista en la ciudad, o sobre el inconsciente y la política y, además, conocer bien los temas, y eso me llevará mi tiempo.