Roberto Gattas: "En jaque…un caso de clínica infantil"

Si lo que nos convoca el día de hoy es pensar la vigencia del psicoanálisis, pienso que es porque en los tiempos que corren, la urgencia, la respuesta inmediata de las demandas, el restablecimiento de la productividad y por ende, la extirpación de aquello que nos hace “fallar”, es algo con lo que nos encontramos en nuestra clínica cotidiana. Recuerdo aquel tipo de tratamiento que es posible de escuchar en la radio, que promete la más rápida y eficaz “cura”. Digo esto porque ante tanta demanda y promesa de éxito terapéutico, el psicoanálisis apuesta por un camino distinto… si pudiese decir algo, digo que el psicoanálisis puede sostener su vigencia por la transferencia.

La noción de transferencia aparece en la obra freudiana por primera vez, en el apartado final su escrito “Estudios sobre la Histeria” en 1895, para dar cuenta de un fenómeno particular que observó en la relación analítica por parte de la paciente y el analista; aquel, hacía referencia a un episodio que representaba un “obstáculo” de carácter externo que se producía en el curso de la cura. Esto llamó poderosamente la atención en Freud, a tal punto que se hizo cargo de trabajar sobre ella a lo largo de toda su obra y los distintos fenómenos asociados a su presencia; es así como llegó a denominarla como “la más poderosa palanca del éxito” y “el más poderoso resorte impulsor del trabajo” (1917), no obstante, también “la más fuerte resistencia al tratamiento” (1912). Representó sin duda, un gran escollo para Freud, más aún cuando evidenciaba a posteriori, los efectos de la imposibilidad de su “dominio”, episodios de enamoramiento producidos con la figura del analista, como también fuente de las más tenaces resistencias; en efecto, señaló que se trataba de un “amor genuino”, pero también instancia de reediciones de sentimientos hostiles. En fin…verdaderas problemáticas cuyos avatares en la clínica, se juegan en nuestra cotidianidad incluso previo a una primera entrevista.

Gabriel, de 13 años, es traído por su madre, Andrea, y me dice que viene a consultar conmigo, por recomendación de una madre a cuyo hijo atendí anteriormente. En este primer momento, ya se está jugando algo de la transferencia…en primer lugar, transferencia con la madre de cuyo hijo atendí y terminó su tratamiento, y por otra, el voto de confianza que la madre de Gabriel me da, ante las dificultades que su hijo presenta… es una derivación en transferencia…nosotros escuchamos, pero no podemos asegurar un éxito… pues si vienen a consultar, es justamente por aquello que no resultó, por sus fracasos y de ellos, nosotros aprendemos. Ningún caso es igual a otro, por mucha similitud que exista entre los síntomas…no se trata en efecto, de una reducción a lo sintomático… es una clínica realmente del “caso a caso”. Su madre dice que Gabriel ha sido expulsado de su actual colegio, por robar a la directora… además es insolente, contestador, mentiroso y roba dinero a Andrea… con estos antecedentes difícilmente puede ser aceptado en otro colegio; se encuentra “en jaque”, ya sea frente a su madre como ante el sistema escolar. Gabriel, con sus ojos llorosos, reconoce lo que me cuenta su madre con un tono de voz infantil y con una ingenuidad que me hizo dudar si realmente sabía lo que estaba haciendo. Vive también con su padrastro, pues Andrea se separó del padre biológico cuando Gabriel tenía 1 año aproximadamente. Tiene contacto con él, lo visita, pero a ambos les dice “papá”, acompañándolo de sus nombres, por ejemplo: Papá Antonio. Tiene buena relación con ambos, pero ningún padre es demasiado partícipe de las actividades de Gabriel.

La madre, la hermana…las mujeres

La madre de Gabriel constantemente se queja de él, dice no saber qué hacer pero a la vez determina todo lo que debe hacer… sólo ella tiene el “derecho” a regañarlo, no permite que nadie le diga algo, por muy mal que esto sea. La mayoría de las veces, cuando destaca algo positivo de él, se acompaña con una descalificación que Gabriel resiente reclamando algo más de “justicia”. Gabriel está enojado con su mamá, pero también con su hermana porque ella recibe mayores beneficios en la familia… no la mandan a hacer cosas, va con su madre de compras, la reconocen por ser una buena estudiante, es decir, todo aquello que Gabriel no es para su madre… él me dice “yo creo que mi mamá es así con mi hermana, porque son mujeres”… ¿qué significará esto de ser mujeres para Gabriel?, es algo que se me presenta como enigmático. No le interesan las niñas, más bien tiene una actitud infantil para los 13 años que tiene; no ha pololeado ni es un tema al que quiera referirse aún. Se siente el “peón” de las mujeres, el que está en primera línea y tiene movimientos limitados dentro de su tablero… un peón que recibe órdenes directas de una reina omnipotente. Eso es lo que reclama, justicia… ¿de qué? De las diferencias que la madre hace entre su hermana y él, de las órdenes que recibe y de las quejas y castigos constantes…la justicia que él pide, yo lo entiendo como el llamado a una ley.

Como sabemos en la clínica infantil o adolescente, la transferencia con los padres es también fundamental, porque son ellos quienes deciden si “llevar” a su hijo a las sesiones o no, como también son ellos quienes sostienen económicamente el tratamiento. La transferencia con la madre no fue algo fácil… me generaba cierto rechazo las constantes críticas y quejas que hacía de Gabriel, como también quejas implícitas al tratamiento porque no veía cambios. Siempre había algo por lo cual reclamar…también algo de la “injusticia” sentí, como también sentí que el tratamiento podía estar “en jaque”… cada movimiento posible de hacer con la madre, tenía que ir en dirección de sostener la transferencia, pero no se trata de movimientos calculados, ni estructurados, porque creo que esto se juega en el momento mismo del encuentro. Escuchar e intervenir con la madre, es algo que me resultó dificultoso, más aún cuando durante las sesiones con Gabriel, ella esperaba afuera, sentada en el sillón más cercano a la puerta y luego de nuestra despedida, acorralaba a su hijo con preguntas acerca de lo que habíamos hablado. Es así en cuanto un analista debe callar de lo propio, para actuar «sin deseo y sin memoria» al decir de FREUD. Por eso no se trata de contratransferencia, sino de escuchar qué sucede y por qué.

Dirección del trabajo analítico

Por lo general, los niños pequeños eligen el dibujo, los juguetes, las plasticinas o los títeres para comunicarse conmigo en las sesiones; los adultos lo hacen mayoritariamente por la palabra, directamente… Gabriel tiene 13 años, pero ni los títeres ni los dibujos, eran actividades que a él le llamaran la atención para comunicarse conmigo. Así, le pregunto qué cosa le gustaría hacer en sus sesiones, permitiendo que en ese espacio que se establecía “para él”, pudiese elegir libremente. Me llama la atención que me pregunta si sabía jugar ajedrez… yo le dije que sí, muy entusiasta y pensando simultáneamente cuándo había sido la última vez que había jugado…¿10 o 15 años? Con una habilidad que dejó en evidencia mi falta de práctica, no fue difícil hacerme un jaque-mate en poco tiempo; sin embargo, el ajedrez se fue convirtiendo en el escenario en donde se fue instalando la transferencia y “jugando” el tratamiento… no se trata de un juego solamente…es un juego que se acompaña de palabras, de un lenguaje, de su posición, del “peón” que le tocaba ser en su familia y del “alfil” que le gustaría ser… una vez, que al fin gané, él me dice: “necesito una nueva estrategia”… le digo que sí, que necesita una nueva estrategia, en tanto que en su valor significante, permitió el despliegue de otros temas, como la relación con su mamá y su hermana, las dificultades en el colegio y
la relación con su padre. Yo pensaba que las cosas iban bien, el ajedrez estaba permitiendo el despliegue de su palabra, asistía regularmente y de manera puntual, pero comenzaron algunas ausencias sin justificar, silencio en las sesiones… es decir, quien estaba en jaque era yo y era yo también quien necesitaba una nueva estrategia. Me dice que no ha venido por su “cansamiento”…¿será que se estaba cansando de mentir?… lo invito a mover las piezas, le pregunto nuevamente qué le gustaría hacer. En esta ocasión, me plantea la idea de invitar gente a las sesiones…pero no a cualquiera… me parece una buena idea y acordamos la forma en que se haría. Él cuidadosamente elige a quién quiere invitar primero, a quién después y qué preguntas hacerles… ¡era toda una entrevista!… la diferencia, es que me pide a mí que sea el entrevistador y él un espectador de las respuestas que sus queridos invitados dan. El primero es el padre biológico… me pide que le pregunte “a qué colegio le gustaría que se inscribiese para el año siguiente”, “si cree que Gabriel ha cambiado su comportamiento” y una última muy particular: “por qué llega siempre tarde a las cosas”… el padre me mira, como no entendiendo el sentido, yo pensé que lo había entendido, pero en más de un sentido…Gabriel interviene y le aclara que es porque llega atrasado a las citaciones o encuentros…luego de responder eso, intervengo y le digo que me había parecido que pensado algo más…y me dice que sí… que siente que ha llegado tarde también en su relación con su hijo… una suerte de confesión ante a él… yo sólo respondo que aún no es tarde. Luego fue el turno de su hermana y me dice que quiere invitarla porque se están llevando mejor y también prepara muy preocupado, sus preguntas… la primera: “Si cree que ha cambiado su comportamiento” y luego “por qué cree que se están llevando mejor”. Son preguntas que apuntan al reconocimiento y a su narcisismo… ser algo más que el niño problema del que su madre se queja.

Continuamos jugando… me pide jugar a las “damas”… cuando le gano, me dice: “necesito una estrategia”… yo replico: “una estrategia con las damas”… se ríe porque entendió que no sólo me refería al tablero. Así, con sus movimientos, ahora quiere venir sólo a sus sesiones, porque no quería que estuviera la mamá escuchando…la estrategia estaba de mi lado ahora… comunicárselo a la madre, que como dije anteriormente, se quedaba muy cerca de la puerta. Aquí en este punto, debo señalar que algo de la transferencia se había instalado con la madre, pues aceptó la sugerencia de que Gabriel viniera solo, considerando que son “sus” sesiones y ya está en edad para asistir sin compañía. Asiste entonces sólo, la madre permite este espacio… espacio de sujetos, de subjetividades…deja de ser la reina del juego y deja pasar a su hijo a que haga el propio…

Si el psicoanálisis tiene vigencia actualmente, creo que es porque permite hacer una apuesta a mover las piezas, cambiar los lugares, hacer nuevos movimientos, pero todo por y en transferencia. Gabriel ideó su estrategia… ese espacio abierto, esa posibilidad que ofrece un “jaque” y que la diferencia de un “jaque-mate”… mueve sus piezas, yo muevo las mías… la transferencia pone en jaque, se nos presenta como un obstáculo, como nos advertía Freud, pero también es donde se juegan las posibilidades “otras” de ser, con menos sufrimiento.

 

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