Robert Lévy: Sesión de Apertura

Neurosis, psicosis y perversión, ¿último bastión frente a la exclusión del sujeto del inconsciente o psicopatología en desuso?

Madrid. Seminario del Auditorio. Septiembre 2015

Voy a intentar aclarar un poco estas palabras que parecen fáciles, pero que no lo son: psicopatología, sujeto, sujeto del inconsciente, etc. a partir de Lacan.

Además hay una especie de paradoja o contradicción al decir ¿serían las estructuras psicopatológicas: neurosis, psicosis y perversión el último baluarte para proteger al sujeto? Porque estamos acostumbrados a lo contrario, con la psicopatología en general y con los diagnósticos, es decir a hacer entrar el sujeto en una especie de semiología universal.

Voy a intentar desarrollar estos conceptos.

Freud construyó una concepción llamada “metapsicología”, es decir, algo que se opone al “alma”, en su tiempo las religiones atribuían al alma la conciencia filosófica de la psique, Lacan lo complemento sacando definitivamente fuera del psicoanálisis al sujeto filosófico, es decir, él hizo un trabajo de «desontologización», abriendo así la vía de la dimensión del sujeto del inconsciente.

La noción de sujeto en Lacan, concierne al paso de la sociedad a la familia y de la familia a la mirada antes de identificar más tarde el lenguaje como lugar propio del inconsciente. Y es en la medida de la relación del sujeto consigo mismo, es una relación consigo mismo como otro. Esto para introducir la cuestión fundamental de que el sujeto es un otro. La identificación como sujeto pasa indudablemente por el otro, no hay sujeto identificado a sí mismo, eso no se puede.

Es decir, que está relación del sujeto consigo mismo es un relación con un otro que tiene que ver con lo social. El otro es también el otro de lo social debido a una deficiencia interna que obliga al sujeto a esta construcción pasando por otro. Y el sujeto en sí mismo es el efecto de este campo que lo rodea por todas partes. Lacan dispone casi después de la II Guerra Mundial, con la obra de Lévi-Strauss, de los elementos necesarios para poder plantear una anterioridad y la determinación necesaria de la presencia de una cultura como sistema de clasificación combinatoria. Es decir, la combinatoria de los elementos de la cultura es la aportación de Lévi-Strauss, pero esta combinatoria es una manera de permitir, dentro de lo que Lévi-Strauss llama la naturaleza, elementos empíricos, una manera de disponer de una segunda naturaleza y así asignar a los individuos un lugar y una función. Cada individuo tiene un lugar y una función en la cultura que como ya propone Lévi-Strauss es una diferencia entre cultura y natura. El otro es el otro de esta combinatoria.

Pero eso no es suficiente para un lugar ni un estatuto de sujeto. El individuo y el sujeto son dos elementos absolutamente distintos. Y ahí se diferencia Lacan de Lévi Strauss, es decir para Lacan, la elaboración del sujeto solo se puede construir de manera definitiva con el lenguaje. Es decir, que la ubicación que Lévi-Strauss hace entre cultura, natura y función y lugar del individuo no produce de manera definitiva lo que Lacan llama sujeto del inconsciente porque para eso es necesario pasar también por la lengua. Y la lingüística dará a Lacan, a partir de la obra de Saussure, las leyes del funcionamiento de estos sistemas y en consecuencia del sujeto en sí mismo.

Dice Lacan en el Seminario XI (pág 28): «en nuestros días, en este momento histórico de la formación de una ciencia -que podemos calificar de humana pero que es preciso distinguir de cualquier psicosociología-, a saber, la lingüística, cuyo modelo es el juego combinatorio que opera espontáneamente, por sí solo, de manera presubjetiva, esta estructura le da su estatuto al inconsciente. En todo caso, ella nos asegura que el término inconsciente encierra algo calificable, accesible y objetivable».

Es decir, que ahí Lacan corta definitivamente con Lévi-Strauss, éste queda en una especie de combinatoria psicosociológica con los mitos, etc, y Lacan nos dice que eso no nos da elementos suficientes para ubicarnos en el sujeto del inconsciente, que sobre todo se ubica pasando por la cuestión de la lengua, del lenguaje. Y dentro de este lenguaje es otra combinatoria que la que propone Lévi-Strauss.

Esta declaración de Lacan podría ser suficiente en sí misma como crítica definitiva a cualquier intento de lo que Melman llama la Nueva Economía Psíquica, efectivamente Melman de nuevo regresa a una actualidad social, punto sobre el que vamos a volver luego.

Hay que escuchar bien que en la elaboración del sujeto que hace Lacan, éste no puede tener su lugar sino en tanto que podamos pasar por el estadio del espejo.

Primer punto: No hay lugar para ubicar al sujeto sino es a través de la combinatoria de la lingüística, para Lacan es la linguistería y segundo punto tampoco se puede ubicar solo con la linguistería sino también con el estadio del espejo.

En efecto, el estadio del espejo es para Lacan el punto fijo a partir del cual él intenta un nuevo concepto que unifica y cristaliza el conjunto de los desplazamientos que él había ya efectuado hasta este momento para concebir una teoría del sujeto que no cesará de profundizar y que le permitirá a partir de ahí su «vuelta a Freud» (La cosa freudiana 1955). Por eso es importante, no solamente es la invención del nuevo concepto del sujeto del inconsciente, antes de Lacan, no se hablaba del sujeto del inconsciente, se hablaba de inconsciente, consciente, de las teorías de Freud; pero como concepto sujeto del inconsciente tenemos que esperar a Lacan y lo interesante es que esta novedad le permite su vuelta a Freud.

Es bastante curioso el destino de lo que Lacan llama “primer pivote en su intervención en la teoría psicoanalítica», (Ecrits p. 67. Nota 1 en el artículo ‘De nos antécédents’) porque su primera ocurrencia data de 1938 y figura en su artículo sobre ‘La familia’ y lo que en estos momentos desarrolla es el material que retoma de su intervención en el Congreso de Marienbad en 1936, del que nos queda solo el título en inglés “The looking glass phase” y del cual solo quedan dos preguntas del artículo que él escribió también en 1936 y que son las siguientes:

«¿a través de las imágenes, objetos de interés, cómo se constituye esta realidad donde se establece universalmente el conocimiento del hombre? ¿a través de las identificaciones típicas del sujeto cómo se constituye el juego en el qué se reconoce?»

Bueno dos preguntas bastante fundamentales, cuestión de la realidad y la cuestión de qué es una identificación en el sujeto, es decir cómo se identifica un sujeto. Dos preguntas donde una tiene que ver con la otra. Vemos que la cuestión primera de la realidad da una abertura para la introducción de lo real y la segunda identificación será el desarrollo de la cuestión del sujeto del inconsciente.

Ese texto en inglés es un texto perdido aunque figura en las referencias bibliográficas cronológicas de los Escritos y que no podremos leer sino en su comunicación de 1949 en el Congreso de Zurich que fue titulado “El estadio del espejo como formador de la función del yo”.

Es ahí donde Lacan se separa de Lévi-Strauss porque en “Las estructuras elementales del parentesco”, P.14, L. Strauss sostenía lo siguiente: «Dentro de todos los instintos, el instinto sexual es el único que para definirse tiene la necesidad de la estimulación de un otro”; Lacan, por su parte, sostendrá que más que el instinto sexual, es el individuo entero (no solamente sexual) y su dinamismo libidinal, quien no solamente necesita de la estimulación del otro para definirse sino también, y antes de nada, una cierta imagen del otro para identificarse o definirse en una experiencia primordial, la del espejo anticipando su entrada en el sistema de los intercambios d
onde el sujeto se constituirá al fin como sujeto de la lengua y más generalmente de los intercambios sociales. Dentro de los cuales están también los referidos a las estructuras elementales de la parentalidad.

Vemos que Lacan se sostiene en Lévi-Strauss y a la vez lo deja para introducir su propia teoría del sujeto con su relación con el otro, un otro que necesita también pasar por la imagen. Introduce la cuestión de la imagen, porque el estadio del espejo es sobre todo recurrir al otro como imagen, es decir reconocerse en la imagen del otro. Puedo ser un sujeto porque me miro en la imagen del otro. Mejor dicho, me miro en la mirada del otro que me mira, esta es la introducción del sujeto en el estadio del espejo.

M.C. Estada: Cuando dices sujeto, ¿estás hablando del ser humano, no del sujeto lacaniano?

R. Lévy: Sí también, esto va a servir para la construcción del sujeto del inconsciente como tal, con su complemento en el lenguaje.

M.C. Estada: Llegará a ser, llegará a existir.

R. Hernández: Es una distinción entre el je y el moi.

R. Lévy: Exactamente.

Eva: Y el lazo libidinal que mueve el sujeto de la imagen que no es sexual.

R. Lévy: Que no es sexual, Lacan retoma lo que dice Lévi-Strauss sobre el instinto sexual diciendo no se puede reducir lo sexual al instinto sexual, hay libido o no hay nada. Es decir, no se separa lo sexual del resto de la dinámica del ser.

Y este pasaje por el otro para construir la imagen y pasar del yo al sujeto también supone el otro social. Es importante decir esto, porque no es una concepción en el aire, si no hay social no hay otro y si no hay otro no hay sujeto. Eso se ve muy bien en la clínica de los niños perdidos en la selva, no tienen al otro para identificarse y no se constituyen como sujetos, es muy obvio y clínicamente muy fácil de ver.

Entonces Lacan siempre ha planteado la necesidad de una articulación del campo de lo imaginario y de lo simbólico cuya conducta especular se encuentra con el juego del fort-da. En este juego tenemos todo: tenemos el paso por la lengua: fort-da, la cuestión de la mirada (se ve y no se ve, la aparición y la desaparición), entonces es otra modalidad para ubicarse con estos tres elementos fundamentales para reconocer qué es un sujeto del inconsciente.

Entonces, la conducta especular y el juego del fort-da representan respectivamente el acontecimiento inaugural (con del otro) y la experiencia (testigo) donde la constitución del sujeto se rebela como el hilo conductor y lo que se precipita. Bajo esta forma de precipitado es como Lacan define al sujeto. El sujeto no es más que un precipitado, dice Lacan en los Escritos p. 12, en el artículo “El estadio del espejo como formador de la función del yo tal como nos revela la experiencia psicoanalítica”:«el hecho de que su imagen especular sea asumida jubilosamente por el ser sumido todavía en la impotencia motriz y la dependencia de la lactancia que es el hombrecito en este esdio infans, nos parecerá por lo tanto que manifesta, en una situación ejemplar, la matriz simbólica en la que el yo (je) se precipita en una forma primordial, antes de objetivarse en la dialéctica de la identificación con el otro y antes de que el lenguaje le restituya en lo universal de su función de sujeto».

Entonces, todo esto para decir que el sujeto no se preexiste a sí mismo, es un precipitado que no se aliena en el sentido filosófico, tampoco en la lengua porque no existe en ningún otro lugar, lo que Lacan va a precisar (Escritos p. 814 en Posición del inconsciente) es que «al sujeto pues no se le habla. ‘Eso’ habla de él, y ahí es donde se aprehende, y esto tanto más forzosamente ya que antes de que, por el simple hecho de dirigirse a él, desaparezca como sujeto bajo el significante en el que se convierte, no era absolutamente nada. Pero ese nada se sostiene gracias a su advenimiento, ahora producido por la llamada hecha en el Otro al segundo significante». En ‘eso habla de él’ puede ubicarse el sujeto como tal.

M.C. Estada Hay algo raro en esa cita porque al final habla del sujeto como una función, no sólo como un precipitado

R. Lévy: Claro, pero será el cuarto punto, es decir que Lacan va a pasar de un sujeto como precipitado al sujeto como función. Es decir, que Lacan introduce la función de sujeto en esta idea de que dentro de dos significantes se precipita precisamente el sujeto, un significante representa al sujeto para otro significante. Allí se puede decir que ahí hay una función.

M.C. Estada Es una función sujeto, no es una función del sujeto…

R. Lévy: Sí claro.

Guillermo: Inaudible

R. Lévy: Es decir que esta función pasa por la llamada en el otro a un segundo significante. Es decir que cuando Lacan abandona el interés que tenía inicialmente en el punto de unión entre natura y cultura, eso le permite interesarse en el mundo imaginario de servidumbre que se anuda al juego del espejo, en el cual todo empieza con una pérdida, una pérdida que surge en el momento del destete y que se encuentra en el fondo de la prematuración especifica del ser humano. Es decir, no se entiende la cuestión del sujeto sino con la idea que para tener la posibilidad de poder encontrar este precipitado del sujeto se necesita una pérdida, una pérdida primordial. Si no hay pérdida primordial no hay sujeto.

También en la clínica se encuentra este concepto pues sabemos que en las psicosis infantiles justamente no pueden hacer la experiencia de la pérdida primordial y es muy complicado ubicar el sujeto allí.

Otra pregunta ¿hay sujeto en la psicosis? Es una pregunta importante, se puede hablar de sujeto del inconsciente tal y como lo hablamos en la neurosis. Es una pregunta.

M.C. Estada: Desde el momento que un perseguidor tiene unas características y no otras estamos hablando del sujeto del inconsciente. Otra cosa es cuál es el estatuto del inconsciente en la psicosis.

R. Lévy: Es decir que el estatuto del inconsciente viene de la necesidad de encontrar un precipitado sujeto, si no hay sujeto, no hay inconsciente. Si llevamos la cuestión hasta su última lógica sería eso.

El niño entonces percibe en la imagen del doble en el espejo la forma del semejante y se identifica así a la imagen del ser humano (Les complexes.. p. 42, 44).

Así, es en este espacio imaginario instituido por la visión en el espejo donde se puede decir, como dice Lacan (Ecrits p.181), «que es en el otro donde el sujeto se identifica y se experimenta antes que nada». Es un punto muy interesante porque la identificación es una experiencia de experimentación de sí mismo, es decir que de nuevo en la psicosis no hay identificación y por eso no se puede experimentar el cuerpo como tal con todas las consecuencias psicopatológicas que conocemos.

Esta experimentación con la imagen del otro es una especie de precipitado del yo al otro (Ecrits p.248) donde encontramos esta palabra de ‘precipitado’ que podemos equiparar a la palabra sujeto porque en este precipitado del yo al otro se produce el sujeto que se ausenta y se presenta como consecuencia de esta acción misma.

Para precisar un poco más la cuestión de la palabra “precipitado” si el sujeto se identifica en el otro y se experimenta como sujeto en el otro, es decir que es una especie de precipitado del yo al otro, se encuentra como consecuencia este acercamiento; podemos acercar la palabra sujeto de este precipitado porque en este precipitado del yo al otro se produce el sujeto en esta experiencia.

G. Kozameh: Está relacionado con la operación de alienación, separación

R. Lévy: Claro, es un significante pero también una imagen. Se construye en este mismo momento de la experiencia del espejo algo de un precipitado entre imagen y significante. Porque es un otro al que me identifico pero en este momento también la cuestión de la ausencia se plantea. Se plantea como ausencia de sujeto ¿Quién soy? Porque si desapa
rece la imagen del otro, desaparezco yo también. Y también la ausencia del otro como tal, que me priva de mí como sujeto. Es decir, que no puedo mantenerme como sujeto en ausencia del otro y también si el otro no se ausenta no puede haber tampoco sujeto. Es una construcción doble.

Eva: Es la mirada del otro lo que permite que el niño se identifique.

R. Lévy: En la clínica del bebe, es muy obvio porque se encuentran todos los días las cuestiones del comer o no comer, etc.

Esta experiencia de ausencia es el precio que el sujeto paga para introducir lo que se llama la discordancia imaginaria. Estos procesos de identificación a la imagen del otro son muy vacilantes porque no se puede decir que se construyan en un momento y ya está, se produce poco a poco con experiencias con el otro, experiencias con la ausencia del otro, etc… Sabemos que en la experiencia previa del niño encontramos todos estos procesos de fascinación y de construcción del sujeto a través de la presencia/ausencia de la madre…

Lacan para precisar este concepto de estadio del espejo toma de Charlotte Buhler algo importante, que él va apropiarse para hacer este camino de la construcción del sujeto del inconsciente que se encuentra en los Escritos en el artículo “A propósito de la causalidad psíquica” (P.180, 181): «…en la dialéctica que va de los celos, esos celos de los que San Agustín entreveía ya de manera fulgurante el valor iniciático de la dialéctica que va de los celos a las primera formas de la simpatía se inscriben en una ambivalencia primordial que se nos aparece en espejo, en este sentido que el sujeto se identifica en su sentimiento de sí con la imagen del otro, que la imagen del otro viene a cautivar en él este sentimiento, lo que plantea forzosamente todo un montón de cuestiones de lo que se pueda suponer que ese franqueamiento no haya tenido lugar o que aún no se ha cumplido sino parcialmente»

Entonces, pensamos obviamente en este momento en esta mirada que atraviesa al otro en los niños autistas, pero igualmente a todos los avatares de lo que se constata en las patologías simbióticas en el curso de las cuales algunos niños se mantiene en una proximidad a su madre en la que el niño manifiesta que algo se juega y se juega de nuevo en el intento de encontrar un lugar justamente en la mirada de su madre que no refleja nada del lugar del niño.

Estos intentos son intentos no solo de solicitar a la madre, sino de encontrar en su mirada un reflejo de su propia imagen. Cuando trabajamos con madres de niños psicóticos esto se encuentra muy claramente. Su mirada no refleja algo de este niño, y por eso pueden mantener muy bien a sus niños, son muy buenas madres en el sentido técnico pero lo que les falta es este reflejo del lugar posible del niño en su mirada y su deseo.

Es decir que allí se juega también algo, que podemos ubicar, que tampoco se produjo como otro para ella, es decir, que si no pueden permitir a su niño encontrar un lugar en su propia mirada, es porque también para ella el reconocimiento del otro no se produjo y por eso sabemos que la cuestión psicótica pasa por algunas generaciones. No es una cuestión de construcción de generaciones sino que dentro de las generaciones (de madre a madre) hace falta este reconocimiento del otro como tal. Por eso, cómo permitir una mirada de reconocimiento de un lugar cuando no se tiene a su vez ese reconocimiento. Son ubicaciones importantes, porque entendéis que hay una teoría de las generaciones, pero el punto interesante es que cuando algo falta en una generación es una falta fundamental, eso se transmite como tal en la generación siguiente. Es lo que nos interesa, no nos interesa la generación por la generación, ni ningún saber generacional.

Pero también podíamos añadir otra experiencia clínica de la misma falta, de lo que se llama la fascinación dual en la relación del sujeto con su propia imagen que funda una semiología que va de la sutil despersonalización hasta la alucinación del doble y de lo que deriva la alienación del sujeto. (De nuestros antecedentes Ecrits p.71)

Entonces en esta fascinación pura con respecto a la imagen, (El tercer Congreso de la EFP Roma 1.11.74 en la carta de la EFP nº 16) el niño hace la prueba de la imagen rodeada por una relación con el otro, pero es con el espejo que el sujeto se ve modulado por un mundo de formas que le plantea antes que nada una exterioridad a sí mismo, que explica muy bien este desconocimiento sistemático de la realidad que caracteriza al conocimiento paranoico.

Así la aportación de las concepciones psicoanalíticas de las estructuras: neurosis, psicosis y perversión se ponen hoy en cuestión, nuevas descripciones llamadas clínicas se multiplican e intentar reforzar la postura científica con la ayuda de ítems para asegurar que se trata de una patología.

Pero lo que constatamos en la experiencia cotidiana del “uno por uno” con nuestros pacientes no funciona así, no funciona con ítems. Esta pretensión de querer calificaciones, evaluaciones y así dar un apellido que nombra un sufrimiento para representar a un sujeto que sufre suele ser, posiblemente, solamente un intento para reasegurar al terapeuta y Freud dice lo siguiente “no siempre he sido psicoterapeuta, como otros neurólogos, estuve acostumbrado a referirme diagnósticos locales y a establecer pronósticos sirviéndome de electroterapia, y es por ello mismo que me sorprendo de constatar que mis observaciones de enfermos se leen como si fueran novelas y que no tienen ese caché serio propio de los escritos de los sabios” (Sigmund Freud. “Estudios sobre la histeria PUF 1975, p. 125).

Entonces de qué nos habla Freud ahí sino de los efectos de lo real en la clínica y a través de la palabra, efectos que no pueden ser descritos según la modalidad habitual de cuantificación de las teorías científicas habituales. Sería mucho más fácil dar etiquetas como “ataque de pánico” por ejemplo y dar una prescripción.

Para el psicoanálisis, lo que vienen a pedir los pacientes con sus síntomas no puede refutarse fácilmente y solamente dar una prescripción. Se trata de hacer la suposición de que en cualquier palabra hay una parte de real y de que los síntomas, en tanto objetos que reenvían a construcciones de objetos distintos e irreductibles, revelan una gran multiplicidad de reales para tomar uno por uno por cada sujeto y que es precisamente lo que la ciencia no puede tomar en cuenta. Es decir, que lo que nos diferencia también de la ciencia es que el diagnóstico escapa a lo real propio de cada uno.

Para el psicoanálisis el diagnóstico tiene también su importancia, para la dirección de la cura, una importancia que no se superpone evidentemente a la de la semiología psiquiátrica. A veces, por no decir siempre, el tiempo es necesario para precisar este diagnóstico debido a las interrogaciones y dudas que surgen en el trascurso del trabajo analítico. Entonces la duda es difícil de admitir en medicina, incluso si en otros momentos se ha intentado otros tratamientos como las curas termales en 1900 y luego las lobotomías o más recién los ‘electroshocks’.

Puede que porque este aspecto molesta se designe al psicoanálisis como obsoleto o retrogrado, él que se obstina en tomar en cuenta las leyes del inconsciente y cuyos principios, ética y avances son hoy en día olvidados o rechazados.

Nosotros sostenemos que las nociones clínicas de neurosis, psicosis y perversión podrían ser el último bastión para sostener el sujeto hoy.

Y me parece que es con esta misma orientación que Freud ha podido edificar a partir de una base clínica un primer modelo teórico para dar cuenta de la representación y de los afectos en su complejidad y de la dinámica del sujeto del inconsciente en el capítulo VII de “La interpretación de los sueños”.

Se entiende también que Lacan se alejó rápidamente de los postfreudianos que volvían a la verdad científica acer
cándose por ejemplo a Alexandre Koyré. Para Lacan, la cuestión constante será de saber si ciencia rima con forclusión del sujeto y reducción de la verdad a fórmulas lógicas. Y es en nombre de la ética de la verdad que Freud, poco antes de su muerte había llegado a transmitirnos lo siguiente: «no se puede olvidar que la relación con lo analítico está fundada sobre el amor a la verdad», mensaje que podemos leer en “Análisis terminable e interminable”.

Entonces, ¿cuál es el estatuto del sujeto en psicoanálisis? ¿cómo se construye en el lugar del gran Otro que le preexiste? ¿cómo alguien adviene al lugar del sujeto?

“Wo es war, soll ich werden”. Para el psicoanalista, se trata de considerar que el significante se presenta como pudiendo ser barrado y es con esta operación que éste mismo se inaugura como significante. Es decir que no hay significante, sino como significante barrado. No hay presencia sino con ausencia, es otra manera decirlo.

Lo no dicho se desplaza entonces, lo que hace que la negación caiga de la enunciación al enunciado, lo que constituye el significante más que su huella es el hecho de que pueda ser barrado, huella de aquello que aún no es, límite de un vacío, huella de una ausencia, vacío de objeto.

El sujeto va así a surgir bajo la acción del lenguaje, situamos el inconsciente en este lugar de corte, de hendidura, de cierre y apertura. El inconsciente se presenta en un estado de “realización” siempre ‘a ser’, el sujeto es por-venir.

Evocábamos que los conceptos de neurosis, psicosis y perversión constituían el último bastión para sostener el sujeto hoy. Estas estructuras que la psiquiatría también utiliza o utilizaba son evidentemente distintas del uso que el psicoanálisis hace de ellas, tanto en Freud como en Lacan. Es su relación con el discurso, con el significante y con la lengua lo que las diferencia en lo que concierne al sujeto.

Muy pronto, Freud sostuvo que los discursos provenían del fantasma, recordemos que las primeras histéricas parecían todas abusadas.

Y así, por su parte renunciando muy pronto a los “comportamientos” Freud ha podido introducir en “La interpretación de los sueños”, la metáfora y la metonimia como leyes del lenguaje, las enunciaciones, la función significante, la falta y el deseo

Digamos que deseo, fantasma y objeto son los tres conceptos que nos permite seguir el recorrido del sujeto en una estructura. En efecto sabemos y hemos trabajado mucho sobre este algoritmo del fantasma que propone Lacan, que incluía al sujeto en su estado barrado y el objeto en relación al deseo y al sujeto. Estos tres elementos en función de sus combinatorias podían llevarnos a pensar de nuevo la cuestión de la psicopatología y reformular ventajosamente las nociones de neurosis, psicosis y perversión en función del lugar en que el sujeto se sitúa en el fantasma, es decir, en su manera de arreglárselas con el objeto y el deseo. Es decir, que en el fantasma cada sujeto tiene su manera propia de saber hacer con su objeto y de ahí podemos ubicar el sujeto dentro de la estructura según su lugar y su combinatoria. Podemos decir que hay una manera de hacer con el objeto en la neurosis, otra manera en la estructura perversa y a ver que pasa con el objeto en la psicosis. Y también que pasa con el fantasma en la estructura psicótica, que nos plantea la pregunta ¿hay fantasma en la psicosis? A mi me parece que no y por eso las alucinaciones son una manera de producir algo como un fantasma pero que no es un fantasma.

Igualmente el fantasma en el ámbito del perverso nos permite plantear la cuestión siguiente ¿Cuándo uno habla de fantasma perverso se trata de la misma construcción fantasmática de la cual hablamos en la neurosis?

M.C. Estada: No, pero no por eso se puede dejar de hablar del fantasma. La cuestión es colocarse en la posición del objeto

R. Lévy: Pero ¿es fantasma o es escenario?

Todo esto para mostrar que si hablamos de estructura neurótica, psicótica y perversa en nuestro ámbito, no se puede hablar sino introduciendo la ubicación dentro del fantasma y la ubicación del sujeto respecto a su objeto en el fantasma. Esto diferencia las estructuras con las cuales podemos trabajar, pero no podemos trabajar con las estructuras de manera psiquiátrica que ignora la cuestión del fantasma. Lo que el Psicoanálisis introduce de nuevo en las estructuras psiquiátricas es el trabajo de ubicación en el fantasma, lo cual se introduce a partir de la experiencia del análisis y de la relación con el analista, es decir de la transferencia como hablamos ayer. Es decir, que hablamos del fantasma no en el aire, sino desarrollado, construido a partir de la formación del inconsciente que es la transferencia, de ahí podemos seguir el recorrido del sujeto en la estructura.

Ahora vamos a continuar con la idea de que también la noción de sujeto es algo que divide mucho a los psicoanalistas, Alain Ehrenberg (esprit Nº309 Nov 2004 p.75) también lo dice e indica que el sujeto divide a los mismos psicoanalistas, y lleva a retomar las relaciones entre las transformaciones de la psicopatología y las de la vida social, de los conflictos de interpretación del Psicoanálisis y de sus ficciones, y también de las relaciones tormentosas del Psicoanálisis con las ciencias, ya se trate de las neurociencias o de la evaluación científica de los tratamientos psicoterapéuticos.

Hay que decir que uno de los apoyos más fuertes a esta guerra contra el sujeto del inconsciente, creo que es el libro de Charles Melman sobre la nueva economía psíquica “El hombre sin gravedad”, en el cual se puede leer: “ un nuevo rasgo de la nueva economía: ya no hay división subjetiva, el sujeto ya no está dividido, es un sujeto bruto (…), es un sujeto entero, compacto, no dividido».

Entonces si se lee correctamente esta observación hay que cambiar la manera de escribir el fantasma en función de esta nueva economía psíquica, y nos damos cuenta rápidamente que si se supone el sujeto no dividido ya no sé puede ni siquiera escribir la fórmula y que es la hipótesis misma del fantasma la que desaparece a partir de ahí. Hay que señalar que Lacan aborda la cuestión del sujeto no barrado una sola vez en el Seminario del 3 de febrero de 1965 en ‘Problemas cruciales para el Psicoanálisis’, en el que y a propósito de la demostración de la imagen especular, él va a utilizar cuatro esquemas, entre ellos el del ramillete invertido para definir una imagen que él llamara real y de la que da como definición que es “algo que se sostiene en el espacio a la manera de una ilusión”. Y que esta imagen no surge sino en algunas condiciones en el transcurso de las cuales el espectador se encuentra a sí mismo en un campo bastante limitado y que no escapa a los efectos del espejo esférico. Lo que hay que retener es que la ilusión que aparece, «la ilusión de una imagen real es un sujeto. Este sujeto es desde luego mítico porque la S no está barrada. Es mítico».

Entonces diciendo que no hay sujeto barrado, Melman habla de este sujeto mítico y además podemos añadir que la crítica fundamental que hace Lacan al mito y particularmente al mito de Lévi-Strauss que en su articulación rechaza todo lo que Lacan promovió de la instancia de la letra en el inconsciente, es decir ¿qué es este mito levistrossiano?, es un mito que no hace metáfora ni tampoco metonimia, no condensa, explica. No desplaza, alberga, pone la cuestión en un lugar limitado y por eso el mito, como tal, es la referencia levistraussiana.

Me parece que Melman habla de la vuelta al mito levistrossiano que dice que la cultura es primera y anterior al inconsciente y que es la cultura la que reglamenta al inconsciente y no al revés. Es decir, que es una modificación del freudismo como tal.

G. Kozameh: ¿Pero en el caso de los mitos en Lévi-Strauss es también una construcción del sujeto como algo dialéctico que el sujeto que proyecta sus fan
tasías, construye y sobre esto hace una narrativa de los fantasmas originales? Porque la cultura está esperando al ser humano, los mitos como construcciones de lo humano.

R. Lévy: Pero lo que contesta Lacan a eso, es que en este mito que propone Lévi-Strauss se trata más del individuo que del sujeto. Y siendo el individuo, es un mito con fantasma universal y no con el fantasma de cada uno. Y es por eso la crítica de Lacan, y ahí Lacan se aparta de Lévi-Strauss. Hasta este punto le sigue pero se separa en este punto, es en la crítica de este punto, es decir de la construcción del individuo. Nos puede interesar mucho lo que dice Lévi-Strauss pero es algo que corresponde al individuo.

G. Kozameh: Y Melman que pretende, ¿sería volver como a un das-ding?

R. Lévy: Eso es. Dice que no hay división del sujeto y por razones de la cultura social.

M.C. Estada: Y porqué le interesa decir eso a Melman, porque Melman conoce bien la teoría de Lacan

R. Lévy: Porque ahí entra en cuestiones sociales con el sostén del ámbito social actual, por ejemplo su libro tuvo un éxito muy grande dentro del ámbito de los educadores.

M.C. Estada: Además individuo quiere decir no dividido.

E. Van Morlegan: Yo creo que también en algún momento Lacan dice que Lévi-Strauss propone una estructura simbólica donde lo real queda fuera, entonces en el estructuralismo si lo real no entra todo sería previsible.

R. Lévy: Hay una universalización del lugar simbólico para todos.

R. Hernández: Me parece que no tiene en cuenta ni siquiera la cuestión de los discursos de Lacan.

R. Lévy: Y más que la teoría de los discursos es que desaparece la represión. La suposición nueva que Melman hace, mejor dicho no lo dice pero se deduce de su planteamiento es que desapareció la represión y el inconsciente.

Y dice Melman lo siguiente “se trata de una mutación que nos hace pasar de una economía organizada por la represión a una economía organizada por la exhibición y el goce”.

Como si el goce pudiera entenderse fuera de la represión, el goce por fuera de la represión no se entiende; el goce supone la represión y la represión supone el goce.

Y además ¿cuál seria una exhibición para retomar a Melman por fuera del fantasma?, no hay exhibición fuera del fantasma, cualquier exhibición supone su respaldo en el fantasma, una causa fantasmática. O sino es una nueva antropología lo que propone Melman.

G. Kozameh: ¿Y es tan taxativo que sin goce no hay represión? Porque estaba pensando en el Goce Otro….

R. Lévy: Entramos en otro tema, en el goce Otro femenino es un poco complicado porque si el lado hombre (fálico) todos pasan por el falo, en el lado femenino pasan por el falo también y también por Otro goce, pero supone también un paso por el falo, por lo tanto también supone la represión.

¿A qué responde al fantasma sino como recurso al desamparo del sujeto? Es la manera de poder responder con algo a este desamparo, entonces lo que Lacan introduce con desamparo del sujeto es la palabra alemana de ‘Ilflosiegkeit’, es decir esta angustia sin recurso en que se encuentra el bebé, una especie de hundimiento donde encontraría su recurso gracias al fantasma, lo cual tampoco será sin plantear algunas dificultades en cuanto a partir de cuándo se puede hablar de fantasma en el niño. Seguramente el bebé no tiene fantasma, su recurso fantasmático es el recurso al fantasma de su madre, se lo presta.

Podemos decir ya que la tesis lacaniana está muy cerca de la de Winnicott, que teoriza sobre un hundimiento primitivo sin el recurso del fantasma y se reconoce la noción de dependencia total hacia el entorno sin evocar la constitución del sujeto, son las diferencias con Winnicott. Y fue el genio de Freud al demostrar que contrariamente a lo que Kant pensaba, el sujeto no era el centro del conocimiento porque él mismo gira en el centro de esta parte inconsciente que lo habita. Esto, nos lleva a la idea de que su otro, su límite es lo que escinde eso que él piensa que es su ser.

Para Freud el sujeto está dividido, y no lo está en el sentido de que habría desgarro entre consciente y deseo o bien entre razón y pasión. No, para él, el sujeto está divido a causa del conflicto que lo constituye como sujeto. La división es constitutiva de su unidad misma. Entonces para Freud se tratará de entrar en el tema con palabras y no con medicinas que es lo que pondrá en juego a partir de su método de asociación libre. Esto es lo que Lacan retomará bajo la forma del significante que representa al sujeto para otro significante, lo que justifica tanto el método freudiano y señala que esto es posible por el hecho mismo de que como dice en Problemas cruciales del psicoanálisis: «el lenguaje no es un código porque en su enunciado vehicula al sujeto presente en su enunciación». La tendencia a querer atraer al sujeto al terreno de lo no dividido, de la no represión y por consecuencia hacer de él un puro producto de la sociedad, va forzosamente a agradar a esta otra tendencia de la psiquiatría actual que juega sobre la indeterminación estructural en la que se mezclan elementos neuróticos, perversos y porque no psicóticos cuya oscura claridad no puede más que justificar el objeto medicamento que borrará el sufrimiento y borrará los síntomas diana.

Por el momento voy a pasar de la relación del sujeto con los estados límites e insistiré a cambio en aquello a que nos conduce la nueva economía psíquica y a su resolución farmacológica: la guerra de los dos sujetos, la de los defensores del sujeto hablante y la de los promotores del sujeto cerebral, los primeros se inquietan no vaya a ser que las neurociencias pongan fin a la subjetividad humana reduciendo lo social a no poder ya identificarse nada más que a un cerebro sano o enfermo y los demás, los del sujeto cerebral pretendiendo que se podrá por fin salir definitivamente, gracias a ellos, de las patologías mentales en tanto patologías particulares y cesar así de culpabilizar a los pacientes o a sus padres. Se entiende bien que el lugar de la pelea del sujeto cerebral es el del autismo sostenido por las neurociencias.

Hoy, a partir de los DSM asistimos a un retorno de los comportamientos, el sexo ya no define al sujeto. La psiquiatría actual rechaza las manifestaciones psíquicas y somáticas como problemas y rechaza al sujeto en todas sus dimensiones: al sujeto de la historia, al sujeto del deseo, al sujeto del derecho y evidentemente al sujeto del lenguaje y del goce, es por eso que rechazamos esta óptica. Para nosotros la histeria es el inconsciente mismo y la causalidad psíquica está en el origen de los síntomas.

Pero esto no es una cuestión nueva: Henry Ey quería asociar neurología y psiquiatría para fundar una organización órgano-dinámica del psiquismo ya en el Coloquio de Bonneval en el año 1943 e indicaba lo siguiente: «las enfermedades mentales son insultos y barreras a la libertad, no están causadas por la actividad libre, es decir puramente psicogenéticas». A esto Lacan, que por su lado preconizaba repensar el saber psiquiátrico en base al modelo del inconsciente freudiano, le respondió lo siguiente: «el riesgo de la locura se mide por la atracción de la identificaciones en que el hombre compromete su verdad y su ser, lejos está pues que la locura esté hecha por contingencia de las fragilidades de su organismo, es la virtualidad permanente de una falla abierta en su esencia. Lejos de ser ‘un insulto’ para la libertad es su más fiel compañera, sigue su movimiento como una sombra, y el ser del hombre no solamente no puede ser comprendido sin la locura sino que no sería el ser del hombre si no llevará en él la locura como límite de su libertad».

Lacan dejaba pues entender que la fundación por Descartes del pensamiento moderno no excluía el fenómeno de la locura, y Derrida le seguirá el paso un poco más tarde, le cito «¿y cómo es qué podría negar que es
tas manos y este cuerpo sean míos sino es quizás porque me compare a ciertos insensatos, cuyas mentes están tan perturbadas por los negros vapores de la bilis que aseguran constantemente que son reyes cuando en realidad son pobres, que están vestidos de oro y de púrpura cuando en realidad están desnudos o que se imaginan ser un jarrón o que tienen un cuerpo de vidrio? Pero que, son locos y no sería menos extravagante si yo me regulara a partir de su ejemplo».

Me parece que esta disputa de la época, 1943, es de gran actualidad. En el fondo, el debate no ha cambiado y los que sostienen las neurociencias reducen la locura a una enfermedad estrictamente neurológica, mientras que el Psicoanálisis y los psicoanalistas, sobre todo los que siguen a Freud y a Lacan, intentan siempre considerar la locura como un hecho psíquico en el límite de la alienación y de la invención del sujeto. Más exactamente, el Psicoanálisis intenta arreglárselas con los síntomas del sujeto sin querer de ninguna manera erradicar lo que representa al sujeto, es decir, los síntomas; digamos que si queremos retirar sus síntomas se retira al loco su calidad de sujeto.

Entonces lo que caracteriza al loco, al psicótico hoy es que está fuera del sujeto y sin duda es lo que le da este carácter de alienado, de extranjero en el cual el neurótico no se encuentra. El loco es un otro en el sentido más heterogéneo del término y yo formo parte de una generación en que la locura tomo la forma de una pregunta justamente dirigida a ese otro. En efecto, había de algo esta heterogeneidad para escuchar sin que forzosamente fuese objeto de marginación de la sociedad, de una voluntad de reducirla al silencio, o incluso de una toma de narcolépticos. En Francia desde 1968 las puertas de los hospitales psiquiátricos se abrieron.

Lejos de mi, por otro lado, la idea de minimizar la aportación de los neurolépticos en lo que se llama las crisis agudas, ya que han permitido al sujeto salir de su camisa de fuerza, de sus electroshocks (aunque hoy estén volviendo) o de salir del gran encierro en las celdas de aislamiento para otros. Los neurolépticos sin ningún cuestionamiento sobre esta falla del sujeto de la locura que es su más fiel compañía, no podrían ser comprendidos si le impidieran llevar en él este límite a la libertad.

Es precisamente la tendencia actual de los diferentes DSM, descripciones de seguridad y biológico-conductuales que han invadido el discurso psiquiátrico a través de sucesivas versiones de manuales diagnósticos y estadísticos de los trastornos mentales importados de USA que no tratan nada más que los síntomas y abandonan toda la idea de estructura.

Esto ha producido, entre otros el abandono de la noción de psicosis maniaco depresiva en beneficio de la invención de la bipolaridad, una especie de cajón de sastre en el que mete cualquier agitación, cualquier forma de depresión. Y en consecuencia ¿quién no es bipolar hoy en día? Es por eso por lo que vemos llegar a nuestras consultas personas que se presentan así: “buenos días doctor, soy bipolar”. La noción de histeria también ha desaparecido en beneficio de sus manifestaciones conductuales y se trata hoy a base de psicotrópos; la lista es larga y no podría ser exhaustiva sin ser un poco aburrida.

Entonces, he aquí para una primera situación del sujeto en la locura hoy: ha desaparecido en beneficio de su diagnóstico.

Me parare aquí, pero lo que importa del sujeto de la locura hoy, es la tentativa muy razonada del intento de hacerlo desaparecer dentro de un cierto número de apelaciones de sus manifestaciones conductuales, de forma que se le trata con sustancias químicas sin tener ya que escucharle.

En efecto la teoría del sujeto no recusa al cogito cartesiano sino a una tradición de la psicología del yo salida del cogito. Es por eso que la reformulación de Lacan del cogito: «ahí donde pienso no soy, y ahí donde soy no pienso» confiere a la escucha del sujeto de la locura una cierta dificultad, pues ese sujeto de la locura excluye al sujeto que lo causa y habla sin que el sujeto esté forzosamente presente en lo que dice..

Esto es exactamente lo que se produce en el automatismo mental, término muy justo para nombrar lo que en el sujeto «piensa por sí mismo». Es una idea muy fuerte para dar cuenta del desencadenamiento de la psicosis con la idea del automatismo provocada por lo real del encuentro.

Quizá sea el mejor ejemplo que el sujeto no pueda reconocer sus producciones como propias, hay tantos fenómenos que «apuntan al sujeto personalmente, lo desdoblan, le responden, le hacen eco, leen en él, como los identifica, los interroga, le provocan y los descifra…»

En todo caso, el sujeto de la locura hoy está más excluido que nunca, y se nota sobre todo en las calles, es un sujeto sin domicilio fijo, y no se le escucha ya, porque ha escogido finalmente la calle como lugar de exclusión pero también de su expresión.

Si la psicopatología no da lugar al sujeto, la clínica psicoanalítica lo aborda al acoger el sufrimiento de lo real en su vida, en la vida, en sus síntomas, en su cotidiano, en fin en su historia; tantos lugares posibles de un surgimiento del sujeto.

Sin embargo este real, es decir ese imposible al que la locura se aproxima con angustia provoca el pasaje al acto si los normópatas que somos no lo tenemos en cuenta. Es necesario que insistamos aún un poco más sobre el hecho que lo real no es del orden ni de la negación, ni de la represión, sino de la paradoja de un decir que no puede decirse y que no sale tampoco de cualquier pensamiento reprimido o negado, sino de lo impensable.

Es por lo que es necesario que haya dispositivos particulares para acoger esta irrupción del sujeto de la locura, sobre todo todo paradójica, una suerte de practicable a fin de que lo real nos permita aproximarnos a este sujeto, en todo caso a su emergencia que está reconstruyéndose sin cesar gracias a tantos refugios simbólicos que permiten efectivamente y literalmente que algo de la metáfora pueda tener lugar. En otros términos, para que haya suplencia ahí donde el sujeto podría advenir.

La dificultad principal de este sujeto de la locura es que no tiene acceso al fantasma y entonces ha de hacer frente a un mundo donde lo real lo bombardea permanentemente.

En efecto sabemos que el fantasma en el neurótico le permite filtrar de algún modo el acceso a lo real, para no padecer de ello demasiado salvo cuando hay trauma, caso en que hay efracción del fantasma y entonces el sujeto se encuentra directamente con lo real.

Cómo podíamos concebir este sujeto, si no es en tanto que hace síntoma, puesto que ahí donde hay sujeto hay síntoma. Por consecuencia, acoger la histeria, es acoger el sujeto del inconsciente, sabiendo que las histéricas son militantes de la causa analítica a cuyo descubrimiento contribuyeron ampliamente.

A través de sus palabras (enfermas), sus síntomas se hacen y se deshacen, revelando así sus deseos patógenos a través de sus reminiscencias y sus recuerdos dolorosos.

Podemos plantear también la cuestión de la sexuación en el niño o preguntarnos cuando un niño deviene sujeto o cuando nosotros mismos lo consideramos como un sujeto.

Otra cuestión es preguntarnos si hay sujeto en la psicosis, es decir si cuando Freud se refiere a la represión esto conviene para dar cuenta de la cuestión del delirio o de una cinestesia o de un automatismo mental. En efecto, ¿puede hablarse de sujeto cuando no hay acceso posible al fantasma?

O incluso, ¿qué entendemos por sujeto perverso, consideramos con Freud que el sujeto está tomado en los tres tiempos del fantasma? Entonces hablar del fantasma en la perversión debería incluir los desarrollos de Lacan, que toma el fantasma perverso como goce, en «Kant con Sade», estableciendo la diferencia con el fantasma neurótico.

Dicho de otro modo, ¿de qué sujeto se trata cuando hablamos de forclusi
ón en un caso y de repudio en el otro, mientras que la relación con el discurso difiere?

O incluso, ¿cómo concebir estas cuestiones con respecto al sujeto tomado uno por uno sin tener en cuenta estas estructuras tomadas evidentemente como discurso y en consecuencia como recorrido posible en la estructura?

Lo que la psiquiatría moderna ha intentado precisamente hacer, es utilizar muchas palabras, apelaciones pero que son nombres que precisamente no nombran o que nombran sin nombrar. Estos nombres (bipolar por ejemplo) evitan la estructura, no describiendo nada más que sus elementos; y hacen desaparecer al sujeto bajo el peso aplastante de la palabra que le define.

Sin embargo, hay otras palabras como Edipo o Hamlet que revelan cual era la concepción del sujeto en Freud, que no tenía nada que ver con la medicina, ni con las patolologías basadas en variantes psicológicas (ni tampoco con la psicología conductista, la antropología o la sociología).

Finalmente Freud inventó una «ciencia de lo real».

Se ve que la cuestión de la estructura nos vuelve a poner sobre la vía del sujeto. Este sujeto que aparece en la cura, sujeto del inconsciente. Sujeto por-venir tomado en los elementos de lo real siempre tomado uno por uno.

R. Lévy: Introduzco así este campo bastante amplio que nos abre el tema del año y para pensar.

R. Hernández: Me parece interesante para unir el tema de avatares de lo sexual con el de este año esta articulación tan nodal entre la cuestión de lo real y la cuestión del sujeto, para no perder la cuestión fundamental para el psicoanálisis hoy que es a fin de cuentas la ciencia de lo real… más allá de toda esta aproximación de tipo antropológico, sociológico, y ahí no sé qué piensas tú sobre el programa que están haciendo la neurociencia con el psicoanálisis, el trabajo de Ansermet donde trata un poco desde la neurociencia la cuestión de la singularidad del sujeto, porque incluso he escuchado que Lacan planteaba como que la intersección entre la medicina y el psicoanálisis era algo por venir todavía, como que había un trabajo posible a construir que no sería un reduccionismo donde las neurociencias no vendrían a eliminar la cuestión del sujeto sino que habría un trabajo posible alrededor de la cuestión como se aborda la cuestión de lo real en la medicina, de los topes de la medicina y qué ahí el psicoanálisis podría intervenir, decir algo.

R. Lévy: Yo por mi parte no tengo nada en contra de las neurociencias, todo lo contrario. Pienso que es una aportación muy importante, muy interesante. El único problema que plantean es la pretensión de contestar a todas las preguntas, por ejemplo es importante poder ubicar qué parte del cerebro se activa cuando escribes, hablas, …es decir localizar de forma que se pueda ver y que no sea solamente una suposición. El nuevo paso es que ahora se puede ver donde pasan las cosas directamente, antes se necesitaba que la persona muriera y abrir el cuerpo y tampoco se veía sino que era una suposición sobre lo qué había pasado en una parte del cerebro. Ahora se puede ver y me parece algo muy importante e interesante, pero de ahí a pensar que es la solución para todas las preguntas y que se puede curar porque se sabe donde pasan las cosas, es lo que me parece criticable, tampoco nosotros podemos aportar todas las soluciones a todas las preguntas. El encuentro entre neurociencias y psicoanálisis lo veo si cada uno se queda en su propio campo, es decir que efectivamente hay cosas que no se pueden discutir en el terreno neuro-científico al igual que no se pueden discutir cosas del discurso psicoanalítico respecto a las neurociencia y al revés. Y si cada uno se queda en su campo hay un trabajo posible, el problema es que no pasa de ese modo. Hay que reconocer que es muy importante poder visualizar en el cerebro algunos elementos importantes como cuando uno habla, cuando uno tiene estrés, etc, pero de eso a pensar que vamos a solucionar el estrés,… es el paso que me parece criticable. Se trata de respetar cada discurso en su lugar.

I. Cerdán: Ayer precisamente escuche a Juan José Millás en la radio, hablaba del momento en que el niño comienza a hablar, y que decía había un cambio subjetivo muy importante en ese pasaje y habían invitado también a un profesor de universidad e intentaron hacer un diálogo y no podían comunicarse, porque Millás hablaba de lo que pasaba en la subjetividad del niño en ese pasaje y el otro señor hablaba de los movimientos de los ojos, (del órgano), había una descripción fenomenológica de lo que pasaba en el órgano y entonces no podía haber un dialogo, había una señora que había aprendido a leer de adulta y Millás podía comunicarse con esa mujer casi analfabeta, que hacia 3 o 4 años que había empezado a leer, sobre lo que había supuesto para ella y no había posibilidad de comunicarse con el profesor al ser campos totalmente distintos.

G. Kozameh: Aquí vino un grupo de neurólogos al Hospital Doce de octubre invitados por el Campo Freudiano, François Ansermet y Pierre Magistretti que hablan maravillas de Miller, él los analizó, y han escrito el libro “A cada cual su cerebro”. Toda la parte de la representación es muy interesante porque hay cierta extrapolación de la metapsicología, hasta ahí todo correcto. Ya falla cuando pasa a la segunda tópica, pero falla más aun cuando, no lo hacen porque Miller les cortaría la cabeza, proponen directamente al paciente como terapéutico elementos neurolingüísticos para que mejore, es decir, se les propone un tratamiento neoconductual, para que de esta manera pueda cambiar el mundo representacional. Me parece muy adecuado lo que dices tú, cada uno en su territorio, el deseo se trabaja en otro ámbito y nosotros como analistas no podemos hacer una programación neurolingüística con los pacientes de repente están hablando de la historia y empezar a meter representaciones para que cambie la representación al final. A mí se me hace dificilísimo.

M.C. Estada: Los psicólogos se apropian de cuestiones psicoanalíticas, por ejemplo, antes de los psicólogos para los duelos estaban las iglesias. Entonces han tomado el duelo, pero esto ha pasado a ser una imposición, cuando hay alguien en duelo se les dice “tienes que llorar, no has llorado”. Una amiga, cuya hermana ha muerto, hace unos meses me decía que las amigas le dicen “no has llorado”, y yo le decía “no te preocupes, habrás tenido un constipado,.. e incluso hay otras maneras de llorar más simbólicas, como dijo Freud el duelo es inconsciente (inaudible)

E. Van Morlegan: Es como con las catástrofes y los psicólogos, que cuando ocurre alguna van en tropel a atender la urgencia (inaudible)…

Publico: Me interesa mucho esa cuestión del fantasma y de la psicosis, porque si hablamos de como situarnos en esa transferencia y en esa transferencia hay un lugar en el fantasma. ¿Si lo puedes ampliar un poco?

Público: Hay un trabajo en Alicante sobre la transferencia en la psicosis de R. Lévy

M. Lora: En esta cuestión de las neurociencias, hay una línea de estudios que está implantando en el cerebro una serie de microchips para poder recuperar los recuerdos, como si fuera una hipnosis, un Charcot,…

R. Lévy: Para terminar yo diría que la dificultad de la pregunta que planteas es la siguiente, la dificultad del trabajo con la psicosis para nosotros, es saber que no hay fantasma, pero hacer una suposición del sujeto es la paradoja.. En este ámbito hay que inventar algo de un practicable, pero este practicable es en el uno por uno.

Público: Pero si el sujeto psicótico sí que nos coloca en un lugar transferencial

G. Kozameh: Dolto habla de transferencias masivas.

R. Lévy: Es una transferencia diferente, hay que hacer la suposición de un sujeto aunque se sabe que no hay transferencia en el sentido fantasmático y allí se trata de cosas que tienen más que ver con pensamiento metonímicos y con cuestiones real
es y no imaginarias. Es otro ámbito de la práctica del psicoanálisis y requiere modalidades distintas y modos de hacer distintos.

 

Transcripción: Angeles Palacio y Lola Monleón

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