Alex Droppelman: «Inscripción del linaje del nombre…del padre en lo real»

Lacanoamericana, 2017

Gladis es una paciente de 37 años de edad que se encuentra en análisis desde hace 15 años es, decir, desde que ella tenía 21 a 22 años de edad. Si bien cuando Gladis tiene 16 años, llevando el apellido Stand su madre Carmela le revela que ese no es su apellido y le menciona el verdadero apellido del padre, dicho relato quedó en ella como una forma de zafar de la cuestión de un padre ausente. Gladis no le da credibilidad y lo deja en el lugar de una “habladuría”. De modo que ella vive con el apellido Stand. Durante el transcurso del análisis fue apareciendo como consecuencia de una cierta insistencia inconsciente, la pregunta acerca del nombre en relación al nombre del padre. Inicialmente esto no fue un problema, pero en la medida que transcurría el tiempo del análisis se fue instalando la sospecha acerca de la realidad de su apellido paterno. Acerca de cuál era su verdadero apellido paterno. La cuestión es que al decir de ella respecto al apellido, “algo no encarnaba”, lo que fue generando diversas constelaciones sintomáticas en el cuerpo. Particularmente la piel. En algún punto su sospecha era cuestión de piel. De hecho hay que consignar aquí que de niña, (5 a 6 años) ella presentaba episodios de psoriasis e incluso una sordera pertinaz que persistió durante años. Algo no se escuchaba, quizás un decir acerca de una verdad que no se enunciaba y que insistía desde la enunciación de Carmela. Las psicosomatizaciones se verificaban inicialmente en lo interno, refería que siempre le daban “cosas en la guata” como quizás señal de algo que no alcanzaba a digerir. Con posterioridad y con los significantes que vienen a instalarse en el análisis las manifestaciones se desplazaron a lo externo y fueron cuestiones a “flor de piel”. Surgieron de este modo las “urticarias”, “picazones de todo tipo” y el síntoma prínceps de esta historia que aún presenta reminiscencias, (recurre de tanto en vez), que no es otro que la “psoriasis”.

Fueron largas sesiones en que los significantes bordeaban la temática de “rascar”, “raspar”, “cambiar”, “transmutar” y “mudar la piel” nos convocaron en infinitas asociaciones.

Se instalaba con insistencia algo que generaba una sensación de extrañamiento. Algo Umheimlich no dejaba de advenir y los síntomas tomaban una forma cada vez más con-versiva. Alguna Versión no dejaba de no inscribirse. Versión de la inscripción de un nombre, que si bien la cubría al modo de una piel social, le era en algún profundamente ajena.

Hasta aquí nada permitía tener dudas o sospechas respecto al apellido de su padre salvo las asociaciones respecto a su homofonía. En realidad a la homofonía de su dos apellidos. Era como si los apellidos dieran la pista o mandataran una indicación respecto a algo en lo que había que reparar.

Haciendo tremendos esfuerzos por cambiar su verdadero nombre hemos concordado para los efectos de este trabajo unos apellidos que den cuenta de la insistencia a la cual aludimos, tanto desde la homofonía, de la letra, como del significado a que remiten.

El caso entonces es el de Gladis Stand Cambiazo.

Muchas veces la paciente genero asociaciones a su nombre que la hacían decir “Algo está allí que tiene que cambiar”. Esto aunque tenue en los inicios del tratamiento se instaló con persistencia según avanzaba su análisis.

Gladis si bien llevaba el apellido Stand y conocía a Emilio Stand. En los hechos su hermana mayor es hija de él con su madre, aunque nació después que ellos se separaran. Al separarse Emilio y Carmela esta se percata que está embarazada de Emilio, de modo que su hermana es reconocida aunque no tuvo un gran vínculo con su padre. De todos modos Gladis siempre tuvo claro que el padre de su hermana mayor era Emilio Stand ya que este sostenía un vínculo feble pero un lazo al fin. Gladis nace de acuerdo a la versión inicial de la historia varios años después que la madre Carmela Cambiazo se había separado de este. Tras la separación Emilio se va a vivir a Brasil y venía de cuando en vez a conocer a los nietos que le había dado su hija mayor.

En uno de esos viajes se vincula con Carmela de forma ocasional y ella queda esperando a Gladis, por lo que él se muestra dispuesto, a solicitud de Carmela, a darle su apellido. La re-conoce sin conocerla.

Función de desconocimiento que atraviesa a Gladis durante toda su existencia pasando por diferentes periplos que durante el análisis van transitando como una operación de des-cifra-miento hasta el momento actual según relataremos en el transcurso de este trabajo.

El análisis ha sido en los hechos un tránsito de des-cifra -miento y de re-inscripción.

Le ha permitido a Gladis generar una caligrafía con la cual finalmente logrará inscribir los nombres aunque sea de una forma desplazada, que la remite a lo real de su origen.

La historia de su gestación y la realidad de su vivencia hace de Gladis una hija criada por una madre que se esmeró por intentar al decir de ella “ser madre y padre”. Una madre de la cual todo el tiempo hubo que desprenderse, para que de ese modo el apellido Stand pudiese leerse en lo que era, “Estar”, y el de la madre Cambiazo a lo que convocaba, “Cambiar”.

Con el tiempo Gladis dice “eso siempre estuvo allí, era algo a ser leído, algo que decía que eso que estaba era algo que llamaba a cambiar”. En el apellido real la asociación del apellido de la madre es más claramente a que eso que está allí, es en cierto modo sucio, indeseado, repulsivo.

La repulsa desde el apellido de la madre a validar lo allí inscrito. Un rechazo a sostener lo que “Stand” allí escribió. Vicisitudes que dan cuenta de modo más enfático lo que el lenguaje ratifica. Que las palabras no dan cuenta de las cosas que nombran. Como lo decían los Nahualt en América. Como podríamos parafrasear aquí: “los nombres no dan cuenta de la inscripción de lo que nombran”.

Apellido del padre que Gladis, como buen sabueso determina “que algo huele mal”. De hecho el apellido real de la madre lleva a esa asociación, es como si estuviera diciendo que lo que está allí no huele bien.

Las cosas avanzan en cierto modo de las somatizaciones a los significantes: “de los dolores de guata” (internos) a la psoriasis en la piel (al borde) hasta los significantes ya fuera del cuerpo que remiten a los sentidos. Así las cosas empiezan a “oler” mal y derivan a “verse” mal. De niña la sordera remitía a que algo se “escuchaba” mal o más bien no se escuchaba.

Desde muy chica Gladis tuvo un padrino (un padre supletorio diría yo) que frecuentaba permanentemente la casa. Él estaba casado y la mujer era amiga con Carmela.

El padrino de nombre Rudy Traverso fue durante muchos años el verdadero amor de Carmela, cuestión que al parecer quedaba encubierta en un secreto a voces que la mujer de Rudy compartía.

Rudy no podía tener hijos con su mujer y aunque manteniendo su matrimonio, tuvo esta historia de amor con Carmela, que salvo el impedimento de hacer una vida junta, fue una bella historia de amor (encubierto) oculto, como en general lo son los amores de los amantes.

Algo, para los efectos de este trabajo que se escuchaba, olía, se veía, pero no se inscribía.

Tanto se veía que el parecido de Rudy, (que de paso era un masón muy conocido pero jamás dicho o explicitado como ocurre con dicha sociedad), con Gladis era tan impresionante que constantemente en encuentros sociales o de distinto tipo donde estaban Gladis y Rudy le preguntaban a él si era su hija y a ella si este era su padre.

Eran verdaderamente muy parecidos. Se veían como padre e hija. De hecho mucha gente lo creía así.

De hecho no tenían por qué pensar otra cosa.

“Tanto va el cántaro al agua que finalmente se rompe “según el aforismo popular que (nuevo parafraseo) “tanto va al agua que finalmente canta”.

Para nuestros efectos podríamos ceñirnos a la lengua de Cervantes donde el aforismo se expresa como: “tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe”.

Gladis encara a Carmela sobre este punto, reconociendo la importancia de su padrino en su desarrollo y vida. La cuestión es otra. ¿Porque portar un apellido que al parecer no es el propio?

Carmela dice no saber con certeza si el padre es Emilio o Rudy. Que en los hechos podría ser cualquiera y para no exponer a Rudy y su familia en ese momento optó por el apellido de Emilio.

Gladys ha cargado con el enojo que Carmela le haya puesto el apellido de Emilio Stand sin haber tenido las certeza, o teniéndola haberlo callado, acerca de cuál de los dos era el verdadero. No haber insistido con posterioridad y con la posibilidad que la tecnología otorga, haber obtenido esa certeza.

Gladis dice: “En esto de ser padre y madre, o al menos intentarlo, mi madre puso siempre su deseo por sobre el mío. Tomaba decisiones que ella pensaba eran mejor para mí, siempre en la línea de decidir lo que era “bueno para mí”. En cierto modo, yo le decía que Carmela se había pasado de madre.

Pero esta vez, Carmela ante la evidencia del parecido de Gladys con Rudy, no sólo físico sino también en rasgos caracterológicos, talentos y sentido el humor, se aviene a dar lugar a una duda que siempre tuvo. Legítimamente ella no sabía cuál de los dos era el padre solo que optó con desconocimiento y arbitrariedad pensando “era lo mejor para su hija”. También le era funcional a ella por una cuestión de trabajo. Stand era en los hechos el nombre que menos la comprometía y complicaba. Además era el padre de la hermana de Gladis.

Acuerdan entonces con el consentimiento de Rudy (que secretamente anhelaba ser el padre) realizar una prueba de ADN que confirma la paternidad de Rudy y la condición de hija de Gladis.

Para Emilio Stand esto no fue asunto y más allá de la felicidad del encuentro de Rudy con su hija y de ella con su verdadero padre esto no operó en ningún sentido en las inscripciones.

No hubo un reconocimiento e inscripción.

Rudy muere en el 2010 pocos años después de esta revelación y las cosas no alcanzaron a tomar los rumbos de una legalidad, es decir de una inscripción notarial de este reconocimiento.

Gladis es excluida después de la muerte de su padre de sus derechos de herencia y sigue llamándose con el apellido del padre de su hermana, es decir Stand.

Un año después de la ratificación de la prueba de ADN, de la verdad acerca del apellido del padre de Gladis, esta conoce a quién iba a ser su pareja, Jaime Soto, con quién convive y tiene una hija que pasa a llamarse René Stand.

Así las cosas volvían a alejar de su descendencia el verdadero apellido de Gladis. Una nueva operación de ocultamiento y des-inscripción.

La aparición del padre si bien la habilita a Gladis a ser madre, nuevamente la cuestión del nombre se diluye en nuevos ocultamientos.

Al modo de una apátrida, de los errantes, Gladis se desplaza en inscripciones de nombres que no la representan. Si bien el encuentro con su verdadero padre tuvo una cierta operación en lo simbólico hay algo de la inscripción en lo real que no cesa de no verificarse.

Tres años después Gladis se separa de Jaime quién con el tiempo desaparece cada vez más de la vida de René. Se repite de este modo la historia de padres que desparecen, los supletorios, los verdaderos, los actuales como Jaime, los que mueren, los que mal inscriben, los que no inscriben, los que inscriben y desparecen.

Con estas vicisitudes, por momentos reaparecen los síntomas, las rabias hacia la madre se agudizan, la decepción se instala. Pareciera que la posibilidad de tener una familia a nombre propio se diluye y teje un manto de silencio sobre el nombre del padre que parece nuevamente perderse en las profundidades de la anomia.

Gladis refiere que resultaba muy complejo cambiarse el apellido, que su padre no alcanzó a hacer nada al respecto, que todo el mundo ya la reconoce con su apellido Stand. Que las cosa ya han sido así. Si bien reconoce que simbólicamente su padre Rudy intento ubicarse en tal lugar y ella en el de su hija, algo de la legalidad que trae lo real de la ley cívica no operó.

No hubo registro (en Chile se llama Registro civil).

Con el tiempo, en su trabajo en el consultorio, conoce a un médico joven con el cual entabla inicialmente una amistad que deriva en poco tiempo a una relación. Me dice que el novio se llama Luis Traverso y sonríe porque Luis tiene el mismo apellido que su verdadero padre. Hay que decir que el apellido del padre consignado en este trabajo no es el real, el verdadero es muy común en nuestro país.

Así como el apellido Traverso del padre no dejó de insistir hasta reversar la cuestión de la supuesta paternidad de Stand, ¿Qué reversará el Traverso de Luis en esta historia? Me dice Gladis.

La relación con Luis va cada vez mejor al punto que deciden convivir y armar una familia entre ellos y René. Avanza de este modo la relación y la familia hasta que Gladis queda esperando un hijo el cual tiene en la actualidad 1 año y un mes. Nace de este modo Carolina Traverso Stand. Podemos decir que en ello algo del verdadero nombre del padre se restituye en lo real e imaginario. Gladis firma el registro de su hija con plena caligrafía.

En su casa Gladis tiene fotos de su verdadero padre que René nomina como su abuelo y Gladis lo refiere como su padre. Carolina sostiene el significante que Traverso encierra y rescata de este modo un apellido que parecía perdido.

Pero los sueños de Gladys en su análisis, las reminiscencias sintomáticas, la instalación de un cierto malestar y algunas angustias resistentes insisten en lo que llamaremos una operación caligráfica inconclusa.

Caligrafía que debe tomar cuerpo para poder signar, hacer marca en lo real para remitir de ese modo a lo simbólico. Al modo de las lápidas como menciona Lacan, la inscripción en lo real sostiene el deslizamiento de la laminilla libidinal de lo simbólico. Las tumbas de los N.N. no facilitan el deslizamiento libidinal que la inscripción del nombre facilita. De allí la desesperanza de los familiares de detenidos desaparecidos en nuestro país. ¿Cómo no habría de existir angustia y dolor ante la ausencia de un cuerpo que lo testimonie y una inscripción en la lápida de perenne caligrafía los sostenga en la escritura?

Carolina viene a recobrar de este modo la historia oculta de un linaje, de un apellido que como familia representa a Gladis. El apellido Traverso retorna, reversa al lugar de la verdad, reversa el ocultamiento, reversa el silencio con la fuerza de su propio significante Tra –verso. (Tras el verso).

Desliza lo reprimido. Curioso modo de volver a inscribir el nombre de un padre en el nombre del padre de su hija Carolina. El retorno de lo reprimido. Su hija Carolina es debidamente inscrita. El apellido Stand queda como segundo apellido y por ello en cierto modo subsumido.

Gladis dice en verdad esto está bien pero no alcanza, en cierto modo no es todo. ¿Qué falta en la caligrafía? Que letra aún insiste en escribirse. ¿Que es preciso registrar para testimoniar y ratificar el linaje de los Traverso?

Gladis refiere que en toda esta historia ella como sujeto nunca se ha sentido plenamente reconocida, que siempre ha sido a medias. Primero por un padre que le da el apellido pero que no era su padre. Es decir, es reconocida en inscrita en cierto modo aunque generosamente, en la ortopedia de una impostura. En cualquier caso, reconocida en una función de error o desconocimiento. Posteriormente la reconoce su verdadero padre que no la inscribe. Tiene una hija con un hombre que borra su verdadero apellido y las abandona. Formas del desarraigo que apenas se re-versan con el nacimiento de su hija Carolina Traverso. Gladis refiere en la consulta que siempre queda algo afuera. Me dice “por anga o por manga “quedo des-inscrita, reconocida a medias.

Le pregunto si con Luis han pensado en tener más hijos y me dice que sí.

En los hechos ella toma varias determinaciones en relación a ese deseo, como cambiarse a un trabajo con más libertad que le permita estar más tiempo con sus hijas, comprar un departamento con Luis y paradojalmente cambiar el auto por un vehículo familiar de marca Chevrolet Traverse.

Yo le pregunto ¿y el matrimonio cuándo? Se ríe. Me dice que quizás eso le restituya la certeza de pertenecer en propiedad, con inscripción y libreta. Bueno le digo pasarías como es común en nuestra y otras culturas a llamarte: Gladis Traverso. Sra. Traverso. Gladis de Traverso. Al parecer las modalidades abundan y garantizan la instalación de Traverso y en cierto modo la omisión de Stand.

Ella me dice que Luis ha puesto el tema tangencialmente, que ella también ha realizado ciertos señalamientos al respecto. Pero nada muy claro.

La próxima sesión me dice que completada la caligrafía debe instalarse la escritura de la mano del deseo. Que la des-inscripción ella la facilita por sus miedos, por haber sido una errante, por no haber pasado de la madre contadora, donde su deseo no contaba a inscribir su deseo en el notario. Anotar su deseo por un nombre en lo Real del Registro.

Aborda esto con Luis quién se manifiesta feliz y le propone contraigan matrimonio.

Al parecer esta vez la caligrafía cobrara el peso, el trazo será más profundo, la mano que escribe tendrá el peso de un anillo, de una argolla que permita cerrar la letra.

Luis le dice que ella se ha adelantado a su deseo, que él pensaba hacerlo más formal, que estaba viendo de hacer una fiesta con familias y amigos.

Hoy ella ha espaciado las sesiones porque se encuentra haciendo muchos trámites, de la vivienda, de sus hijas, de la casa, de la familia y de su futuro matrimonio. Que hablarlo con Luis ya ha sido suficiente. Han desparecido los síntomas, se han aplacado las angustias, la contrariedad esta apaciguada. Si bien no pudo ser la hija de Traverso plenamente habrá de ser la señora de Traverso y la madre de los hijos Traverso plenamente.

En un tiempo esta indeleble caligrafía que nos otra que la de su deseo dará lugar a un Acto donde primero será la escritura ante el Registro, para después quedar anotado en el Notario, para finalmente ser objeto de la enunciación que la letra anticipaba: Si quiero.

Su familia dará testimonio del linaje del nombre del padre, del suyo, que como una laminilla libidinal nunca cesó de deslizarse Re-vertiendo una historia de silencios y ocultamientos.

Quizás esté presente cuando se escuche de ambos, Gladis y de Luis el: Si quiero. Como corolario del trabajo en análisis de una consistente caligrafía.

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