Fanny Serrano: «El psicoanálisis en los tiempos que corren y su relación con la ciencia y la psicología»

Lacanoamericana, Octubre de 2017

La pregunta por el padecer humano ha estado desde siempre rondando la humanidad, distintas disciplinas han abordado este cuestionamiento y el campo de la ciencia ha tomado un protagonismo; particularmente desde la posición de la dupla salud – enfermedad.

¿Qué nos podrá decir el psicoanálisis acerca de la ciencia, a partir de Freud y Lacan?

Freud en sus presentaciones biográficas de 1925, afirmo en el estatuto científico del psicoanálisis: “Si bien se trato originalmente del nombre de un particular método terapéutico, ahora se ha convertido también en el nombre de una ciencia: la ciencia de los procesos mentales inconscientes”. Luego en 1940 en esquema del psicoanálisis, entrega una particularidad. “Toda ciencia se basa en observaciones y experiencias a las que se llega por medio de nuestro aparato psíquico. Pero, puesto que nuestra ciencia tiene como su objeto ese mismo aparato, la analogía termina allí”.

Bajo la influencia médica Freud, tomaba conceptos de la biología, los reformulaba tan radicalmente que creaba un paradigma totalmente nuevo y ajeno a sus orígenes biológicos, Según Lacan, Freud se anticipó a los descubrimientos de la lingüística estructural moderna de Saussure y podemos entender la obra freudiana desde una lectura de conceptos lingüísticos.

La ciencia para Freud era uno de los más altos logros de la civilización, se oponía a las fuerzas reaccionarias de la religión y desde este punto Lacan al igual que Freud piensa que en la oposición entre ciencia y religión, el psicoanálisis tiene más en común con el discurso científico que con el discurso religioso, señalando enfáticamente en su seminario “los cuatro concepto fundamentales”, el psicoanálisis no es una religión, sino que procede del mismo estatuto de la ciencia.

Para Lacan hay un eje fundamental en su pensamiento no sin acompañarse de una crítica a la práctica de la ciencia. Manifiesta que la ciencia moderna ignora la dimensión simbólica de la existencia humana alentando al hombre moderno a “olvidar su subjetivad” (escritos “función y campo de la palabra y del lenguaje en psi).

Cómo se instala entonces el saber de la mano de la ciencia y su relación, en cuanto tiene como fundamento la exclusión de cualquier acceso a ese saber por medio de la palabra; por lo tanto, exige que toda búsqueda de saber siga sólo el camino de la razón. En nuestra práctica, el analizante, habla, asocia, descubre, ese sujeto y su discurso permite al análisis un despliegue simbólico. Lacan nos señala que el psicoanálisis no se basa en la apelación a una experiencia inefable o a un relámpago intuitivo, sino a un proceso de diálogo.

El saber constituye una meta de la dirección de la cura, de la relación del sujeto con el orden simbólico, y también el saber sobre esa relación, simplemente la articulación de los significantes en el universo simbólico del sujeto, en la cadena significante S2.

El inconsciente no es más que otro nombre del saber simbólico, en cuanto constituye un “saber desconocido”, un saber que el sujeto no sabe que tiene. La cura apunta a una revelación progresiva de este saber para el sujeto, se basa en la premisa de que el único medio de acceso a ese saber es una particular forma de palabra denominada asociación libre. La cura no apunta a un “saber absoluto”, porque el inconsciente es irreductible, una división ineludible entre el sujeto y el saber, un saber del orden simbólico, que no reside en un sujeto particular.

Psicología y psicoanálisis

En los escritos antes de 1950, Lacan ve la psicología y el psicoanálisis como disciplinas paralelas, que pueden alimentarse recíprocamente. Sin embargo después de 1950 hay una tendencia gradual a separar el psicoanálisis de la psicología, señala en el seminario 3 que “lo psicológico, si tratamos de aferrarlo con la mayor firmeza posible, es lo etológico, es decir el todo de la conducta del individuo biológico en relación con su ambiente natural”.

Esto no significa que no se pueda decir nada sobre los seres humanos, porque también los humanos son animales, pero en cambio no puede decir nada de lo que es singularmente humano.

Después de inicio de los 50, la psicología es reducida a leyes generales del comportamiento que se aplican a todos los animales, incluso a los seres humanos. Rechaza por tanto vigorosamente la teoría conductista según la cual esas mismas leyes generales del comportamiento bastan para explicar todos los fenómenos psíquicos humanos.

En cambio el psicoanálisis, descubre la base lingüística de la subjetividad humana, es adecuado para explicar los fenómenos psíquicos específicamente humanos.

Posteriormente, en los años 1960, la distancia entre psicológica y psicoanálisis es más evidente. La psicología se instrumentaliza con dedicación absoluta a ilusiones de totalidad, de autonomía y autoconciencia, el psicoanálisis por su parte subvierte esas ilusiones de unidad del sujeto abrazadas por la psicología; altera esta noción al señalar que el sujeto está irremediablemente dividido “barrado”.

Más lejana la idea, que el psicoanálisis: es una rama de la psicología, tampoco de la medicina, ni de la filosofía, ni de la lingüística, ni una forma de psicoterapia, ya que su meta no es “curar”, por tanto la dupla salud-enfermedad, como lo plantea la ciencia, en particular la ciencia médica se distancia del psicoanálisis.

La herencia que nos dejo Lacan para dar cuenta de la práctica psicoanalítica es la autonomía de nuestro quehacer, puede tomar conceptos de muchas otras disciplinas, pero no significa que dependa de alguna de ellas, sino más bien reelabora esos conceptos de un modo singular. Entonces la premisa – cada caso es un caso – desmantela las generalidades y mira desde lejos las categorizaciones de los manuales que dan cuenta del padecer humano, aunque una serie de síntomas parezcan ejemplificar una patología y entregar la certeza de un diagnóstico.

Una postura particular al respecto, rechaza el reduccionismo biológico, un ejemplo de esto es el concepto lacaniano de FALO, que lo concibe como significante y no como órgano corporal. Sin embargo también refuta algunas posiciones que ignoran por completo la pertinencia de la biología y señala en sus escritos “de un silabario a posteriori”, que si la “biologización” se entiende correctamente, es decir no como la reducción de los fenómenos psíquicos a una cruda determinación biológica, sino como discernir el modo preciso en que los datos biológicos impactan en el campo psíquico, en tanto desde ahí podemos estar de acuerdo con el pensamiento biologizante.

Ahora bien si entendemos que la biología impacta directamente en su centro motor sobre la medicina; el cuestionamiento que surge: ¿ es posible trabajar en conjunto con la mirada médica o más bien es posible que psicoanalistas y psiquiatras podamos abordar un caso clínico?

En noviembre del 2015, llama una madre desesperada, dice: “revise a mi hija”, le pregunto por la edad de su hija y para mi sorpresa me responde que tiene 36 años, entonces le digo que me llame su hija para coordinar una hora dentro de los próximos días, la madre me responde que no es posible porque no puede hablar, “no le entendería nada de lo que pueda decirle”…mi curiosidad fue en aumento y le doy una hora a la madre, para que asista su hija a una primera entrevista.

Llegan ambas a la consulta, la madre sosteniendo del brazo a su hija la que me sonríe y sube la escala de mi consulta con mucha dificultad y lentitud, pero sin dejar de mirarme ni sonreírme, la madre también me mira y sonríe, la hija intenta saludarme y al parecer la madre tenía razón, no logre entender que me decía, sin embargo la escuche atenta.

La madre entra a la consulta deja sentada a su hija frente a mi escritorio y me dice “bueno, aquí estamos usted dígame” y le digo que puede esperar en la sala alrededor de una hora, la invito a salir, en ese momento la madre dejo de sonreírme.

La mujer sentada frente a mi no deja de mirarme e intenta saludar con balbuceos lentos y traposos, guiñando un ojo, con la cabeza inclinada y el cuerpo temblando, me dice “aquí estoy” me da su nombre, la llamaremos M

Me muestra una serie de documentos que señala como unos exámenes que trae para indicar lo que sus médicos le han diagnosticado, me dice que ella sufre de múltiples dolores, se marea, no puede caminar sin ayuda, se siente muy agotada permanentemente. Le cuesta unir las palabras y cuando lo logra habla con mucha rapidez, se disculpa por ello. Observo una pérdida del hilo conductor de su relato, ella sabe de esto y dice: “no se preocupe sé que me fui para otro lado”

Nacida y criada en el sur de chile, psicóloga de profesión, con una hija de 3 años, separada de su esposo desde el 2014.

Relata que todo esto le ocurre desde septiembre del 2015, comenzó con dolores musculares, parálisis en sus extremidades, mareos, y dificultad para hablar, no ha perdido nunca la cc ni ha tenido dificultades de memoria, ha visitado una serie de psiquiatras y neurólogos que han indagado en sus síntomas y revisado sus exámenes dando un diagnóstico de “convulsión múltiple”. Me señala que esta medicada, me muestra y lee las recetas y cuento alrededor de 5 medicamentos que toma simultáneamente.

Decidió viajar a Viña del Mar a vivir con sus padres para visitar otros especialistas que la puedan ayudar y dice: “entender que me paso”, frase que escucho como una demanda. M estaba con licencia desde septiembre de ese año, dejó su trabajo en la escuela y su consulta particular.

Luego de pasadas las primeras entrevistas, la madre se acerca y me pide que le cuente, que pienso de lo que le sucede a su hija y dice: “quiero que se recupere, ella era vital, trabajadora, esforzada y muy alegre”, continúa “lo de múltiple es porque están comprometidos varias partes del cuerpo, pero su memoria está muy bien” deja a su hija en la sala de espera, cierra la puerta de la consulta y dice: “usted cree que esto se le pasará, no está loca verdad”

Su petición que le cuente que pienso se fue con ella, sólo pude decir “hasta luego” y a M “la espero la próxima semana.” Que la mamá se llevará su pregunta fue lo mejor, no tenía nada que decirle y menos responderle.

En la 4 sesión, M mantiene sus temblores, sus mareos y sus dolores musculares. Sin embargo su dificultad para hablar ya no es tal.

Si entendemos la biologización más allá de un conjunto de fenómenos sintomáticos, sino datos que impactan el campo psíquico o episodios vividos por el sujeto que suscitan síntomas en este caso en el cuerpo y evidencian un malestar. M pudo hablar de sus dolores, no sólo de sus dolencias corporales sino de esos otros que llevan un correlato atemporal, en el momento que ella puede hilar sus palabras, no para de hablar aunque sus manos tiemblan su cuello se inclina y su andar es lento.

Derivo a M con un psiquiatra de confianza, con quien trabajaremos el caso desde su mirada y la mía. M lo visita cada 15 días, luego de dos meses 1 vez al mes, a su análisis acude 1 vez por semana. Luego de 2 meses, M va sola a su análisis, a los 5 meses maneja su vehículo y al 6 mes decide viajar al sur para comenzar los trámites de su divorcio, renuncia a su trabajo, dice: “ya no más licencias”, comienza a buscar trabajo en la ciudad bella como denomina a Viña del Mar.

La medicación persigue curar las enfermedades nerviosas y disminución sintomática, parte del quehacer médico y necesario desde la construcción psicopatológica de los diagnósticos y estabilización del paciente sin que interfiera en el trabajo analítico. M seguirá hablando de sus síntomas aunque ya no estén presentes. Aparece su dolor frente a la separación conyugal y a su cambio de vida; el trabajo de los significantes la “encamina” a hacerse cargo de su divorcio, “no más licencias”.

El abordaje del caso desde ambas miradas, en un cruce epistemológico y donde el sujeto es lo que moviliza ambos quehaceres.

La medicina nos convoca a tener una mirada exclusiva desde la psicología y un entendimiento práctico de la dupla salud- enfermedad este llamado es a psicólogos, desde nuestra posición de psicoanalistas es otra cosa, allí en donde a mi parecer puede tornarse una odisea el trabajar juntos, si la relación médico-psicoanalista queda zanjado en algún momento es absolutamente posible que nos entendamos y trabajemos juntos para responder a la pregunta sobre el padecer humano desde la teoría, análisis de casos e intervenciones en la práctica.

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