Mª Dolores Navarro. Cartel de Protocolo

Cuando hace dos años recibí la información de que había sido designada por sorteo para participar en un Cártel de Protocolo mi reacción fue de sorpresa, desagrado e incluso rechazo. Sinceramente desconocía este asunto. Cuando empecé a leer textos de otros compañeros  que ya habían pasado por esta experiencia comprobé que muchos de ellos habían tenido sensaciones similares: impacto, estupor, deseos de escapar…

Empecé a leer y a informarme. Consistía en hacer una lista que serviría para atestiguar que algunos de los miembros de la Asociación están en relación con la práctica y la investigación teórica en la línea ética que la Asociación defiende, la del análisis freudiano.

Empezamos a trabajar cuatro personas con diferencia de lengua país continente y horario. Excepto para  uno de nosotros, era la primera vez.

A pesar de las dificultades, diferencias y reticencias   iniciamos un contacto regular que hemos mantenido hasta el final. Se fue creando un lugar de trasferencia de trabajo donde surgían preguntas, objeciones, aportaciones y también muchas divagaciones.

Una de mis primeras preguntas fue en torno al carácter de obligatoriedad. ¿Por qué era obligatorio? Era de las pocas cosas obligatorias aparte de pagar las cuotas y participar en los cárteles de admisión. Debía ser importante. Averiguar la importancia que esto tenía ha guiado mi trabajo durante estos dos años.

Se trata de nombrar. Nombrar está ligado a reconocer; el que nombra reconoce.  En otros ámbitos como el universitario o el jurídico es más fácil.  Un papel firmado por el Rey Juan Carlos me habilita, me nombra y me reconoce como psicóloga. Pero un título universitario únicamente acredita un saber y como dice Lacan  “la cuestión del saber esta truncada desde el inicio”. El saber del analista es un saber inconsciente que no se obtiene a través de lo pedagógico. En psicoanálisis un posible título de psicoanalista, si lo hubiera, nunca garantizaría un deseo de analista.

Nombrar requiere la presencia de otro, se produce en la intersubjetividad.  Un padre me dio un nombre y así me incluyó en una genealogía. Un hombre me nombró como su mujer. De ahí que la formulación del analista “autorizándose sólo por sí mismo…” siempre me resultó inquietante a pesar de ir seguida de“…y algunos otros”.

El segundo año del cártel coincidió con la lectura que hice del libro de Ricardo Piglia “Los diarios de Emilio Renzi”, donde encontré aspectos que me resultaron sugerentes.

De entrada se presenta dividido. Su nombre completo es Ricardo Emilio Piglia Renzi pero él lo divide, uno es el escritor y otro el narrador.

Emilio Renzi tiene desde los dieciséis años un fuerte deseo y una clara determinación: ser escritor. En un momento de su juventud tiene un encuentro con Borges que él considera decisivo para su reconocimiento como escritor y que tendrá presente a lo largo de su vida.

Siendo estudiante llama a Borges para invitarlo a un ciclo de conferencias. Se encuentran en la Biblioteca Nacional. Lo describe cercano con la misma cercanía que hay en sus textos “como si todos fueran más inteligentes que él”.  Le hace la propuesta ofreciéndole  quinientos dólares, pero Borges responde:

-“No, es mucho”.

Renzi se queda cortado e insiste.

-“Mire Borges, no es nuestra plata, no es de los estudiantes, nos la dio la Universidad”

– “No importa, les voy a cobrar 250”.

Siguen hablando y en un momento determinado Renzi se envalentona, guiado por la sensación de estar con alguien de igual a igual, y le hace un comentario sobre algo de su obra. Después de un silencio Borges responde “compasivo y cruel”

–“Ah, usted también escribe cuentos”

“Habitualmente cuando alguien lo encontraba en la calle lo paraba para decirle  -“Borges soy escritor” él solía contestar -“Ah, yo también” y “de este modo hundía al interlocutor en la nada”.

Renzi reconoce que a él también le hundió pero le reconoció como escritor. Dice: “Yo había escrito dos o tres cuentos  horribles, mal terminados pero en fin, las ilusiones tienen que ser confirmadas alguna vez por otro aunque sea por medio de la humillación y el espanto. Por eso los jóvenes, y los no tan jóvenes, andan por ahí con sus escritos buscando que alguien los lea y les diga usted también está de este lado…”

Es evidente que este episodio habla de la necesidad de reconocimiento, pero no solo. Para él Borges no es un otro especular, es un gran Otro, tiene un lugar simbólico. En una fecha posterior a este encuentro dice que en aquel momento  tuvo la sensación de estar frente a La Literatura “o mejor de ver funcionar una maravillosa máquina de  hacer literatura”.

En este encuentro  Borges por una parte  no se presenta como poseedor del saber y por otra introduce un límite  “No, quinientos no, doscientos cincuenta” y también  limita el goce narcisista del joven escritor.

No es el saber lo que cuenta en un analista, no se espera de él que sepa sino que cumpla con su función que está basada en su deseo de analista. El analista se presenta en la cura con su ignorancia y de este modo se desvincula del poder. De lo contrario entraría en juego el goce.

Es por esto que de nuestra lista no se puede esperar ni un título ni una habilitación. Lo único que podemos decir es que algunos miembros están en relación con la ética que sostiene esta asociación, la cual está basada en la división del sujeto y en el saber inconsciente. Es una tarea imposible y por lo tanto la única posibilidad es bordearla, hacer un acercamiento a ese imposible. Lo que valoramos de un analista es que ha sido afectado por un Real y ha sabido hacer algo con eso. Lo único que puede habilitar  a un analista está en relación a su función de analista.

En el cártel hay nombres propios que hemos sido seleccionados por sorteo y nombres propios que aparecen en la lista;  pero el nombre propio está para ser desalojado del mismo modo que el analista desaloja su nombre propio en la cura para así ser útil al analizante. El Cártel de Protocolo es una función.

El reconocimiento por algún otro es lo que garantiza algo de la realidad. En nuestro caso el deseo de reconocimiento ha de hacerse compatible con el deseo de analista y este último pondrá un límite al goce. Nuestro trabajo de estos dos años tiene que ver con esta segunda parte de la frase de Lacan “… y por algunos otros”.

Reconocer es reversible, tiene un efecto de retorno, por eso cuando nombramos a un analista esto tiene un efecto de nombramiento sobre la institución. Al nombrar a un analista estamos nombrando el Psicoanálisis de Freud y lo estamos reinventando.

Estas son algunas respuestas que he encontrado al por qué de la obligatoriedad e implícitamente a la importancia de este cártel. Y en este texto está mi esfuerzo por no quedarme en la impotencia frente a un imposible.

Quiero terminar tomando prestadas algunas palabras del texto de R. Piglia que antes he citado.

“La luz de la lengua es como un rayo químico… mata a los hombres que se exponen a ella… muy pocos la han conocido y todos han pagado su precio con el cuerpo porque la luz de la lengua martiriza a quien se expone a su sutil transparencia… Toda escritura tiene un secreto… El secreto es siempre una grieta (la impotencia, el alcohol, la autodestrucción)… El poeta consume su vida hasta las últimas consecuencias y en el sufrimiento paga el precio de la belleza que produce. Extraña química que necesita del dolor para purificar las palabras. El escritor es el héroe que descubre el uso del sufrimiento en la economía de la expresión… No es casual que se asimile al escritor con una mujer (lo cual) se sostiene
en la idea de la sensibilidad femenina pasiva del escritor y en la oposición entre vida activa y vida contemplativa… No pensar para poder escribir, o mejor escribir para lograr pensamientos  no del todo pensados… El escritor vacila, no entiende bien lo que narra y es la contraparte de la figura despótica del escritor… que tiene todo claro antes de empezar a escribir… Vivir la literatura como un destino no garantiza  la calidad de los textos pero asegura la convicción necesaria para elegir en cada momento. Uno vive una vida de escritor porque ya lo ha decidido, pero luego los textos deben estar a la altura de esa decisión”

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