Radjou Soundaramourty

Cártel de Protocolo 2012-2014

3 de octubre 2014

 

De una denegación.

En octubre 2013, en un encuentro del cartel en el momento del congreso, recibí con estupefacción mi asignación hecha por mis colegas del buró, como nuevo coordinador.
Muchas personas me felicitaron amablemente, incluso algunos me dijeron: “¡Ya está! ¡Lo conseguiste!”. Mis reacciones ante eso fueron defensivas o incluso de molestia: “Para nada, nunca traté de ser coordinador” o “de buen grado hubiese evitado tal cargo” o “sabes, no me queda más remedio, no tengo muchas más alternativas”. No llegué a decir que era por defecto, pero casi. O incluso: “Sabes, no es un título, es tan solo una función. Es más una cruz que otra cosa. No es una sinecura. Nada honorifico.”
Cuando colegas de otras asociaciones para los cuales « coordinador » necesitaba de una traducción, me decían que « coordinador » era como « presidente ». Yo les decía que no, que no era eso exactamente. Que además éramos dos coordinadores y no un presidente. Quizás para evitar riesgos de abotargamiento imaginario.

También tuve esos propósitos con mis colegas del cartel del protocolo institucional. Delante de sus sonrisas chistosas y burlonas, acabé por admitir que se trataba de la denegación. Sí, claro, no había acabado ocupando esta función por una mera casualidad. Sin duda, era un reconocimiento de parte de mis iguales de que sin duda estaba habilitado para ocupar esta función. Esto, llegó en un tiempo lógico que he aceptado y que he procesado dentro de una necesidad lógica. De ocurrir dos años antes, esto hubiese sido inoportuno, pero hoy era sin duda el momento.

Hoy este acontecimiento aclara comentarios escuchados ya en su momento.

Con respecto al pase sin nominación en correlación al protocolo institucional que trata la nominación con la enrevesada formulación del reconocimiento establecida por la asociación (« La asociación se propone para reconocer aquellos de sus miembros cuya práctica clínica y teórica constata de la ética psicoanalítica tal y como la sostiene la asociación a través de su experiencia.” ), colegas de otras asociaciones me han dicho en varias ocasiones que evitábamos la dificultad de la cuestión de la nominación en su dimensión de corte, de castración institucional. Toda la cuestión del protocolo institucional trata sin embargo de ese desafío, tema esencial para el dispositivo del pase en si-mismo. “Cada cartel tiene el deber de establecer una lista de nombres. Deberá sostenerlo por un trabajo escrito. Tras esto, se juntan las listas y se hacen públicas al mismo tiempo que los textos producidos por los dos carteles” dice el artículo 8 de los estatutos. La lista de los nombres es a veces tomada a la ligera, como si no fuese tan importante. La prueba de ello es que son constantemente perdidas. Si por ejemplo se ha dado el caso de que algunas han desparecido por un fallo del disco duro de la asociación, pues personalmente, no creo en los actos fallidos de los ordenadores. Es la marca misma de esta denegación que lleva a decir que estas listas de nombres no son importantes, razón de más entonces para escribir textos sobre esta cuestión de la nominación.

En el seno de la asociación, oficialmente no hay más que una categoría de miembro, pero algunos dicen, y con razón, que en los hechos hay varias categorías: Los que están en la lista y sobre todo lo que no están; los parisinos y los españoles o los de provincia; los miembros fundadores (aunque ya no quedan muchos); los de la “oficina” y los demás; los que tienen analizantes miembros de la asociación de un lado y los demás; los que tienen la responsabilidad de un grupo de lectura; los que toman la palabra y los que hablan poco; los que representan la asociación aquí o allá, etc… La dimensión de la transferencia, de las transferencias de trabajo, hacen que nos encontremos con otras divisiones, otras diferenciaciones.

Hemos buscado criterios para establecer esta lista. Primero surgió que la lista no era exhaustiva porque dependía de los encuentros y de los efectos de desplazamiento que han podido darse de manera contingente sobre tales miembros del cartel que han podido o no transmitir algo a otros miembros de este cartel. ¿Qué queda entonces del deseo del analista y de la manera en la que tal o tal colega nos pareció poder sostener algo, en extensión, en los diferentes lugares de enunciación de la asociación? Además de que el narcisismo de cada uno, registro imaginario, no es insignificante en las reivindicaciones o las denegaciones (es del mismo orden), me parece que si no queremos encerrarnos en una perspectiva igualitaria, « una sola categoría de miembros », esto no quiere decir que no haya diferencias establecidas entre los miembros en el seno de la asociación. « Una sola categoría de miembros » y « la institución si existe, no es otra que la cura misma” son también principios escritos en los estatutos pero que deben trabajarse como ficciones. Esto es lo que nos lleva al trabajo en este cartel, con efectos en lo real que son esperados.

 

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