Michel Ferrazi – Exilio de un sujeto, extraterritorialidad de una teoría; errancia en una práctica.

13 de marzo de 2018.

Con mi intervención de hoy, os llevaré a dar un paseo poco común, al menos en su forma de proponeros un cierto exilio, dejar un lugar psiquico e intelectual en el que tendriais vuestras referencias, ver vuestras costumbres, para partir hacia un camino de lo desconocido.

Por una vez, podré hablar libremente de una situación, que diría, clínica y de su evolución en la cura, ya que se tratará de mi historia a partir de la cual, intentaré, en esta exposición, de tirar del hilo de un recorrido. En francés, hay un término que es «cheminot », designaba los hombres que iban por los caminos, de granja en granja, para alquilar sus brazos. No tenián un punto de atadura pero al menos, tenían siempre un objetivo, el de encontrar un lugar de pasaje. Más tarde este término ha servido para designar a los conductores de trenes quienes, yendo por los ferrocarriles (chemins de fer), no tenian la elección de su punto de llegada. Signo de que la errancia puede estar más estructurada de lo que se podría creer.

¿Por qué tomo este camino? El tema que se propone este año es el de las reminiscencias. ¿Seguimos sufriendo de nuestras reminiscencias o acaso gozamos de nuestras reminiscencias? Estas cuestiones evocan la represión y el retorno de lo reprimido, de los cuales Lacan dice que es exactamente lo mismo. También habría que plantear la cuestión de lo trans-generacional que es un punto delicado, porque ahí la dimensión de una represión se ve interrogada ¿acaso se puede hablar de represión cuando se trata de reminiscencias trans-generacionales? ¿acaso no se suele aludir en estos casos a una represión que no se ha llevado a cabo o que sólo se lleva a cabo parcialmente dejando agujeros, dejando rastros, que van a transmitirse en forma de cosas no dichas, de secretos, soslayos o tabúes que pueden transmitirse o no a cada sujeto, según una serie de criterios que lo llevarían a traducirlos por signos, por marcas o por síntomas?

Una pregunta ¿sí una represión ha operado una o dos generaciones antes de que advenga el sujeto, acaso se puede pensar de ello que no quedará ningún rastro, que las generaciones siguientes podrán vivir como si no hubiera pasado nada? Es en este punto ciertamente, en el que el término de reminiscencia cobra todo su valor estructural. Entonces, incluso si pienso que os habéis remitido ya a este texto, voy a retomar lo que dice Lacan sobre el tema de las reminiscencias en su Seminario 23, El Sinthome, es la lección del 13 de abril de 1976: “Lo real en cuestión tiene el valor de lo que se llama generalmente traumatismo, digamos que es el forzamiento de una nueva escritura, que tiene lo que hay que llamar metáfora, un alcance simbólico, y también el forzamiento de un nuevo tipo de idea, una idea que no florece espontáneamente por el mero hecho de lo que tiene sentido, es decir, lo imaginario.” Una idea que no viene de lo imaginario -pues os dejo que penséis sobre ello-, no es tan fácil de pensar este concepto. Porque una manifestación que no venga de lo imaginario vale, pero una idea que no venga de lo imaginario es difícil de concebir.

Tampoco es que se trate de algo que sea totalmente extraño, diría incluso que es esto lo que hace patente, lo que hace aprehender, pero de forma totalmente ilusoria, lo que puede ser la reminiscencia, que consiste en imaginar acerca de algo que tiene función de idea, pero que no es una, que se la “reminisce”.

La reminiscencia se diferencia de la rememoración. Freud distingue estas dos funciones.

Así que este es uno de los escasos pasajes en los que Lacan evoca la cuestión de la reminiscencia, es poco pero tampoco es nada. Esto tiene que ver con lo real, que lo imaginario le pilla un poco de sorpresa y que en él lo simbólico es un forzamiento. Pero la idea de un anudamiento de las tres instancias está presente, incluso si la calidad y la solidez de este anudamiento tienen que evaluarse, esta por ver.

Con Freud la cuestión de la represión está esencialmente vinculada con lo sexual y con la unicidad del sujeto, cosa que cierra totalmente la cuestión de las reminiscencias tal y como yo las identifico. No obstante, en varios de sus textos, Freud evoca una identificación primaria con los padres y con la prehistoria de la humanidad ¿cómo se puede entender esto, acaso las reminiscencias, entonces, estarían más vinculadas con la identificación que con la represión o acaso lo que ha sido mal reprimido o imperfectamente reprimido formaría parte –acaso- del proceso? Me parece más pertinente entonces ampliar esta cuestión diciendo, que sí. Efectivamente, nuestras reminiscencias pueden influir en nuestras identificaciones, lo cual parece evidente, por otra parte, entonces, en vez del término de sexual me parecería más apropiado el de fálico. Ya que introduce la idea del gran Otro barrado o no, o mal barrado, como lo veremos. En francés mal barrado es una expresión para decir tenerlo jodido. Es una palabra de argot, como se habla en la calle, una palabra que procede del término de la marina que significa tenerlo jodido -para salir de una situación-.

He podido hacerme una idea más concreta sobre este punto en mi experiencia. Durante 32 años de ejercicio en un centro especializado para niños y adolescentes que tenían problemas de aprendizaje o de adaptación, hice un estudio regular, periódico de los orígenes en cuanto a su país y según los años. Entre el 47 y el 70% de estos chicos tenían una historia en la cual la emigración, en el caso de uno o de ambos padres, en una o dos generaciones previas estaba presente. En el caso de mi práctica profesional independiente, en varias ocasiones me han pedido ayuda en el caso de niños adoptados, que eran de origen no europeo, que presentaban trastornos más o menos severos, las causas podían ser varias y no extraigo ninguna conclusión definitiva. No obstante, en el caso de sus hermanos y hermanas, que ellos también habían sido adoptados pero que se habían integrado correctamente, está claro que la represión y la identificación habían funcionado correctamente. Conocían su historia pero esto no los desestabilizaba y parecían no sufrir de sus reminiscencias; pero también entendía que no era necesario que se detuvieran en esta cuestión, a pesar de todo.

Tengo dos casos en mente, un chico de Laos y otro de Rumanía, los dos estuvieron en un orfanato, sus hermanos y hermanas se habían adaptado bien, pero el chico en cuestión decía que no podía darle la espalda a una ventana“ porque siempre pienso que va a llegar alguien que me va a hacer daño por detrás”. En mi calidad de psicoanalista, con apellido de origen italiano, no me puede extrañar el gran número de personas con un apellido de origen italiano que vienen a mi consulta. El significante italiano o inmigrante que es subyacente a su petición, hay que tomarlo con una cierta distancia, pero no debe ignorarse o dejarse de lado, ya que pertenece al sujeto que ha debido constituirse con este significante, incluso si no es su creación. Que este significante se ha impuesto a él, más bien haciendo agujero en calidad de eslabón en la cadena significante, como un significante que no lograría siempre representar al sujeto para otro significante. Así que es un significante que se pasea para los inmigrantes, lo cual es algo y, he podido apreciar esto también, claro está, para personas que no eran de origen italiano. Es verdad que suelo tener entre 6 o 10 pacientes de origen italiano, y me doy cuenta que para ellos la palabra italiano es completamente familiar y al mismo tiempo ajena. Rital, R para República, Ital para Italia, sin acabar el nombre de Italia, Rital. Me dicen, menos mal que es usted italiano porque en otro caso no aceptaría este tipo de comentario. Y cuando les pregunto, ¡ah! ¿por qué?¿siguen siendo ustedes italianos? Y no saben que responder entonces.

Cuando decidí establecerme como psicoanalista en el ámbito del trabajo independiente, opté por una ciudad bastante grande y bastante poblada que está cerca de mi domicilio. Un día en el coche, cuando iba para mi consulta, vi a la entrada de esta ciudad un panel no muy nuevo -así que no era muy reciente-, que anunciaba que esta ciudad estaba hermanada con la ciudad italiana que fue la cuna de origen de mis abuelos italianos. Me di cuenta que había pasado miles de veces por delante de ese lugar sin haberme dado cuenta de este panel. Me invadió una sensación extraña, no es que me sorprendiese esta manifestación de lo inconsciente, tenía una vaga sensación en la que se mezclaban, tristeza, enfado y extrañeza. Eso es lo que yo situaría del lado de las reminiscencias.

Todo comenzó con el exilio, a finales de 1923 un hombre, mi abuelo paterno, panadero, se vio obligado por la represión de las fuerzas fascistas italianas a beber un vaso de aceite de ricino en la plaza pública delante de un grupo de testigos. Más allá de la dimensión humillante de esta situación, resulta que en las condiciones de aquella época era solo una primera fase de la represión que se iba a convertir con el tiempo en algo cada vez más insistente y amenazante. Si mi abuelo renunciaba a su postura antifascista lo dejarían en paz. Él se iría esa misma noche con su mujer y su hija definitivamente de Italia, mi padre estaba siendo gestado en ese momento en el vientre de mi abuela. Habiendo sido concebido en Italia nacerá en Francia algunos meses más tarde.

Llegados a Francia, mis abuelos tacharon a Italia y no volvieron nunca más. Nunca les oí hablar italiano, incluso entre ellos, al menos en mi presencia, incluso si su francés era más bien pintoresco. Mi abuelo no pudo ejercer su oficio de panadero en Francia. Ya de entrada los extranjeros se veían como que venían a quitarles el pan a los franceses, no era cuestión pues de que encima los extranjeros se pusiesen a hacer el pan de los franceses. Así que trabajará como curtidor hasta el final de su vida profesional. En Italia tuvo que abandonar su panadería de la cual era propietario. Así que para mis abuelos, este exilio se correspondía con un rechazo a gozar como la gente de su entorno de origen, sometiéndose al discurso de un amo. Otra forma de exilio sería la imposibilidad de gozar como los demás, como los otros, lo cual tiene que ver entonces con la pobreza o la miseria, pero para mis abuelos se trataba de un rechazo, así que huyeron de un gran Otro.

Pero es la continuación lo que es importante, ya que para ellos, la consecuencia lógica de esta situación es que tuvieron que encontrar otro gran Otro. Así que se pusieron a apostar totalmente en los estudios de sus hijos, en la integración en el país de acogida, del cual mi abuelo decía cosas completamente incomprensibles para mí en aquella época, “ Si Sacco y Vanzetti hubiesen venido a Francia, no estarían muertos hoy”, ¿qué dice el abuelo? o bien, “los italianos han votado una vez por un fascista, volverán a hacerlo”. Así que cuando eligieron al señor Berlusconi lo entendí todo.

Así que aparte de algunos sinsabores vinculados con las mentalidades y pensamientos del país de acogida, todo parecía seguir un curso tranquilizador. Esto es una prueba de que huir de un goce impuesto por un amo en un lugar no impide que se instale otro goce en un nuevo sitio. Es la prueba también de que no basta con huir de un gran Otro para que advenga un Nombre del Padre. El exilio acaba siendo, entonces, un ir a gozar a otra parte. Esta cuestión del Nombre del Padre es algo importante, porque cuando me paseo por la zona industrial del país en el que crecí, que era una ciudad en la que había muchos ritals, tengo la impresión da pasar lista en clase. Porque las segunda generaciones se han convertido todos en cerrajeros, mecánicos, pintores de brocha gorda y lo primero que hacen es pintar su nombre en caracteres grandes en la fachada de la empresa y veo los nombres de mis colegas de clase, mis compañeros de clase.

Así que mi padre nació en Francia, pero mi madre era francesa de origen, de cuna por decirlo así. Así que pasaba entonces todas mis vacaciones escolares en la región natal de mi madre, en el suroeste de Francia, Gascoña. Región de la cual adopte las costumbres, incluso el acento que me venía sin ningún esfuerzo, con algunas palabras de dialecto del sur, antes de volver a la región más al este, donde mis abuelos habían posado sus maletas. Pero cuando tenía 8 años, después de unas vacaciones precisamente gasconas, mis compañeros de clase, muy franceses, me persiguieron lanzándome piedras y gritando ¡Ferrazi, espagueti, vuelve a tu casa en Italia! una tonteria de niños. Claro que yo no sé si eran las ideas de los niños o era lo que oían. Bueno, una vez que me escapé y que ya no estaba expuesto a estos niños en la calle, delante del edificio en el que vivíamos, no sentía tristeza ni ira, sino sorpresa, estaba alucinado porque me di cuenta que no era gascón, de que no era italiano y que sólo sería francés con los papeles. Mi relación con el otro pequeño “a” se vio profundamente modificada; sólo había semblante. Mi relación con el Otro, con A mayúscula, se vio modificada también. No había un gran Otro fiable. Lo que cayó aquel día es lo que sostiene a la gente del lugar, permitiéndoles estar en su casa y ver a todos los demás como extranjeros, independientemente si viven a tres o a mil kilómetros. Me encontré, así pues, en una especie de exilio interior, exiliado en el país en el que mi familia se había exiliado. Así que propongo una escritura para esta situación que sería $<>A (S barrado rombo A barrado) Mientras que para la gente del lugar, la escritura que propondría sería S<>A. En el segundo no hay una distancia entre el gran Otro y el sujeto.

Es en nombre de una gran goce común, que se supone está justificado por un gran Otro no barrado, que esto puede desarrollarse así. Y luego, para esta gente del lugar, es la alienación lo que genera identidad, limitando el campo de esta identidad y cerrándola a los que no forman parte de ella. Como si dicha identidad fuese algo frágil, tanto cómo podría serlo la no castración del gran Otro, y podría verse puesta en tela de juicio por el mero hecho de la irrupción de lo extraño, de lo ajeno, del otro que vendría a revelar el impasse. Ya que está identidad se funda en elementos externos del entorno: una lengua, una cultura, etc. Elementos con los cuales el sujeto se ha identificado, pensando seguramente que se refiere al padre de los orígenes, cuando en realidad se funda en lo especular con el otro pequeño “a”, formando una comunidad que llama un gran Otro no barrado, como que instituye la deificación de una instancia feroz y celosa, dispuesta a eliminar a aquellos que no forman parte de ella. Las raíces del discurso del amo se hayan allí.

Así que pensé que hablar de todo esto en España, con lo que está pasando con Cataluña y todo esto, está ya todo escrito.

Así que cuando me encontré en el campo del psicoanálisis -utilizo este término de “campo”, para mantener esta idea de un lugar muy concreto-, sentí lo mismo que en aquella calle del edificio de mis ocho años. Tomé la decisión después de unos estudios de psicología de convertirme en un sin patria, sin religión, sin grupo de pertenencia; salvo ciertos psicoanalistas –quizás-, pero a condición de que no fuesen demasiado psicoanalistas ‘del lugar’. Volveré a hablar de este punto más delante.

Bueno, hay que decir que por lo menos tenía un apellido y un nombre, pero este nombre y este apellido eran lo que me diferenciaba, me separaba de los demás. Después de lo que había vivido, este apellido ya no me protegía, ni tampoco me amparaba haciéndome pertenecer a un grupo determinado. Los 11 millones de inmigrantes italianos por ejemplo. En el plano del psicoanálisis se puede postular que el análisis apunta a permitir a un sujeto distanciarse de la identidad que se ha forjado a lo largo de su historia y, de la que tiene que entender, que esa identidad es una máscara que falsea un montón de cosas, desde el momento en que se funda en su relación con los demás. Parecería que para mí esto ya no se podía jugar así, se acabó el carnaval, la máscara no era suficientemente ancha, no obstante, la cuestión de la identidad seguía planteándose fundamentalmente ¿La situación acaso entonces era mejor?

Esta es en parte, al menos, la historia del exilio de mis abuelos, lo cual me ha llevado a hacer un análisis. Proceso que en si propone al sujeto exiliarse de sí mismo, alejarse de lo que él estima su verdad, para acceder a otra cosa. Pero entonces ¿por qué el psicoanálisis y por consiguiente, el análisis personal, que no se puede separar de éste? Podría haber entrado en la religión, mi abuela italiana era muy beata, hubiera podido ser cura, postulando un gran Otro que mira por nosotros; o tener una carrera científica que reduce el discurso a su proximidad máxima de un real supuesto-tampoco es que fuese superdotado, pero era bueno en todo-; o la filosofía, que me atraía mucho, en la cual tenía reflexiones que no estaban nada mal. Pensé en estas vías una a una, pero resulta que algo de mi historia hacia que no pudiera compartir mi identidad con otro grupo, ni proyectarla ni rechazarla, ni gozar de ella, ni sufrir de ella.

Hablaba de reminiscencias al principio de este texto, de la historia en que un sujeto se ve atrapado pese a él. Pero quizás lo que me atrajo rápidamente en el psicoanálisis, cuando lo descubrí en la universidad, es su carácter de extra-territorialidad. Aclaro de entrada que para mí, esta extra-territorialidad no significa que el psicoanálisis tenga un terreno, un territorio aparte de las demás disciplinas, sino que por el contrario, se ve concernida por todos los otros territorios, con los que puede entrar en contacto sin perder su especificidad y sin hacer de ello un motivo de oposición o de combate; y todo ello, incluso, si ciertos practicantes de las demás disciplinas funcionan como gentes del lugar y no tienen otra posibilidad de hacerse valer, sino rechazando a las demás prácticas, entre ellas el psicoanálisis. Así que empecé a estudiar psicología sin saber muy bien que podía ser aquello, gracias a Dios que los dos primeros años seguí paralelamente los cursos en la Facultad de Filosofía; porque sentía un cierto malestar. Todo lo que nos enseñaban sobre el desarrollo del individuo, sobre la patología, sobre la historia de las ciencias humanas -tenía interés claro está-, pero me sentía un poco como en una masa, una red, como si mi pensamiento debiese someterse, plegarse a un marco conceptual, o a un cuerpo de conocimientos cerrado; ¿reminiscencias?

Aquí el discurso universitario desempeñaba su papel, afortunadamente había una serie de cursos de psicoanálisis ofrecidos por una analista jungiana y un analista freudiano. Bueno, estaba mejor, pero tampoco mucho mejor. Eso te lleva a leer Freud y a algunos otros como Abraham y Ferenczi. Descubría así, sin darme totalmente cuenta, un cuerpo teórico constituido pero no cerrado -al menos me parecía menos cerrado que el de las demás materias y disciplinas impartidas-. Un terreno en el que no se trataba ya de filosofar o de hacer ciencia y que parecía capaz de sostener otro discurso, dejándole al sujeto un lugar particular y original. Pertenecer a un cuerpo constituido sin estar preso a título de la sumisión a un amo, es ahí donde podía jugarse algo que hacía eco a las consecuencias del exilio familiar -el de mi familia-; al que se añadía mi exilio interior.

Se podía entrever la esperanza de una inscripción sin alienación y de una identidad sin ostracismo, estaba lejos de conseguirlo pero las cosas salieron así. Así que hoy cuando hablo con las personas que ejercen la profesión de psicoterapeutas en la ciudad en la que me instalé, de hecho tengo algunas como pacientes en el diván, me hablan de sexología, de PNL, de hipnosis, de MDR y de muchas otras técnicas que han aprendido, y vuelvo a constatar la tendencia a constituirse una identidad dentro de la alienación y a referirse a un universo cerrado que excluye más que integra. Así que no trato de decirles que se están equivocando de técnica o de demostrarles lo bien fundado de la mía, trato de permitirles, si es posible, identificar esta alienación. Y creo que si siguen aplicando sus técnicas iniciales, pero desde otro lugar no alienado, el que autoriza al otro a encontrar un lugar, él también, habré permitido al psicoanálisis demostrar su eficacia, ya que estas personas poseen una historia que produce ciertamente algunas reminiscencias, que tienen que afrontar para cambiar de postura, por no decir, de lugar. Excluyo por su parte cualquier forclusión del inconsciente, si no, no vendrían a verme. Evocaría más bien una forclusión de la castración y, claro está, es en referencia al discurso capitalista que está presente en lo social, pero también cada vez más en los lugares de enseñanza.

Por ejemplo, una terapeuta que viene a verme y que practica la hipnosis, dice: la hipnosis en realidad es un producto gancho, lo que quiero es ser psicoanalista. Lleva analizándose 13 años, pero tiene un producto gancho. ¿Acaso la hipnosis tal y como la práctica esta señora, está atrapada en el discurso capitalista o acaso este discurso permite que una práctica de la hipnosis se desarrolle? ya que le evita al sujeto el confrontarse con su castración, por ejemplo, para dejar de fumar la hipnosis está genial, no funciona, pero está genial. Está que, hace algo, deja de fumar, y así escapa a su castración. El hecho de que esta terapeuta acabe sintiéndose un poco limitada dentro de su práctica, esto es lo que me lleva a pensar que la forclusión afecta ciertamente a la castración, pero no al inconsciente en este caso. Trato entonces de lograr que puedan aceptar exiliarse de sus terrenos, de sus territorios de verdad, para interesarse por un saber que surge pese a ellos y que se habría constituido entre la figura entre dos, que constituimos ella y yo. Mi consulta convirtiéndose así en un lugar de estra-territorialidad, que permite un paso de lo universal a lo particular, y que hace que el retorno a lo universal ya no se podrá hacer según esa misma modalidad.

Así que como veis, incluso si parece que estoy contando mi vida, no es el caso. Le estoy dando a mis palabras por el contrario un giro institucional, es decir, para nosotros analistas, algo que tiene que ver con la cura, desde el momento que deja abierta la cuestión del saber; y que las tentativas de llevar las cosas a una teoría cerrada, podrían constituir una forclusión del efecto de la cura en sí misma, que apunta a la apertura y lucha contra el cierre del inconsciente, claro está.

Actualmente tengo en mi diván a tres analistas procedentes de Federaciones relacionadas con la IPA. Se hayan ahí, en este punto, en este tope psíquico que viene a cerrar el inconsciente y buscan salidas en teorías más abiertas, ya que en su situación, han recibido la autorización oficial de poder ejercer; tienen su diploma. Y frente a las manifestaciones del inconsciente, esas personas han sentido una especie de malestar, bueno, cuando no se trata de pánico, directamente, que es el fruto de un desfase entre el derecho oficial de ejercer y su lugar de sujeto dentro de este ejercicio. Así que piensan en Lacan, pero es un error del que hay que hacerles salir; una teoría no sirve para nada. Es el lugar que se le otorga lo que puede conseguir algo. Tienen que descubrir que si el psicoanálisis en sí mismo, tiene una posición de extra-territorialidad con respecto a los demás campos teóricos, todo individuo debería mediante su análisis -si se ha llevado correctamente-, ser capaz de investir su propio campo de extra-territorialidad con respecto a la teoría analítica, para no convertirse en gente ‘del lugar’. Y es por eso, por lo que es importante que los analistas se reúnan, no ya para sostener una teoría que sellaría su unión, como los caballeros de la mesa redonda o la historia de los anillos ofrecidos por Freud a sus correligionarios. Sino para dar fe de lo que de su experiencia de analizantes, puede compartirse con algunos otros, y dar fe de lo que de su experiencia de analistas los lleva al lugar de analizantes, es decir, de aquel para el cual el hilo de la experiencia, el único válido, del que nadie puede pretender tenerlo en lugar de otro, es el inconsciente.

Se trataría pues de que cada uno de nosotros venga a unir su extra-territorialidad a la de los demás para hacer con ello algo analítico. Esta posición es delicada, aceptar al otro en su diferencia radical, creando una comunidad sin crear una capilla. No es un fin, es una etapa, un paso hacia otra cosa que veremos más adelante. Lacan, en mi opinión, es un modelo de ello, no de teorización, sino de posición. Ahí, donde estaba, ese lugar, nadie lo podía ocupar. Y no invitaba a su audiencia a imitarlo, sino a unirse a él en esta posición. Su análisis personal no era el de los demás, pero no dejaba de proponer que un vínculo pudiera establecerse sobre la base de esta singularidad.

Es esto lo que yo entiendo en su acto de fundación de la Escuela Freudiana de París: “Fundo, tan solo como lo he estado siempre en mi relación con la causa analítica.” Sé de sobra que esto se puede entender de otra manera en el plano político y teórico, en especial dados sus problemas con la IPA, pero lo entiendo sobre todo desde un punto de vista ético. Y pienso ¿cómo podrían haberse desarrollado las cosas de otra manera? Esto solo se puede hacer en concepto de una posición singular si afecta al psicoanálisis. A Lacan por eso no le gustaba que se dijese ‘la gente lacaniana’, de hecho, el problema empieza a ser interesante-ya que como decía Lacan-, si cada analista reinventa el psicoanálisis porque no se transmite, y que se le da una continuación a esto en lo que respecta a la institución, que solo puede ser la cura en sí misma, cada analista tendría que inventar o reinventar la institución que le propone a cada paciente y también la institución a la cual se adhiere. Esto va a afectar directamente a la forma en que, en el análisis, cada uno de nosotros encontramos un fin, antes del paso del diván al sillón, que no es un fin sino una re-invención.

Es este fin y su repetición hacia un espacio territorial vertiginoso y desconocido, o hacia un terreno cerrado y tranquilizador, según lo que haya producido el análisis, que será la manifestación en función del desarrollo de la cura y de su fin, y de la capacidad que ha tenido esta cura de exiliar al sujeto.

Para la institución si el campo es amplio el camino es estrecho, entre lo que se pueden jugar de los puntos imaginarios debidos al grupo y su organización, cómo lograr que uno no contamine al otro, que el imaginario del grupo no contamine a la organización. Entre la necesidad de un dispositivo mínimo de sentido común y de los contenidos inesperados que podrían añadirse, sin que uno no contraiga al otro. Porque si hay un dispositivo mínimo hay que garantizar que pueda funcionar, así que el espacio de creación puede verse puesto en tela de juicio.

Entre una posición política necesaria y lo que se puede jugar a nivel de la rivalidad entre distintas asociaciones, debates para ser el más ético, o el más esto o lo otro, en realidad da igual. No es la asociación lo que es ético, sino lo que se hace de ella, y es una condición preservar su propia extra-territorialidad que no es ni un aislamiento ni un rechazo del otro, sino la marca o la huella que como analistas, no puede haber un gran Otro que nos reúna, cuando no obstante siempre es él, él que tiene tendencia a volver una y otra vez, en una forma o en otra. Control superyoico, goce compartido, sentimiento de estar en la mejor asociación, como la gente del lugar, se piensa que vive en el mejor pueblo del mundo, ya que se teme la ausencia del falo en el gran Otro, y el sujeto la rechaza ya que siempre hay que combatirla.

Entonces ¿acaso las asociaciones de psicoanalistas sufren de las reminiscencias de cada uno de ellos? claro que sí. Es la posición que tienen estas asociaciones en relación con estas reminiscencias lo que ha de ser fundamentalmente distinto de lo que ocurre en otros ámbitos, en donde precisamente, se les exige a estas reminiscencias que no trastoquen el orden implantado, que apunta tanto a mantenerlas al margen como a facilitarles el trabajo para que ocupen el lugar más influyente. Porque a estas reminiscencias les gusta funcionar en la sombra. Así que si decía anteriormente que mediante el gran Otro la identidad del sujeto depende de su alienación, puedo añadir entonces que las reminiscencias están vinculadas con el lugar que ocupa el gran Otro en la organización psíquica del sujeto, en tanto en cuanto esto lo anuda a un territorio del cual no saldrá por sí mismo, y que lo obliga a pensar con sus pies, pero mediante el análisis puede dar este paso radical, que no apunta al gran Otro como tal, sino a liberar el vínculo entre los elementos inconscientes del sujeto. Al ser el liberar el vínculo un objetivo claro, no significa que el inconsciente se verá vaciado. Tendrá solo la ventaja de poder ser identificable, así como la imposición de repetición que lo organiza.

Así que lo que acabo de decir, hubiera podido teorizarlo hablando del goce, del deseo, de la impotencia, de lo imposible, de la castración; sin olvidar el lugar de la función del objeto y del fantasma. Pero este no era mi objetivo hoy, delante de vosotros, todo esto lo podéis hacer vosotros mismos, mucha gente puede hacerlo por sí misma.

Existe un cierto peligro en referirse a una estructura y a un recorrido muy acotado del desarrollo de la cura, bueno, ya lo sabéis de sobra, Sujeto Supuesto Saber, analista en lugar del gran Otro, analista en lugar del pequeño “a”, caída del objeto en tanto en cuanto no existe. Todo esto se puede comprobar, claro está, pero acaso no nos expone a correr el riesgo de la movilización incluso de la formalización, así pues el riesgo de que cada uno de nosotros pierda su extra-territoriedad. Esto puede, incluso, cerrar la lógica misma del análisis, que consiste en conducir a cada cual a una errancia. ¿Acaso se puede “errar” en un espacio cerrado? Es una pregunta.

LA ERRANCIA EN UNA PRÁCTICA.

Todo esto para decir que la errancia debe para el analista ocupar el lugar de la identidad; es porque yerra.

En francés errar viene de cuando un barco va a salir del puerto y solo le falta la energía suficiente para mantener su rumbo, entonces se dice que yerra. Y lo mismo para detenerse porque el barco no tiene frenos. Que a un gran porta-aviones le cortan el motor una, dos o tres semanas antes de llegar, porque toda la inercia, cuando tiene miles de toneladas que se lanzan ahí, entonces, ahí se dice que yerra porque ya no tiene propulsión.

Es porque yerra y este lugar de analista es identificable porque yerra, existe una contradicción aparente en esta afirmación, lugar estable, y errancia, ya que en este caso, errar no quiere decir cambiar continuamente de lugar, sino no proponer ningún lugar a sus analizantes y poder recibirlo todo de lo que ellos traen de su lugar propio, desde el más general: lengua, religión, creencias, costumbres, historia, a lo más particular de su propia historia o de sus historias. Claro está, lo recibo en un sitio, en un espacio identificable, con el cual se me podría identificar a mí. Podría ser de hecho una cuestión muy interesante esta del lugar del análisis. Yo haría un Congreso sobre este tema. Solo diré dos cosas de esto. La primera es la satisfacción que siento cuando los analizantes, bueno, algunos analizantes me dicen que este espacio les parece muy bien, o cuando tras una interrupción debida a unas vacaciones por ejemplo, que me dicen que este lugar lo han echado de menos, porque constituye un espacio aparte que no se puede reemplazar por ningún otro en ese momento dado de su discurso; y la errancia de la que hablo sería un poco esto. Estar en un lugar sin sentirse en algún sitio que estaría aquí o allá, sino un lugar en el que algo del sujeto puede entreverse y puede tratar de desplazarse, apuntando a una cierta desalienación, sin que se experimente como nadificante. El marco de la consulta puede, entonces, de modo transitorio permitir este movimiento, sirviendo de continente aunque esto no podrá durar toda una vida.

El segundo comentario que querría hacer es la experiencia que viví en dos ocasiones, forzando un poco las cosas para que un analizante participase en un grupo de lectura o un seminario, eso no funciona; fueron errores muy tontos por mi parte. El no autorizar una errancia total, libremente vivida por estos analizantes y jugar con su necesidad de alienación, volviendo a poner en juego un gran Otro que propondría el goce de una entidad tranquilizadora. Así pues, se trató de errores en el recorrido de estos analizantes, incluso si ya practicaban y estaban en supervisión. Pero también se trata de un error en el desarrollo de la cura como tal y de la relación con el inconsciente. Así que ya no hago este tipo de cosas y van donde los llevan sus pasos, esta cuestión puede volver a aflorar en otra dimensión ¿qué lugar puede dársele a una institución analítica, al menos a la forma en que uno se compromete en ella y en que uno participa en ella, sin perder por ello necesariamente la errancia necesaria para nuestro compromiso ético?

Este tema es sumamente sensible y no voy a responder a él de forma general, sólo puedo hacerlo a partir de mi propia posición, que consiste en desconfiar muchísimo del paso a lo político, que produce el ser “nombrado a”, el amo, la verdad o la impotencia, prefiriendo que en el lugar del amo venga y se mantenga el significante amo, mediante la dimensión de errancia autorizada por el analista. Por ejemplo, aquí podría desarrollar hasta qué punto todos los terapeutas que no tienen al inconsciente en cuenta en su práctica se engañan, se equivocan, ahí donde los psicoanalistas tienen la verdad. Un discurso político-teórico que suscitaría la unanimidad entre vosotros ¿cuál sería el lugar de esta unanimidad y esta función?, si se postula que la comunidad que recibe este discurso está compuesta de psicoanalistas, cada cual distinto al otro, cada uno generando uno, y todos habiendo reducido la verdad a un saber. Un poco por provocación diría, como mediante un tópico, cómo por un “ lugar-común”, crear la unanimidad en una panda de errantes y apuntar así a Uno mayúsculo generalizado a todos, lo que equivale una vez más a reinstaurar un gran Otro. En ese caso se trataría de comunitarismo.

Así es como percibo las nuevas prácticas terapéuticas y de los que las llevan a cabo, MDR, TSC, Hipnosis no Eriksoniana, etc. Para cada una de ellas existe una universalidad de las leyes, de las prácticas, de los discursos, que hace que sus adherentes pertenezcan a una comunidad tranquilizadora ungida de verdad. Frente a esto, como psicoanalistas, no tenemos tampoco un abanico de reacciones tan amplio, ignorarlos, vivir excluidos y maltratados, o afirmar una superioridad teórica y ética.

Pero podemos tratar también de vivir nuestra extra-territoriedad no ya como un modo de exilio, sino según la modalidad de la errancia que excluye cualquier idea de rivalidad y de comparación tal y cómo abundan -en cuanto se entra en sociedad-, desde el momento que existe una entente social, independientemente de cuál sea su modalidad, el inconsciente viene siempre a jugar al aguafiestas y se mantiene forcluido. A la política se le da genial esto ya que se haya siempre del lado de lo social.

Acabe diciendo que la política estaba por el lado de lo social, Lacan decía “el inconsciente es lo social”. Dijo tantas cosas. Está claro que si no hubiese habido socialización del hombre no hubiera sido necesaria la represión. Además de que la religión andaba por ahí, y que no es una coincidencia que durante mucho tiempo lo religioso y lo social estaban muy poco diferenciados, y a este respecto la política viene a ofrecer una alternativa a este dúo inicial. Como en el discurso universitario del que hablé aquí hace unos dos años, que aporta una alternativa al discurso del amo. Pero si el inconsciente es lo social, lo social es el fruto de la presión de nuestros instintos y nuestros deseos primarios naturales. Entonces, podemos aprender mejor la dificultad, para el psicoanálisis quizá no, pero para el psicoanalista preocupado por su ética que desearía socializar y politizar su método, mantener la posibilidad de una errancia que permita escapar al exilio, ya que el riesgo permanente es el retorno de una instancia totalitaria en su determinación, que puede ser superyoica o fálica; dos formas de tratar de ponerse al amparo, bajo la garantía de un gran Otro. La política puede, entonces, dar lugar a una nueva organización institucionalizada que, incluso, sin tener paredes, puede encerrar tanto como una institución carcelaria; y el psicoanálisis puede hacer lo mismo, ya que posee la capacidad de resistirse a sí mismo, y a pasar de una posición de resistencia a una posición de ignorancia, ya que la llevan personas y necesita organizarse en sociedad.

Y ahora, en la práctica de la cura, un analizante me trae un sueño y me lo describe muy intensamente. Espero, al finalizar su narración ya no sabe que pensar de ello, no hace asociaciones. Retomo una serie de palabras que ha pronunciado él mismo y se despierta. “Cuando lo dice usted oigo esto o aquello”, sin embargo, yo no tengo ninguna intención, ningún prerrequisito incluido sobre lo simbólico. Tiene el derecho a tener su propio simbolismo y no me extrañaría ver que asociase algo inesperado a un símbolo. Sólo espero una cosa, que hable, y él parece esperar que yo hable por él. Yo sólo sé una cosa, que es él el que tiene que saber. Puedo bordear este espacio, si a él le parece vertiginoso, para que no se caiga, pero no puedo decir en su lugar: yerro. Pasa lo mismo con el desarrollo de la cura, no tengo un camino predeterminado previamente, tendremos que ir descubriéndolo juntos, el analizante y yo, y él quizás antes que yo encuentre el camino. Lo que trato de hacer es encontrar la apertura posible de un territorio, el inconsciente. Conozco el principio de este territorio, no conozco su contenido y sólo podré conocerlo uno por uno, al hilo de las curas, descubriéndolo a la par que el analizante. Mi saber, limitándose al hecho de saber que este territorio existe y atormenta al sujeto, pero de lo que se revela en el decir del sujeto, son las asociaciones las que nos permitirán revelarlo.

Así pues, el analista experimenta su libertad y el exilio de sí mismo, incluso la errancia que va con ella. También así, la transferencia no se convierte en un forzamiento. Ahora un pequeño ejemplo clínico. De camino a mi consulta, en la calle, un analizante que viene a verme desde hace muchos años ve una rata. Me habla por primera vez de su fobia a las ratas. Es algo que es muy interesante la fobia de las ratas. Un psicoanalista francés puede pensar y decir un montón de cosas sobre ese tema. Le propongo únicamente que haga asociaciones sobre la rata. Y me dice una serie de cosas muy clásicas y luego se calla. Me parece que algo se está abriendo y le digo entonces ¿en qué está pensando? Me responde: tengo trece años, hace calor, es por la tarde, veo entonces a mi padre que sale de la habitación de mi hermana mayor, tiene pinta de estar un poco incómodo. Todo se quedó en silencio y algunas sesiones más tarde dirá: cuando pienso en ello ahora experimento un gran asco (“gran degoût”) Le digo en francés “rat d’égout” que es rata de cloaca y suena como “gran degoût”. Era el significante lo que era importante, más que la imagen, está encerrado en el discurso de este analizante, y tratar de poner en ello un significante ajeno hubiera impedido que éste advenga. No obstante, esto hubiera podido resultar muy brillante y muy interesante, alimentando al mismo tiempo las resistencias del sujeto que hubieran conllevado a un cierre del inconsciente. Ya que la verdad mata al saber condicionándolo al orden de su ley. Por ello, a día de hoy, cuando un paciente me trae un sueño y no hace ninguna asociación, y que si lo retomo término por término no sale nada, prefiero dejarlo en el silencio de la resistencia, ya que es ahí donde se encuentra el analizante. Claro está, no lo olvido. Prefiero así pues, la errancia en mi práctica, para permitir así al menos, en un tiempo preciso, que un sujeto pueda vivir su exilio de sí mismo sin verse demasiado angustiado.

Para concluir sobre lo que está cuestión de las reminiscencias han suscitado en mí, y que me ha llevado a tratar de poner en perspectiva la experiencia personal del análisis, el ejercicio del psicoanálisis y los efectos de la institución. Me parece que estas reminiscencias no se pueden erradicar, y que no es algo deseable ya que constituyen un efecto de la historia que participa en la singularidad de un sujeto. Una singularidad, claro está, que puede ser dolorosa o atormentada, pero no se borra una historia.

Por el contrario, pueden perfectamente participar en el estilo, incluso en la pericia, o en el saber ser de un sujeto. Pero esto con una condición, es que la huella inicial haya podido dejar su lugar a un trazo, y luego a un signo que permita una escritura y que pueda permitir así a un significante advenir, situando lo real de la historia en el plano de lo simbolizable. Para esto no veo otra vía posible que el psicoanálisis.

COMENTARIO (AL SEMINARIO) DE MARIA-CRUZ ESTADA

La palabra ‘reminiscencia’ desde el inicio de este curso me provoca mucho rechazo, así que me propuse entrar en el tema desde el principio en un intento voluntarioso de llegar a amar este concepto. Por eso, para empezar me fui al diccionario ideológico de Casares, una herramienta prodigiosa para los que escribimos en español. En él aparece ‘reminiscencia’ como: “Acción de ofrecerse a la memoria alguna especie”. Acción de ofrecerse, implica un movimiento hacia la conciencia, no es ir a intentar recordar, sino aparición. Aparición ¿de qué? de una especie. Especie está usada aquí de un modo anticuado, así que me fui al diccionario de la RAE. Entre otras acepciones más conocidas de “especie” he seleccionado algunas curiosas:

  • Apariencia, color, sombra.

  • Escapársele a alguien una especie, soltar alguien una especie (es decir que tiene un carácter de irrupción).

  • Decir inadvertidamente lo que se debía callar.

Acción, ofrecerse, aparición, sombra, irrupción. Eso lo separa claramente de la rememoración que supone un ir a buscar algo preconsciente.

De todas las situaciones que Michel comenta en su trabajo, a mí me parece que sólo hay una que podría considerarse como reminiscencia, al menos según estas acepciones. Cuando llegaba a la ciudad donde está su consulta y vio el cartel del hermanamiento con la ciudad italiana de sus abuelos, se le produjo esa sensación de flotamiento, extrañeza, tristeza y cólera. Dice un refrán español que donde hubo brasas quedan rescoldos. Se usa para hablar de antiguos amores, pero creo que vale para esto.

Voy a tomar el momento del cartel como punto de partida para mi errancia por el texto de Michel. El nos plantea desde el inicio una pequeña desviación respecto de la concepción freudiana de las reminiscencias, ya que para Freud se refieren a la vuelta de lo reprimido sexual y están en relación también con una identificación primaria a los padres y, si lo he entendido bien, Michel toma también un sesgo hacia lo que no pudo ser del todo reprimido de la historia personal, o incluso ha sido forcluido por efecto de un real traumatizante. Y que ese real traumatizante puede tener que ver tanto con nuestra pequeña historia personal, como con los restos de acontecimientos traumáticos ocurridos en generaciones anteriores a la nuestra que no fueron suficientemente reprimidos o que, incluso, fueron forcluidos. Yo no creo que esto se oponga a Freud, si hacemos la hipótesis teórica de que cualquier cosa que rompa nuestro fantasma, après-coup bien podemos llamarlo sexual.

Las preguntas de Michel son: qué pasa con esas reminiscencias transgeneracionales; y, si en el caso de que en generaciones anteriores el acontecimiento hubiera sido exitosamente reprimido, ¿quiere decir que no deja ninguna huella?

Esto me hizo eco con algo que hemos encontrado todos en nuestra clínica: cuando un abuelo o bisabuelo ha perdido una guerra sin honor, o ha faltado a la ética estrepitosamente, se empieza a producir un debilitamiento de la función del Nombre del Padre que produce psicosis en la tercera y/o cuarta generación. Pero mi impresión en los casos que yo he tratado, es que lo importante no fue tanto lo traumático del acontecimiento antiguo, como la manera en que ha sido transmitido a los descendientes como vergüenza, como injusticia o, simplemente, como agujero inexplicable, ‘sombra’ decíamos antes.

Creo entender que Michel propone que esos significantes que se pasean entre generaciones y que podemos llamar S1, permanecerían en el modo ‘inscripción’ porque fallarían a una de las leyes del significante que es borrarse para dar paso a otro significante; paso, errancia que en su ligazón con otro significante S2 produciría escritura, efecto sujeto, es decir que representaría a éste para otros significantes, podría hacer síntoma. Pero si esta ley del paso, de la errancia, del borramiento no se cumple, S1 quedaría reeditándose (no repitiéndose) sin poder ligarse. Inscripción, entonces, no escritura. Por si no se ha notado, esta es mi pregunta fundamental.

¿Las reminiscencias serían entonces S1 sin S2? ¿Serían S1 las especies que se ofrecen a la memoria? ¿Especie de significantes que no llegan a cumplir con su función de tales?

Siguiendo la especie que se ofreció a la memoria de Michel al ver el cartel a la entrada de esa ciudad, en nuestra errancia encontramos un oasis nada menos que en Italia, cuna de un abuelo que no cedió ante los Bersaglieri, gracias a lo cual alimentó algunos rasgos formidables para que sus descendientes pudieran armar un buen Ideal del Yo; oasis en Italia en el que suena como música de fondo Joan Baez, lo que a algunos nos evocará nuestra adolescencia (para los más jóvenes, Baez cantó en homenaje a los anarquistas Sacco y Vanzetti). Tenemos entonces un fuerte Ideal del Yo.

En febrero del 95, cuando por primera vez invitamos a Bernard Brémond a Madrid, presentó un trabajo memorable que nos dio a conocer la experiencia de la Marca del Caso y, entre otras cosas, comentó que le parecía que muchos analistas habían orientado su vocación porque en la infancia habían sufrido una caída brusca de los ideales. No me extenderé en ello, pero me pregunto si en ese ‘nombrarte a’ cuando los niños te lanzan lo de ‘spaguetti’, lo que se produce no es precisamente esa caída brusca de los rasgos de Ideal del yo que te ligaban a un pasado honorable, ya que colocas ahí el punto de partida de tu errancia que te termina convirtiendo en psicoanalista.

Bueno, se abren muchas preguntas más, por ejemplo acerca de la institución analítica, o acerca de si esa errancia bien llevada sería lo que nos permitiría en la vida pasar de la impotencia a lo imposible cuando el analista yerra en lugar de sostenerse en una identidad, o errar en lugar de proponer significantes de nuestro goce para que se alienen a ellos los analizantes, o ser buenos secretarios de los psicóticos, o acerca de lo que se reprime o se forcluye al emigrar y qué efecto tiene en los niños, porque ahora en España estamos viendo a hijos de inmigrantes, que como los ikikomori de Japón, no quieren salir de la cama. Los psiquiatras y psicólogos de la pública están enloquecidos con este problema y no hacen más que inventar maneras de hacerlos salir de su habitación y retomar su lazo social, aunque si te escucharan, estos profesionales verían que el punto de llegada del camino que se emprende con una cura es desconocido para los dos protagonistas: el analizante y el analista, ambos son un poco errantes.

Vemos entonces que tu errancia abre muchas preguntas, es muy fructífera, sobre todo para un mundo que lo quiere tener todo protocolizado y controlado. Quizá una última pregunta difícil de responder: cómo ayudar a desalienar a nuestros analizantes sin hacer caer en el nihilismo, cómo ir errantes sin estar exilados del deseo.

Termino con una cita de Françoise Davoine1. Cuando estuvo investigando en USA con los retornados traumatizados por la guerra de Vietnam que pasaban al acto violentamente en lugar de contar lo que habían vivido y ninguna terapia les servía. Dice que se produce con ellos una inversión de los lugares: “Sólo cuando el terapeuta confiesa estar perdido, ellos le explican por fin la verdad”.

PREGUNTAS Y COMENTARIOS:

MF: Bueno, voy a tratar de responder a lo que pueda. La cuestión del significante según S2, o de un significante desactivado –lo llamaría así-. Sí, ésta ha sido mi dificultad, ya que todo lo que he hecho hoy, es tratar de simbolizar algo que tiene que ver con la reminiscencia, sin disecarla y haciéndola pasar del rastro al signo. La única solución que he visto para hacerlo es hablar de mi historia y, pese a ello, me parece que llego a una simbolización totalmente imperfecta de la cosa. Como si una parte de lo que está en juego se escapase a la simbolización y que tuviese que mantenerse en ese estado un poco latente, es una dificultad real, porque yo de hecho pensaba hablar de las reminiscencias, pero es común con la fobia de la ratas, hay un montón de cosas super interesantes pero rápidamente el interés se acaba.

Entonces, efectivamente, yo hablaría del significante desactivado, podría ser un significante S1 para ciertas personas: mis compañeros de clase que escriben su nombre en las paredes, en la fachada de sus empresas; vuelven a poner el nombre del padre ahí donde se trataba del gran Otro que estaba en juego. Y aquí hay algo de las reminiscencias que tienen menos lugar que sea significantizado. Por eso tú pregunta es muy válida y no voy a correr a responderte, pero creo que es importante dejar una parte de las reminiscencias, que no se simbolicen totalmente. Es porque los elementos son demasiado fuertes que no se puede, no creo, pero creo que las herramientas de simbolización no tienen forzosamente acceso al lugar en el que se producen las reminiscencias, que se manifiestan muy a menudo por movimientos corporales, a través del cuerpo. Puedo decir esto por ahora.

Pasa lo mismo, y voy a “meter el dedo en la herida” a nivel de la teoría, porque aquí estoy teorizando mi análisis, no estoy teorizando el análisis. Creo que cada uno podría teorizar su propio análisis y construir a partir de ello; algo que tiene que ver con su post análisis. Y efectivamente ¿Acaso se pude escapar del nihilismo si no se convierte uno en psicoanalista? Lacan decía que el objetivo del análisis es producir analistas, no era por una postura política; era decir que a partir de un cierto punto te ves un poco arrinconado y no puedes hacer nada más.

Entonces ¿Qué derecho nos otorgamos en la cura frente a los analizantes? Yo plantearía así la cuestión. Yo he visto interrumpir las curas de gentes que llegaban con un síntoma, que estaban muy implicados en la transferencia, pero habiendo caído sus síntomas y dado que era su demanda; hemos parado. Hay algo en la demanda del analizante que apunta al riesgo que reside en dejar libre curso a una errancia.

No he podido responder del todo a la cuestión, pues tu pregunta va mucho más lejos. Pero por ahora es lo que diría; existe ese riesgo. Este es el otro riesgo, el cinismo, son dos riesgos a los cuales responden las instituciones. El nihilismo, porque te ofrece algo a lo que agarrarte, y el cinismo porque puedes ir ahí a saco tranquilamente, como si fuese palabra de analista. Y creo que hay algo en las instituciones que viene un poco a enjuagar/absorber las consecuencias del análisis. No sé si respondo bien a tu pregunta.

Intervención: -Yo te quiero comentar, cuando hablas de la reminiscencia como algo que tiene que ver con lo corporal o que se expresa a través de lo corporal; que es lo que Freud plantea en relación a la reminiscencia de la histeria.

MF: Te acercas a algo que en Freud está más cerca del lado de la represión. Es difícil distinguir represión de reminiscencia dentro del marco de la histeria. O igual, puedas acabar orientándote, por ejemplo cuando alguien presenta una histeria y hace un análisis, sí que hay un alzamiento de parte de la represión, ver que queda allí de esta represión y ahí sí estaríamos del lado de la reminiscencia ¿ves un poco cómo lo veo?

Intervención: -Comentar que Lacan en el Seminario I, ubica la reminiscencia en relación al déjàvu

MF: Se ha hecho mucho camino a partir de allí. Utilizaba términos que eran genéricos de la IPA y de la psiquiatría de aquella época. Todavía no había forjado su teoría como lo hará a partir de la relación de objeto. No sé si se puede entender, cómo se entendería luego. No tengo ganas de hacerle un molde a esa palabra de la reminiscencia, creo que debe de mantener una especificidad para nosotros psicoanalistas totalmente especial. No se tiene que tratar como una rememoración, tampoco como un retorno de lo reprimido y tampoco hay que hacer todos los esfuerzos posibles para erradicarlas ¿Cómo puede integrarse en el funcionamiento del sujeto? de acuerdo a su estilo, su forma de ser.

Intervención: -Él ahí la coloca, la reminiscencia, entre la rememoración y la reviviscencia.

MF: Por el lado de la rememoración, Lacan es claro y dice que no, que no lleva nada; es muy claro. Por el lado de la reviviscencia, de revivir las cosas, quiere decir que entonces nos vemos atrapados en un movimiento que nos vincula con el desarrollo de la historia, pero casi con una escena, dentro de esas reviviscencias. Cuando empieza a tratar de signos, son estrellas fugaces que nos vienen encima cuando no te lo esperas.

Intervención: -¿Por eso él no diferencia entre…

MF: Por ejemplo, yo fui el que me encargue de la acogida, de la bienvenida a Alejandra Guerra en Análisis Freudiano. Ella conocía mi nombre porque resulta que en la región de mi familia paterna, Ferrazi’s hay un montón. Entonces hizo la relación rápidamente y me habló de Italia. Le dije, es que yo no conozco Italia, más allá de la grappa que es un aguardiente. Es gracioso, porque el monte Grappa es una montaña y es la ciudad que está especializada en el aguardiente grappa; la vida. La ciudad en la que tengo mi consulta tiene una montaña y está el licor château, estoy al pie del Château y en esa ciudad se hace también ese licor y, tal vez, quizá, por eso estén hermanadas. Y les puedo decir que con esta persona cuando hablé del tema, no me produjo ningún efecto, ninguna reminiscencia. Está relacionada con un lugar, cuando yo lo que me doy cuenta es que las reminiscencias cuando me llegan, están más bien relacionadas con una historia, con la de mi abuelo. Así que no hay una nostalgia de Italia. Es algo muy especial, por eso es muy diferente de la represión, porque va ahí conectada, cuando la represión trata de unir todo lo que se acerca por metonimia o por metáfora, trata de aglomerarlo todo. Las reminiscencias son como digo, como estrellas fugaces o núcleos aislados, tal y como yo los he presentado, pero habrá otra gente que los describa de otra manera. Cada uno tiene derecho a presentarlos, a tener su propia teoría.

Intervención:¿Tiene esta cuestión, cómo también señalaba María-Cruz, del encuentro con lo real? Yo pensaba conforme se hablaba ¿hasta qué punto ese real como inscripción, porque para nosotros lo real fuera de inscripción no existe? En algún sitio hay una inscripción que remite a lo real. Esa cuestión de lo real subjetivo, como tú dices, irreductible, no se puede trasladar al registro imaginario y simbólico, lo cual no quiere decir que no se pueda conectar en determinados momentos fugaces. Y me preguntaba…, pensaba que con este real se pueden hacer otras cosas que no sea la escritura, pero me lo planteo como si no hubiera, por ejemplo, en la expresión artística un modo de conectar con esta parte también. Ciertos autores, no solamente de la escritura sino también de otras artes, no hicieran con estos momentos fugaces algo que tiene que ver con estas disciplinas artísticas dónde lo incluyen ¿no? Es decir, hay personas que con estos encuentros hacen otras cosas.

MF: Con respecto a la escritura, primero, la escritura de lo real, lo real es lo que no cesa de no escribirse. Y sólo se puede inscribir a partir del momento en que se ve atrapado en un anudamiento. Entonces, este trozo del texto de Lacan estaba mal extraído y he tenido que buscar un trazo del incluido, y bueno, quería que estuvieran presentes las tres instancias RSI. La escritura va a ser posible a partir del momento en que hay un anudamiento entre las tres. El artista va a crearse otro anudamiento. Va a ser un cuarto anudamiento que le permite representar o bien los tres, o bien los cuatro anudamientos. Este no anudamiento que va a representar, conectar lo real, luego en ese caso ¿vemos que estamos en presencia de reminiscencias? Yo pienso ahora en estos pequeños detalles que siempre vuelven en los cuadros de ciertos artistas, en una esquina, a la derecha o a la izquierda, vamos a encontrar siempre un algo. La reminiscencia la plantearía más bien así. Incluso el artista no sabe por qué está eso ahí, o que quiere decir que este eso ahí, pero lo pone siempre sistemáticamente. No sé si respondo a tu pregunta pero trato de apañármelas.

Intervención: No puedo evitar pensar en el inconsciente no reprimido, lo real, ¿podrías ahondar un poco más en esto?

MF: Para que haya reminiscencia el inconsciente no tiene por qué ser freudiano, porque hay un montón de modalidades más del inconsciente. Hay un montón de cosas de las que no somos conscientes, por ejemplo, la distancia de la tierra a la luna, por mucho que le pongas una cifra no somos totalmente conscientes de ella. Entonces, la reminiscencia muy seguramente sea una modalidad del inconsciente, luego no vamos a juzgar si vino antes o después del inconsciente freudiano. No sé si contesto a tu pregunta, pero creo que Freud delimita la represión bajo una modalidad muy concreta y construye toda su teoría a partir de esto.

Intervención: Pero la distancia entre la tierra y la luna no nos produce reminiscencias, mientras que hay cosas de las generaciones anteriores que nos producen reminiscencias sin que conozcamos la historia, y yo creo por eso, que esa es la causa de la huella; sabemos que el inconsciente no es un reservorio de significantes. El inconsciente se produce, pero no es lo mismo que se produzca en acto de algo reprimido, que se produzca en acto esa reminiscencia que alude a marcas, a trazos, no convertidos en signos, entonces ¿no sé si se les puede llamar inconscientes o sería el verdadero inconsciente?

MF: Visto por ese lado, no había pensado suficientemente la cuestión, pero la cuestión de la reviviscencia no parece descansar ahí de nuevo. La reminiscencia en este caso no viene ahí donde ha habido unas sensaciones en la historia del niño, que viene entonces a hacer un punto de capitón para unir esa sensación con un evento en un momento dado. Porque si un niño no se ha enterado de nada de lo que ha pasado antes ¿puede haber reminiscencia? No respondo ni sí ni no.

Intervención:¿Si no hay una marca, si no hay una huella?

Pero una marca no es un signo ¿qué tipo de inconsciente si no puede convertirse en una calidad significante?

MF: Sí, es esa la pregunta. Es una cuestión más delicada de lo que parece así, simplemente. Hay una huella que seguramente es transgeneracional, hay un marca que viene a afectar probablemente a la vida del niño y la reminiscencia vendría más bien del lado de la posibilidad de un signo.

Intervención: Y luego après coup, cuando se conocen cosas ya pasadas de la familia, bueno ya se pueden comenzar a caer los significantes, ya se puede …

MF: Es lo que os he contado con la panda de compañeros de clase. Hubiera podido hacer lo que se hace habitualmente, voy a buscar a mis amigos italianos, volvemos varios y les partimos la cara a todos. Ese día no pasó así, no ocurrió ¿Qué pasa entonces ahí? Acababa volver de la Gascoña, mi madre tenía una apellido totalmente francés, y ese día ocurrió algo que hizo que el grupo de franceses, frente al grupo de los italianos…, fue algo que para mí no tuvo sentido, no tenía sentido. Lo que quiero decir es que es mediante el análisis que pude volverle a dar sentido a todo esto. Y es mediante el análisis que pude pasar de la marca al signo; que pude simbolizarlo escribiéndolo a día de hoy. Sino de qué se hubiera mantenido, de un episodio de mi historia de niños.

(Transcripción: Cristina Rocha, Roque Hernández y Lola Monleón)

1 F. Davoine: Histoire ou trauma. La folie des guerres. Stock 2006 p. 317.

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