Robert Lévy – Introducción al congreso

Quisiera insistir hoy en la particularidad de nuestro congreso. Vamos a emplear, efectivamente, tres lenguas y es un gran momento para el psicoanálisis. Así pues, quisiera darles la bienvenida a nuestros colegas de Dublín y, en especial, a Donna Redmond de quien emana esta iniciativa, así como a todos aquellos que han tenido a bien realizar un largo viaje para « compartir » -es la palabra española que me viene a la mente que es mucho más representativa de lo que AF ofrece que el término francés « partager »-, es decir para apostar por un partir con « algunos otros » que no se reducen únicamente a una serie de sujetos diferentes, sino que son también lenguas diferentes. Asimismo, les doy la bienvenida a nuestros colegas chilenos, a nuestros colegas de España y a todos los que, no habiendo podido viajar, van a escucharnos por Skype desde Buenos aires o Valparaíso.

Pero también, les doy la bienvenida a todos los que desde toda Francia y Córcega han contribuido a hacer posible que la asociación pueda, una vez más este año, proseguir su trabajo de fundamentación del psicoanálisis de formación de los psicoanalistas…

Por último, quiero dedicarle un especial saludo de bienvenida a mi amigo Nestor Braunstein que ha querido apostar junto con nosotros por ese « partir » con Analyse Freudienne.

Entonces Neurosis, psicosis y perversión : ¿una psicopatología anticuada o último bastión frente a la exclusión del sujeto?

En el fondo, voy a empezar por el final, es decir por el punto al que llegamos en el seminario de París con la cuestión siguiente que tendremos ocasión de estudiar en el transcurso de nuestro congreso:

¿El PASO DE LA ESTRUCTURA AL DISCURSO podría suponer acaso UNA SALIDA POSIBLE DE LA PSICOPATOLOGÍA Y CUÁLES SERÍAN LAS CONSECUENCIAS PARA EL SUJETO?

Me gustaría retomar las conclusiones temporales en las que nos habíamos quedado; en especial, de hecho, tras el intento de escribir un discurso del obsesivo que nos planteó Philippe Woloszko.

Ese paso de la estructura al discurso parece presentarse, efectivamente, como una posibilidad para dejar de recurrir a la psicopatología.

Pero debemos constatar asimismo que ese paso reduce, en cierta forma, el alcance subversivo del histérico, del discurso histérico, ya que, como lo señalé en mi último seminario:

si bien el histérico puede destituir a un amo consistente, no puede destituir, sin embargo, el flujo capitalista, de lo cual se deduce que quizás incluso el discurso histérico se enfrenta hoy en día a sus límites al articularse con los tres otros discursos desde el momento en que el amo ya no desempeña la función que encarnaba anteriormente…

Entonces, ¿por qué salir del psicopatologismo si no es para dejar de lado la clasificación psiquiátrica que lastra literalmente el psicoanálisis con términos que lo remiten a obstáculos epistemológicos insoslayables si mantenemos las mismas apelaciones?

En efecto, en nuestras consultas no vemos « estructuras clínicas », sino posturas subjetivas que se pronuncian, que se enuncian pues, ante todo, en forma de discurso.

Seguimos teniendo la responsabilidad, hoy más que nunca, como psicoanalistas, de afirmar las teorías psicoanalíticas y sus contribuciones, frente a las demás ciencias, a las religiones, a las filosofías y otros campos.

Freud construyó una concepción llamada « metapsicología » que se oponía al « alma » y a la consciencia filosófica de la psique, que Lacan completó evacuando para siempre cualquier sujeto filosófico del psicoanálisis, « desontologizándolo », abriendo así la puerta al sujeto del inconsciente.

Quiero dar, en primer lugar, una pequeña indicación sobre la noción de sujeto.

En lo que respecta a la dimensión del sujeto con Lacan, pasamos de la sociedad a la familia y de la familia al espejo antes de identificar más adelante aún el lenguaje como lugar específico del inconsciente. Es en la medida en que la relación del sujeto consigo mismo es una relación consigo mismo como otro, que este sujeto es un sujeto social debido a una deficiencia interna que lo aboca a esta empresa.

El sujeto es en sí mismo el efecto de este campo que lo rodea por todas partes. Desde la posguerra, Lacan dispone, con la obra de Lévi Strauss, de los ingredientes necesarios para poder plantear una anterioridad y la determinación necesaria de la presencia de una cultura como sistema de clasificación combinatoria.

Esta combinatoria es la que permite extraer de la naturaleza elementos empíricos para disponerlos en una segunda naturaleza y asignarles así a los individuos un lugar y una función. Sin embargo, no por ello esto les confiere a esos mismos individuos un lugar, ni siquiera un estatus de sujeto. En este punto es en lo que Lacan se diferencia de Lévi Strauss ya que para el primero, esta elaboración del sujeto solo se lleva a cabo definitivamente mediante el lenguaje y la lingüística arrojará a partir de ahí, es decir a partir de la obra de Saussure, las leyes de funcionamiento de estos sistemas y, por consiguiente, del propio sujeto.

Así pues, al final, el verdadero objeto del psicoanálisis parece ser el sujeto o es al menos la definición que dará de ello Lacan en el seminario XI (p 13): « El objeto del psicoanálisis es el sujeto, no considerado como un objeto frente a un observador neutro, sino considerado en su relación con un otro, en una estructura de comunicación en la cual el psicoanalista está participando ». El objeto del psicoanálisis suscita pues, directamente, la pregunta : « ¿Cuál es el deseo del analista ? » (Ibid. p 14)

Y no por ello habremos acabado con el sujeto ya que: del sujeto se habla a diestro y siniestro y nuestra confusión va en aumento cuando pasamos al sujeto humano y a lo que ocurre en nuestro mundo. Debemos pues asumir lo evidente: esta noción es, al mismo tiempo, la herramienta más útil si se emplea correctamente y la fuente de los mayores conflictos actuales por no decir la fuente de las mayores guerras: citaré con gusto a Alain Ehrenberg (Esprit N° 309 NOV. 2004 p.75), quien nos señala que el sujeto es la fuente de un conflicto que divide a los propios psicoanalistas y que afecta a las relaciones entre las transformaciones de la psicopatología y las de la vida social;

– Los conflictos de interpretación del psicoanálisis y su parte correspondiente de ficción;

-Las tormentosas relaciones del psicoanálisis con las ciencias, ya sean las neurociencias o la evaluación científica de los tratamientos psicoterapéuticos.

No podemos obviar que una de las bases más sólidas de esta guerra contra el sujeto del inconsciente, es el libro de Charles Melman sobre la nueva economía psíquica, en el que se puede leer en especial (L’Homme sans gravité. Jouir à tout prix, entretiens avec JP Lebrun. Paris Denoël 2002 P 32): « He aquí un nuevo rasgo de la nueva economía psíquica: ya no existe una división subjetiva, el sujeto ya no está dividido. Es un sujeto en bruto (…), un sujeto entero, compacto, indiviso. »

Como apunta Freud: « El psicoanálisis es un procedimiento (verfahren) que aspira a curar ciertas formas de afección nerviosa (neurosis) por medio de una técnica psicológica ». S. Freud

El psicoanálisis se ve de nuevo confrontado con esta pregunta: ¿es acaso terapéutico y, de serlo, con qué aparato semiológico detecta sus patologías para curarlas? Cuestión tanto más crucial en cuanto que una serie de nuevas terapéuticas tales como la EMDR, la hipnosis y otras TCC están oficialmente certificadas por las Altas Autoridades de la Salud (HAS), lo cual es algo inédito en la historia .

Creo que no podemos soslayar esta cuestión; cuestión que, en el fondo, no es tan reciente, incluso que lleva existiendo desde el descubrimiento del psicoanálisis. Y sin embargo, ¿qué debemos hacer con esta patata caliente de la dimensión terapéutica de las curas, visto que no podemos dejar de constatar que nuestros pacientes no acaban sus tratamientos de la misma manera que lo empezaron?

¿A qué se debe tanta cautela en este aspecto cuando sabemos que, por ejemplo, con los niños pequeños podemos modificar el devenir de una existencia patológica en unas pocas sesiones y que, con los demás, pasa lo mismo en modalidades cronológicas distintas, claro está?

De hecho, Freud nunca obvió esta dimensión, incluso articuló la trasmisión de su descubrimiento a partir de este aspecto abiertamente terapéutico del psicoanálisis, evitando no obstante cualquier tipo de « furon nascendi ».

Y, sin embargo, hoy en día se plantean cuestiones que están estrechamente ligadas a las cuestiones de estructura.

¿PODEMOS SEGUIR CONSIDERANDO QUE EL FENÓMENO RELIGIOSO INCUMBE AL ÁMBITO DE LA NEUROSIS OBSESIVA?

¿EL TÉRMINO DE « NEUROSIS HISTÉRICA » SIGUE ESTANDO ADAPTADO A NUESTRA CONCEPCIÓN DEL SUJETO DEL INCONSCIENTE?

La cuestión de la singularidad como construcción y diría más concretamente como posible construcción delirante.

La idea de que el significante en un contexto delirante pueda funcionar como signo.

Es la cuestión de la puesta en acto del significante o más concretamente del paso al acto como metonimia en las psicosis…

Las tres cuestiones anteriores podrían permitirnos proseguir nuestro cuestionamiento sobre la dimensión del acto durante los violentos sucesos acaecidos en París en 2015…

Así pues, el psicoanálisis ha tenido y tendrá una dimensión eminentemente política desde el momento en que siga remitiéndose al sujeto del inconsciente.

¿De qué nos habla Freud sin cesar, si no es de los efectos de lo real en la clínica, en y a través de la palabra, efectos que no pueden describirse según la modalidad habitual de cuantificación de las teorías científicas más frecuentes. Resultaría mucho más fácil poder poner una etiqueta de « ataque de pánico », por ejemplo, y recetar.

Para el psicoanálisis, lo que vienen buscando los pacientes a través de sus síntomas, no puede refutarse de un plumazo, recetando únicamente un medicamento. Se trata de suponer que, en toda palabra, existe una parte de real y que los síntomas, como objetos que remiten a construcciones de objetos distintos e irreductibles, revelan una gran multiplicidad de reales, que se deben tomar uno por uno, para cada sujeto. Esto es precisamente lo que la ciencia no puede tener en cuenta.

En el psicoanálisis también, el diagnóstico tiene su importancia para la conducción de la cura, una importancia que no se superpone, evidentemente, a la de la semiología psiquiátrica. A veces, por no decir siempre, es necesario tiempo, para detallar ese diagnóstico, dadas las interrogaciones y las dudas que surgen durante el trabajo analítico. Pero en medicina, cuesta admitir la duda, incluso si antaño esta duda llevó a probar otros tratamientos como las curas termales en 1900 y, más tarde, las lobotomías o más recientemente los electroshocks.

Quizás sea porque este aspecto incomoda por lo que se tilda el psicoanálisis de obsoleto o retrógrado, cuando este se obstina en tener en cuenta las leyes del inconsciente y cuyos principios, ética y avances han quedado relegados hoy al olvido y al rechazo. Nosotros sostenemos que las nociones clínicas de neurosis, psicosis y perversión podrían constituir el último bastión para sostener al sujeto hoy en día.

De hecho, siguiendo esta orientación es como Freud pudo edificar, sobre una base clínica, un primer modelo teórico para dar cuenta de la representación y de los afectos en su complejidad y de la dinámica del sujeto inconsciente en el capítulo VII de La interpretación de los sueños.

Y si Lacan puede argumentar su teoría, lo hace siempre con ánimo de volver a Freud; ¿entonces de qué retorno se trata cuando hablamos de estructura?

Personalmente, quisiera partir de nuevo de lo que ya afirmé en varias ocasiones, es decir de la idea de una fragilidad constitutiva de lo simbólico en todo hablaser, independientemente de la estructura a la que nos estemos refiriendo.

En otras palabras, cómo mantener o mejor aún cómo construir metáfora allí donde podría incluso acabar desapareciendo momentáneamente. He desarrollado ya esta cuestión un cierto número de veces, pero quisiera aportar una aclaración quizás tocante a la idea de que mantener metáfora y en particular metáfora del sujeto en circunstancias extremas que pueden menoscabar el fantasma, equivale a menudo a recurrir a una ficción, construir ficción como semblante de metáfora. Esos momentos extremos son, como lo he mencionado varias veces, encuentros con lo real que menoscaban el fantasma como, por ejemplo, el momento traumático.

Pero recientemente, nos hemos visto confrontados con nuevas situaciones clínicas que nos obligan a replantearnos nuestra semiología, a saber, cómo se puede:

1° matar sin afectación alguna

2° matarse sin afectación alguna

De ahí, la cuestión fundamental que identificamos en todos los crímenes masivos:

Matar sin afectación exige una operación psíquica de desidentificación que no pasa por el odio, sino por una especie de deber.

Estos puntos al filo de la dimensión del sujeto y del grupo son los que nos llevan a tener que replantearnos las cuestiones de estructura de otra forma que no sea en el marco de una psicopatología inamovible, que no pueden resolverse mediante o bien la estructura o bien la teoría de los nudos, ya que esto nos sume en una vorágine en la que el lenguaje desaparece con todo lo demás, ni tampoco mediante un ordenamiento que tuviese fuerza de ley frente al empuje de todas las teorías del comportamiento… Y aún menos mediante una nueva economía psíquica que obviaría cualquier tipo de sujeto dividido.

Creo que este congreso nos permitirá tener en cuenta todos estos elementos y, sin duda alguna, otros muchos. Os deseo pues un buen congreso en un contexto de lenguas que no deja de crecer.

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