Roque Hernández

En época de miseria la gente no se acomoda a la miseria, hace algo para salir de ella. Por un lado gasta menos (no se puede gastar lo que no se tiene), pero a la vez se buscan maneras que no son solitarias; no siempre es la ley de la jungla, pues los profesionales se asocian y colaboran a veces.

En España, precisamente porque no hay una estructura pública que regule y financie suficientemente una formación  en la educación, la salud, los servicios sociales, etc, algunos profesionales proponen, por la vía privada, espacios de formación desde el psicoanálisis, para profesionales diversos. Así como en Francia un analista puede trabajar como psicólogo o psiquiatra en instituciones, e intervenir como supervisor de un equipo de trabajadores sociales o  hacer formación en escuelas de educadores, enfermeros,  etc, aquí es difícil hacerlo por la vía publica y  se hace por la vía privada con grupos de formación. Estos grupos de formación son una fuente de transferencia a partir de la cual alguien puede pedir  supervisión o análisis, e interesarse en el psicoanálisis más allá de ese grupo de formación. Es decir, algunas de estas personas van también a jornadas o seminarios organizados en nombre de AF.

Ello no es incompatible en mi experiencia,  con el compromiso que, en tanto analista, uno tiene con la institución analítica AF, generando espacios de formación y transmisión. (1 congreso europeo, 4 jornadas internacionales, 1 seminario de un año de formación en la universidad que ha nombrado Radjou y diversos encuentros y publicaciones, así como el ciclo de cine, coorganizados con el Molinet, lo demuestran.

La experiencia del seminario de formación de AF en Alicante (2004-2005) para mí fue muy interesante y novedosa por su estructura misma. Un Seminario  de un año de duración los fines de semana (viernes tarde y sabado por la mañana), en el que participaron 20 psicoanalistas, 11 de AF.  Me parece que no hubo rivalidades malsanas y que cada uno aportó y compartió algo de su experiencia.

En este momento pienso que no tiene sentido que las actividades de los miembros  aparezcan en el anuario de la Asociación pues lamentablemente aparecen en el orden de la declaración, del control y la sospecha como si todo  tuviera que hacerse público, acorde con el ideal de transparencia del discurso actual. Quizás ha tenido el efecto de des-pistarnos acerca de lo que realmente importa; es decir, ¿cómo hacer para que la asociación sea un lugar simbólico que permita articular la cuestión de la formación y la transmisión y nos ponga a trabajar en intensión y en extensión a través de los dispositivos que  cada uno pueda poner en marcha, respetando los tiempos de cada uno, e interrogando teoría y clínica,  en lugar de ponernos a mirar y criticar lo que hacen unos u otros.

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