Laurent Ballery-¿Sigue vigente la cosa pública?

Mañana Institucional del 3 de octubre de 2014

CÁRTEL: EL PSICOANALISTA EN LA CIUDAD

 

¿Podemos preguntarnos si, como el psicoanálisis, la cosa pública (res publica) sigue vigente?

Las prácticas neoliberales hacen del mundo el objeto de una apropiación privada y saturan el espacio privado  con la producción sin límites de mercancías. La deuda pública es aun más denunciada y remarcada que el dominio público, que, tomando los términos del último tratado económico europeo, altera de manera desleal la libre competencia.

Pero se piensa menos en hablar de la deuda privada respecto a lo público, aquella que todo actor económico contrae respecto al bien más público, la lengua,  y sin la que sólo reinarían las relaciones de fuerza comprometiendo cualquier posibilidad de un mercado.

Sin embargo, sin espacio público, no es posible un mundo común1. Común en el sentido en el que en este espacio los objetos pertenecen a todos, como las obras culturales por ejemplo, y que a lo largo del tiempo, pueden ser transmitidas uniendo así las generaciones. Estos objetos nos relacionan y nos separan a la vez. Así pues, el dominio público se sitúa del lado del tercero simbólico. Pero ésto no es bastante para definirlo.

El espacio público está constituido esencialmente por la palabra y el acto, que no pudiendo producirse aisladamente, requieren de aquel al mismo tiempo que lo crean2.  Es únicamente delante de un público, tomando el riesgo de la palabra y del acto  como el sujeto manifiesta quién es, esta  singularidad de la que no es dueño, como decía  Hannah Arendt. ¿No es así como puede ser entendido el aforismo de Lacan: “El inconsciente es la política”?

Puesto que el acto y la palabra producen la singularidad del sujeto, producen de hecho también la pluralidad humana. Esto último, vuelve  público y objetivo el mundo en el sentido en el que una masa de individuos teniendo una visión idéntica del mundo no constituiría, por así decirlo,  más que una suerte de  inmenso punto de vista subjetivo, privado, en este sentido: es el «pensamiento único» desprovisto de cualquier alteridad. Es por ello que la pluralidad no se confunde ni con la alteridad – el pensamiento llamado alter-mundialista que podría muy bien coincidir con otro pensamiento único opuesto, en espejo con el discurso capitalista -, ni con la multiplicidad que puede no ser más que una apariencia de pluralidad ocultando la repetición del mismo punto de vista.
El espacio público es un efecto del acto y de la palabra y solo existe en este sentido, mientrás existen los que lo animan, hablan y actúan, a diferencia de los objetos fabricados que sobreviven al proceso de producción pudiendo ser consumidos, vendidos y transmitidos. Podríamos hablar a este respecto de un «efecto-público» de la misma manera que de un «efecto-sujeto». Los «seres hablantes» 3 así reunidos forman una red. La noción de Arendt parece adecuada para pensar las relaciones entre los sujetos hablantes reunidos en “red”4 – ya fuese en forma de asociación de analistas – con el poder político, e incluso con la violencia del Estado. Puesto que no se puede acabar con una red, su poder, más que por la fuerza o la violencia, reconociendo así su impotencia para destruirlo de otra manera.

Presentándose como el único discurso realista y pragmático, adosándose al discurso de la ciencia, el capitalismo puede negar la pluralidad humana y proclamar que no hay ningún otro mundo posible. Respecto a esto, se puede hablar de un efecto forclusivo del capitalismo en relación al dominio público. Por ello, a diferencia de los “cuatro discursos”, el del capitalismo no sólo no puede fundar un lazo social sino que más bien produciría su disolución. Como lo ha evidenciado Radjou Soundaramourty, en el discurso capitalista el objeto ‘a’, la producción, es recuperado por el sujeto. No hay un “im-posible” sino más bien un “un- posible”5. Así que el objeto no está tanto del lado de lo no especularizable, sino que es pervertido en tanto objeto de consumo. Así que el sujeto puede asimilarse a una mercancía, un objeto verificable (vigilancia), evaluable ( neo- Management) y medible (discurso de la ciencia), sin tener en cuenta -especialmente en los lugares de cuidado- ninguna dimensión de la intimidad, confidencialidad necesaria en el despliegue de la palabra.

Entonces toda la cuestión está en preservar este im-posible ante la tentación, siempre presente, de tapar el agujero con las diferentes ideologías políticas o religiosas y, llegado el caso, de reapropiarse del espacio público, incluso de conquistarlo; o más bien abrirlo y crearlo al mismo tiempo, admitiendo de esta manera que ningún espacio público preexiste al acto y a la palabra. En este punto coincide el deseo de analista – en su tentativa de abrir permanentemente el espacio del sujeto, es decir, la eficacia propia de su acto – con la dimensión política. Ya que ¿en qué trabajan los analistas sino en la emergencia de lo singular, de la subjetividad?.

Es verdad que el analista actúa en la íntimidad de la palabra, lo que requiere de un espacio privado al abrigo de toda luz pública. Pero más que en una oposición entre un interior (el gabinete privado) y un exterior (el espacio público de la agora), el recurso de la topología en la clase de la Banda de Moebius no sólo  permite poner en evidencia  la  vecindad íntima  sino también el pasaje entre la emergencia de una palabra singular y la dimensión política que esta singularidad – constitutiva de la pluralidad- produce.

Si efectivamente no hay un espacio público sin espacio para la palabra es porque espacio y palabra pueden ser articulados de modo que se pueda concebir que exista una coincidencia entre el “abrir”, en el sentido de hablar, y crear un espacio.

La propuesta de Guy Dana en su libro ¿Qué política para la locura?6 nos permite pensar esta cuestión del “abrir/cerrar” un espacio. Reflexionando sobre la psicosis y la política de la locura en el hospital, la noción de espacio le permite establecer una conexión entre política y psicoanálisis, en tanto ambas, tendrían algo que ver con la cuestión del lugar vacío, de la diferencia, del im-posible: espacio psíquico del psicótico invadido por el discurso del Otro; espacio social saturado por el discurso capitalista.

La noción de “abierto” que propone el autor, supone -tras Lacan- la concepción de una pareja  espacio-lenguaje. Metonimia y metáfora, contigüidad, desplazamiento, sustitución significante, nos hacen aprehender su dimensión espacial. De hecho, el lento trabajo de subjetivización consiste en desprenderse de la lalengua, en la diferencia creadora de un nuevo espacio entre lengua y palabra.

El dispositivo analítico -asociación libre y atención flotante- permite ofrecer un espacio a la contingencia, al imprevisto, a lo heterogéneo, constituyendo una ganancia de espacio psíquico. Es así como entiendo  la frase de Freud: “ Wo es war, soll ich werden”, donde el wo – el donde – no solo designa el espacio sino también la idea de una orientación sin la cual el espacio no podría ser subjetivado como tal. Sin duda, es el falo el que permite orientarse en este espacio, este “wo”, el que vectoriza la remisión de un significante a otro (de otra manera indefinida) introduciendo un punto de parada.

Así se puede  concebir la articulación entre acto psicoanalítico y política: permitir al sujeto abrir y dividir la masa  para crear una pluralidad. La política como el psicoanálisis son laicos únicamente a condición de que se pueda admitir y preservar esta dimensión de lo imposible.

A primera vista preservar el lugar vacío de este imposible parece revelar una utopía. Acepto este término a condición de tomarlo no en el sentido imaginario
de una ilusión consoladora sino en el sentido propio de un neologismo: algo que se sitúa en ninguna- parte (u-topia), como el “wo” del “wo es war”. Dicho de otro modo, como una ficción en el sentido de « rallonge symbolique » 7(“prolongación simbólica”) permitiendo elaborar algo a partir de este lugar vacío, sin taparlo ni ocupar este imposible de lo real.

La u-topia designa un lugar que no existe en ninguna parte, es decir, el espacio al cual remite no es del orden de lo que puede ser situado, como el objeto a con el que se confunde entonces : ni localizable, ni imaginable.

A partir de esta idea, me pregunto ¿si no podríamos considerar el dispositivo analítico del cartel como una utopia política en acto? Su nombre evoca
l´écartèlement (en español : « descuartizamiento” y « división ») no en el sentido de un desgarro, sino de lo que separa, divide, abre un espacio. El +1, inscrito en el corazón de este dispositivo, marca la presencia de este imposible y presentifica así la u-topia obstaculizando la privatización de un grupo encerrado de manera narcisista en su particularismo. El +1 obstaculiza la constitución de lo Uno y funda la pluralidad.

La dimensión pública resulta de lo que se produce en el  uno por uno. El público no es “todo el mundo”, sino “algunos otros”,  ya que no es el número lo que hace al público. Público entonces, no en el sentido de lo que es “común a todo el mundo”, sino en el sentido de lo que puede ser transmitido a “algunos otros”.

¿Podemos ver, debemos ver en la resistencia manifestada por sus participantes a mantenerse en un grupo de trabajo en beneficio de la constitución de un cartel sobre psicoanálisis y ciudad – y precisamente porque se trata de la cuestión política – la expresión de un deseo de constituirse según una estructura propia para mantener la cuestión del lugar vacío y permitir así la emergencia de la palabra singular del uno por uno ?

¿El dispositivo del cartel en una asociación psicoanalítica, no se revela apto – desde la perspectiva de la reflexión sobre la dimensión política del psicoanálisis- unicamente en tanto mantiene la diferencia necesaria (diferencia concebida a la vez como separación y relación) con cualquier demanda de la asociación; castración institucional, garantía misma de su pluralidad y de su dimensión pública?

 

Laurent Ballery

Texto traducido por Sofía Ortega Gutiérrez

 

Notas:

1- Me refiero a los análisis de Hannah Arendt, in Condition de l’homme moderne, Calmann-Levy, 1983, ch. II.

2- Ibid cap. V

3- En referencia a la expresión de Jean-Claude Milner, in Pour une politique des êtres parlants (Para una política de los seres hablantes), court traité politique 2, Verdier, 2011.

4- Noción elaborada por Hannah Arendt, in Condition de l’homme moderne, op. cit., pp. 238-247.

5- Cf. Radjou Soundaramourty, « le politique comme un/im-possible », texto presentado en el marco del seminario tématico de este año en Paris.

6- Guy Dana, Quelle politique pour la folie ? Le suspense de Freud, Stock, l’autre pensée, 2013.

7- Dirigido por Claude Dumézil, A l’école du sujet, Eres, 2003, p. 36.

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