Camila Reyes – Noviembre negro en un Chile de los tiempos mejores

Agosto 2019

¡No más noviembres negros!, fue el grito de despedida de una dirigente gremial que este año se jubiló.
“El Gobierno ha borrado con el codo lo que ha firmado con la mano hace unas semanas”. Así de claro denunció el secretario General de la CUT, tras el despedido a más de 2 mil funcionarios y funcionarias de la administración del estado. Esto, pese a que en el marco del Protocolo de Acuerdo de Negociación Colectiva que firmó con la Mesa del Sector Público (MSP), emanó un Oficio Circular (N°21) que garantiza que deben existir razones “debidamente fundadas” para proceder a la renovación o no del personal a contrata.
Sin embargo, los dirigentes han denunciado que estos despidos masivos son arbitrarios, injustificados, al margen de la norma “Cuando estamos ante despidos que afectan al 10%, 15% o  20% de la dotación, sin ningún cambio presupuestario relevante, sin ninguna reestructuración institucional y se trata de trabajadores que llevan 15 años, 20 años, 25 años de servicio y están todos calificados en las listas de Distinción de procesos calificatorios.
El presidente de la Agrupación  Nacional de Empleados Fiscales (ANEF), calificó la situación como “muy dramática” pues la envergadura de las cifras, hace pensar que no solo: “Estamos ante una operación que busca utilizar al Estado como botín para instalar personal de confianza en los servicios públicos”, sino además: “Busca debilitar la función pública para posteriormente avanzar en privatización, en tercerización, en debilitamiento del Estado que es la línea que el Gobierno ha expresado”.
Todos los años, la mayoría de los funcionarios públicos espera la renovación de su contrato… año a año se informa, el 30 de noviembre, quienes siguen y quiénes no. Los que no siguen, en general lo saben y son muy pocos. Noviembre 2018, marcó una diferencia con los anteriores porque se instaló el miedo por parte del Estado de Chile. Se instaló una campaña que hablaba de sacar la grasa del estado, refiriéndose a los trabajadores.
Noviembre 2018 fue el más negro en 20 años laborales en democracia y es de lo que escribí para referirme al tema del año “Más allá del odio… violencias inéditas”, para evidenciar de qué manera la amenaza y los despidos son un tipo de violencia de estado que surge de un gran Otro impredecible y mortífero.
En noviembre del 2018 se empezó a difundir la idea de que había listas negras con las personas que serían despedidas. Empezó a correr el rumor de una amenaza invisible e indeterminada. El miedo se empezó a instalar en la medida que iban cambiando las maneras en que iban a ser informados los trabajadores; unos decían por carta certificada, otros por mail, que solo notificarían a los que serían renovados o solo notificarían a los que no iban a renovar y así todos los días había un nuevo rumor. Que avisarían a primera hora del día, después a medio día y después a las 2 de la tarde. No había una voz oficial para desmentir o ratificar los rumores.
Los funcionarios sentían miedo y angustia ante la ruleta rusa de la muerte institucional.
En dictadura quien estaba en la lista negra era detenido, torturado, fusilado o desaparecido. Estar en la lista negra era la muerte. Un resto, algo se repite el 2018 que tiene que ver con el terror de la dictadura. En este caso, la muerte fue la anulación de la subjetividad o desubjetización, concepto lacaniano que alude a la pérdida del ser, a un sujeto objetalizado: “Lo que queda es en efecto una desubjetivación radical de toda la estructura, en la cual el sujeto está reducido únicamente al estado de espectador” (Lacan. 1856-57:120)
Entonces, el sujeto queda sin recursos, no puede sustraerse a la mirada monstruosa del Otro que lo atraviesa. Es claro que ese Otro no está aquí en posición legislante sino en su versión más terrible y mortífera. Es un mundo de angustia, como el que describe Kafka, donde los sujetos saben que están condenados aun antes de ser culpables. El “no ha lugar” de la justicia.
Si el sujeto y la cultura son resultado de la inscripción de la ley, entonces ambos son solo pensables desde el marco del derecho, desde el  marco jurídico, que en Lacan se ubica en lo que llama Orden Simbólico, es decir, el orden del lenguaje, de la ley y del deseo. Por eso, cuando este orden es destruido o deja de tener vigencia para todos, nos encontramos frente a una de las formas más desestructurantes de la violencia, con peligro de destrucción de todo lo humano. Deja de haber un Orden Simbólico.
Por eso no se cumple el acuerdo de la Circular N° 21, y que los funcionarios sean buenos o malos en su trabajo no es relevante, cualquiera puede caer, cualquiera que tenga, eso sí, un pensamiento diferente al de la autoridad, el que se atreva a pensar y a decir lo que piensa-siente. Ser obediente y no cuestionar es el trabajador que se espera en tiempos mejores.
Así, en tiempos mejores hay un gran Otro que denigra y somete, y que, en su discurso, pretende anular al sujeto deseante y pensante, representado por propias sustituciones significantes, para imponer sentidos únicos, totales, que anulan las posibles significancias subjetivas y lo peor, la ley.
De modo que los sujetos son clasificados según tengan o no los rasgos de los tiempos mejores, se homogeneiza a los funcionarios y se unifica como sujeto “emprendedor”, entregado al máximo rendimiento y competencia, como un empresario de sí mismo, como señala Jorge Alemán en un texto que escribe sobre neoliberalismo. No hay singularidades subjetivas, el sujeto queda silenciado.
Estas son la subjetividades desubjetivadas, sujetos devenidos objetos, construidos en la pobreza, la ignorancia y el autoritarismo.
Porque con un Otro aniquilante estamos frente a la caducidad de la trama simbólica posibilitada por la ley y ante esa desaparición se vuelve imposible también cualquier reconocimiento en el semejante.
Desaparición entonces del orden simbólico y del imaginario que sostienen al sujeto y el lazo social, y posibilitación de un poder absolutamente anónimo de castigo y sufrimiento en su versión más cruel y deshumanizante.

La pérdida de sentido
Durante el 2019 ha predominado una pérdida de sentido, de sufrimiento psíquico ya que hay un sometimiento a supuestos ideales iguales para todos, ideales inhumanos, en tanto que si se tienen los medios para alcanzarlos, ese logro, además es fugaz por los constantes cambios. Son ideales, que en el ámbito laboral tienen que ver con obligarnos a creer que todo aquello que se puede medir, pesar, cuantificar es la verdad y debemos entregar planillas en vez de informes cualitativos.
Y cuando la subjetividad es reducida a una nada u ofrecida en sacrificio puede sobrevenir lo que Freud llamó “sensación de extrañamiento (‘desrealizamiento’)”; sensaciones o sentimientos que “pueden ser observados en dos formas: el sujeto siente que ya una parte de la realidad, ya una parte de sí mismo, le es extraña. En el segundo caso hablamos de ‘despersonalizaciones’, pero los desrealizamientos y las despersonalizaciones están íntimamente vinculados entre sí” (Freud, 1993: 3332).
Si el sujeto destruye un fragmento del yo, esto lo lleva a una “escisión de la personalidad”, explica el autor, y aquello que lo representaba, como lugares, hechos, personas, emblemas, pierde su significación y el sujeto desprecia todo lo suyo, llegando incluso al abandono de sí mismo.
Atravesado por esa mirada aterradora queda convertido en objeto, es decir, desubjetivado. Y cuando el individuo refuerza el sometimiento a un orden dado, más se distancia del verdadero acto liberador propio del sujeto deseante.
En 1927 cuando Freud respondió a Einstein sobre el porqué de la guerra dijo que el derecho no es sino el poderío de una comunidad, para agregar que la misma está formada por elementos de poderío dispar “También por vencedores y vencidos que se convierten en amos y esclavos (…) las leyes serán hechas por y para los dominantes y concederán escasos derechos a los subyugados” (FREUD, 1927: 3209).
Y, si bien esas afirmaciones fueron hechas en tiempos de guerras mundiales, no han perdido actualidad, sino al contrario. En la actual economía de mercado esas características de los grupos de poder, al parecer, se han fortalecido sin que nadie las limite.
Uno de los mecanismos más impresionantes de dominación de este periodo ha sido el surgimiento de la burocracia en todos sus sentidos. Por ejemplo, todo derecho funcionario como un permiso establecido por ley debe ser solicitado verbalmente, por escrito y en la plataforma web. Para luego a fin de mes volver a revisar la planilla horaria y si no se ha otorgado el permiso, volver a solicitarlo. Una urdiembre de marañas para que los trabajadores queden reducidos a horas de trabajo y producción.
En Junaeb, una funcionaria relató que mes a mes le llega un informe de cuánto tiempo se pasa escribiendo en el computador, a cuales mails escribe más seguido y cuáles son los “tiempos de creatividad”, refiriéndose al tiempo en que no se está en el computador. ¿Es Orwell 2019?
Neoliberalismo y subjetividad escrito por Jorge Alemán dice:

El neoliberalismo no es sólo una ideología que defienda la retirada del Estado, su desmantelamiento a favor del mercado, o un dejar hacer a la “mano invisible” del capitalismo financiero. Tal como ya lo ha demostrado Michel Foucault, en “el nacimiento de la biopolítica”, y actualmente Christian Laval y Pierre Dardot, el neoliberalismo, a diferencia del liberalismo clásico o el neoconservadurismo, es una construcción positiva, que se apropia no sólo del orden del Estado, sino que es un permanente productor de reglas institucionales, jurídicas y normativas, que dan forma a un nuevo tipo de “racionalidad” dominante. Esta racionalidad actualmente se ha adueñado de todo el tejido institucional de la llamada Unión Europea, en la consumación final de su estrategia de dominación. El neoliberalismo no es sólo una máquina destructora de reglas, si bien socava los lazos sociales, a su vez su racionalidad se propone organizar una nueva relación entre los gobernantes y los gobernados, una “gubernamentabilidad” según el principio universal de la competencia y la maximización del rendimiento extendida a todas la esferas públicas, reordenándolas y atravesándolas con nuevos dispositivos de control y evaluación: como insistió Foucault, explicando la génesis del neoliberalismo, es la propia población la que pasa a ser objeto del saber y el poder.
Como en Orwell, los funcionarios no protestan, son seres silenciados o cuchichientos, que no se atreven a hablar ni a revelarse ante los disparates que surgen de la organización institucional.
Cada año se habla de un aumento de licencias médicas, y en una encuesta rápida a los trabajadores ellos dicen que están enfermos por el exceso de horas de trabajo, la doble jornada, y el sin sentido.

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