Philippe Woloszko – El odio no se contrapone al amor sino a lo simbólico
Paris, 28 de septiembre de 2019.
En el poco tiempo de que disponemos, trataremos de transmitir las cuestiones en las que hemos estado trabajando este año en relación con el odio y su posible «más allá». El «más allá» del odio se basa en la cuestión de la desidentificación; para que uno pueda matar o exterminar sin odio, es necesario que el otro ya no sea reconocido como otro, como alter-ego. Para discutir esto, volveremos a la cuestión de las identificaciones.
Existen dos dificultades importantes, fuentes de mucha confusión, para abordar el odio en términos estrictamente analíticos: la primera es distinguir el odio de la agresividad, así como de la violencia y del sadismo; la segunda es cuestionar el concepto de ambivalencia.
Si Freud no diferenció claramente la agresividad del odio, Lacan sentó las bases, ya con el Seminario I, «Escritos técnicos de Freud»1, para una diferencia estructural entre la agresividad y el odio, donde incluyó el odio en el trípode de pasiones con el amor y la ignorancia. Él apoyó este punto a lo largo de su enseñanza. El odio proviene del registro de las pasiones del ser mientras que la agresividad proviene del registro de la imagen especular2, que desarrolló desde 1936 en el estadio del espejo. Habrá que esperar hasta 1972/73 en el seminario «Aun», donde los disociará radicalmente, según si la agresividad se dirige al otro especular, al otro del espejo, al semejante o si el odio se dirige contra el gran Otro no especular3,4. Esto significa que el odio apunta a hacer desaparecer el sujeto, ya que el sujeto está «determinado por el lenguaje y la palabra5«, efecto de lo simbolismo. La agresividad tiene como objetivo hacer desaparecer al otro. El odio socava lo simbólico: «En la brutal claridad de la antigua tragedia, el odio se da por lo que es: una eliminación del orden simbólico6«. Mientras que la agresividad es claramente un mecanismo esencialmente imaginario.
La violencia no es un concepto analítico, sino que surge de las condiciones culturales y ambientales. En cuanto al sadismo o a la perversión, se trata de reducir un sujeto a un objeto, pero no de hacerlo desaparecer: «La respuesta perversa siempre lleva en sí una negación del otro como sujeto7«.
En la literatura analítica, el concepto de ambivalencia se suele utilizar para designar púdicamente el odio (o incluso muchas veces la agresividad), como si fuera inesperado encontrar odio cuando se trata de amor, y especialmente, para nosotros, en la transferencia. Freud utiliza este concepto de ambivalencia para oponer el amor al odio, esto en continuidad con la oposición de la pulsión de vida y la pulsión de muerte. Lo declaró claramente en «El Yo y el Ello» en 1923, donde escribió sobre la transformación del odio en amor o del amor en odio “Si esta mudanza es algo más que una mera sucesión en el tiempo, vale decir, un relevo8, entonces evidentemente carece de sustento un distingo tan radical como el que media entre pulsiones eróticas y de muerte, que presupone procesos fisiológicos que corren en sentidos contra puestos.9”
Freud nunca pudo abandonar esta lógica binaria de oposición, mientras que siempre ha apoyado una lógica ternaria en su teorización para explicar el inconsciente10, con consciente, pre-consciente e inconsciente y más tarde con el yo, el ello y el súper-yo. Si no se opone la pulsión de vida a la pulsión de muerte, no se puede oponer el amor al odio.
No obstante, algunos de nosotros en Análisis Freudiano, creemos que no hay oposición de dos pulsiones, sino sólo una pulsión (que se expresan en el modo de pulsiones parciales), en una estructura moebiana11. Así lo afirma Lacan en la primera lección del seminario XVIII («De un discurso que no fuera del semblante»), cuando retoma el seminario del año anterior: «El reverso del psicoanálisis». Afirma que en el discurso del psicoanálisis, el lugar y el revés, la doble inscripción, se articulan en una estructura moebiana. Lo mismo sucede con el amor y el odio, lo que lleva a Lacan a inventar el odiamoramiento12.
Se plantea la hipótesis de que el odiamoramiento es el primer sentimiento, el de la primera identificación en la cual, y así es como releemos a Freud: «El psicoanálisis ve en la «identificación» la primera manifestación de un apego emocional a otra persona13«. Este primer sentimiento fue descrito por Freud y luego por Lacan como odio. Creemos que se trata de odiamoramiento, que todavía no está diferenciado entre amor y odio. Lo indica Freud al escribir: «La identificación es ambivalente desde el principio14«. En efecto, esta primera identificación ocurre por incorporación, es metonímica, es, como dice Freud: «la identificación (es) posible antes de cualquier elección de objeto15«. Un tiempo que precede la formación del sujeto, en que el sujeto debe confiar en el objeto para formarse a sí mismo16.
Es sólo después del estadio del espejo que aparecen la segunda y tercera forma de identificación: de rasgo unario e histérico, que son identificaciones del sujeto a un significante. Sin lo simbólico no hay sujeto. En el seminario «La identificación», Lacan muestra que la segunda identificación es abordada por el significante puro17. Este significado «puro» es el rasgo unario. En esta lógica, da una lectura del «Wo es war…» Freudiano: «Donde estaba la Cosa, ahí yo (je) tengo que advenir18«. Esto nos permite avanzar en el tema de la desidentificación. Se podría decir, invirtiendo esta propuesta: «Donde estaba un sujeto, allí una cosa debe advenir«. En efecto, el odio pretende des-identificar a un sujeto para reducirlo a un «puro» significado, si eso tiene un sentido, es decir, a un signo sin significante, a una designación.
Para Freud, el odiamoramiento, si podemos decirlo así, porque habla de ambivalencia, sólo puede definirse entre amor y odio en el momento del Edipo. Él escribe: “Este génesis del amor a duras penas se distingue del odio en su relación con el objeto. No es sino después del establecimiento de la organización genital que el amor se vuelve el opuesto del odio19”. Eso significaría que el odio, como tal, sólo existiría después de acceder a la metáfora. Y, como nos propuso Radjou Soundaramourty, ¿que el odiamoramiento sería lo que era antes de la represión? Finalmente, se puede decir que lo identificable por el sujeto es amado, mientras que lo no identificable es odiado. Esto, puesto en una lógica lacaniana, evidencia aun mas las consecuencias: lo especularizable es amado (esto incluye por supuesto el otro de la competencia, de la agresividad, el que puede ser destruido, así como lo que se puede incorporar en la primera identificación metonímica, destruido también en este caso). Mientras que lo no especularizable es rechazado en lo real, entonces ni simbólico ni imaginario.
Para aclarar un poco este asunto complejo, volvamos al estadio del espejo, donde uno puede percibir que el niño tiene de sí mismo una imagen similar a la que tiene de otros cuerpos fuera de sí : un cuerpo entre otros; una imagen de lo semejante que viene de los demás. El yo se forma así como imagen del otro, esto corresponde a lo que Freud llamó narcisismo primario. El narcisismo primario define así a un ser totalmente volcado hacia afuera, desde el principio entregado al otro, y sometido al evento. Es absolutamente narcisista, y eso es lo que muestra el estadio de espejo. El yo se forma en el exterior, y no por un movimiento del interior hacia el exterior, por una proyección, sino precisamente lo contrario: “el yo es desde el principio exteroceptivo o no es20”. En efecto, es el otro que tiene un papel de espejo.
Así, el estadio del espejo es también el paradigma por el cual el observador nombra en esta revelación lo que se ha logrado de manera diferente: el nacimiento del yo. Esta nominación donde el observador dice «Eres tú» es: “la matriz simbólica en la que el yo [je] se precipita en una forma primordial, antes de objetivarse en la dialéctica de la identificación con el otro21”. Y agrega: “Esta forma (…) será́ también la raíz de las identificaciones secundarias22”.
Es esta nominación la que oculta el aspecto puramente imaginario del yo detrás de lo simbólico. En efecto, Freud utilizó las expresiones «ideal del yo» y «yo ideal» indistintamente. No las diferenció, aunque apuntó que había dos nociones distintas. Lacan, al traer lo imaginario, lo simbólico y lo real permite esta diferenciación. El yo ideal es el aspecto imaginario, el narcisismo, la imago; mientras que el ideal del yo es el aspecto simbólico, por lo tanto articulado al significante.
Así, cuando el niño se reconoce en el espejo, tiene una imagen de su cuerpo distinta de las sensaciones internas de sus habilidades motoras. Se encuentra atrapado entre la fascinación primordial por su prójimo, una visión cautivadora de la «gestalt» del cuerpo del otro como espejo y sus percepciones no visuales de su cuerpo, no unificado, dependiente por su prematuridad. Existe por lo tanto un desfase entre la imagen, la imagen del Otro, de lo similar, exteroceptiva con la cual se identifica y la representación de la percepción interoceptiva que tiene de sí mismo. Dicho de otro modo, hay un desfase entre la imagen y la representación, entre lo imaginario y lo simbólico, es decir, entre el yo ideal y el ideal del yo. La identificación es finalmente esta operación que articula lo imaginario a lo simbólico, durante la cual el yo se forma en esta aleación de dos consistencias, una llena, la imaginaria y la otra agujereada, la simbólica, lo cual crea un desfase, ya que estas dos consistencias no pueden superponerse. Este desfase, en cierta medida, da origen al odio, que aparece aquí como odio de lo simbólico. Lacan en el seminario «De un otro al Otro» retoma la cuestión de la identificación, donde se refiere a su «Observación sobre el informe de Daniel Lagache». Explica que hay una diferencia entre querer ser Uno en el campo del Otro y la idealización, la cual enfrenta al sujeto con problemas narcisistas. Él resume esto en esta fórmula: “esto es, de la imposibilidad de hacer entrar de nuevo en el plano imaginario este objeto (a) , en conjunción con la imagen narcisista23”. El sujeto se encuentra dividido por el lenguaje que “le restituye(a) en lo universal su función de sujeto24”. Es el lenguaje, lo simbólico (el padre de la horda primitiva para Freud o el padre muerto o el nombre del padre) lo que bloquea el acceso al goce y que es la causa del fracaso de la identificación, identificación especular. Es, por eso mismo, causa de odio.
Así, si podemos pensar la identificación en términos de desfase entre lo imaginario y lo simbólico, la cuestión del interior y del exterior, de lo que se convertirá en el yo y el no-yo, es decir la cuestión del yo y del otro, puede ser articulada de manera diferente. Es decir, en términos de imaginario, de simbólico, pero también en términos de real. Lo que puede ser especularizado puede ser simbolizado, lo que no puede ser especularizado no será simbolizado y por lo tanto rechazado en lo real25.
Así, el odiamoramiento tiene su origen en lo imaginario y se diferenciará sea en amor, la articulación de lo imaginario y de lo simbólico; sea en odio, la articulación de lo imaginario y de lo real. Lógicamente, la tercera pasión, la ignorancia, sería una articulación entre lo simbólico y lo real. Lacan nunca teorizó la ignorancia, ni las pasiones del ser. Allouch escribe sobre las pasiones del ser jugando con el significante «ser»: «Tales teorías simplemente no tienen razón de ser26«.
Uno también podría interrogarse acerca del destino de lo ignorado, sobre la pasión de la ignorancia: este podría ser el tema del año siguiente, después del amor y del odio.
Creo haber demostrado, como anunciado en la primera parte del título, que el odio no se opone al amor. Pasemos ahora a la oposición entre el odio y lo simbólico.
Hay aquí un problema semántico con la palabra «oposición». Usé esta palabra cuando me pidieron que diera un título, luego he retomado esta palabra «oposición» en la obra de Freud, que opone al amor y al odio como ha hecho siempre con respecto a las dos pulsiones. Por un lado, argumenté que en cuanto al amor y al odio, la cuestión no se planteaba en términos de oposición, sino en una forma de continuidad, en una estructura moebiana. Por otro lado, hablar de oposición induce una idea de simetría que discutiremos más adelante acerca del espejo, para mostrar ahí un límite conceptual. Así, en lo que respecta a la segunda parte del título: la oposición entre el odio y lo simbólico debe entenderse como un ataque a lo simbólico por el odio. El odio se manifiesta en el goce del odio, que es su aspecto en lo real.
Volvamos a la cuestión de partida de cómo se puede matar sin odio, es decir, sin reconocer a otro como otro y menos aún como sujeto, lo cual se aplica para los asesinatos en masa, el genocidio y el terrorismo. Esto lleva a plantear dos cuestiones: la de la des-identificación y la de un posible más allá del odio.
En este tema de la des-identificación, cambiamos de paradigma. No se trata de ser des-identificado como sujeto, lo que puede suceder con un sujeto que es objeto del odio, como han podido atestiguar los supervivientes de los campos de exterminio, sino de lo que sucede en un sujeto que no reconoce a otro sujeto como sujeto, como otro, como un alter ego. Esto significa que no se reconoce a sí mismo o ya no se reconoce en este otro del espejo.
Ya podemos notar que hay un problema con el estadio del espejo. Esto se debe a que la imagen reflejada no puede ser el reflejo de la imagen real. En efecto, hay una inversión derecha-izquierda y una falla que impide la estricta similitud entre ambos, un defecto que Lacan marca al introducir la (a) pequeña, que no es especularizable. Así, parece que las dos imágenes no son idénticas, no son «identificables»; lo que significa que la identificación imaginaria no lo es realmente, que lo que esta identificación imaginaria busca, es decir, el Uno, falla necesariamente27.
Por consiguiente, en todo discurso de odio, como lo ha demostrado Robert Lévy a lo largo de los distintos seminarios que ha dirigido este año, la cuestión de la pureza es fundamental. Esta cuestión la desarrolla Freud en «Tótem y tabú». La pureza aparece así como un intento de tapar, de recuperar este fracaso de la no identidad de las dos imágenes. Es decir, como un significante que tendría el poder de borrar, de ocultar ese desfase que Lacan señaló como (a) pequeña. Este significado «pureza» representa, en última instancia, la captura imaginaria de los discursos de odio que han invadido el discurso público, probablemente a nivel mundial hoy en día. Esto fue estudiado bajo varias perspectivas a lo largo del año : todos los asesinatos en masa y genocidios fueron precedidos por tales discursos. Cuando no son los otros los encausados en tanto otros, sino que lo son los significantes. No son los extranjeros, los judíos, las mujeres en tanto otros, alter-ego, sino como dice Radjou Soudaramourty: «El otro no existe, o bien bajo la figura general esencializada del Otro gozador28«. Así que son Los Judíos, LȺ Mujer, Los Extranjeros, etc…. los cuales son impuros y reducidos al estado de parásitos, gusanos, de lo que debe ser exterminado, es decir, que no se les priva de una identificación imaginaria sino de una identificación simbólica, que son designificantizados. Estos significantes son expulsados de lo simbólico y lanzados a lo real. No se sustituyen por otro significante, lo que es la represión, sino que se suprimen y se mantienen únicamente como significados, como una designación29.
Tratemos de desarrollar esto partiendo del objeto (a), ya que este es el enfoque elegido para esta intervención. Robert Lévy30 argumentó que habían dos tipos de odios, uno relacionado con una falta en ser, el otro relacionado con un plus de goce. En el primer caso, el otro es menos que nosotros, tiene algo menos, el objeto de deseo que buscamos en el otro, objeto (a) pequeña, un odio dirigido hacia lo que nos muestra que somos : sujetos barrados, atrapados en la falta en ser. Es la figura del extranjero que nos invade, nos contamina. En el segundo caso, tiene algo más, demasiado, un exceso de goce, del que nos priva: también designado por Lacan como (a). Es la figura del Judío o de LȺ mujer y también la del Psicoanálisis. Así, encontramos este objeto (a) como un residuo después de la introducción de la palabra que representa el obstáculo, en el origen del odio.
Si el odiamoramiento es, en efecto, el primer sentimiento cuando la imagen del otro llega a representar al sujeto en ciernes mediante una identificación metonímica que fracasa, se puede hacer la hipótesis de que el odiamoramiento (hecho de amor, de odio pero también probablemente de ignorancia) sería un efecto de este fracaso. Es la introducción de la palabra y del lenguaje lo que evidencia lo imposible de una identificación exitosa. Una identificación exitosa podría entonces corresponder a lo que Freud llama un yo total. En efecto, en «Pulsiones y destinos de la pulsión», escribe: “Pero que una pulsión «odie» a un objeto nos suena bastante extraño, y caemos en la cuenta de que los vínculos de amor y de odio no son aplicables a las relaciones de las pulsiones con sus objetos, sino que están reservados a la relación del yo-total con los suyos31”. El yo-total, la expresión enigmática de Freud, puede ser un aspecto imaginario de una identificación plena, que formaría un sujeto indiviso.
Así, el amor y el odio (como la ignorancia, siempre presente tanto en el amor como en el odio) pretenden negar, bloquear, contrarrestar o atenuar el efecto de lo simbólico que divide al sujeto, que hace que no haya relación sexual. El amor busca reducir lo simbólico a lo imaginario sustituyendo una representación simbólica (el ideal del yo) por una instancia imaginaria (el yo ideal). El odio busca eliminar la representación simbólica (un significante que representa el sujeto para otro significante) rechazándola en lo real. Esta operación sólo puede ser llevada a cabo mediante el dominio del goce, el goce del odio que atrae a un significante hacia lo real, haciendo así que advenga como una designación, no determinada por un significante.
En cuanto al tema de un posible «más allá del odio», los discursos que preparan estos asesinatos en masa vienen a liberar el goce de su principal freno, que es lo simbólico. Cuando uno escucha tales discursos, es asombroso observar hasta que punto no están sometidos a la Ley. Mentiras, falsedades, transgresiones y deconstrucciones de símbolos que representan la Ley de los Hombres y del lenguaje llenan estos discursos y así desatan el vinculo de la palabra a lo simbólico, un vinculo que impide el goce. Abren el camino a este goce del odio que, con la fuerza que uno puede encontrar allí, produce esta desubjetivación. El odio, como siempre lo ha defendido Lacan, se encuentra entre lo imaginario, con su aspecto cautivador y fascinante, y lo real, donde reina el goce.
El odio puede aparecer como ese sentimiento que apunta a desubjetivar a otro sujeto. Por lo tanto, parece que el concepto de desidentificación es inadecuado. Lo mismo ocurre, por lo tanto, con el de identificación. Es necesario entonces recurrir al concepto de la subjetivación y, en lo que remite a nuestra exposición, al de desubjetivación. La desubjetivación sólo puede lograrse cuando el goce se activa para hacerlo. Esto nos permite concluir con dos cuestiones.
El odio como tal no es el problema, es incluso necesario para la preservación del yo, nos dice Freud32, lo que es problemático es la puesta en acto del odio, es decir, el ejercicio de su goce. Jean Allouch afirma que el odio no conduce al acto33.
En cuanto a la cuestión de un más allá del odio, pienso que es concebible de la siguiente manera: una vez que un sujeto es reducido al estado de significado para otro sujeto, de mera designación, ya no es el objeto de su odio y de su goce, está más allá del odio. Así, cuando un soldado de las SS regresa a casa después de un «día de ardua labor», no se siente más afectado por haber asesinado que por pisar un insecto, por lo que no se siente animado por el odio y puede comer tranquilamente con su familia después de su trabajo bien hecho, sin goce. Está más allá del odio. Los nazis de hecho nunca toleraron ninguna manifestación de goce durante las masacres.
Philippe Woloszko Paris, el 28 de septiembre del 2019.
1 J. Lacan. Escritos técnicos de Freud. versión Valas (edición francesa). P 742. « Ainsi se créent : à la jonction du symbolique et de l’imaginaire la passion ou la cassure, si vous voulez, ou la ligne d’arête qui s’appelle l’amour, à la jonction de l’imaginaire et du réel, celle qui s’appelle la haine, et à la jonction du réel et du symbolique, celle qui s’appelle l’ignorance ».
2 Jacques Lacan en la escuela belga de psicoanálisis. Sesión extraordinaria de la Escuela belga de psicoanálisis, el 14 de octubre del 1972. « .. c’est de l’ordre de l’imaginaire, que l’inconscient soit l’autre, que ce soit l’autre vraiment qu’il mette en jeu, c’est toi ou moi, c’est moi ou toi, il faut en découdre alors. C’est là le sens de ce que j’ai pu pondre sous le titre de l’agressivité. Cela n’a absolument rien à faire, et c’est ce que j’ai essayé d’articuler, de démêler d’entre ce qu’il en est de la haine ce que supporte le discours, ce discours en tant qu’il y a quelque chose qu’il n’arrive pas <à> atteindre […] de lié à l’imaginaire du semblable, à cette image qui en quelque sorte le dérobe à lui-même en même temps qu’elle engendre l’agressivité. »
3 Radjou Soundaramourty. Una locura sin otro. Texto presentado en Paris durante un dia de sesión de Análisis Freudiano en mayo del 2019. Se puede encontrar en la pagina de Análisis Freudiano. La ultima frase es casi un copiar/pegar de su texto.
4 Vale notar que es durante este seminario que Lacan elabora el “odiamoramiento”.
5 J. Lacan. Seminario XI. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Version Valas (edición francesa). P416.
6 Guy le Gaufey. Le dés(a)ïr (el deseodio). Littoral 15/16. P130.
7 J. LACAN. Séminaire IX. La identificación. Version Valas (edición francesa). P 395.
8 Paul-Laurent Hassoun, en : El odio, el goce y la ley. (dir. por P._L. Hassoun y M. Zafiropoulos). Psicoanálisis y practicas sociales. Anthropos. 1995. Observa que la palabra alemana, aquí traducida por “relevo” y que él traduce por resolución, es Ablösung, la cual, como lo nota, contiene a la vez la idea de “disolución” (Lösung), de “amortización” (¡de una hipoteca!) y de transmisión, por la cual alguien viene asumir la actividad de otra persona: todo esto se encuentra en el “pasaje” del amor al odio.
9 S. Freud. El yo y el ello. O.C. XVI. P286. (edición francesa)
10 Hemos desarrollado mas afondo esta idea en dos textos consultable en la pagina de Análisis Freudiano : “En el principio era el sentimiento, el odiamoramiento” y “El odiamoramiento, una estructura moebiana del amor y del odio”.
11 Esta estructura moebiana es descrita por Lacan en su seminario XVIII. De un discurso que no fuera del semblante. Versión Valas. (edición francesa) P4. « Le discours du Maître n’est pas l’envers de la psychanalyse, il est où se démontre la torsion propre, dirais-je, du discours de la psychanalyse: ce qui fait que ce discours fait poser la question d’un endroit et d’un envers, puisque vous savez l’importance de l’accent qui est mis dans la théorie… dès son émission par FREUD …l’importance de l’accent qui est mis sur la double inscription. Ce qu’il s’agissait de vous faire toucher du doigt, c’est la possibilité d’une inscription double à l’endroit, à l’envers sans qu’ait à être franchi un bord. C’est la structure dès longtemps bien connue dont je n’ai eu qu’à faire usage dite de la bande de Moebius ».
12 El 20 de marzo 1973, durante el seminario “Aun”.
13 S. Freud. Psicología colectiva y análisis del yo. In Ensayos de psicoanálisis. Petite Bibliothèque Payot (edición francesa). Paris. 1968. P126.
14 Ibidem P.127
15 Ibid.
16 J. Lacan. Seminario IX. La identificación. Op. Cit. P278-9: « Cet autre champ, que nous définissons et pour lequel est faite notre image du tore, est un autre champ, un champ de signifiant, champ de connotation de la présence et de l’absence, et où l’objet n’est plus objet de subsistance, mais d’ex-sistence du sujet ».
17 Ibid. P306: « L’abord donc que j’ai choisi dans la deuxième forme de l’identification n’est pas de hasard, c’est parce que cette identification est saisissable sous le mode de l’abord par le signifiant pur, par le fait que nous pouvons saisir d’une façon claire et rationnelle, un biais pour entrer dans ce que ça veut dire l’identification du sujet, pour autant que le sujet met au monde le trait unaire ».
18 Ibíd.
19 S.Freud. Pulsiones y destinos de pulsión. O.C. TXIII. P.U.F. 1988 (edición francesa). P185-6.
20 Philippe Julien. Para leer a Jacques Lacan. El regreso a Freud. E.P.E.L. (edición francesa) 1990. P45.
21 « Il y suffit de comprendre le stade du miroir comme une identification au sens plein que l’analyse donne à ce terme: à savoir la transformation produite chez le sujet, quand il assume une image: imago. (..) la matrice symbolique où le je se précipite en une forme primordiale, avant qu’il ne s’objective dans la dialectique de l’identification à l’autre et que le langage ne lui restitue dans l’universel sa fonction de sujet. Cette forme serait plutôt au reste à désigner comme je-idéal ( Ideal Ich de Freud) si nous voulions la faire rentrer dans un registre connu, en ce sens qu’elle sera aussi la souche des identifications secondaires, dont nous reconnaissons sous ce terme les fonctions de normalisation libidinale ». J. Lacan. El estadio del espejo. In Escritos. P94. (edición francesa)
22 Ibid.
23 J. Lacan. Seminario XVI. De un Otro al otro. Versión Valas (edición francesa). P 338.
24 El estadio del espejo. Op. cit.
25 J. Lacan. Seminario III. Las psicosis. Versión Valas (edición francesa). P25. : « tout ce qui est refusé dans l’ordre symbolique, reparaît dans le réel ».
26 Jean Allouch. El amor Lacan. EPEL 2017 (edición francesa). P22.
27 Esto plantea la cuestión de si podemos seguir utilizando este concepto de identificación. Y entonces utilizar el de la subjetivación, combinado con el amor y el odio ( ¿y la ignorancia?). Por este desarrollo, agradezco a G.-H. Melenotte por su aportación.
28 Op. cit.
29 Existe un ejemplo histórico de desidentificación inversa. Se trata de la Controversia de Valladolid. Los amerindios estaban siendo exterminados, asesinados. No tenían el menor indicio de sujeto antes de que se les reconociera que tenían alma. Después de la controversia, los amerindios pudieron convertirse en otros, en sujetos, en alter-ego, pero los negros no han sido identificados como sujetos y fueron «importados» como «máquinas y herramienta» o como ganado, para reemplazarlos. La desidentificación es quitar el significante por encima de la barra, sólo queda un significado; en realidad es una desubjetivación.
30 Seminario del 20 de marzo del 2019 en Paris. Se refiere al libro de Delphine Horvilleur: Reflexiones acerca de la cuestión antisemita. Grasset 2019 (edición francesa).
31 S.Freud. Pulsiones y destinos de pulsión. O.C. TXIII. P.U.F. 1988 (edición francesa). P184.
32 Freud, al descubrir la pulsión de muerte, substituye ésta a las pulsiones de conservación del yo. Escribe en “Pulsiones y destinos de pulsión” S. Freud. In O.C. XIII. P185. (P41 in Métapsychologie, Idées Gallimard.) : « On peut même affirmer que les prototypes véritables de la relation de haine ne sont pas issus de la vie sexuelle, mais de la lutte du moi pour sa conservation et son affirmation ».
33 Jean Allouch in Littoral 15/16. P38. « L’historiole racontée par Balint, comme le cas des soeurs Papin, suffit à nous assurer que la haine, contrairement à ce qui s’imagine, ne pousse pas à l’acte, qu’il n’y a pas lieu que l’analyste se mette dans une position d’évitement à son endroit »